Escucha «La soledad del vampiro» (versión en audio, en la voz de las actrices Laura de la Fuente y Alea Arbués; primera toma, ensayo grabado):
—Buenas noches… ¡Anda, si eres tú! ¡Ya hacía tiempo que no te veía! ¿Qué tal, qué haces por aquí?
—Ya ves: a mis cosas de vampira. Y ¿tú? Te ves pálida, tienes buen aspecto.
—Sí, la verdad es que no me va mal. Justo acabo de cenar. Oye, hablando de cenas… ¿esa chica no es aquella con la que salías..?
—No, no, esta es sólo comida. No tengo nada personal con ella.
—Ah, vaya, perdona, pensaba que…
—Con aquella que tú dices se acabó hace tiempo. La relación… pues como que no acababa de funcionar.
—Ya. Cosas que pasan, ¿no?
—Para que te hagas una idea: ¡la tía se quejaba siempre de que se le clavaban mis colmillos cuando la besaba! Hay que joderse. Digo yo que si sales con una vampira… ¿qué coño esperas? ¿Salir con tu piel incólume? ¡Anda ya!… ¡Humanos! ¡Bah!
—Sí, ya. La verdad es que… sí que es difícil.
—No, chica, no es difícil: ¡es sencillamente imposible! Yo ya lo he intentado cientos de veces en los siglos que llevo siendo vampira. Y al final es siempre la misma historia: por muy inteligentes que sean, por mucho que les gustes, por muchas risas o polvos que eches con ellos… nunca comprenderán lo que implica ser una criatura de la noche. Es así de simple.
—Puede ser. La vida eterna, el ansia insaciable de sangre fresca, la fotosensibilidad, las alergias a los compuestos sulfurosos del género Allium… Claro, todo es muy diferente a su mundo, al mundo normal de humanos que han conocido toda su vida. Supongo que tienes razón: a mí tampoco me acaban de funcionar los novios humanos, no acabo de encontrar uno que…
—¡Tú hazme caso! Eres una novata en esto. ¿Cuánto llevas de vampira? ¿50? ¿60 añitos? No pierdas el tiempo con novios ni con novias humanas… simplemente no te impliques emocionalmente, aliméntate de ellos y ya está.
—Pero siempre puedes ocultárselo, ¿no?
—¿Ocultarlo, dices? ¿Que eres un vampiro?
—Yo lo he intentado alguna vez.
—¡Ja! Y ¿qué? ¿A que no te ha funcionado?
—Bueno, la verdad es que no…
—Claro, porque ¿cómo vas a buscar una relación profunda, intensa, de amor o como lo quieras llamar, con una persoa que no tenga ni siquiera la más remota idea de que el vampirismo no es mito, de que existe de verdad? No puedes implicarte con alguien y dejar algo tan fuerte al margen, no puedes disimular durante mucho tiempo, como si eso que tratas de esconder no fuera parte inseparable e irreversible de lo que somos: chupar sangre es nuestra vida… o nuestra no-vida, vale. ¡Es nuestro puto futuro para toda la eternidad! Y digo yo que comenzar una relación va de eso: de buscar algún futuro juntos, ¿no? Dure lo que dure, vamos. Y para nosotros el futuro dura bastante, la verdad. Así que no, fíate de mí y pasa de parejas humanas. Bueno, a no ser…
—A no ser ¿qué?
—A no ser que estés dispuesta a convertirlos.
—¡Convertirlos! ¡Claro, joder! Nunca se me había ocurrido…
—Eso sí que te puede funcionar. Vamos, en realidad es que es la única manera. Cuando un vampiro se enamora de un humano, o lo conviertes también en vampiro o el asunto no llegará muy lejos. Y entonces ya sí: de vampiro a vampiro todo cambia. Comparten tu mundo totalmente y ya no hay malos rollos. Entonces por fin comprende por qué tenemos que hacer lo que hacemos, por qué sentimos lo que sentimos. Sienten dentro de sí mismos la inconsolable tristeza, la llamada irresistible de lo salvaje… ¡todo! …Aunque, ojo, que luego a algunos les sienta mal el cambio, se comen mucho la cabeza, se arrepienten y te lo echan en cara por toda la puta eternidad, y eso sí que es lo peor: que si yo era más feliz sin estos poderes, que si no me gusta el sabor del cero positivo, que si me pone triste que mis amigos envejezcan y yo no me vaya muriendo poco a poco como ellos… ¡Qué putos desagradecidos!
—No, no, en realidad yo creo que puede funcionar: si convierto a un novio humano, podré compartir todo con él, no quedará una faceta tan fundamental de mi vida fuera de la relación. Ya no habría que limitarse sólo a hacer las cosas que hacen las parejas humanas, ir a pasear o de cena o al cine o de fin de semana a una casita rural… ¡Coño, si podría llevármelo de cacería y todo! Así sí que comprendería de verdad lo que se siente siendo vampiro, la manera tan diferente como percibimos el mundo… sentiría la noche como la siento yo, con los mismos sentidos agudizados, ¡sería capaz de percibir el patrón que une todas las vidas mediante el hilo carmesí de la sangre!
—Bueno, bueno, no te me emociones, chavala. Ya sabrás que no es nada fácil hacer la conversión, con todas sus fases: la negación, la ira, la depresión, la vomitera… Muchos se te quedan por el camino. Tú imagínate: si ya es difícil encontrar a alguien con quien tener una relación sólida, hacerlo simultáneamente a un proceso de conversión a vampiro, es casi misión imposible. Ya para empezar, vete tú a buscar a alguien que se deje convertir a algo que ni siquiera se creen que exista. Y los que saben que existimos, no te digo nada. Tenemos muy mala prensa y los que están prevenidos, como tengan la más mínima sospecha de lo que somos, huyen de nosotros como alma que lleva el diablo, aunque supongo que algo de lógica sí que tiene eso… no sé. Ah, y luego, si consigues convertir a alguno… ¡que no te salga un renegado!
—Uf, sí, como la pareja esa… cómo se llaman: los Saint Jacques y Van Mill, ¡qué peligro! ¡Ex-vampiros cazando vampiros! ¡Cómo los detesto!
—No, bueno, la verdad es que no estaba pensando en casos tan extremos como esos, pero… sí, vale, también te puede pasar eso.
—Me dejas un poco chafada, la verdad. De todos modos digo yo que siempre nos quedará la opción de buscar a otro vampiro como nosotros, alguien que ya esté convertido… Así por lo menos no te echará en cara a ti haberle jodido su feliz vida de aburrido humano. ¿Tú no frecuentas las raves para vampiros? Creo que nunca te he visto…
—¡Quita, quita! ¿Otro vampiro como yo? ¡Ni de coña, amiguita! ¡No quiero una vampira de novia! ¡A los vampiros no hay dios que los aguante!
Una breve explicación
Este breve relato (o pieza corta teatral), por si no queda claro, es una alegoría tragicómica de las dificultades de las gentes conscientes del colapso (alias colapsistas) para encontrar pareja.
¿Cómo buscar una relación afectiva, amorosa o como queramos llamarla con otra persona, con desconocidos, que lo más probable es que no sepan absolutamente nada de la situación de colapso en la que estamos? Una persona colapsista no puede entablar una nueva amistad con pretensión de llegar a algo más, incluso a una relación de pareja, manteniendo el tema del colapso al margen. Porque precisamente para un (o una) colapsista, el colapso forma parte inseparable de su vida, la condiciona de manera casi absoluta, así como su visión de futuro. Y comenzar una relación va de eso, como nos recuerda uno de los personajes del relato: de futuro.
Ante eso, ¿qué cabe hacer? El paralelismo con el dilema de los vampiros cuando se enamoran de humanos resulta evidente: o los conviertes también en vampiros o despídete tarde o temprano de ellos.
Pero si ya es difícil formar relaciones estables, hacerlo simultáneamente a un proceso de introducción de una persona en la visión del colapso (con sus fases de negación, ira, depresión, etc.), resulta prácticamente una misión suicida.
Buenísimo, gracias
¡Muy interesante, muchas gracias! Permite acercarse al concepto de una manera complementaria a la del texto :-D. Aunque no he podido evitar sentirme como escuchando una de las antiguas canciones de Mecano, es decir, escuchando una historia escrita desde un punto de vista, o con unas palabras, eminentemente masculinas pero cantada o narrada por una voz femenina. Es algo que siempre me chocó un poco en su momento y parece ser que aún lo hace, aunque no lo digo en sentido negativo, el contraste y esa cierta disonancia también son interesantes y reveladores 😉
Sí, puede ser ese «efecto Mecano» porque el texto original era con 2 personajes masculinos, pero se cambió para adaptarlo a las actrices que le pusieron voz finalmente. Gracias por tu comentario y por la espectacular ilustración, como siempre, Mario. Un abrazo.