Mirando tras el cristal
“El mundo no está en vías de alcanzar los objetivos a largo plazo fijados en el acuerdo de París”. Así de contundente se expresa el informe resultante[1] del diálogo técnico del primer balance mundial (GST, por sus siglas en inglés, Global StockTake), el mecanismo utilizado en el marco del acuerdo de París para evaluar el grado de progreso en la consecución de sus objetivos.
Más aún, quienes han participado en el diálogo técnico reconocen —y así lo ponen de manifiesto desde un principio— que existen desafíos y barreras en todos y cada uno de los temas de los que dan cuenta a lo largo del informe, y que ahora es el momento de acelerar rápidamente, tanto en la acción como en el apoyo, para avanzar en “esta década crítica”, tal como ellos mismos la califican, en la consecución de esos objetivos.
Acelerar. Acelerar rápidamente. Acelerar la acción climática. Acelerar el abandono de las fuentes de energía fósiles. Acelerar la cooperación internacional. Acelerar la innovación y la transferencia de tecnología. Acelerar el progreso colectivo. Acelerar la aceptación de oportunidades transformativas. Acelerar la implementación de soluciones adaptativas. Acelerar en los mecanismos de financiación… Acelerar… acelerar… Y actuar de forma rápida y profunda[2]. No es para menos. “La mejor ciencia disponible —se afirma en el informe— ha dejado claro que la ventana de oportunidad para tomar medidas se está cerrando rápidamente”[3].
Crisis
“Cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados”. Así lo define, en su primera acepción, el diccionario de la lengua española[4]. Crisis. Cambio y consecuencias no son separables.
Tampoco lo son las causas de sus efectos. Puede que existan —de hecho, los hay— quienes lo nieguen de partida. Pero piensan –o quizás solo dicen que piensan— contra la evidencia: la crisis climática no se debe a razones exógenas a la actividad humana; la actividad humana y sus pretensiones de mantener y aumentar, de forma permanente y por encima de todo, la riqueza material acumulada, son las causantes del cambio profundo del clima y de sus importantes consecuencias. No. No viene dada esta crisis por un mero juicio apreciativo. El cambio es real y profundo. Sus consecuencias, importantes. Y las más importantes aún están por venir.
Mantener y aumentar la riqueza material acumulada. No todos. Es evidente. Solo aquellos que viven en la cultura del ¡compra, que eso ya no se lleva! y todos, estos sí, que promueven tal cultura. Una cultura que junto con el clima también cambia otras muchas cosas: el cooperar por el competir; el cuidar por el abandonar; el acordar por el imponer; el amar por el conquistar… Cambios, todos ellos, de importantes consecuencias.
El huerto de Eusebio
Las plantas del tomate estaban bien altas y lucían hermosas, pero en cuanto salía la flor, la flor se secaba.
Decidme ¿cabe esperar, hablar siquiera, de felicidad en una Tierra de la que hemos sobrepasado todas sus fronteras? Y en su desplome ¿aún esperamos de Gaia que nos mantenga en vida? Un nuevo pájaro dodo se extingue mientras nosotros seguimos encerrados en nuestras estúpidas conquistas.
1.
Que digan la verdad acerca de lo fatídica que es nuestra situación actual, que reviertan todas las políticas que no estén en consonancia con esa posición y se esfuercen al máximo posible, junto con los medios de comunicación, por transmitir a la población lo urgente del cambio, incluyendo aquí lo que cada persona, agente socioeconómico y comunidad tiene que hacer para poder participar en la transformación.
La naturaleza de los desastres
Allan Lavell, doctor en geografía económica y premio Sasakawa 2015, afirmaba en el webinar “#LosDesastresNoSonNaturales desde los espacios de trabajo”, celebrado el 22 de septiembre de 2020 bajo los auspicios de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastre (la UNDRR por sus siglas en inglés), que “debemos asociar el desastre con lo cotidiano: vulnerabilidad, pobreza, marginalización. Los desastres no son algo fortuito caído del cielo”. Él mismo, junto con los otros ponentes, concluía que “los desastres naturales no existen, que los desastres son siempre resultado de las acciones y las decisiones humanas”[5]. Y es verdad.
Por ejemplo, lo que tiene de natural el terremoto de Marruecos es la convergencia de las placas tectónicas africana y eurasiática, nada más. No interviene en ello ni la calidad de unas edificaciones construidas en adobe y ladrillo que con el seísmo se desploman sobre quienes están en su interior ni la falta de medios para llevar a cabo el rescate de los muchos que permanecieron bajo los escombros antes de que la muerte les encontrara.
Tampoco es natural el desastre que siguió a la tormenta Daniel tras su paso por Derna: nueve, diez, once mil muertos y una cuenta que seguía aumentando sin fin mientras el mar continuaba escupiendo sobre la playa más y más cadáveres.
Pero nótese la diferencia. En el caso de la tormenta Daniel no interviene placa tectónica alguna. Lo que intervienen son dos presas que colapsan. Dos presas y una combinación de corrientes marinas, atmosféricas y térmicas que se alimentan entre sí y crecen hasta romper en tormenta y llenarlo todo de cieno y muerte. Cambio climático.
¿Fueron naturales los daños que siguieron a los ciclones Gabrielle y Yaku o a los temporales de Chile y a las inundaciones de Sao Paulo? ¿Qué tenían de natural los suelos secos[6] de Evros o los de Ontario y Quebec poco antes de que a cientos de kilómetros polvo y humo tiñeran de naranja los cielos?
No. No hay desastres naturales. Sólo un cambio provocado y profundo de consecuencias importantes. Cambio climático. Crisis climática. Caos climático.
Echar la persiana
Considerando la media de las temperaturas globales de la tierra y el océano en el periodo 1880-1900 como representativa de las condiciones preindustriales[7], la temperatura global de la tierra y el océano en 2022 se situaba 1,06°C por encima de dichos niveles. Todo apunta a que en 2023 se superará esa marca[8].
Dice el informe del diálogo técnico del primer balance mundial que “la ventana para mantener a nuestro alcance la posibilidad de limitar el calentamiento a 1,5°C se está cerrando rápidamente, y los avances son, según la mejor ciencia disponible, insuficientes”[9].
Viendo como echan la persiana quienes ciegos y mudos nos quieren, me pregunto si la ventana no estará cerrada ya definitivamente.
2.
Que se reduzcan a cero neto las emisiones de gases de efecto invernadero para 2025, a nivel global y en cada país, y que se limite la huella ecológica por debajo de la biocapacidad del territorio mediante una movilización de emergencia masiva y una transición justa. Deben establecerse nuevos objetivos en la sociedad, apoyándose en valores de solidaridad y cooperación, de tal modo que no se lleguen a alcanzar unas condiciones climáticas incompatibles con una vida buena para todos los seres, y que se proporcione máxima protección a todas las personas, comunidades y especies, sobre todo a las más vulnerables.
Cuestión de partes
Así se ha aceptado desde el siglo XVII e incluso desde antes. Hobbes, Locke, Rousseau y otros muchos pensadores nos lo dijeron: en la sociedad moderna los ciudadanos ceden su poder al soberano; de este modo evitan la guerra entre ellos mismos al tiempo que obtienen garantías sobre sus derechos como personas libres y como propietarios.
Hoy todo sigue igual. La única diferencia consiste, si acaso, en que antes el poder se depositaba en el soberano, —cada uno en el suyo—, y ahora se deposita sobre asambleas generales, cumbres, y conferencias; sobre fondos, organizaciones y bancos centrales; sobre Estados miembro y Estados no miembro. De este modo el contrato social, antes concebido en el seno del Estado-nación, adopta la forma de pactos interestatales de estabilidad y crecimiento, de tratados multilaterales de libre comercio, o de acuerdos de mutua defensa: La nuestra es, después de todo, una sociedad globalizada.
También la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y sustentándose en él, el Acuerdo de París, se inscriben en esta nueva forma del pacto social. Las Partes, con el apoyo constante de sus asesores políticos y económicos, lo suscriben. Las No-Partes[10], de modo proporcional a su capacidad de lobby, lo aplauden. Escrito y firmado está. “El presente Acuerdo (…) tiene por objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza”[11]. Y una vez firmado, nadie, salvo las Partes, está legitimado para decidir qué es lo que significan «amenaza del cambio climático», «desarrollo sostenible» y «esfuerzos por erradicar la pobreza».
En estas condiciones, no es de extrañar que el primer mandatario del Reino Unido, Rishi Sunak, sin duda una Parte muy importante en el acuerdo, asuma la “oportunidad de cambiar las cosas” y decida, consecuentemente, dar un giro de 180o a las políticas ecológicas que se venían aplicando en su país, retrasar la ejecución de los programas acordados para el corto y medio plazo y salvar, en definitiva, a las «familias en apuros de los costes inaceptables» que se producirían en caso contrario[12]. Tampoco extraña que apenas cinco días después, el Consejo de la Unión Europea adoptase “su posición sobre las emisiones de turismos, furgonetas, autobuses y camiones”. Era necesario “lograr un equilibrio entre requisitos estrictos en materia de emisiones de los vehículos e inversiones adicionales para la industria”[13].
Incertidumbre
Todo apunta a que detrás de la decisión de Sunak está, además de las razones antes aducidas, la necesidad de mantener distancias con los laboristas y arañar votos ahí donde se pueda para evitar su derrota en las elecciones generales del año que viene. Lo cierto es que, con independencia de las razones que haya detrás, con esta decisión se desplaza el límite entre los daños asumibles y no asumibles sin haber contado, ni para bien ni para mal, con la opinión de quienes estarán expuestos a esos daños. Una crítica similar puede extenderse a la decisión adoptada por el Consejo europeo.
Debemos darnos cuenta aquí que, debido al desarrollo científico, tecnológico y socioeconómico actual, cualquier decisión política de carácter reduccionista es inadmisible. En efecto, naturaleza, tecnología y sociedad se imbrican de tal modo y la incertidumbre inherente al sistema es tan amplia, que sólo con la correcta composición de los vectores epistemológico y axiológico se puede fundamentar una decisión acertada. En otras palabras, adoptar el diálogo interactivo como modelo para la argumentación científica, tal y como sugieren Funtowicz y Ravetz, y hacer para ello uso de la comunidad extendida de pares son hoy en día y para los asuntos que aquí interesan, factores clave para la toma de decisiones[14]. Las asambleas ciudadanas, debidamente informadas y en interacción abierta y consentida con el resto de la sociedad –lo que requeriría, en caso necesario, la ratificación de sus acuerdos mediante referéndum–, reúnen, a mi modo de ver, las características óptimas para asumir esta función.
3.
Que se creen asambleas regionales, nacionales e internacionales basadas en formas más robustas de democracia directa y participativa, con el fin de discernir cómo se llevarán a cabo los dos objetivos anteriores en sus contextos particulares, dando prioridad a las necesidades de las especies y personas más afectadas y al cumplimiento en la práctica de los Derechos Humanos.
El dominio del discurso político
El crecimiento económico genera empleo, crea riqueza y prosperidad y facilita la paz social. En aras a su mantenimiento pueden admitirse, ocasionalmente, males de menor importancia asumir la posibilidad de accidentes, siempre imprevisibles y aprobarse, a toda costa, planes estratégicos de inversión.
Discrepar es sano
Pero se puede discrepar. Por ejemplo, se puede discrepar y defender, sin ningún tipo de censura, que “en el ámbito de la cooperación público-privada se tienen que encontrar formas muy flexibles de coordinar los esfuerzos”, más si se tiene en cuenta que son “las empresas las que proporcionan el poder de la innovación” y que “estamos en vías de mudarnos de la era del capitalismo a la era del talentismo”. Se puede discrepar y defender, igualmente, que debemos pasar del “capitalismo de los accionistas al capitalismo de las partes interesadas”, ya que el “mundo empresarial no sólo tiene como fin crear prosperidad, sino que además tiene un rol social que le obliga a servir a la sociedad y cuidar el medio ambiente”. Se puede defender —y celebrar la adhesión creciente de los empresarios a esta idea—, que “el futuro se decidirá por la flexibilidad y adaptabilidad de las economías”, y que sobre esta base debemos tener muy presente que “cuanto más diversa sea la forma en que se organice una economía, menos resistente a los golpes será”[15].
También se permite discrepar y defender los derechos de la tierra, del medio ambiente y de los pueblos indígenas. Otra cuestión es que, bajo el “paradigma de seguridad dominante”, quienes practican esta defensa sean criminalizados como «terroristas», que se les acuse de ser una «amenaza para la seguridad nacional», que se les tilde de «agentes extranjeros» o que se les identifique como «contrarios al desarrollo». Justificar la muerte de casi 200 defensores solo en 2022 no es cosa fácil, aunque ya se sabe, son los peligros de la jungla: Colombia, Honduras, México y Brasil; también Filipinas o la República Democrática del Congo[16]. En el jardín de Versalles de nuestra querida Europa esto nunca pasaría[17].
Como decimos, discrepar es sano, aunque hay que respetar ciertos límites.
0.
Los Gobiernos deben garantizar la justicia social, climática y ecológica, priorizando las necesidades de los colectivos en situación de vulnerabilidad y opresión —con especial atención a las comunidades de refugiados climáticos y los pueblos y culturas indígenas—, reparando las desigualdades históricas y del sistema tóxico en el que vivimos.
Terrorismo internacional
Hablaba Santiago López Petit de los atentados del 11-S como “acontecimiento” y los calificaba como un “gesto nihilista”. Nihilista porque, en palabras del mismo autor, “no conlleva ninguna reivindicación ni en el hecho en sí, ni después. Nadie lo reclama como propio, nadie se identifica como su autor”[18]. Defendía así mismo López Petit que el acontecimiento 11 de septiembre tuvo como efecto el debilitamiento del Estado y que “la inseguridad que se ha producido es un miedo al miedo cuya neutralización sólo puede venir de la mano de un cambio radical en el propio Estado. Eso es lo que ha sucedido. Definitivamente hemos pasado del Estado-crisis al Estado-guerra. Y también, definitivamente, los problemas de legitimación quedan para las discusiones académicas, o para que la autollamada izquierda se entretenga hablando de profundizar la democracia”.
Influido sin duda por Santiago López Petit, también Ramón Fernández Durán consideró que los atentados del 11-S, junto con las protestas antiglobalización en Seattle (noviembre de 1999) y el estallido de la burbuja financiera (marzo de 2000), cambiaron el rumbo de la historia. De una “globalización feliz” –el capitalismo que surgió tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética–, se pasó a la “guerra global permanente”, a los modos de “dominio fuerte” del capital[19].
Estado-guerra o guerra global permanente, lo mismo da. En todo caso la voluntad está sometida a un único mandato. “Ahora es la guerra que actúa como reductor de complejidad: todo conflicto se resolverá en términos de amigo/enemigo”, escribía López Petit. “Todo ello se reviste de un nuevo discurso, simplista y maniqueo, de lucha del Bien (…) contra el Mal (…), bajo la rúbrica de que todo aquel que no esté con el «Nosotros» de la hiperpotencia, está claramente contra ella” sentenciaba Fernández Durán.
Miedo al miedo. Terrorismo internacional. No se trata tanto de saber quiénes son el nosotros; se trata de diferenciarse claramente de los otros, de aquellos que no son. Un paso fundamental para justificar qué es necesario.
1 + 2 + 3 (+0)
1, 2 y 3 son las tres demandas, a las que se unió después la demanda 0, suscritas por quienes en su momento firmamos la Declaración de Rebelión Noviolenta dada a conocer bajo el nombre de “Extinction Rebellion”.
La rebelión estaba —y lamentablemente sigue estando— justificada. La “negligencia criminal [de nuestros gobiernos], al no abordar con urgencia la crisis climática, ecológica y civilizatoria a la que nos enfrentamos”[20] así lo exigía y así lo exige.
Una “revolución global, masiva y basada en la desobediencia civil noviolenta”.
Porque “todo ser humano tiene tanto el derecho como el deber de rebelarse y luchar por la supervivencia de la Humanidad y de la Comunidad de la Vida en la Tierra”.
La Comunidad de la Vida en la Tierra.
:
:
:
De la vida en la Tierra.
No más.
Escrito está
Llamemos “grupos” a Extinction Rebellion y sus satélites, a Futuro Vegetal y, en general, a los colectivos ecologistas. Pues bien, estos grupos, los “grupos que defienden modelos de sociedad sostenible”, constituyen una amenaza catalogable de “terrorismo nacional”. Una amenaza que además va en aumento “al incorporarse cada día más jóvenes a estos grupos”. Así se afirma en la Memoria de la Fiscalía General del Estado, ejercicio 2022, (Madrid, 2023) en su página 482.
Es cierto que días después de que se diera a conocer la memoria, el propio fiscal general del Estado se disculpó ante los grupos ecologistas por tal calificación asegurando que no volverá a incluir a su activismo en el apartado de “terrorismo”[21]. Escrito está.
También es cierto que en 2022 treinta y un activistas ecologistas no violentos fueron detenidos, tal como se constata en el mismo informe del fiscal[22].
Manchar con remolacha los leones del Congreso, cortar la M30 y parar el tráfico rodado, pegarse a un BMW en Múnich o a los marcos de las majas de Goya en el museo del Prado, fueron sus delitos.
No es terrorismo, es “dictadura activista” del cambio climático[23].
Escrito está. Así vamos.
Notas
[1] De referencia FCCC/SB/2023/9 y fecha de emisión 8 de septiembre, en su versión inglesa (consultada el 26/09/2023). La frase citada aparece en la página 4, párrafo 2, La traducción de esta y otras citas que aparecen en este texto son mías.
[2] A lo largo de las 46 páginas que conforman el informe comentado y sus anexos, la aceleración, la rapidez o la urgencia califican en no menos de 96 ocasiones la acción descrita en la oración en la que aparecen, poniendo de manifiesto el retraso acumulado para la acción climática desde que se aprobara el acuerdo de París en 2015.
[3] Ibid, página 39, párrafo 222.
[4] DLE, actualización 2022.
[5] Véanse la grabación del webinar y una nota de prensa publicada por la propia UNDRR sobre el mencionado webinar (consultadas el 26/09/2023).
[6] A los nueve límites planetarios descritos por Johan Rockström, Will Steffen y 27 científicos más (2009, Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity), debe añadirse uno décimo, ya sobrepasado: las aguas verdes. Se trata de la humedad que está retenida en el suelo alrededor de las raíces de las plantas (Lan Wang-Erlandsson et al., 2022, A planetary boundary for green water). Es casi seguro que esta falta de humedad es una de las causas que provocan la rápida expansión de los incendios forestales que se han vivido en los últimos años.
[7] El acuerdo de París adopta como valor de referencia el valor medio en el periodo 1850-1900. La diferencia, para lo que aquí tratamos, no es significativa y de serlo, lo es a peor.
[8] Según datos publicados por el NOAA. Esta misma entidad estima en un 93,42% la probabilidad de que 2023 se convierta en el año más caluroso desde que hay registros (consultado el 26/09/2023).
[9] Ibid, página 13, párrafo 80.
[10] Si las Partes son los Estados firmantes de la convención marco, las no-Parte son las diferentes agencias de las Naciones Unidas, junto con las organizaciones intergubernamentales (OIG) y las organizaciones no gubernamentales (ONG) que han adquirido previamente el status de observador. En la última COP, celebrada en Sharm el-Sheikh, Egipto, el número de OIG y ONG asistentes en calidad de observadores fue de 154 y 3.024 respectivamente.
[11] Acuerdo de París, artículo 2.1.
[12] Tales son los argumentos utilizados recientemente por Rishi Sunak a la hora de comunicar su decisión de revertir varias políticas destinadas a combatir el cambio climático (consultado el 26/09/2023).
[13] Así lo justifica la nota de prensa publicada el mismo 25 de septiembre de 2023, apenas unos minutos después de adoptada la decisión (consultada el 26/09/2023).
[14] Ante la necesidad de afrontar la incertidumbre en asuntos de políticas de riesgo, incluidas las medioambientales, la ciencia post-normal, enunciada inicialmente por Funtowicz y Ravetz, propone el desarrollo de una nueva conciencia enriquecida de la función y métodos de la ciencia. Parte para ello de cuatro principios: (1) La incertidumbre no se anula, se gestiona; (2) los valores no se presuponen, se explicitan; (3) el modelo para la argumentación científica no es la deducción formal, es el diálogo interactivo; y (4) el tiempo y el lugar dejan de ser irrelevantes. La dimensión histórica es parte integral de la ciencia de la naturaleza.
En este nuevo enfoque, la comunidad extendida de pares, esto es, un conjunto de personas distintas a los investigadores técnicamente cualificados que participan en el diálogo y en la toma de decisiones, es el mejor instrumento para llevar a la práctica las estrategias para la resolución de problemas.
Véase Funtowicz y Ravetz, 1993, Science for the post-normal age.
[15] Las frases entrecomilladas están entresacadas de la intervención de Klaus Schwab, Presidente del Foro Económico Mundial, en sesión plenaria de la Cumbre de ASEAN, Jakarta, 2 de septiembre de 2023 (consultado el 26/09/2023).
[16] Véase Front Line Defenders, Global Analysis 2022 (consultado el 26/09/2023).
[17] Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, en un discurso pronunciado con motivo de la apertura del curso de la Academia Diplomática Europea, en octubre de 2022, se refirió a Europa como si de un jardín de Versalles se tratara, jardín amenazado por la “jungla” de “la mayor parte del resto del mundo”.
[18] López Petit, S. «El acontecimiento 11 de septiembre. Polifemo busca a su enemigo», El Viejo Topo, nº 158, noviembre 2001, pp. 55-59.
[19] Fernández Durán, R. Capitalismo (financiero) global y guerra permanente. El dólar, Wall Street y la guerra contra Irak. Virus editorial, Barcelona, 2003.
[20] Tal como está redactado en la propia Declaración de Rebelión Noviolenta, Extinction Rebellion, 2018, de la que se extraen aquí algunas frases.
[21] Eduardo Parra, Europa Press, 22/09/2023. «El fiscal general responde a los grupos ecologistas que no volverá a incluir su activismo en el apartado de “terrorismo”» (consultado el 26/09/2023).
[22] Coincidiendo con la redacción de este artículo Rodrigo Osorio Guerrero y Manuel Casal Lodeiro, del Instituto Resiliencia, han publicado una entrada en el blog Saber Sustentar de El Salto Diario, con el título «Construíndo un novo inimigo: os ecoloxistas radicais«. En el se plantea una profunda reflexión sobre los hechos que aquí tan solo se apuntan. Quiero darles desde aquí las gracias por su reflexión y os recomiendo encarecidamente su lectura a quienes hasta aquí hayáis llegado (consultado el 28/09/2023).
[23] Alberto Nuñez Feijóo, aplaudido por Vox, en una de sus intervenciones a lo largo de la sesión de investidura celebrada el pasado 26 de septiembre.