Cláudia Salgueiro
Cláudia Salgueiro.

Peak y Amoc dejan el rebaño

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Prólogo

Después de cientos de charlas por todo el Estado, de acudir a radios e incluso televisiones, de miles de videoconferencias… Después de comparecer en algún parlamento e incluso en el Senado, llegó el día de poner en práctica todo lo predicado e imaginar el Instituto de Ciencias Rurales y Recuperación de Oficios Perdidos, el ICROP.

Aquí, entre las Batuecas y las Hurdes, muy cerca de donde los ríos Ladrillar y Batuecas unen sus aguas, iba a trasladar toda mi experiencia, conocimiento y mi porvenir.

Yo mismo cuidaría de Peak y de Amoc hasta el final de sus días, o de los míos, mientras investigaba junto a un equipo multidisciplinar (compuesto por gentes del campo y por gentes de la ciencia sin conflicto de interés) cómo salir del lío en el que estamos metidos.

Antes de llevar a cabo todo lo que os cuento, me había tomado unas merecidas vacaciones en familia por el Camino de Santiago.

Peak y Amoc dejan el rebaño

Foto: Jacinta Lluch. Fuente: Wikimedia Commons.
Foto: Jacinta Lluch. Fuente: Wikimedia Commons.
Peak llevaba más de un año de vida plácida y tranquila en el Refugio de Jumentas y Jumentos, en donde el científico Todonormalybién lo dejara después del viaje que juntos hicieron desde Barcelona a Madrid.

Durante ese tiempo, Peak conoció a un rebaño de ovejas que tenían su majada lindando con el refugio, de manera que fraguó una amistad estrecha con una de ellas. Cada tarde Peak esperaba su llegada para que la oveja le contara sobre el día que había pasado junto al rebaño, el perro y la pastora.

A Peak le encantaba saber e imaginar los trayectos por caminos y veredas que la oveja le relataba: “Que si hoy hemos subido hasta la loma de las encinas a por bellotas… que si mañana la pastora quizá nos llevará hasta el valle del río claro… que si los cuatro borregos nacidos anteayer estaban preciosos…”

Un buen día Peak le dijo a la oveja:
—He pensado en escapar del refugio e irme a viajar, como creo que hicieron mis antepasados y los tuyos. ¿Vienes?
—¿No decías el otro día que, a asno viejo, hierba fresca y cerca de casas? —le contestó la oveja.
—Bueno, sí, pero todavía tengo combustible para rato y la verdad es que echo mucho de menos aquellos amaneceres frente a distintos horizontes, hundir el hocico en arroyos dulces, saborear diferentes abrevaderos, observar la hierba crecer al ritmo de los pasos… Ya sabes, todo lo que te he contado del viaje con el científico.
—La verdad es que entre nosotras también hablamos a menudo de los largos viajes que cada año por estas fechas emprendían nuestras abuelas hacia el norte, adonde cuentan que todo son prados verdes para cortar a diente. ¡Menudas aventuras pasando por inmensas dehesas, atravesando carreteras e incluso cruzando algún río a nado!
Tienes que esperarme, Peak, no puedo ir con estas lanas. Esta semana, una esquiladora viene para quitárnosla y entonces estaré lista para acompañarte.

Los primeros días de camino discurrían por estrechas veredas que la oveja conocía bien porque en alguna jornada u otra la pastora los había conducido por allí. Pronto se adentraron en territorio desconocido. Sin embargo, ambos animales se sentían perfectamente orientados; pareciera que su libertad les devolvía el instinto de la orientación que se perdía con el sedentarismo. Ambos se sentían como golondrinas migrantes o más bien como palomas mensajeras.

En pocos días, y gracias a esos dones naturales recuperados, alcanzaron una senda ancha y concurrida por humanos cargados con mochilas y olor a detergente. Habían llegado a la famosa Vía de la Plata.
—¿Has visto, Peak, cuántos humanos se dirigen al norte como nosotros?
—Normal, en el sur la vida se está poniendo muy difícil para ellos también: poca agua, mucho calor y poca hierba.
—Los humanos no comen hierba, Peak y, según me has contado, en todos sus corrales hay más de un tubo de plata que echa toda el agua que desean.
—Cierto que no comen hierba, pero la necesitan tanto como tú y yo, porque las plantas están en el principio de la vida o, como diría Todonormalybién: “cadena trófica”. En cuanto a sus tubos de plata, el agua que de allí brota, aunque tiene un olor y sabor, digamos extraño, proviene de la misma fuente de la que bebemos nosotros, es decir, de la lluvia, fruto de la evaporación del agua del mar. Los humanos hacen cosas extrañísimas con el agua, amiga oveja… Fíjate que mi primer dueño me tuvo un tiempo dentro de su corral sin tierra ni hierba y lo vi descomer sobre el agua limpia y después presionar algo con su pata delantera que hace llegar mucha más agua limpia que se lleva la bosta, y todo desaparece en un instante; menos el olor que persiste.
—¡Jo, Peak, cuánto sabes! Es verdad que en el sur está haciendo demasiado calor, de hecho a mí estas temperaturas me están debilitando, pero y ¿si en el norte empieza a hacer mucho frío en invierno..?

El ocaso que imparable acaecía, a pesar de la interesante conversación de los animales, obligó a estos a buscar un lugar en el que pasar la noche. Se adentraron en un olivar a mesa puesta, es decir, un olivar bien cuidado, sin herbicida ni labranza. Durante esa tranquila noche, gracias en parte a la abundante cena, a Peak se le metía por el hocico un olor familiar que no identificaba por el momento.

Amanecía en ese olivar regenerado. La oveja y Peak se preparaban para otro día de marcha, no sin antes descomer dejando una buena bosta para compensar los nutrientes extraídos del campo en el que habían cenado y en el que ahora desayunaban. Peak seguía sin quitarse del hocico aquel olor que sentía desde la pasada noche y que le parecía arreciar a cada paso… cuando a lo lejos vieron a un grupo de humanos parados y descargados de sus mochilas.

—¿Qué hacemos Peak? ¿Les adelantamos o nos esperamos a que se vayan?
—Tú siempre con tus temores, querida compañera. Ya has visto que estos peregrinos son gente inofensiva, deben estar parados en alguna fuente llenando sus cantimploras… El caso es que me llega un olor, que a alfalfa no es, pero malo tampoco y cada vez es más fuerte.

—Mar, ¿eso no es un burro?
—¿Dónde?
—Mira, viene por el camino un burro con algo más pequeño al lado y no se ve ninguna persona. Se parece a Peak.
—Sí, cada asno que ves te recuerda a Peak, amor.
—No, pero este… ¡cómo se parece a Peak! —repitió Todonormalybién mientras se le dibujaba una sonrisa de oreja a oreja.

A esa distancia Peak ya no dudaba: entre aquellas personas se encontraba su científico. Rebuznó acelerando el paso, mientras que Todonormalybién se levantaba de un brinco olvidando sus doloridos pies y corría hacia los animales.

—¡Cómo te pareces a Peak, amigo mío! —dijo con lágrimas en los ojos, mientras ponía sus manos en las quijadas del noble animal— ¡¡¡Pero si eres tú, eres tú!!!

Cada vez que el científico se disponía a llamar al refugio de Rute, Peak echaba las orejas para atrás y pateaba el suelo, por lo que esa llamada no se producía. De manera que juntas: familia, oveja y burro, siguieron andando por el Camino que ya progresaba por tierras zamoranas.

Amoc, nombre que Todonormalybién puso a la oveja, se encontraba ahora muy a gusto caminando entre humanos, ya que los identificaba con su pastora que tanta atención le brindaba y a la que había echado de menos en los últimos días.

—No te enfades, Mar, pero no me puedo ir con vosotros a Barcelona mañana. Ya sé que llegamos a Zamora y que habíamos planeado dejar el Camino allí para seguirlo en las próximas vacaciones, pero he llamado al refugio y me han dicho que Peak se escapó hace unos 15 días. Me enviaban un remolque para llevarlo de vuelta, pero no quiero hacerle pasar ese mal rato de carretera, así que voy a llevarlo yo mismo andando. Ya he llamado al trabajo y no hay problema, tenía algunas conferencias… Las aplazaré.

Amoc y Peak se resistieron a cambiar su rumbo y volver al sur tan pronto. Apenas habían saboreado los pastos prometidos por sus antepasados… Sin embargo, su domesticación, nobleza y la confianza que tenían en Todonormalybién les ayudaron a obedecer sin más lucha.

—Te podías haber escapado con el serón de esparto que te compré, así por lo menos podrías llevarme la mochila. Me la has jugado, Peak, tenía mucho trabajo este mes y un montón de conferencias…

Peak miró al científico a los ojos y la mirada de ambos se cruzó de manera que ya no hubo ningún reproche, ninguna queja más. En adelante solo habría ruta de regreso al ritmo de los cascos del burro repicando con las piedras del camino.

Sentados bajo un nogal con nueces que ya casi alcanzaban su máximo tamaño, con un silencio solo interrumpido por el canto alto de cogujadas y totovías, el científico observaba a sus animales. Quiso decirle a Peak que lo veía mayor y algo agotado, y a Amoc que la encontraba cansada y débil. Pensó en decirles que apreciaba mucho su compañía y que estaba muy contento de volver a caminar con ellos, pero dejó que el viento en las hojas del nogal y el canto de los pájaros fueran los protagonistas del momento.

NO A LA MINA se podía leer en algunos balcones muy próximos a la ciudad de Salamanca.

—¿Podéis creerlo? Hemos cerrado casi todas las minas de Asturias y de mi León para no seguir quemando carbón, por lo que comporta. Ha sido un proceso traumático para muchas zonas también de Teruel, pero había que hacerlo. Quizás se pudo hacer mejor, pero con lo que sabemos hoy, no se podía seguir extrayendo y quemando carbón. Lo que ya cuesta más de entender es que ahora quieran abrir nuevas minas tanto aquí como en Ourense, Badajoz, Sevilla para extraer otras fuentes de energía como el uranio, que no son mejores que el carbón. Como si la extracción, traslado, etc. de estos materiales no emitiera CO2, además del peligro de lo nuclear y de que ningún ayuntamiento juicioso acepta tener un almacén de residuos nucleares. Parece que no aprendemos: cerramos algo perjudicial después de años de contaminación, enfermedades, accidentes… y abrimos otra cosa que va a ser igual, si no peor. Es como si como humanos no fuéramos capaces de progresar si no es emponzoñando por tierra, mar y aire.

Para hacer este tipo de transición ecológica no hacía falta cerrar las minas de carbón. Luego algunos dicen que yo quiero volver a las cavernas… Pues lo más parecido a volver a las cavernas es abrir nuevas minas.

Paisaje de Las Hurdes, Cáceres. Foto: 80 KmH. Fuente: Wikimedia Commons.
Paisaje de Las Hurdes, Cáceres. Foto: 80 KmH. Fuente: Wikimedia Commons.
Total, si las centrales térmicas que han quedado en pie ahora queman gas y por muchas placas y molinos que se instalen van a seguir quemando porque es la única manera actualmente de estabilizar la red y que no se produzca un apagón. Gas que viene de yo ya no sé de dónde, pero que emite una cantidad de CO2 muy importante en su quema y transporte, sobre todo cuando llega en barcos. Y lo peor es que ¡no hay tiempo!

Dejando atrás estos pensamientos compartidos en voz alta con Amoc y Peak a la vez que la gran ciudad, sus pasos regresaban a la ruralidad progresando por campos ya vestidos con los dorados propios del fin del verano.

—¿Dónde va con esa preciosidad? —dijo alguien con voz recia—. ¿Sabe que lleva un jumento de raza catalana?
—Pues mire usted: no tenía ni idea de su raza. Se lo compré a un gitano que era afilador, se jubilaba y no sabía qué hacer con un asno viejo.
—¡Que va, qué va! —continuaba el paisano con su voz recia mientras exploraba la boca de Peak—. No digo que sea un pollino, pero todavía parece garañón. Eustaquio, para servirle —le dijo mientras le alargaba la mano—. Y ¿cuánto quiere por él?

—No, verá, no es mío; bueno era, pero ahora vive en un refugio. Bueno, vivía, lo que pasa es que se escapó y lo encontré casi llegando a Zamora con la oveja.
—Ya, ya, ya… No siga, no siga… El caso típico de encontrarse un burro y una oveja cerca de Zamora y venir con ellos por la Vía de la Plata hasta casi Cáceres. Ya, ya, ya. El caso es que no se le aprecia a usted ningún problema con el alcohol y se le ve bien aseado y comido. En fin, por aquí pasa gente muy variopinta, es lo que tiene vivir al pie de este camino utilizado cada vez por más personas, aunque por muchos menos animales que antaño. Ya sabe, ahora a los animales les encierran, les dan pienso, les pinchan por allí y por allá y luego que si jamón de Guijuelo…
Pero quítese la mochila, buen hombre, y quédese a comer. Tengo ahí para preparar un limón serrano y hay de sobra para los dos.
—Vale, gracias —contestó Todonormalybién algo abrumado aún por la charla y el tono decidido del paisano.
—Déjeme al ruc, que lo ponemos en la sombra junto a los míos y le daremos algo de grano que no le va a ir mal. ¿Ha visto los míos? Ahora tengo solo cuatro, son de raza zamorano/leonesa. Desde que me jubilé es mi afición preferida: cuidar burros de esta raza y criar a alguno de vez en cuando, porque mucho se habla de que si el oso o el lince están en peligro de extinción, pero y ¿nuestros burros? Esos que por milenios nos han ayudado en las tareas más pesadas y nos han porteado en sus espaldas. De ellos poco se dice, pero la realidad es que están en peligro de extinción y con ellos toda una cultura, una genética, una historia que bien podría ser futuro porque mire usted que hay gente que dice que el petróleo se acaba… que yo no lo creo, pero digo yo que algún día se acabará porque llover petróleo, no veo yo que llueva.

Eustaquio tomó a Peak por la cabezada y se lo llevó hacia el establo junto a Amoc que los siguió.

Acercando su bota de vino a Todonormalybién mientras comían el limón serrano dentro de la casa, el paisano le propuso quedarse un par de días en su casa y antes que el científico pudiera rechazar la oferta le dijo:

—Tengo una burra en estro y me gustaría cuidar de un borrico zamorano cruzado con catalán. ¿No le gustaría a usted que su burro tuviera descendencia? Además, veo a su oveja muy fatigada, no creo que tenga ninguna epidemia, seguramente es solo un resfriado. El caso es que le iría muy bien también a ella descansar un par de días. Sé de lo que hablo, antes de jubilarme fui pastor por estos mundos de Dios. ¿Qué me dice?
—El caso es que, aunque usted piense que soy un trotamundos, yo soy un científico que trabaja para el Estado y, bueno, tengo una agenda algo apretada, además de una familia. Ya hace días que debería estar en Barcelona… pero bueno, si los animales lo necesitan, me quedaré. Gracias por la oferta, a mí también me vendrá bien pasar un par de días sin esta mochila y lavar tranquilamente toda la ropa.
—Hecho entonces: se queda a mesa puesta igual que sus animales. Puede pasear por la aldea o hacer lo que le plazca, yo estaré aquí por mi oficina que es este huerto y los animales, como de costumbre.

Os lo dije

Perrunillas extremeñas. Foto: YerbabuenaEnLaCocina.com.
Perrunillas extremeñas. Foto: YerbabuenaEnLaCocina.com.
Aproveché el tiempo de reposo que me regalaba el hospitalario lugareño no tanto para andar como para curiosear en su oficina.

El gallinero de gallinas negras que me contó que eran de raza castellana y ponían huevos blancos, la huerta que ya albergaba los cultivos de otoño/invierno, la leñera colocada a escuadra y cartabón, los aparejos de los animales, algunos objetos de esparto, cestos de corteza de castaño, herramientas de labranza… Mientras que yo andaba detrás de Eustaquio cual becario de laboratorio, Peak pasaba el día junto a Armonía, que así se llamaba la burra que le podía hacer padre. Y por lo que vi de refilón, la cosa prometía.

Esa tarde, mientras me ofrecía unas perrunillas cacereñas, Eustaquio me hizo una nueva propuesta:

—Si es verdad lo que me ha contado del refugio de Rute y que tiene prisa por volver a Barcelona, ¿por qué no deja aquí al jumento y a la oveja? Se los compraría encantado. Aquí estarían igual o mejor que en el refugio y Peak, como usted llama al animal y yo le respetaría el nombre, podría ejercer de padre; que yo tengo el pálpito de que mi Armonía va a volver a ser madre.
—¡No puede ser! —le respondí al instante.— No puede ser porque el burro no está en venta, porque es del refugio y la oveja no sé de dónde es.

Pronto me di cuenta de que mi negativa no era tanto a lo que me proponía Eustaquio como a que yo no tenía ganas de regresar tan pronto. Me quedé un rato paladeando la perrunilla en silencio mientras reflexionaba sobre esa contradicción interna sobrevenida: el deber de regresar y, sin embargo, la necesidad de continuar.

—Mar, ¿tú te irías de Figueras para instalarte en un pueblo lindando con las Hurdes de Cáceres?
—¿Cómo? Bueno, no sé en qué andas, pero yo no tengo problemas. Además, siempre he sentido vocación por ser médico rural, de esos que conocen al paciente y a toda su familia; vamos, lo que es ser un médico de familia. Puedo pedir un traslado y me lo darían pronto, pero los niños… habrá que ver.
—Claro, habrá que esperar por lo menos a que terminen el curso, pero es que he visto unas aldeas con una sencillez tan bella, y Eustaquio, sus burros zamoranos, el atardecer y un montón de ideas que me vienen… —le dije a Mar emocionado.
—Pásalo bien y ya hablamos a tu regreso de todo ello. Buen camino —concluyó ella.

—Eustaquio, ¿sabe si hay alguna casa de alquiler en la aldea?
—Bueno, casas vacías hay una pila, pero la gente no se anima con el alquiler, ni con la venta: ya sabe aquello de que antes hundida que vendida. Ya van unas cuantas que han hecho ruina. Mi hermana tiene una que solo me da trabajo porque ella de Cáceres ya no se mueve. ¡Voy a llamarla ahora mismo! Qué raro, no me va el teléfono…
—A mí tampoco —respondí.
—Esto de las coberturas… quién me mandaría a mí quitar mi teléfono de sobremesa para andar todo el día con esto en el bolsillo…

Graffiti en referencia al gran apagón ibérico del 28 de abril de 2025. Foto: Aniol. Fuente: Wikimedia Commons.
Graffiti en referencia al gran apagón ibérico del 28 de abril de 2025. Foto: Aniol. Fuente: Wikimedia Commons.
—¡Apagón! Eustaquio, ¡es el apagón! Madre mía, en toda España y quizá en media Europa. ¡Os lo dije! Se estaba jugando con fuego, metiendo tanta renovable y parando las térmicas. Esas empresas eléctricas y su sed de dinero. Os lo dije, es muy grave, Eustaquio, a ver dónde llega esto…
—Tranquilícese, hombre, que es de día y se ve igual que se veía antes de que se hubiera ido la luz. Mire usted: los burros ni se han enterado.
—No, pero esto no es un corte de luz normal… ¡no lo entiende! Pueden pasar días hasta que vuelva la energía y el follón que se puede liar en las ciudades puede ser monumental.
—¡No me diga! Aquí se fue la luz muchas veces y siempre vino pronto, pero sí usted lo dice. Pero no se angustie, que tengo velas y hasta un candil con mecha que le ponemos un poco de aceite usado y algo alumbra. Algunos de los que todavía vivimos, nacimos sin luz eléctrica, ¿sabe?, y, bueno, hasta aquí hemos llegado. Que ya entiendo que es un fastidio y que en Salamanca sin semáforos y tanto coche veremos a ver, pero mire usted a las gallinas: están tan tranquilas y mañana van a seguir poniendo huevos, las patatas no se van a ir corriendo de la huerta y la fuente está como estaba ayer.

No sabía si abrazar a Eustaquio o dejarle de hablar e irme. Me costó tomarme en serio sus palabras ante el caos que mi mente visualizaba, pero lo hice, acepté sus argumentos —qué remedio—, por aquí solo estábamos él y yo con los animales y toda la tecnología (menos la radio) que nos unía con el resto del mundo había caído.

Acepté, esta vez sí, la bota de vino que Eustaquio me ofrecía, eché un trago intentando imitar la mueca que él hacía y me manché. Suspiré resignado, sentándome al lado de la fuente que, ajena a todo, no dejaba de derramar y regalar su agua como bien hubo apreciado el buen hombre.

Sobre las 21 horas regresó la fuerza a la red de aquella aldea que tantas cosas me estaba removiendo. No hubo ni que encender las velas. Imaginaba el trabajo que los técnicos habían tenido durante todo el día y les felicité para mis adentros.

Hasta pronto

Nos dimos la mano mirándonos a los ojos, gesto que sirvió tanto de despedida como de cierre del trato. Allí se quedaban Amoc y Peak, pero esta vez yo volvería en un mes para ocupar provisionalmente la casa de la hermana de Eustaquio. Quizá incluso vendría con Mar y los niños para empezar una nueva vida y darle cuerpo a una idea que, a mi entender y a la de cientos de científicos sin conflicto de interés, ya no podía esperar más.

El tren arrancó tarde debido al corte de luz del día anterior, pero arrancó. Desde que iba para la estación, mi teléfono no paró de sonar: cantidad de medios me buscaban, estaban interesados en mi opinión respecto del apagón. No entiendo por qué tanta sorpresa si un probable apagón e incluso un cero absoluto estaba más que advertido, pero querían saber las causas y, bueno, fui contestando uno a uno lo mejor que supe durante todo el viaje, dejando claro que las causas últimas tardarían en saberse —si es que se llegaban a hacer públicas—, pero que en cualquier caso la codicia de las empresas energéticas estaba detrás del destrozo.

ICROP

Apenas si pude esbozar en un papel la idea que tenía en mente durante el viaje para trasladárselo a Eloísa, mi presidenta:

«Un Instituto de las Ciencias Rurales y los Oficios Perdidos, un centro de investigación ubicado en un punto de la España vaciada, como por ejemplo entre las Hurdes y las Batuecas, donde yo ya tengo un campo base para empezar. El nombre del instituto: pónganlo ustedes si quieren, lo que les suene mejor políticamente, pero se trata de algo fundamental para el país. Tenemos que estar preparados para un escenario más que probable que es el del poscrecimento o poscapitalismo, dígale usted también como mejor le parezca. El equipo principal ya lo tengo casi formado, un grupo multidisciplinar de personas campesinas y científicas. Antonio ya me ha dicho que se viene, es imprescindible investigar sobre el hormigón y otros materiales desde el punto de vista de la geología. Marga también estará. Del otro lado, Eustaquio coordinará al grupo.

No es solo la construcción: es la alimentación, el agua, la energía, la democracia, los oficios perdidos y las técnicas humildes. Entiendo, señora Eloísa, que tiene que haber fondos Next Generation para esto, porque es precisamente en esos campos donde se juega el futuro de las próximas generaciones.

No, no me he vuelto loco en el Camino de Santiago, ni he conocido a ningún iluminado. No se trata de hacer una isla teórica: se trata de formar un pueblo de entre unos cientos y pocos miles de habitantes que pueda vivir saludablemente sin los recursos que sabemos que se agotan y que ese proyecto práctico pueda ser replicado por todo el territorio peninsular enfrentando así la devastación climática que se nos viene.

Si no hay fondos para ello, sin fondos. Lo único que le pido es que usted hable con Transición Ecológica y que me autorice el proyecto para empezar cuanto antes a trabajar. Ya vamos tarde, ¡no hay tiempo! Usted sabe lo que tenemos por delante, el reto es enorme y no se va a resolver con rearmes, ni con digitalizaciones.

Espero que le sepa trasladar a la ministra y a quien corresponda la necesidad de poner en marcha esto cuanto antes porque si seguimos nombrando al mal pero no ponemos esperanza en el bien para solucionarlo lo único que conseguimos son frustraciones y gobiernos a los que la Vida en mayúscula no les importa nada. Y esa esperanza no puede ser una espera porque ya no hay tiempo, debe ser práctica, ejemplo, formación, educación…»

Tenemos que salir ahí fuera a defender a nuestros congéneres y a todo lo que está vivo. Porque no hay otra lucha que merezca más la pena, ninguna otra causa que sea más justa y esta nos interpela. Esperanza no: activismo y justicia.*

(* Palabras textuales del científico Antonio Turiel, cuyo parecido con el protagonista de esta fábula es pura coincidencia.)

Cláudia Salgueiro
Cláudia Salgueiro.
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Oficial de segunda en el ramo de la metalúrgica, maestro de primaria y payés sin tierra. Mientras consigo tierra, siembro letras en un papel fertilizado con ilusiones e intenciones de que germinen cuentos educativos que reproduzcan valores naturales y den frutos saludables. Escribe también en el blog Camino adentro.

11 Comments

  1. Fantasia És admirable com aconsegueix barrejar la ciència amb la tendresa, el pensament crític amb l’amor pels animals, i la duresa dels fets amb la suavitat d’una prosa plena d’imatges que arriben al cor. Personatges com Peak i Amoc no són només animals: són símbols d’una humanitat que busca retrobar-se amb la seva essència.

  2. Es admirable cómo consigue mezclar la ciencia con la ternura, el pensamiento crítico con el amor por los animales, y la dureza de los hechos con la suavidad de una prosa llena de imágenes que llegan al corazón. Personajes como Peak y Amoc no son solo animales: son símbolos de una humanidad que busca reencontrarse con su esencia.

  3. Entranyable relat.
    Quina admiració i sensibilitat per la natura i els animals.
    Narració fluida que no simple.
    Missatge d interpel·lació i d atenció vers el nostre medi.
    I el camí sempre present com simbologia de no deixar mai de caminar.
    I la recerca de la llibertat per part dels animals però també dels personatges
    M ha encantat.

  4. Muy entrañable este relato que rezuma humanismo y apacible voluntarismo para idear y traducir en actos el sueño de una humanidad reconciliada con sus raíces naturales. Todo un camino iniciático evocado en preciosa prosa que destila auténtica sabiduría.

  5. BE WATER PEAK
    Brillante vuelta de tortilla a la desesperanza
    Fluir con lo que pasa darse el permiso de cambiar los planes y adaptarse al cambio

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