La voluntad de hacer de este un mundo mejor ha llevado a todo tipo de movimientos sociales y personas a plantear multitud de estrategias. La educación ambiental se ha hecho eco de este rol del ser humano: transmitir al público cuales son esos comportamientos y valores con capacidad de cuidar todo lo vivo.
Especial lugar han tenido colectivos, asociaciones, ONGs, redes sociales y todo tipo de agentes impulsores de lo ecosocial. Los movimientos sociales siempre fueron rampas de lanzadera de lo nuevo, de lo mejor, campos de experimentación social, muchas veces minorías con una gran capacidad de cambio. Y es desde estos contextos ecosociales donde aparece una nueva idea potente para cambiar las cosas: el Consumo Responsable, denominado actualmente en nuestro país desde las esferas más centradas en el tema Consumo Consciente Transformador (en adelante CCT).
El consumo como arma política
El CCT debe mucho impulso y razón de ser a los colectivos sociales. Contamos con guías muy interesantes, elaboradas desde las ONGs Cerai, Setem o Greenpeace, por poner algunos ejemplos. Y la emblemática revista de tirada nacional Opcions, con auténticos expertos en el tema, mantiene actualizado el estado de la cuestión.
Pero si hay algo que caracteriza con fuerza a esta herramienta de transformación social es su especial carácter: su interruptor es percutido desde lo individual.
El CCT es una herramienta de cambio que puede ser puesta en marcha desde la acción individual, sin esperar mayores acuerdos. Y eso lo hace tremendamente democrático. Lo llaman también el voto económico. El CCT permite hacer convivir muchas realidades sin imponerse unas a otras. Cualquier persona, desde su campo de lucha personal, puede dar mucho al mundo a través de su particular consumo, enfocado este como un acto político diario. Cualquier persona (unida a infinidad de personas) puede construir parcelas de realidad más ecosociales. Es algo tangible.
Para aquellos a los que le suene nuevo esto del Consumo Ético (como es llamado en el mundo anglosajón), nuestras compras están financiando las empresas que a su vez interaccionan y crean realidad. Más allá de los estados, la economía está dándole forma al mundo todos los días.
Cada vez que adquirimos un bien o servicio votamos las políticas de unas u otras empresas. Los empresarios están pendientes de nuestras decisiones, deseos, necesidades y cuando decidimos comprar un producto u otro estamos mandando un mensaje al mercado. El marketing moderno funciona así.
No se fabrica lo que no sale rentable. Imaginemos, pues, el poder del destino que damos al dinero. Ahora, la ética que gravita alrededor del dinero va más allá del cómo se gana este.
Con suficiente información, opciones y una buena dosis de voluntad podríamos reconocer cierta soberanía del consumidor. Aunque haya muchos economistas que no avalarían esto, actualmente son tantas las opciones del CCT que podríamos avanzar pasos agigantados si pusiéramos a trabajar todo su potencial.
Cuantificando el Consumo Consciente Transformador
En España, en el año 2021 el Comercio Justo facturó más de 144 millones de euros. Esto es posible, no solo por las ONGs que promovieron este movimiento sino por la infinidad de consumidores dispuestos a comprar estos productos.
España goza de la segunda posición de producción cultivada de agricultura ecológica en Europa. Aproximadamente una décima parte de la superficie agraria de nuestro país se dedica a la agricultura orgánica. No sería posible sin individuos dispuestos a adquirirla.
Actualmente hay multitud de cooperativas de energías renovables repartidas por el territorio español. Decenas de miles de afiliados las hacen posibles.
Solo las dos más conocidas entidades de banca ética de nuestro país superaron, ya hace tiempo, los 200.000 clientes. Una nueva forma de invertir el ahorro.
Las plataformas de segunda mano en internet proliferan y se extienden cada vez con más fuerza.
La economía colaborativa, en sus múltiples ejemplos, llega a todos los rincones.
Detrás de todas estas realidades hay movimientos sociales o empresas que apostaron en sus inicios por cambiar las reglas del juego. Pero también hay millones de individuos diseminados por todas las geografías, verdaderamente concienciados.
Y son necesarios.
El poder de la acción individual
Desde hace unos años, y desde la voz de algunas eminencias en transiciones ecosociales de nuestro país, se está repitiendo mucho el mantra de que la acción individual ha quedado agotada y que solo debemos mirar hacia el trabajo político y en colectivo. Las personas que profieren este mensaje son por mí consideradas compañeras de luchas, maestras y mi admiración por ellas es bien patente. He aprendido muchísimo de ellas. Y estoy de acuerdo en prácticamente todo lo que defienden.
En todo, excepto en una cosa. En esa desvalorización que se hace de la acción individual. Se dice que los retos civilizatorios actuales, como el cambio climático, deberán ser enfrentados desde la acción política y los movimientos sociales. Y razón no falta. Hasta ahí, completamente de acuerdo. Tamañas cuestiones como el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, la deforestación o el declive energético necesitan de mucha coordinación, y no solo a nivel local sino a nivel supranacional. Hay cuestiones de tanto calado, envergadura y conexiones globales que necesitamos el trabajo en grupos, desde los gobiernos y grandes redes de activismo.
Pero no olvidemos que detrás de las multinacionales de los combustibles fósiles que nos han llevado a donde estamos hay también centenares de millones de individuos tomando decisiones particulares para poner en marcha sus vehículos privados cada día. Y sinceramente, aunque la British Petroleum popularizara el concepto de huella de carbono para que nos peleáramos entre nosotros a ver quién era más culpable, hay una realidad: la suma de las acciones particulares y voluntarias de millones de personas sí tiene un impacto. Esto no lo ha inventado, ni se puede apropiar de ello, la British Petroleum. Esto es parte de un complejo mecanismo engendrador de realidades. Es real. Si bien es cierto que dependemos de estructuras y de sistemas muy marcados que limitan el margen de elección personal, también es cierto que, con los avances en economía social, solidaria o alternativa, las opciones de CCT individual se han multiplicado.
Resulta demasiado simplista echar las culpas a los poderosos (gobiernos y grandes empresas) y esquivar nuestra responsabilidad individual, por aquello de evitar la culpa o ser tildados de individualistas. Yo, personalmente, no me siento culpable de lo que pasa en el mundo, pero sí me lanzo a rastrear los encadenamientos de causa efecto que me permiten corresponsabilizarme con lo que pasa en él. La búsqueda de responsabilidad individual me empodera, me da la oportunidad de ponerme en relación con lo que ocurre a mi alrededor, con lo que ocurre en la globalidad. Esa búsqueda personal de conectarme con el mundo (porque quiero ayudar) genera múltiples transferencias, ensancha mi acción individual a lo más lejano. Y no voy solo. Voy conectado a muchas más personas que hacen lo mismo que yo. Digamos que el trabajo colectivo sí existe. De manera invisible, pero real. Somos muchos en la lucha como individuos adicionados. Por eso funciona. Pero para ser muchos necesitamos empezar desde cada uno, de manera independiente a lo que veamos hacer en nuestro entorno.
Sentirse culpable es una elección personal. En mis charlas, me gusta contarlo de la siguiente manera: Tenemos ante nosotros una moneda. Es la moneda de la responsabilidad. Tú puedes elegir qué cara (enfoque) quieres mirar. La cara de la culpa o la cara del empoderamiento.
Manifestar en público, como hacen muchos expertos, que la acción individual no es tan importante, que lo relevante son solo las acciones colectivas organizadas, me parece no solo un gran error, sino peligroso e injusto. Llevo muchos años escuchándolo y leyéndolo.
Estas personas tendrán ya muy incorporado en su rutina su CCT, por eso se pueden permitir enfatizar más lo grupal. El paso previo a lo colectivo es la conquista coherente de lo individual. Pero en mi opinión, no tienen en cuenta que la audiencia a la que se están dirigiendo podría no tener ganada esta faceta del sentir ecosocial personal. Cuando quitan importancia a la acción individual pueden estar dando, sin darse cuenta, excusas, a su público para no ponerse al día en el CCT, desincentivando este gran poder individual que tenemos todos.
El Consumo Consciente ante el Decrecimiento
Todo el aparataje de cooperativas ecosociales (banca, energía, consumo de alimentos, etc) nace de lo colectivo, pero toma fuerza desde las múltiples elecciones individuales. Ese trabajo en colectivo es necesario, pero el trabajo individual que muchas veces lo sostiene, también. Y hoy más que nunca tenemos que unir fuerzas y no crear rivalidades entre lo colectivo y lo individual.
El declive global que se nos viene encima, por la pérdida de la biodiversidad y el descenso de recursos energéticos, minerales, forestales e hídricos, demanda nuevas políticas, pero también, que a nivel individual, elijamos voluntariamente:
- Reducir nuestro consumo.
- Hacer la transición a dietas más vegetarianas (flexitarianas como mínimo).
- Favorecer lo local, lo pequeño, el comercio justo y las cooperativas.
- Generalizar lo relacional frente al mero consumo.
- Familiarizarnos con tecnologías intermedias, artesanías y oficios (mayor autosuficiencia).
- Comprar o cultivar alimentos procedentes de la agroecología.
- Compartir (cuidados, transporte, bienes, cobijo, trabajo…).
- Reparar (ropa, tecnología, enseres, mobiliario, inmuebles, vehículos…).
- Y muchos más ejemplos de CCT.
Y aquí es donde el papel y protagonismo de lo individual es más necesario que nunca.
Existe un escenario posible. Un Decrecimiento virtuoso (acompañado de democracia real y equilibrio entre los dos hemisferios planetarios). Una vía alcanzable si la elegimos y trabajamos voluntariamente.
Por tanto, necesitamos empoderar a los individuos, no solo llamándoles a unirse, sino a actuar cabalmente en su rutina. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos tomando decisiones individuales en nuestro consumo. Decisiones que tienen un impacto en el mundo.
Y, mientras llegan los consensos sociales, debemos preguntarnos: Y ¿yo? ¿Qué voy a decidir hacer en este momento? Preguntarse esto es un acto de valentía, de esperanza. Es convertir el instante en transcendencia ecosocial. Es convertir lo personal en lo global, en activismo.
Nuestra rutina es el artífice de la globalidad. Tal es nuestro poder.
Amamos tu trabajo y tu incombustible dedicación para dar luz a un futuro posible con la constante divulgación de la única fuerza real que tenemos las personas para conservar lo más importante y además hacerlo conscientemente y mejorando la actual condición humana (condicionada hoy en día por estereotipos autodestructivos). Gracias por empeñarte en abrir los ojos de aquellas personas que con la actual forma de vida los mantienen cerrados, porque gracias a ese esfuerzo, cada vez somos más los concienciados y con ello más posibilidades tendremos de conseguir salvar el único sitio que conocemos para vivir.
Gracias por todo el esfuerzo y un abrazo
Gracias por tu cariño y apoyo Yosune. Aunque realmente, aparte de mi propia acción invisible, mi trabajo es el resultado del trabajo de muchas personas. Han sido muchos años de beber de muchos lados. Desde aquí mi reconocimiento a todas y todos esas y esos maestros. Muchos de ellos, parte de 15/15\15
Gracias Hector, por tu artículo.
Estoy de acuerdo, un@ puede ser activista a lo largo del día en cantidad de momentos con nuestras acciones o/y inacciones. Sin embargo, apoyar proyectos colectivos no siempre se puede hacer con la regularidad o frecuencia deseada; aunque, también, hay muchas maneras de hacer esto apoyando proyectos colectivos (incluida la forma indirecta como consumidores-CCT).
Me encanta tu reflexión Lubican. Lúcida y bien dirigida.
El CCT nos acompaña en casi todos los momentos del día, la semana, el mes y los años. Es el activismo del instante.
[…] 15/1515 Revista para una nueva civilización, 4 de mayo de […]
[…] Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2023/05/04/por-que-el-consumo-si-tiene-poder-para-cambiar-las-cosas… […]
Es muy sintomática la nota. Coincide de manera exacta con la Escuela austríaca de economía (fuente teórica del anarcocapitalismo). Von Mises sostiene: «la sociedad capitalista es una democracia de consumidores, se quiere decir con ello que el derecho para disponer de los medios de producción conferido a los jefes de empresa y a los capitalistas, sólo puede obtenerse por el voto de los consumidores, renovado todos los días en el mercado» (Von Mises, Ludwig: «El socialismo», Editorial Unión, sexta edición, p. 20)
Muchísimas gracias Alejandro por tu apunte. Resulta muy oportuno.
[…] Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2023/05/04/por-que-el-consumo-si-tiene-poder-para-cambiar-las-cosas… […]
Coincido con ud. Alejandro. La nota asume el concepto más extremo de individualismo y soberanía del consumidor, el de la escuela austríaca, que ni siquiera reconoce el problema de la externalidad, cómo lo hace la escuela neoclásica. No sé si el autor es consciente de la posición que toma. El planteo nos conduce a que no hay q hacer nada frente a, por ejemplo, el cambio climático, pues ante sus consecuencias, los consumidores sopesaran mercancías más o menos intensivas en emisión GEI con sus cambios de utilidad. Se podría dar el caso de que la reducción de utilidad producida por aumentar el ingreso destinado a «bienes verdes» es mayor al aumento de utilidad por remplazar bienes no verdes por bienes verdes, caso en que la «soberanía» determina seguir contaminando. Es la conclusión de Nordhaus, premio nobel: cualquier acción ante el cambio climático produce una desutilidad mayor a la.utilidad, no hay q hacer nada.
En varias ocasiones del artículo reconozco la combinación de trabajo en colectivo con trabajo individual.
Y especialmente reconozco la necesidad de enfrentar el cambio climático desde una orquestación supranacional.
Estoy de acuerdo, la única salida es la Co-creación de la Tribu Planetaria ante el reto que afronta nuestra especie y la de todas las que nos acompañan; pues a diferencia de épocas pasadas la conexión de los pueblos del mundo es posible hoy en día (se ha abierto la brecha digital de oportunidad en estos años junto con sus amenazas).
Y dije Tribu y no sociedad a conciencia, por todo lo que implican ambos conceptos.
Caso aparte es el escenario de «decrecimiento» que tanto se plantea en el ambientalismo. Simplemente señaló que no es un estado posible en el sistema capitalista. Crecer, valorizar capital, es una característica intrinseca del capitalismo, de hecho, la crisis, con todas sus consecuencias, es «no crecer». Es un escenario que necesariamente requiere ser colocado en otro sistema social.
Exacto es lo que finalmente, propone este artículo, por lo demás, muy bien escrito. El capitalismo no es LA UNICA opción para poder vivir… hay que aventurarse a pensar «fuera de la caja» y dentro de nuestras convicciones morales para propiciar un verdadero bienestar común.
[…] Fuente original de la información: https://www.15-15-15.org/webzine/2023/05/04/por-que-el-consumo-si-tiene-poder-para-cambiar-las-cosas… […]
Me encanta el artículo y el mensaje de que es perjudicial obviar que las decisiones individuales son importantes y otra herramienta de transformación queda claro. Pero solo quiero recordar un detalle: a veces, ejercer un consumo responsable es un privilegio que no está al alcance de muchas personas ni aunque quisieran.
Querida Elena.
Procedo a aportarte un feedback.
El Consumo Consciente es ricamente complejo y diverso y se puede adaptar a múltiples situaciones. No es lo mismo el consumo consciente practicado por una aldeana que por una urbanita.
En el siguiente enlace que te mando observarás que hay aspectos del Consumo Consciente que no solo nos facilitan la vida sino que resultan más económicos. Es el caso de la columna de la izquierda de la imagen que mando. En el caso de la columna de la derecha es más oneroso. Y ahí es precisamente donde las clases con mejor poder adquisitivo pueden hacer valer su activismo. En la medida que haya más demandas de esos productos más «caros» irían bajando los precios. Cada cuál solo está llamado a practicar esta potente herramienta adaptada a sus circunstancias y posibilidades. Y siempre podemos hacer más de lo que creemos. Iniciarse en esta «filosofía» descubre más posibilidades de las imaginadas. Información+reflexión+voluntad.
https://1.bp.blogspot.com/-9mBRDB6flMo/XZogenXWwjI/AAAAAAAACfo/J1ECS83V4J4UcELVua5bZF79MX-pX7XNgCLcBGAsYHQ/s1600/Coste%2Bdel%2BCCT.jpg
Disponer de dinero es una gran responsabilidad. Cuanto más dinero albergamos, cuanto más poder adquisitivo… más poder para redirigir muchas de las historias que ocurren en la socio-economía. Por lo que no se puede esperar el mismo consumo consciente de una familia empobrecida que de una enriquecida. Es más, el consumo consciente existe, entre otras cosas, para transferir, precisamente, solidaridad de quién más tiene a quien menos tiene.
Albert Vinyals, psicólogo y docente en la Universidad Autónoma de Barcelona, para su tesis doctoral, tuvo que entrevistar a dos grupos de consumidores. Los que compraban de manera convencional en supermercados y los que formaban parte de cooperativas de consumo ecológico. Después de analizar diversas variables demográficas, resultó sorprendente una cosa. Los que formaban parte de una cooperativa tenían menor poder adquisitivo muchas veces. Eran los valores lo que con mucha fuerza les motivaba a practicar ese consumo consciente. ¿Y cómo podían gastar en productos ecosociales más «caros»? (Ahorrando en la compra de tecnología, reutilizando ropa, evitando viajes a largos destinos, compartiendo, etc). El margen de cambio que tenemos suele ser más grande de lo que imaginamos. Solo cada cuál sabe dónde queda la frontera entre excusas o comprensibles imposibilidades.
Sí, si yo lo entiendo. Yo trabajo solo cinco horas al día y a cambio de tener tiempo renuncio a muchas cosas. Pero no podemos obviar que a millones de familias ahogadas económicamente, sin horas del día, esclavas del coche que es la única herramienta que les permite conciliar su trabajo con sus vidas familiares en ciudades invivibles el consumo consciente les supone un esfuerzo si no económico, seguro que en tiempo. A estas personas difícilmente se les puede pedir que renuncien a según que cosas. Por eso yo creo que que el consumo consciente, siendo como es súper necesario, tiene un recorrido limitado a partir del cual es imprescindible medidas estructurales que potencien la transformación social amortiguando la desigualdad.
En general lo que creo es que no es buena esa dicotomía (una cosa o la otra) como tú bien apuntas en tu artículo.
Estoy de acuerdo con el cambio de medidas estructurales. Es complemento y marco imprescindible. Sin un transporte público maduro y un diseño de las ciudades compacto no se puede optar por una movilidad sostenible, por ejemplo. Y así podríamos poner muchos más ejemplos. Es cierto lo que dices. Lo que ocurre es que yo apelo a practicar el Consumo Consciente al máximo de su potencial, no desde lo imposible. A practicarlo en LA MEDIDA DE LAS POSIBILIDADES de cada persona. Siempre lo repetiré. La pregunta es: Si mejorásemos y aprovecháramos el margen personal que tenemos cada uno según sus circunstancias… ¿Cuánto lograríamos avanzar colectiva y globalmente?
Y no me cansaré de decirlo. El Consumo Consciente es una herramienta que transvasa bienestar y solidaridad desde quién más puede practicarlo a quién más necesitado está. Posiblemente esas personas ahogadas de las que hablas necesiten más percibir sus beneficios que ponerse a ejercitar un complicado y a veces casi imposible activismo. Igual no están tan llamadas. Nunca dije que el Consumo Consciente se tuviera que practicar por igual desde todos los diferentes y desiguales grupos sociales.
Coincidimos en cierta manera.
[…] Por qué el consumo sí tiene poder para cambiar las cosas […]
Estoy de acuerdo en los criterios expuestos en el final del artículo no queda suficientemente patente el primero: la reducción es la base del consumo consciente.
Cuando se habla de consumo consciente se suele limitar a una elección en nuestras compras. Esto, además de no seguir el objetivo de reducir, es una opción un tanto consumista y muy elitista, pues no todo el mundo puede comprar una lechuga ecológica o un café de comercio justo. Hay está también la acción colectiva (creación de grupos de consumo…) y las políticas públicas (comedores colectivos agroecológicos, ayudas para alimentación vinculadas a la compra de productos ecológicos)…
Estimado Luis.
Estoy de acuerdo contigo. Tendría que haber enfatizado más el aspecto de la reducción. Es totalmente cierto.
Pero me interesaba hacer un repaso de las muchas líneas de acción del Consumo Consciente.
Tu comentario enriquece y complementa a mi artículo.
De todas formas, cuando se critica el Consumo Consciente por sus precios más elevados estamos distrayendo la atención de la verdadera cuestión: tener acceso a un trabajo digno con un salario digno, que podría pagar perfectamente esos sobreprecios. Y precisamente cuando los productos ecosociales son un poco más caros, muchas veces, es porque lo que quieren es garantizar esos salarios dignos.
Es como la serpiente que se muerde la cola. ¿No?
Lo que es indignante son las plusvalías desorbitantes del señor capitalista o de los distribuidores e intermediarios.
No es justo que los agricultores acaben abandonando campos enteros de naranjas porque reciben un precio ridículo por ellas. O que en el sur malvivan los productores de cacao, empleando mano de obra infantil. Podríamos encontrar más ejemplos y ensanchar el debate. El tema es complejo.
Siempre animo a la compra de estos productos haciendo una combinación de ecosociales con convencionales, si no se puede llegar a más. O comprar mucho a granel y cocinarse en vez de comprar procesados «ecológicos».
Y por otro lado… buen apunte, tu última parte, cuando hablas del enfoque colectivo. Muy de acuerdo también.
Estamos de acuerdo, no digo precios más altos no estén justificados por procesos productivos más artesanales, naturales…, al contrario. Digo, que en la práctica, por cómo están los salarios, la vivienda… mucha gente no se puede plantear esas opciones. Ojalá estuvieran las cosas de otra manera. En todo caso, hablo desde la autocrítica, desde los movimientos sociales nos hemos dedicado a proponer unas alternativas de consumos, que en muchos casos, no son viables para una parte de la población.
Tambien, en gente con una situación mejor, si parte del principio de reducir, podrá pagar más lo que compre.
En cualquier caso, gracias por contestar mis comentarios y los demás, has creado un debate alrededor del artículo que lo enriquece