Le pregunto a mi asesor financiero
cómo voy a seguir viajando
si el planeta está que arde
y mí lo que me satisface son los destinos tropicales.
Vas a invertir en manglares —
me dice el señor del banco.
¿A cuánto está el kilo de carbono,
el azul, que es la última moda
en la casa del toro bravo?
Me alquilo esos humedales,
préstame tus algas y tus olas.
Voy comprar tu presente
para intentar salvar mi futuro.
Mis créditos son de oxígeno y mi coche eléctrico
se alimenta de los fondos abisales.
Todo eso es más mío que tuyo, ya sabes,
porque mi piel blanca lo vale.
La tuya, no tanto.
No pesques en las marismas,
que ahora son de propiedad nuda.
Te vas a morir de hambre,
al menos mientras yo viva.
Porque en algún sitio he de enterrar
mis excesos y mi culpa.
Y he elegido tu casa.
No seas desagradecida.
