Aprendiendo a abrir los ojos y oídos al entorno a través de la poesía arraigada
1. Introducción
El presente artículo tiene el propósito de realizar un breve acercamiento al último libro de poemas de Lola Callejón, Azogues. Un poemario emocional del territorio para comprender el sur peninsular, publicado en el 2025 en la Editorial Nazarí. En este sentido, no se pretende llevar a cabo un análisis exhaustivo, sino más bien una introducción que tiene como objetivo acercar el texto poético, de características peculiares, a los lectores. Para ello, se parte de una perspectiva de análisis peculiar, la ecocrítica, que consiste en “el estudio de las relaciones entre la literatura y el medio ambiente” (Glotlfelty, 1996, citada por Flys Junquera, Marrero Henríquez y Barella Vigal, 2010, p. 16). Se le adelanta al lector o lectora que Azogues es un poemario en el que su autora nos invita a realizar “una inmersión total en el sur peninsular”, y a “recorrer con la mirada bien atenta los territorios de la memoria, la geografía y la identidad” (Romero, 2025, p. 11), de manera que la ecocrítica nos ofrece unas lentillas nuevas que enriquecen la comprensión y el disfrute de este complejo proyecto literario como ninguna otra perspectiva.
Como se tendrá la oportunidad de comprobar en este artículo estamos ante una ecopoesía arraigada que nombra lo que existe, lo ya desaparecido y lo que actualmente se encuentra amenazado o en peligro de extinción, como una manera de conservación del mundo no humano con el que coexistimos. No obstante, antes de meternos de lleno en el análisis del poemario realizaremos una breve nota biográfica de la poeta almeriense, que resulta verdaderamente significativa para comprender, entre otras cosas, las inquietudes de su autora, que explican, en gran parte, las características, los objetivos, los seres vivos y los paisajes naturales, geológicos y etnográficos que protagonizan Azogues.
2. Breve nota biográfica de Lola Callejón
Lola Callejón y Thalía Compán Santiago presentando Azogues en el Cuarto Real de Santo Domingo (Granada), el 22 de abril de 2025.Lola Callejón (Dalías, Almería, 1960) es una poeta, bióloga, especialista en Educación Ambiental y Globalización, doctora en Educación Ambiental, activista y profesora de Interpretación y Educación Ambiental en un centro público de la Junta de Andalucía. Ha publicado los siguientes libros de poemas: El tiempo como prueba (2016); Tinta Verde (2017), y una unidad didáctica asociada al mismo poemario titulada Tinta Verde. “Explorando los puntos calientes de biodiversidad a través de la poesía” (2017); El porvenir (2022); Casandra Imparable (2024); y, en último lugar, Azogues. Un poemario emocional del territorio para comprender el sur peninsular (2025). A estas publicaciones se suman artículos de opinión publicados en diversos medios, que versan sobre el ecofeminismo, la coeducación, las identidades, la diversidad o la naturaleza, y numerosos recursos didácticos destinados a la educación ambiental[1].
Sus inicios como escritora tienen lugar durante la adolescencia en su casa natal, “donde estaban las obras de los clásicos y había apego a la lectura”, como ella misma explica en su web. Esta faceta artística se compagina con su compromiso social y ecológico, habiendo participado de forma activa en diferentes movimientos sociales desde los años 80 hasta el día de hoy, como son el movimiento ecologista, el feminista y el pacificista, y, cómo no, con su apego a la tierra y a los paisajes de su niñez. En el presente texto tendremos la oportunidad de conocer en primera persona cómo se conjuga todo ello en su práctica poética, puesto que las diferentes facetas de la poeta dan lugar a una voz dialógica, pues existe un diálogo que conecta sus poemas con sus conocimientos sobre el territorio, los ecosistemas y los seres vivos, que origina un tipo particular de poesía, como veremos a continuación.
Como colofón a esta escueta nota biográfica, señalaremos que fue recientemente galardonada con el Premio de Poesía del IX Festpoviber y que en 2024 le concedieron el accésit del XII Premio de Relato Corto Pepe Criado. Asimismo, en el 2023 le concedieron una plaza en la I Residencia de Literatura y Medio Ambiente, celebrada en Valsaín (Segovia) y, concretamente, en el CENEAM (Centro Nacional de Educación Ambiental del Ministerio de Transición Ecológica), que impulsó la creación y la publicación de Azogues.
3. “Más allá del pajarito y los pajarracos”, nombrando los pájaros con Azogues
Ilustración de la violeta de Sierra Nevada (Viola crassiuscula) realizada por Kris. Mar And, acompañando el poema en Azogues.Niall Binns en su artículo “Ecocrítica en España e Hispanoamérica”, publicado en el primer número del primer volumen de la revista Econoz@, lamentaba que en la crítica literaria española solo existían “dos tipos de pájaro: el pajarito y el pajarraco” (2010, p. 134), en referencia a la ausencia del nombre específico de las aves y la abundancia del pájaro-idea en los trabajos y en las conferencias de los críticos literarios. Ante este desconocimiento e indiferencia con respecto a los cuerpos vivos con los que coexistimos, aplicable a cualquier ámbito o disciplina, Binns animaba a “abrir [los] ojos y oídos al entorno, a la naturaleza no humana que nos rodea y deja de rodearnos, para que nos arraiguemos, nos situemos y aprendamos —más allá del pajarito y los pajarracos— los nombres de los pájaros” (Binns, 2010, p. 134). Si tuviéramos que definir al sujeto del siglo XXI podríamos recurrir a los “personajes antipoéticos” de Nicanor Parra para describirlo, y describirnos a nosotros mismos: desarraigados y alienados de la naturaleza, “perdidos y neurotizados por la ciudad”, sin soñar siquiera con el retorno al espacio rural o natural, y aspirando más bien a transitar las calles “zarandeados de estímulos” (Binns, 2004, pp. 40-154). Con este desarraigo colectivo, a partir del cual la naturaleza casi existe exclusivamente para el sujeto moderno “como espacio de ocio, escape de fin de semana o destino de vacaciones” (Binns, 2004, p. 74), no es difícil caer en el lenguaje universal homogeneizador de la naturaleza. No obstante, no es este el caso de la voz poética que nos acompaña en la lectura de Azogues, pues la poeta almeriense rehúye de forma consciente el pájaro-idea y nombra, efectivamente, los nombres de los pájaros del sur ibérico, así como los nombres específicos de los fósiles, los insectos y otros animales, las montañas, los ríos, los mares, los árboles y el resto de plantas, como ocurre, por ejemplo, en el poema “Viola” (Callejón, 2025, pp. 51-52):
Has buscado pedregales,
las pendientes que se mueven.
Tus pies se tambalean, tu cabeza,
confundida, busca luz y se yergue.
Necesitas un apoyo en la inmensidad
de las alturas.
Exploras entre rocas,
entre rocas te retuerces a través
de los canchales, suelo móvil.
Y aparecen tus raíces
como titanes del subsuelo que se alargan,
ramifican su presencia,
te dan pertenencia, te hacen fuerte.
Te han anclado al sustrato,
te quitaron la migraña y todos los síndromes,
a tu hábitat te unieron.
Ya no existen vértigos ni pánico a la chapina:
te has adaptado a un irreverente medio.
Libre de inseguridades, sin ansiedad
visible, te has presentado en público,
has mostrado tus credenciales,
has dicho, inclinando tu corola: Viola crassiuscula, al servicio de las cumbres.
Como bien explicaba Niall Binns, la “lengua no es un instrumento impersonal para facilitar una comunicación utilitaria, ni una herramienta traducible y universal para divulgar hechos creados[2]: al contrario, está cargada de una emoción que se vincula indisolublemente a un lugar específico”, y nombrar esos lugares y las especies que habitan en él es sentirlos (Binns, 2004, pp. 50-54). En este sentido, estamos ante un libro de poemas que reivindica la existencia de esos vínculos y, en concreto, el diálogo simbiótico existente entre los seres humanos y los no humanos. Asimismo, la propia poeta confiesa en la introducción que Azogues es un poemario escrito “desde el territorio y sobre el territorio” (Callejón, 2025, p. 15).
Teniendo en cuenta todo lo anterior estamos ante una poesía arraigada o lo que Niall Binns ha llamado “literatura del estar” (2004, p. 15), una poesía en la que la voz poética está situada en un lugar concreto —como se nos aclara debajo del título de cada uno de los poemas—, y que, al contrario de la “literatura del ser”, “pone en valor la historicidad de los lugares”, nombrando tanto “lo que existe” como “lo ya desaparecido como una manera de conservación” (Binns, 2004, p. 20; García Linares, 2023, p. 105), así como aquello amenazado o en peligro de extinción. Recordemos que lo que no se nombra, aunque existe, está condenando a extinguirse y nombrar tanto las especies amenazadas como aquellas otras que ya han desaparecido, nos permite recuperarlas, conservarlas, protegerlas e incluso dejarlas en herencia a las futuras generaciones humanas y no humanas, ya sea en forma de conocimiento, con sus nombres científicos y populares, o en su forma material que, por supuesto, es la ideal. Léase el siguiente poema en prosa para ilustrar todo lo anterior, “Baetica” (Callejón, 2025, pp. 58-59):
Ilustración de la chicharra de Sierra Nevada (Baetica ustulata) realizada por Lola Callejón.Bajo tus patas de caminar lento, la indiferencia hacia un mundo convulso y confianza en la coraza. Aunque pareces un guerrero, llevas un frágil escudo que no aguantaría la guerra ni un minuto: ni un minuto en Gaza o Cisjordania, ni un minuto en el Líbano, ni un minuto en Ucrania. Tu melanina, oscura y brillante, puede parar la radiación en las altas cumbres, pero no las avalanchas, el deshielo, los tumultos en las fronteras, los muertos en El Sahel, los refugiados de Uganda. ¿Acaso puede tu cubierta frenar a los que escapan sin epidermis que los protejan, a los Rohinyá huidos de Birmania, a los que huyen de anomalías en las isobaras o de comportamientos extraños en la meteorología? ¿Acaso detendría los mares, las barcazas que arriban a Lampedusa, a Canarias quizás, tu coraza?
Bajo tus alas hay dos mil o tres mil metros, el filo de nieves perpetuas, los piornos con espinas, los enebros rastreros que contemplan Sierra Nevada majestuosa; pero tu coraza (propia de un especialista de altas cumbres) no aguantaría cambios drásticos en las constantes del clima, no soportaría la destrucción de paisajes, la estación de esquí abarcando ríos que nacen, el turismo y la presión urbanística sobre territorios que te pertenecen.
Aunque pareces un guerrero con lanza (ovopositor se llama), nunca vencerías en ninguna batalla, en ninguna contienda de este capitalismo salvaje.
Puedes permanecer junto al silencio limpio y desnudo de la montaña que crece, transitar entre Almería y Granada, ocultar tus no alas bajo tegminas resistentes, exhibir tu pronoto con orgullo, pasar desapercibido en el reducido territorio, hacer honores a la condición de endemismo rechoncho, único en un mundo agitado, exclusivo de la sierra (cada vez menos nevada). Puedes inocular los huevos con tu lanza de hembra, corretear entre violetas, besar las ramas de sabinas chatas, obtener el calor de esquistos micáceos y hacerte un referente frente al cambio climático; pero tu coraza, ¡ay, tu coraza!, ingenioso y práctico invento evolutivo, no aguantaría los desafíos del antropoceno. Ha resultado ser un mal negocio para especies restringidas en el espacio y en el tiempo del planeta. Especialista te llaman. ¡Ay, tu coraza!
De nombre Baetica, Baetica ustulata (la chicharra de Sierra Nevada), no puedes ser culpable. Indiferencia hacia un mundo convulso. Confianza en la coraza.
4. Entre las capas geológicas de la Tierra y la nueva capa de fósiles plásticos, nombrando “la historicidad de los lugares” del sur peninsular
Más allá de regalarnos paisajes naturales y etnográficos del sur de la península ibérica, la poeta y bióloga Lola Callejón consigue ir más allá de las descripciones, evocando en sus poemas “la historicidad de los lugares” (Binns, 2004, p. 65). Para ello, la autora, consciente de “las herencias míticas” y de “los cambios” que han transformado el territorio a lo largo del tiempo, nos muestra no solo las capas geológicas sujetas “a los caprichos de la naturaleza” (Binns, 2004, p. 67), sino también las huellas de nuestros antepasados y las nuestras propias, con todo lo que ello implica: actividades humanas destructivas, como las que se aprecian en el poema en prosa “Ricotí” (Callejón, 2025, pp. 90-91):
La sierra tiene lamentos y quejíos, varios llantos que corren entre la desaparición de hábitats naturales. Borrada sin remedio por el envite de invernaderos y sus agroquímicos, por los productos biocidas, por el ansia de la tierra roturada, nuevos caminos, nuevos cultivos, molinos de viento que fragmentan el suelo, fronteras nuevas para la fauna.
¡Ricotí… ricotiii… ri… co… tiii!
La sierra tiene penas escondidas en las grietas que tapan otras grietas. Cuentas pendientes con la extinción: élitros metalizados sobre escarabajos béticos, grillos exclusivos, vidas invisibles en cuevas bajo barrancos; gasterópodos aferrados a la piedra; murciélagos trogloditas —auténticos pesticidas naturales con mala prensa— bajo la memoria de antiguas minas; especies despigmentadas, frágiles y únicas, arácnidos, dipluros endémicos…, todos esperando que los mimen, que los salven. La extinción llamando a su puerta;
o, por el contrario, actividades y costumbres etnográficas adaptadas a las condiciones del propio territorio de forma verdaderamente sostenible, como aquellas que heredamos en La Alpujarra granadina y almeriense de la cultura árabe, como puede apreciarse en el poema “Careos” (Callejón, 2025, pp. 61-62), que hace alusión a las acequias de careo:
Bajo el cielo, careos.
Las líneas de los mapas no están en la montaña.
Permanecer inmóvil entre dos provincias,
al acecho. Nada, no hay fronteras.
Pisar nueve a dos mil metros
que será agua, acequias, río.
Ladera abajo te asaltan surgencias
que corren y traen el deshielo.
Descubrir la red, el vergel, los colores:
acequias de careo que ralentizan
el ciclo hidrológico.
Seguir los vestigios culturales entre Granada y Almería:
hay piedras moriscas, árboles andalusíes,
restos de alquerías, huertos que se irrigan.
Jugar al escondite.
Acechar la infiltración somera del agua
y la circulación lenta y natural bajo el suelo.
Seguir las venas que brotan en la tierra
o emergen en manantiales,
remanentes bajo celajerías.
Contemplar la sabiduría popular
que construye paisajes,
evita la pérdida, la evaporación en superficie
y abastece las zonas bajas en la estación seca.
Sima, mata, calaero, fuente,
flujo subterráneo, cultivos que brotan,
pastos verdes, balsas de riego.
Sembrar agua y ofrecérsela al verano.
Las líneas de los mapas no están en los paisajes.
Permanecer inmóvil entre dos provincias,
al acecho. Nada, no hay fronteras.
Solo existe un gran aljibe: la montaña
donde se oye el careo, del agua el susurro,
de nuestros antepasados la sabiduría
que se hereda, la voz del acequiero.
De manera que más que hablar de dicotomías entre pasado y presente, o “entre lo ancestral y lo contemporáneo”, es más adecuado hablar de diálogos y no tanto de oposiciones para explicar Azogues (Romero, 2025, pp. 11-12), porque, como bien explicaba el ecocrítico Lawrence Buell, “los lugares en sí no son entidades estables y autónomas, sino que están siendo constantemente formados y reformados por fuerzas tanto internas como externas. Los lugares tienen historias” (citado por Binns, 2025, p. 65). Por lo que quien lee se encuentra con poemas que le ayudan a “descifrar las huellas, tener conciencia del pasado”, a conocer “todo lo que ha servido para configurar” nuestro presente y, por consiguiente, a estar despiertos “a las posibilidades futuras de un lugar” (Binns, 2004, p. 67).
Thalía Compán y Lola Callejón en la presentación de Azogues.Asimismo, cabe mencionar que la poeta nombra «la historicidad de los lugares» con un evidente compromiso ecológico por la preservación de los mismos. En un momento en que el greenwashing (lavado de imagen verde) está poniendo de moda escribir sobre los pajaritos, las sierras, la flora y la fauna, no está de más destacar que estamos ante verdaderos ecopoemas. La ecopoesía, para quienes aún no están familiarizados con ella, no consiste en poner el poema o la estética del mismo al servicio de un tema o de una lucha, “ni [en] proveer una simple envoltura nueva” a los contenidos ecológicos por medio de la poesía, sino que tiene que ver más bien con el hecho de “hablar de ecología dentro de la poesía y desde la poesía” o, explicado en otras palabras, “poetizar ecológicamente (o bien, ecologizar poéticamente)” (Binns, 2007, p. 315). Por lo que si algo diferencia este libro de muchos otros es lo que Binns ha llamado el “adelgazamiento del yo”, que consiste en el desprendimiento, por parte de la voz poética, de “la idea moderna del ser humano como individuo autónomo y centro del universo” (Binns, 2004, p. 18), lo que Glen Love llamó en 1996 “ego-conciencia” (citado por Araya Grandon, 2016), dejando de “percibirse como superior a su entorno” y al resto de los seres no humanos (Binns, 2004, p. 18). En efecto, el “yo poético” se desprende de su concepción antropocéntrica para abrazar una concepción bio/ecocéntrica en su máxima expresión, tanto es así que hay numerosos ejemplos de poemas en los que la voz poética hace referencia a un “tú” que ni siquiera es identificable como un ser humano, como se puede apreciar en “Vulturno” (p. 31), “Fosilización” (pp. 33-34), “Viola” (pp. 51-52), o “Baetica” (pp. 58-59); o poemas en los que llega a hablar de forma directa un alzacola (Callejón, 2025, p. 66):
—No encuentro ya consuelo,
la tierra yace especulada, sucida, herida,
ya no es mi territorio,
me faltan los refugios,
me faltan los artrópodos libres,
libres de venenos.
[…]
—Los alzacolas desapareceremos
en silencio de los recuerdos,
de tu juventud primera
(igual que se esfuman los vestigios moriscos).
A esto hay que añadirle el tono eminentemente denunciatorio de la voz poética, como ocurre en poemas como “Especiación”, donde hay alusiones a la contaminación de la ciudad de Granada: “Erguida brotas, majestuosa tu silueta / entre la urbe que escupe humo / y la vega que llora sus paisajes perdidos” (p. 53); o en “Celemín” (Callejón, 2025, p. 76):
Celemines que vieron
vegas fértiles, la vez del agua
que riega, las azadas,
los présules, las habas, los encarpes
de racimos, los pastores y sus cenachos.
Celemines que ahora ven jirones
de polietilenos sobre la tierra.
Mañana microplásticos
mal esparcidos en nuestras vidas.
Por otra parte, es destacable la visión compleja de la voz poética, que llega a visibilizar otros problemas estructurales de nuestra crisis ecológico-social, como son los movimientos migratorios, los conflictos armados, la pobreza, la lucha de clases, o los genocidios. “Baetica” (pp. 58-59) y “Cellisca” (pp. 47-48) son quizá los poemas más representativos en este sentido.
5. ¿Solo inquieta, a quien lee, la belleza?
Una vez realizado este acercamiento, resulta muy significativo detenerse a analizar el título del libro, Azogues. Un poemario emocional del territorio para comprender el sur peninsular. De acuerdo con el Diccionario de la lengua española de la Real Academia española, azogue es un préstamo del árabe que significa, en su primera acepción, “mercurio” o “nave que se destinaba al transporte del azogue de España a América”. No obstante, conforme la lectora o el lector comienza a leer los primeros poemas del libro no encuentra rastro del mercurio ni de los barcos entre sus versos, teniendo que esperar unos cuantos poemas más para encontrarlos. Y no quedándose agusto con esta definición se ve obligado a avanzar líneas más abajo en el mismo diccionario. Quizá los “azogues” evocados tengan que ver con el hecho de “ser un azogue”. Siguiendo el mismo diccionario, “ser un azogue” es una locución verbal coloquial que significa “ser muy inquieto”. Ambas posibilidades, la sensación intranquila y el mercurio están presentes en el poemario, como se verá a continuación.
Mercurio o azogue. Foto: Neil Smith. Fuente: Pixabay.En la primera y en la última parte del poemario[3] nos encontramos con los poemas en prosa “Azogue I” (pp. 26-27) y “Azogue II” (pp. 67-68). En el primero, la voz poética, refiriéndose a la segunda persona del singular —un “tú” implícito reconocible en el lector—, confirma, en las dos primeras líneas, que “el azoque no te deja respirar” y, al final del mismo, que “el azogue permanecerá contigo en este viaje” (Callejón, 2025, pp. 26-27). Se trata de un poema que nos invita a realizar un “viaje imaginario desde el mar Mediterráneo hasta Sierra Morena, pasando por el Picacho de la Sierra de Cabra”, dotando a quien lee de “un dron en la mirada” que simula el vuelo de un ave por todas las cadenas montañosas en que se subdividen las Cordilleras Béticas, esto es, el sistema prebético, el subbético y el penibético, así como por Sierra Morena y “la cuña del Guadalquivir” (Callejón, 2025, pp. 26-27). Este viaje imaginario por todo el territorio sirve, en sí mismo, no solo para interpretarlo y comprenderlo, sino también para establecer un vínculo afectivo con el entorno y con las especies que habitan en él. De ahí el subtítulo del libro de poemas, “Un poemario emocional del territorio para comprender el sur peninsular”. Desde luego, la descripciones poéticas de este poema y de muchos otros inquietan o conmueven al lector, despertando en él “un sexto sentido”, “el sentido del asombro” del que hablaba la bióloga marina Rachel Carson en su ensayo El sentido del asombro (1956). Se trata de un ensayo que Lola Callejón recupera, además, en el “Anexo II” (Callejón, 2025, p. 124), donde nos explica la propia autora que
para que se dé el aprendizaje y la comprensión (por ejemplo, de un paisaje) no tiene tanto que ver la instrucción, siendo más importante la experimentación perceptual y sensitiva o el asombro, que son previos a la curiosidad y esta, a su vez, previa al descubrimiento, al conocimiento.
Por lo que no es de extrañar que este poemario y este primer poema en prosa se titulen así, pues la intención no es otra que la de inquietar, asombrar y despertar los sentidos de los lectores para que estos abran “los ojos y los oídos al entorno” (Binns, 2010, p. 134) en el que vivimos y en el que coexistimos con muchos otros cuerpos vivos. Para ello, Lola Callejón nutre todos los poemas de este libro, desde el primero hasta el último, de descripciones con una enorme carga plástica e incluso sensitiva, llegando a introducir el canto de la alondra ricotí, “¡Ricotí… ricotiii… ri… co… tiii!” (Callejón, 2025, pp. 89-92), o desbordando las páginas blancas de los colores vivos que habitan en los borreguiles de Sierra Nevada, por poner algunos ejemplos. Pero no solo eso, sino que la autora utiliza en numerosas ocasiones la segunda persona del singular para interpelar a la persona lectora y que esta sea partícipe de los múltiples vuelos y viajes por el sur peninsular, puesto que los vínculos afectivos con el territorio son los que hacen que se nos remueva algo por dentro y comencemos, no solo a comprender el territorio en el que vivimos, sino también a valorarlo y defenderlo como es debido.
Pero, ¿solo conmueve al lector la belleza? O ¿hay algo más que pudiera generarle una arritmia veloz? ¿Llega a ser la lectora un azogue? Es decir, ¿siente esa sensación de intranquilidad? ¿El azogue aparece con su significado de mercurio? En respuesta a estas preguntas hay que pararse unos segundos a apreciar la destrucción y la muerte de los ecosistemas y de los seres vivos que habitan en los mismos, también presentes en los poemas de Azogues, como hemos venido viendo. Véase, si no, el poema en prosa “Azogue II” (Callejón, 2025, pp. 67-68):
Te ubicas entre cartografías de barrancos. Sabes que la fluorita y el mercurio se derraman ladera abajo. El azogue te asalta primero, te muestra antiguas construcciones mineras en laderas que se empinan. El azogue, únicas minas de mercurio en la zona, ahora se esconde sobre ramblas vírgenes […] El impresionante lavadero de fluorita, al descubierto en el camino, podría servir para los cálculos: ¿cuántas chaparras ardieron al calor de esta mina, y de la otra, y de las de más arriba?, ¿cuántas bellotas no vieron la luz para que se muestre ahora la roca madre al desnudo?, ¿cuántas escolopendras con manos y pies al unísono, un pueblo entero, subieron a las altas cumbres y entraron en las entrañas de esta sierra, las estribaciones occidentales de la Sierra de Gádor?
Como se puede observar, la voz poética, situada en este caso en la Ruta de Las Minas de Berja (Almería), se pregunta cuántos seres vivos murieron “al calor de esta mina” en la Sierra de Gádor y cuántos tuvieron que escapar “a las altas cumbres” para huir de los gases tóxicos y evitar “cólicos saturnales” y “el plomo en el cuerpo” (Callejón, 2025, p. 68).
En definitiva, la exaltación de la belleza y la presencia de la muerte y la extinción de los seres vivos se conjugan en este poemario como una fórmula necesaria para despertar las conciencias todavía adormecidas en cuestiones medioambientales, etnográficas y, sobre todo, ecológicas.
Referencias bibliográficas
Araya Grandón, J. G. (2016). Aproximaciones al estudio ecocrítico de la literatura chilena. En Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura, 26 (2). dx.doi.org/10.15443/RL26021
Binns, N. (2004). ¿Callejón sin salida? La crisis ecológica en la poesía hispanoamericana. Zaragoza: Universidad de Zaragoza.
Binns, N. (2007). Epílogo. En Riechmann, J., Con los ojos abiertos. Ecopoemas 1985-2006. Tenerife: Baile del Sol.
Callejón, L. (2025). Azogues, un poemario emocional del territorio para comprender el sur peninsular. Granada: Editorial Nazarí.
Flys Junquera, C.; Marrero Henríquez, J. M. y Barella Vigal, J. (2010). «Ecocrítica: el lugar y la naturaleza como categorías de análisis literario». En Flys Junquera, C.; Marreno Henríquez, J. M. y Barella Vigal, J. (Eds.), Ecocríticas: literatura y medioambiente (15-26). Madrid: Iberoamericana.
García Linares, J. M. (2023). «Versos, grietas, esperanza: Algunas notas sobre poesía y política». Theory Now. Journal of Literature, Critique, and Thought, 6 (2), 25-54. https://doi.org/10.30827/tn.v6i2.27653
Romero, L. (2025). «Prólogo». Callejón, L., Azogues. Un poemario emocional del territorio para comprender el sur peninsular. Granada: Editorial Nazarí.
Notas
[1] Un lenguaje poético para la sostenibilidad (2023), publicado en la I Residencia de Literatura y Medio Ambiente; Descubriendo el entorno inmediato. Actividades de Educación Ambiental para adultos (2004), publicado en la Junta de Andalucía. Cabe destacar que la autora también ha participado en las siguientes obras colectivas: Nuevas tendencias en investigaciones en Educación Ambiental (2007), publicado en el Ministerio de Medio Ambiente, y Una apuesta por Andalucía (1998), publicado en la Editorial Talasa.
basta con pensar en las distintas connotaciones del simple vocablo “río”, tan sujetas a la experiencia particular del fenómeno “río” en cada lugar: ¿río Tajo o el río que corre por mi pueblo?, ¿río de mi tierra de oro o río de los extranjeros de ojos claros? El río de cada uno es un río preñado de experiencias personales, de convivencias y de mitos colectivos, y será siempre imposible traducirlo.
[3] Aunque no nos hemos detenido en esta cuestión, cabe mencionar que Azogues se encuentra estructurado en tres partes: la primera se titula “Las rocas hablan a gritos en el centro geográfico de Andalucía”; la segunda “Un techo de altas cumbres con mucha vida”; y la tercera “El silencio de la belleza desnuda”. Asimismo, al final del libro, la autora nos ofrece dos anexos: “El territorio andaluz y los tres apartados del poemario” y “Algunas propuestas para posibles usos didácticos de este poemario”.
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Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Actualmente cursa el Doble Máster de Estudios Latinoamericanos: Cultura y Gestión - Formación del Profesorado de Secundaria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas en la especialidad de Lengua y Literatura.
[…] La prestigiosa revista 15/1515 saca un artículo sobre mi poemario AZOGUES, escrito por la ecocrítica literaria Thalía Compán Santiago, que se puede ver en este enlace. Pinchar aquí. […]
[…] Ver aquí el artículo. […]
[…] La prestigiosa revista 15/1515 saca un artículo sobre mi poemario AZOGUES, escrito por la ecocrítica literaria Thalía Compán Santiago, que se puede ver en este enlace. Pinchar aquí. […]