Ilustración de Txus Cuende.
Txus Cuende

Colapsar mejor (notas acerca de un libro optimista sobre colapsos)

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In aliis linguis

(Publicado como prólogo al libro de Ugo Bardi Antes del colapso, editado por Los libros de la catarata en 2022.)

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Mujer del tiempo en la TV francesa.En plena ola de calor de junio de 2022, el antropólogo francés Sylvain Perdigon recordaba cómo en 2014 una “mujer del tiempo” de la televisión francesa presentó el hipotético pronóstico meteorológico para el 18 de agosto de 2050 como parte de una campaña para alertar sobre la realidad del cambio climático. Ahora su pronóstico de temperaturas extremas para ese día lejano se había convertido en el pronóstico real para mediados de junio de 2022.[1]

En lo que se refiere a la crisis ecosocial y la tragedia climática, todo está yendo sistemáticamente worse than expected, como nos suele recordar Ferran Puig Vilar. Por ejemplo, los daños que las y los climatólogos esperaban se hicieran visibles a mediados del siglo XXI ya están aquí con nosotros.

“La humanidad parece estar empeñada en jugar una partida mortal de ruleta rusa donde el clima de la Tierra es un arma cargada”, escribe en este libro el profesor Ugo Bardi.

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Estamos viviendo un fin de mundo.

No el fin del mundo: la Madre Tierra seguirá ahí. Los niveles básicos de la vida en Gaia[2] –bacterias, arqueas, hongos, algas, líquenes, muchas clases de plantas– son extraordinariamente resistentes.

Pero el mundo tal y como lo hemos conocido –la Tierra familiar y fácilmente habitable del Holoceno– se deshace ante nuestros ojos; y los desesperados esfuerzos de mucha gente por aferrarse a aquella normalidad conocida –y ya del todo irrecuperable– no alivian nuestra situación, sino que la agravan.

No se trata del fin del mundo –no es la muerte de Gaia, no es el final de la vida en el planeta Tierra– pero sí el fin de nuestro mundo. ¿Qué hace uno en una situación así?

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Por ejemplo, leer a Ugo Bardi. Las personas cercanas a Libros de la Catarata ya conocen al profesor florentino: fue una excelente idea traducir y publicar en 2014 su libro Los límites del crecimiento retomados, un minucioso y clarividente análisis de aquel importantísimo libro de 1972, The Limits to Growth, el primero de los informes al Club de Roma. Ahora que se cumplen cincuenta años de la publicación de aquella obra pionera (en la modelización del sistema mundial merced a la dinámica de sistemas), que nos permitió comprender la tendencia a la extralimitación (overshoot) seguida de colapso que caracteriza a las sociedades industriales, es un buen momento para recuperar aquel primer libro de Bardi en castellano –y sería un excelente acompañamiento para éste que tienes ahora entre las manos, apreciada lectora, curioso lector.[3]

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Ugo Bardi, teórico de sistemas complejos (aquellos sistemas que exhiben efectos de realimentación fuertes, define en cierto momento de este libro),[4] lleva más de un decenio reflexionando sobre el “efecto Séneca” a partir de una primera intuición en 2011;[5] en la primavera de 2017 publicó The Seneca Effect: Why Growth is Slow but Collapse is Rapid (Springer, 2017); después, en 2020, Before the Collapse, este segundo libro sobre el efecto Séneca que ahora se traduce al castellano. Si hubiera que llamar a alguien colapsólogo en sentido propio, por su empeño en una comprensión lo más objetiva y racional posible de esta clase de fenómenos, sería al profesor Bardi, del Departamento de Química de la Universidad de Florencia.

La interconexión fuerte entre los subsistemas de un sistema complejo puede llevar a que, como resultado del impacto de una perturbación sobre uno o algunos de esos nodos o subsistemas, la red entera colapse. Así, el desarrollo de los sistemas complejos responde a menudo a lo que el profesor Bardi denomina el modo Séneca: se trata de un proceso asimétrico, donde el crecimiento es lento y el declive muy acentuado. La catástrofe llega mucho antes de lo que nuestra intuición esperaría y tiende a pillarnos desprevenidos.

También tendrán ustedes trato, en estas páginas, con precipicios de Séneca, cuellos de botella de Séneca y rebotes de Séneca: el filósofo cordobés da mucho juego en manos del físico-químico florentino.

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Si en un libro aparece la palabra overshoot ya en el prefacio, como sucede aquí, tenemos un indicio de que probablemente va a hablar de cosas esenciales.

Y hablando de extralimitación ecológica seguida de colapso, me permito aquí señalar lo que me parece una contradicción interna entre las explicaciones que va proponiendo nuestro autor. En cierto momento defiende que “si las élites estadounidenses han decidido que no hay esperanza de salvar a todo el mundo, lo lógico es que pasen al ‘modo trampa’ y dejen que la mayoría de la gente muera”: por esa razón Donald Trump y el Partido Republicano son negacionistas climáticos. No es que ignoren la realidad de los hechos biofísicos básicos, sino que aceptan un genocidio a gran escala del que las elites se salvarán. No obstante, en un momento posterior el profesor florentino sugiere otra cosa: “Nadie parece entender que el problema, hoy en día, no es el de ampliar las fronteras de su país, sino el de asegurar la supervivencia física de sus ciudadanos frente a acontecimientos potencialmente desastrosos relacionados con el cambio climático y el colapso del ecosistema”. ¿En qué quedamos: elites ignorantes o elites genocidas?

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Bardi insiste muchas veces en que “el colapso no es un error, es un rasgo característico” de los sistemas complejos en el Universo que habitamos (p. 40). Si bien no podemos evitar muchos colapsos (y todo sistema complejo colapsará, si transcurre el tiempo suficiente), sí podemos al menos tratar de prepararnos para ellos y colapsar mejor. Before the Collapse (título que sugiere un doble significado: antes del colapso, sí, pero también haciendo frente al colapso) es una buena guía para esa singladura, y se agradecen los frecuentes toques de humor con que el autor desdramatiza su materia de estudio, en sí misma —no hace falta insistir sobre ello— muy dramática. Junto al humor, la contextualización amplia (en última instancia, en un contexto cósmico y de Big History) es otro recurso que ayuda a desdramatizar.

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Algo muy atractivo en el profesor Bardi es su apetito interdisciplinar. Apetito que finalmente se plasma en una muy amplia cultura, no sólo sobre asuntos de química y física sino también sobre materias humanísticas (con énfasis especial en la historia): su trabajo ofrece muchos materiales para aquella Tercera Cultura (tendiendo puentes entre ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades) que nos pedía Francisco Fernández Buey.[6]

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El colapso no es un fallo de los sistemas complejos, insiste el profesor florentino, sino un rasgo de su modo de funcionar: el Universo es así. ¿Sería ésta una posición pesimista? ¡Pero si está prohibido el pesimismo en nuestras filas! Si uno no manifiesta al menos un optimismo de la voluntad suficientemente musculado, se arriesga a severas reprimendas.

Pues bien: contra el optimismo obligatorio al que quisieran someternos tantos prescriptores a diestra y siniestra (porque el pesimismo, suele decirse, desmoviliza y funciona como una profecía que se autocumple), el esfuerzo racional de Bardi por comprender las dinámicas de colapso es muy de agradecer. (Confieso que, una vez agotado desastrosamente el ciclo de movilización emancipatoria del 15-M, escuchar el adjetivo “ilusionante” en contextos de debate político me revuelve las tripas, más que levantarme el ánimo.) Y para quienes prefieren no pensar en ningún tipo de colapso sin santiguarse, ya tienen ustedes a la energética y contra-apocalíptica Rosi Braidotti, o al más cercano Zamora Bonilla.[7]

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Bardi es un colapsólogo muy optimista. Cualquiera que haya seguido su implicación en los debates sobre transiciones energéticas a lo largo del decenio último lo sabe. Ese optimismo se manifiesta por ejemplo en un artículo como “The Sower’s way”: a strategy to attain the energy transition”,[8] su particular Parábola del Sembrador también evocada en este libro, pleno de confianza en la posibilidad técnica de una transición sin demasiados tropiezos a las fuentes de energía renovable. Sin embargo, su realismo sociopolítico le lleva a atemperar ese optimismo tecnológico: sería posible esa transición, sí, pero resulta extremadamente improbable a juzgar por el curso político que siguen nuestras sociedades.

Se atribuye al director de la CIA y Ministro de Defensa estadounidense James Schlesinger una observación que Bardi recoge varias veces en este libro: los seres humanos sólo tendríamos dos modos de operar, la autocomplacencia y el pánico. Para desmentirle, sería necesario que nuestros procesos de reflexión y deliberación nos permitiesen prepararnos de verdad (a escala socialmente significativa) para un futuro cuya configuración nunca conoceremos, pero cuya estructura de colapso ecosocial resulta hoy muy discernible. Todo el esfuerzo desplegado en esta obra trata de proporcionarnos herramientas intelectuales para esa tarea.

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Junto con la historia de la emperatriz romana Gala Placidia, el Japón del período Edo es un segundo gran ejemplo histórico positivo del que se puede aprender a la hora de pensar transiciones hacia la sustentabilidad. “Lo que nos cuenta la historia del Japón de Edo coincide con lo que sabemos sobre los sistemas complejos: tienden a la estabilidad. En otras palabras, nuestra actual fijación en el crecimiento puede ser sólo un capricho de la historia destinado a desaparecer en el futuro cuando nos veamos obligados a vivir dentro de los límites del ecosistema de la Tierra”. Sin embargo, advierte Bardi en 2020 con palabras que adquieren una resonancia sombría en 2022, “hay una condición que necesitamos urgentemente para ello: la paz, como nos dice la experiencia de Edo”. Lejos de progresar una pacificación de las relaciones internacionales que nos permitiera hacer frente a los procesos de colapso ecosocial en curso, el 24 de febrero de 2022 la invasión de Ucrania por Rusia ha acelerado una militarización generalizada que nos precipita en dirección contraria a donde necesitaríamos movernos.

En estos tiempos aciagos, El País editorializa con exaltación sobre la Unión Europea como “nueva potencia geopolítica” (uno de marzo de 2022). David Rieff, en la página de al lado, también subraya que “Europa está entrando en una nueva época de poder duro”. Donde necesitaríamos gaia-política y un nivel inédito de cooperación internacional, se profundiza la vieja geopolítica de competencia destructiva entre los Estados-nación y los bloques que van configurando: un mundo de “Imperios Combatientes” (Rafael Poch de Feliu).[9] Y el marco general es un ecocidio que incluye en su seno toda clase de promesas de genocidio.

El mundo ya muy malo que teníamos se está transformando, ante nuestros ojos abiertos como platos, en otro mucho peor. “Nunca se hubiera tenido que llegar a esto” podría ser la respuesta a casi todo lo que nos va sucediendo. Pero ya estamos ahí, y desde ahí es donde nos toca actuar ahora… Recordando, por ejemplo, estos versos de Brecht:[10]

Cuando empiece la guerra/ vuestros hermanos puede que se transformen/ y que sus caras no sean ya reconocibles./ Pero vosotros debéis seguir igual.// Irán a la guerra, no/ como a una carnicería, sino/ como a un trabajo serio. Todo/ lo habrán olvidado. Pero vosotros/ no debéis olvidar nada.// Os echarán aguardiente en el gaznate/ como a los demás. Pero vosotros/ debéis permanecer sobrios.

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Teniendo en cuenta todo el juego que ha dado el llamado senequismo español en la historia de las ideas en nuestro país (con aportaciones sobresalientes como las de Ángel Ganivet o María Zambrano), y cómo en algunos momentos el filósofo estoico romano nacido en Córdoba ha llegado a encarnar al sabio por antonomasia en el imaginario popular español (de tal manera que se usa la expresión “es un Séneca” para alabar la sabiduría de alguien), no está mal que el hilo conductor de la reflexión de Bardi sea precisamente un pensamiento del filósofo cordobés. A saber, aquello que dijo Séneca acerca del colapso en una de sus cartas a Lucilio: “Consuelo sería para nuestra debilidad que las cosas pudiesen restablecerse tan pronto como quedan destruidas; pero sucede lo contrario: el desarrollo es lento y rápida la ruina”.[11]

Colapsaremos, pero podríamos colapsar mejor. Bardi esboza una estrategia de Séneca que puede ayudarnos en ello: aceptar que el cambio es necesario y que, en muchos casos, oponernos al mismo lleva a un derrumbe más rápido. Aceptar lo inevitable nos permitirá prepararnos para colapsar mejor (y quizá incluso evitar el colapso): “La estrategia de Séneca consiste en no oponerse a la tendencia del sistema a ir en una determinada dirección, sino en dirigirlo de tal manera que el colapso no tenga que producirse. La clave de la estrategia es evitar que el sistema acumule tanta tensión que luego se vea obligado a descargarla de forma brusca”. Hacia el final del libro se sugiere una noción de ecoestoicismo,[12] justo antes de rememorar la estimulante y novelesca historia de Gala Placidia, la última emperatriz romana.

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Escribió también Séneca: “Vive cada día como si un día fuera toda tu vida”. No es mal consejo para tiempos tan difíciles como los nuestros. De Bardi también podemos decir: ¡este tío es un Séneca!

Ilustración de Txus Cuende.
Txus Cuende

Notas

[1] Tuit del 15 de junio de 2022: https://twitter.com/sylvaindarwish/status/1537181101357256704

[2] Cabe recordar aquí que Ugo Bardi es uno de los científicos defensores de la teoría Gaia: véase por ejemplo su ensayo “Gaia exists! Here is the proof” en el blog Cassandra’s Legacy, 4 de agosto de 2019; https://cassandralegacy.blogspot.com/2019/08/gaia-exists-here-is-proof.html . Para su idea de Gaia como holobionte, véase por ejemplo https://cassandralegacy.blogspot.com/2020/06/gaia-is-one-of-us-onward-fellow.html
Bardi, cuya efervescencia intelectual nos alegra y a veces apabulla un poco, inició hace poco un nuevo y estimulante blog sobre Holobiontes orgullosos (véase por ejemplo https://theproudholobionts.blogspot.com/2022/06/survival-of-fittest-or-non-survival-of.html ). El texto de presentación de ese blog reza así:

Todos somos holobiontes: grupos de organismos que se ayudan unos a otros. Como seres humanos, no podríamos sobrevivir sin los microorganismos que pueblan nuestro cuerpo. Pero todas las criaturas vivientes de la Tierra son holobiontes, y el ecosistema en sí es un holobionte gigante (al que algunos llaman ‘Gaia’). El concepto de holobionte también se puede usar para estructuras no bióticas reales y virtuales, empresas, estados, ideas, e ideologías, así como el comportamiento de las ideas (‘memes’) en la World Wide Web. El término holobionte fue difundido por Lynn Margulis en 1991. Ella fue también co-desarrolladora del concepto de Gaia.

[3] Bardi rememora una parte de su análisis sobre The Limits to Growth en el primer capítulo de este libro, “La ciencia de la perdición: modelar el futuro”.
Permítaseme una pequeña digresión. El negacionismo de los límites biofísicos que prevalece en la cultura dominante puede estudiarse bien a través de dos casos ejemplares: lo que cabe llamar el “affaire Georgescu Roegen” y después el “asunto The Limits to Growth” en los años 1970 (respecto al primero, véase nuestro libro Bioeconomía para el siglo XXI. Actualidad de Nicholas Georgescu-Roegen, editado por José Manuel Naredo, Luis Arenas y Jorge Riechmann en Catarata, Madrid 2022). Y luego, a partir de los años 1990, impresiona el rechazo a hacer frente al calentamiento global, sobre el que nos ilustra espectacularmente el “caso Nordhaus”. A William Nordhaus, uno de los economistas más beligerantes contra The Limits to Growth a partir de 1972, le concedieron el llamado “premio Nobel” de economía en 2018. En su discurso de aceptación en Estocolmo, este economista neoclásico sugirió que la “política óptima” para abordar el cambio climático daría como resultado un “calentamiento global aceptable” de aproximadamente ¡3°C para 2100 y 4°C en 2150! Las y los climatólogos (y científicos de otras disciplinas), a diferencia de los economistas neoclásicos (quienes por desgracia han llegado a dominar en su disciplina, cancelando a los rivales que defendían teorías económicas más razonables), consideran que un calentamiento global de esta magnitud sería catastrófico (probablemente incompatible con la mera supervivencia de la especie humana). Ésta es la locura del BAU (Bisnes Comodecostumbre)…

[4] “Un sistema es complejo si, y sólo si, muestra fuertes efectos de retroalimentación. Todos los días nos enfrentamos a sistemas complejos: animales, personas, organizaciones, etc. No es difícil entender qué es complejo y qué no lo es: depende de si la reacción a las perturbaciones externas está dominada por la retroalimentación o no. Pensemos en una roca comparada con un gato…”

[5] Véase su blog https://thesenecaeffect.blogspot.com/

[6] Francisco Fernández Buey, Para la Tercera Cultura (edición de Salvador López Arnal y Jordi Mir), El Viejo Topo, Barcelona 2013.

[7] Buen comentario en Asier Arias, “¿Quiénes son los contra-apocalípticos?”, en el recopilatorio artesanal de textos de la revista digital 15/15\15 número -8 ½, primavera de 2022, p. 69-77. También en https://www.15-15-15.org/webzine/2021/09/11/quienes-son-los-contra-apocalipticos/

[8] Ugo Bardi, Ilaria Perissi, Denes Csala y Sgouris Sgouridis: “The Sower’s way: a strategy to attain the energy transition”, International Journal of Heat and Technology vol. 34, Special Issue 2, octubre de 2016; DOI: https://doi.org/10.18280/ijht.34S211 ; https://www.researchgate.net/publication/316337020_The_Sower’s_way_a_strategy_to_attain_the_energy_transition

[9] Véase por ejemplo Rafael Poch, “Lo que nos van explicando sobre la guerra”, ctxt, 1 de mayo de 2022; https://ctxt.es/es/20220501/Firmas/39740/Rafael-Poch-Rusia-Putin-ucrania-guerra-origen-otan-europa-estados-unidos-imperios-combatientes-consecuencias.htm

[10] Bertolt Brecht, Más de cien poemas. Hiperión, Madrid 2005, p. 211.

[11] Doy la traducción de Francisco Navarro, Epístolas morales de Séneca, Madrid 1884, p. 370.

[12] Podríamos hablar de un ecoestocismo taoísta que se articula en pasos como éste: “Como todos los seres humanos, los estoicos tenían sus límites, pero creo que Séneca y otros como Epicteto y Marco Aurelio comprendieron un punto fundamental que la mayoría de sus contemporáneos olvidaron, al igual que nosotros lo olvidamos a menudo. Se trata de que los sistemas complejos se manejan mejor ‘siguiéndoles la corriente’ en lugar de intentar forzarlos a tomar la forma que queremos. Esto, en realidad, puede empeorar las cosas, como nos dijo otro filósofo de los tiempos modernos, Jay Forrester, cuando habló de ‘empujar las palancas en la dirección equivocada’.”

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Poeta, matemático, traductor literario, ensayista y profesor titular de filosofía moral en la UAM. Su actividad académica especializada versa sobre transiciones poscapitalistas; ecosocialismo; ecología política; filosofía política “verde”; filosofía de la sustentabilidad; ética ecológica; agroética; ética aplicada a las nuevas tecnologías; filosofía de la tecnociencia; sociología de los movimientos sociales… Es autor de una treintena de ensayos (en solitario o en colaboración) sobre cuestiones de ética medioambiental, ecología política y pensamiento ecológico.

1 Comment

  1. […] “Entonces, cuando estamos pasando puntos de no retorno y además hay una enorme resistencia para producir los cambios que habría que producir, no estamos muy errados en decir que ya no podemos hacer mucho por evitar ese colapso”. De modo que la pregunta no es tanto si evitar o no el colapso, sino tratar de controlar cómo colapsamos. “Lo que nos queda es lo que plantea Ugo Bardi, por ejemplo, que es intentar un colapso suave”. En efecto, en su libro Antes del colapso, Bardi propone la idea de que los intentos de evitar el colapso tienden a empeorarlo, por lo cual, la mejor estrategia es ir en la misma dirección que marca la tendencia y concentrar los esfuerzos en controlar su ritmo y sus efectos. Pero la propuesta de Bardi no es la única en este sentido: existen muchas otras que parten desde el punto de aceptar el colapso como algo inevitable, para tratar de regular de la mejor manera los efectos del colapso. Como dice Jorge Riechmann, tratar de “colapsar mejor”. […]

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