El texto «Contra los mitos sostenedores del Capitalismo fosilista: La subjetividad colectiva atrapada entre el metamito del progreso y el protomito del colapso» del poeta y ensayista Vicente Gutiérrez Escudero aparece publicado en el cuadernillo entregado junto con el número 49 de la revista libertaria Ekintza Zuzena, aparecido en mayo de 2023. De entrada hay que agradecer al autor que utilice el concepto de mito con el adecuado rigor antropológico y psicológico, pues en no pocas ocasiones se usa, tanto en la literatura activista como académica, bien en un sentido superficial y confuso, bien como sinónimo de meras historias fantasiosas o directamente falsas, a modo de relatos ficticios explicativos creados por mentes precientíficas que, en consecuencia, han quedado obsoletos.
Frente a ello hay que subrayar que un mito es una narrativa, en no pocos casos tradicional y sagrada, que tiene un significado simbólico y se comparte dentro de una comunidad o cultura específica. Como señala Joseph Campbell, los mitos no son verdaderos literalmente, sino metafóricamente, pues tampoco se trata de supersticiones sin sentido. Los mitos son valiosos porque transmiten verdades sobre la experiencia humana que escapan a un enfoque exclusivamente racional y científico. Los mitos forman parte del sistema de creencias y valores de una sociedad y suelen abordar aspectos fundamentales de la existencia. Los mitos constituyen universales culturales, pues han funcionado en la historia humana como relatos simbólicos que intentan proporcionar una explicación y un sentido de orden al mundo, estableciendo normas y pautas de comportamiento, reforzando la identidad y cohesión social. En todo caso, los mitos suelen flexibles y se adaptan a medida que la sociedad evoluciona, manteniendo su relevancia y significado a lo largo del tiempo, a la vez que reflejan las preocupaciones y los conflictos colectivos de una cultura en un momento dado. Ciertamente los mitos pueden deformar más o menos la realidad, pero en cierta forma ayudan a conformarla, construirla y dirigirla. Los mitos sirven para establecer, apuntalar y reforzar los valores, las identidades, las normas y las creencias compartidas dentro de una comunidad. Ayudan a fortalecer los lazos sociales y a transmitir conocimientos de generación en generación. Son realmente performativos y prescriptivos, lo que explica su potencia.
Teniendo en cuenta esta perspectiva mítica, que desde nuestro punto de vista está implícita en el texto, cobra especial valor el enfoque que Vicente Gutiérrez propone para abordar lo que él denomina “los mitos sostenedores del capitalismo fosilista”, pues debe recordarse que los mitos sostienen culturalmente los modos de producción, que lo son también de producción de mitos, de modo que sin mitos no se entiende la permanencia, fortaleza y aceptación de los sistemas económicos, políticos y sociales. Pues un mito no consiste en una simple “superestructura” derivada del determinismo materialista que caracteriza las relaciones entre fuerzas productivas, sino de una infraestructura de conocimiento, de una “estructura de sentimiento”, de un marco interpretativo y de una filosofía interiorizada con innegables características religiosas. El mito orienta, explica, seduce y genera sensación de transcendencia.
Todavía más, existe una concepción litelarizadora del mito que lo concibe como hecho histórico indiscutible. Como destaca Keyron Le Grice, el literalismo mítico es singular, a menudo rígido y dogmático, y puede fomentar la intolerancia hacia todo aquel que se desvíe de una adhesión inquebrantable a su propia verdad proclamada. Una situación que entendemos se podría aplicar tanto a la creencia ciega tanto en el metamito del progreso (el progreso como una verdad histórica universal y positiva), como en el protomito del colapso (el fin del mundo es inminente). La contraposición entre ambos la aborda Vicente Gutiérrez: el mito del progreso se encuentra ya muy asentado y conoce una larga trayectoria histórica que apunta hacia el declive, pese a que en sí mismo pretenda afirmar la grandeza continua y victoriosa de la modernidad capitalista. En cuanto al mito del colapso, se va revelando como la supuesta némesis del mito del progreso, a la par que paradójicamente funciona como su auxiliar. Con todo, al autor subraya que mientras el del progreso es un mito consolidado y consumado (megamito), el del colapso es un protomito en la medida que ni es vivido todavía como una certeza, ni se ha expandido por toda la población de forma generalizada. En todo caso, sostiene Vicente Gutiérrez, ambos mitos aparentemente contrapuestos, pero íntimamente complementarios, nos van aprisionando neuróticamente como dos tabiques que se estrechan, mientras los sujetos rebotan continuamente entre ellos (la “subjetividad colectiva atrapada”). El resultado final sería el atrapamiento en una espiral “en cuyo centro sólo esperan el pesimismo, la frustración y el nihilismo”, mientras el sistema se protege y se sigue reproduciendo.
El autor reconoce que el concepto de “colapso” es polémico y puede generar confusión al dar a entender un “final del mundo” abrupto y desconectado del capitalismo, para a renglón seguido precisar que, como defienden diversos autores, es bastante probable que el fin del capitalismo sea gradual y remita a un proceso ya iniciado hace décadas. Al respecto Vicente Gutiérrez alude a la polémica reciente entre decrecentistas, postcrecentistas y greennewdealistas, mencionando las acusaciones de “colapsistas” vertidas contra autores que han contribuido a desmitificar eficazmente el “colapso”, al abordarlo desde una perspectiva tanto divulgativa como académica, “haciéndolo descender a las condiciones históricas y materiales, y ayudándonos a comprender este largo proceso de declive y destrucción capitalista”. Por ello el autor se refiere al enfoque “populista” del colapso como un mito complementario al del progreso, en la medida que expresa una “idea infantil y engañosa de un fin súbito de la civilización actual”, pero que puede llegar a estar lo suficientemente bien arraigada para funcionar plenamente como mito. Esta aclaración resulta crucial para definir el colapso en sus justos términos y poder desvelar las instrumentalizaciones míticas de que es objeto por los valedores del capitalismo fosilista, que no hacen más ayudar a reproducir las dinámicas responsables de la crítica situación en que nos hallamos.
En el artículo se presenta el megamito del progreso, explicando como suele operar en la actualidad, para seguidamente centrarse en su decadencia. A continuación se hace lo propio con el mito del fin del mundo, entendido como colapso, encarándose la parte final del texto con la tesis central de que el mito del colapso acaba reforzando al mito del progreso, generándose una alternancia mítica progreso-colapso que legitima al capitalismo fosilista que define el sistema-mundo contemporáneo. El autor explora en profundidad esta importante cuestión, que ilustra con no pocos ejemplos extraídos de la cultura popular de masas. En todo caso, enfatiza Vicente Gutiérrez, lo que resulta finalmente urgente es escapar de aquella alternancia delirante mediante una estimulante propuesta consistente en impulsar “mitos destituyentes”. Estos serían potentes mitos dinámicos de inspiración libertaria capaces de desactivar y superar imaginativamente el vaivén entre la omnipotencia secular expresada por el mito del progreso y la impotencia paralizadora manifestada por el mito del colapso. En definitiva, nos encontramos ante un texto de referencia que destaca por mantener una excelente estructura argumentativa, por desplegar un claro desarrollo conceptual, y por introducir una perspectiva analítica cuyos razonamientos resultan fundamentales para aclarar conceptos erróneos, desacreditar críticas infundadas sobre el análisis exhaustivo del colapso y superar dinámicas sistémicas sin salida, al mismo tiempo que se reivindica la creatividad mítica en beneficio de las causas emancipatorias.