A los 15 de la remolacha y a los colectivos ecologistas criminalizados
Domingo, 30 de junio de 2024. Esperando el tren en Chamartín para ir a Valsaín.
El 6 de abril de 2022 una quincena de activistas arrojó al Congreso de los Diputados agua teñida de remolacha, simulando el color de la sangre, bajo el lema de “ALERTA ROJA, ESCUCHAD A LA CIENCIA”, con el objetivo de denunciar «la falta de acción frente al caos climático en el que estamos inmersos». Esta acción de protesta no violenta ha sido declarada por el Ministerio Público como un delito contra el patrimonio histórico. «Mienten, pero eso no es delito. El delito es advertir de una alerta roja y pedir que se escuche a la ciencia«.
Unas palabras, irritablemente molestas,
irrumpen en medio de la música,
escucho atentamente, me asomo por la ventana,
y, como si se tratara de una buena noticia,
anuncian la subida de temperaturas
que tendrá lugar la próxima semana,
la Dana tan solo será un mal recuerdo
de un mal comienzo de verano,
celebra la explosión de sabores que, como cada año,
tiene lugar en nuestras papilas gustativas,
¡Habrá meriendas heladas para todos!
¡No te quedes sin la tuya!
Y, mientras, voy perdiendo la esperanza.
Miro nuevamente hacia el horizonte,
contemplo horrorizada el amanecer desde Despeñaperros,
regresa la ladrona que desvía mi atención,
esta vez con una voz femenina
que advierte que la Comunidad de Madrid
denuncia las pintadas vandálicas,
en nombre de nuestro hogar,
que es el de todos
y el que hay que cuidar.
Al principio pensábamos
que la abundancia sería eterna,
luego llegó la negra conciencia,
la certeza de que ya hemos alcanzado
los límites biofísicos del planeta.
Sin embargo, toda evidencia científica,
es,
fue
y seguirá siendo,
inexplicablemente,
insuficiente.