(N. del E.: La presente reseña fue realizada a partir de la edición en inglés, de Springer, antes de su publicación en castellano.)
¿Por qué colapsan las sociedades, los ecosistemas, las empresas y las amistades? ¿Cómo cabe lidiar con un fenómeno como el colapso que es de suyo súbito e inesperado? ¿Puede evitarse el colapso? El libro recientemente publicado del químico y profesor de la Universidad de Florencia Ugo Bardi (nacido en la misma ciudad en 1952) se articula en torno a esta preocupación: cómo pensar los colapsos y, sobre todo, cómo hacerles frente. La idea fundamental, que funcionará como el eje vertebrador del libro, será aquello que dijo Séneca acerca del colapso en una de sus cartas a Lucilio: “Consuelo sería para nuestra debilidad que las cosas pudiesen restablecerse tan pronto como quedan destruidas; pero sucede lo contrario: el desarrollo es lento y rápida la ruina” (damos la traducción de Francisco Navarro, Epístolas morales de Séneca, Madrid 1884, p. 370).
En primer lugar, el profesor Bardi introduce una forma que los seres humanos tenemos de conocer el mundo y evitar el colapso del que habla Séneca: la construcción de modelos que nos permiten hipotetizar sobre escenarios futuros y actuar en consecuencia. Estos modelos pueden ser relativamente exactos, en especial cuando se ponen a prueba empíricamente; pero también es bastante sencillo que resulten equívocos (como es el caso del negacionismo del cambio climático, por ejemplo). Según las investigaciones clásicas, hay dos maneras de construir estos modelos: de arriba-abajo y de abajo-arriba. La primera consiste en observar el comportamiento de un sistema y construir un modelo sobre él; mientras que la segunda involucra separar el sistema en subsistemas para estudiar su comportamiento y, posteriormente, construir un modelo comprehensivo. Ambas estrategias son falibles, lo que hace recomendable que no les pidamos más de lo que pueden dar.
Es evidente que los modelos tienen limitaciones a la hora de sugerir explicaciones sobre el futuro, pero esto no implica que no cumplan su función; de hecho, necesitamos modelos que sean sólo lo suficientemente buenos como para dotarnos de bases sobre las que actuar; no hay necesidad de buscar modelos perfectos.
Ahora bien, una característica crucial de los sistemas complejos señalada por el profesor Bardi es su paso por puntos de inflexión o de vuelco (tipping points); en ellos, los sistemas sufren alteraciones rápidas y no previsibles por nuestro conocimiento sobre su pasado. Algunos de los tipping points más inquietantes con los cuales actualmente nos estamos enfrentando afectan al cambio climático (“eructo de metano” por deshielo del permafrost, pongamos por caso). El discurso público a menudo ha ignorado estas cuestiones, por lo que no disponemos de claves generales sobre cómo los gobiernos alrededor del globo planean enfrentarlo. Aquí intervienen una serie de errores y sesgos cognitivos que aparecen cuando los seres humanos nos enfrentamos con la incertidumbre que el futuro conlleva: (1) un sesgo representativo que nos lleva a juzgar en base a estereotipos, (2) disponibilidad de experiencia limitada y (3) el anclaje de nuestros juicios a datos limitados independientemente de su significado. Además, el pensamiento grupal juega un papel importante, y suele hacer a las personas más falibles en sus creencias de lo que serían individualmente, al cambiar su comportamiento para amoldarse al grupo.
El resultado de esta actitud hacia el cambio climático y otros problemas actuales es la propensión a ser demasiado optimistas y a desestimar de forma imprudente modelos que nos resultarían útiles. El químico florentino desarrolla las ideas básicas de la ciencia de sistemas complejos, un enfoque que nos aproxima a la comprensión de sus colapsos, que llegarán antes o después. En efecto, Bardi insiste en que “el colapso no es un error, es un rasgo característico” de los sistemas complejos en el Universo que habitamos (p. 40; las traducciones que daremos del original inglés son nuestras).
Los sistemas complejos son entidades formadas por subsistemas que interactúan entre ellos de maneras que no pueden ser recogidas a través de una sola ecuación, sino que necesitan modelos más complejos. El rasgo esencial de los sistemas complejos es el estar dominados por relaciones de feedback (realimentación): como reacción ante una perturbación externa, los sistemas complejos tienden a amplificar sus efectos (feedback positivo) o bien a mitigarlos estabilizando el sistema (feedback negativo). Este fenómeno es inseparable de los sistemas complejos en tanto remite a la “tendencia de los elementos de un sistema a influirse mutuamente (…). Los cambios en un elemento generados por una perturbación afectarán a los demás elementos del sistema” ( p. 35). Esta complejidad implica la incapacidad de predecir el comportamiento de los sistemas complejos al modo de la física clásica, que predice el movimiento de sus objetos con ecuaciones simples (pensemos por ejemplo en la gravedad newtoniana). Los sistemas complejos “nunca se detienen, están en constante cambio” (p. 33) “porque están vivos, en el sentido de que rebosan de energía” (p. 34).
Los sistemas complejos tienen estados atractores: un conjunto particular de sus parámetros al cual tienden siempre, tendencia denominada homeostasis. Sin embargo, como resultado de perturbaciones externas y de fenómenos de feedback, un sistema complejo puede llegar a un tipping point y comenzar a “desplazarse” para luego estabilizarse en un atractor diferente. En algunos casos, esto corresponderá a una complejidad mucho menor que el atractor previo, caso en que nos encontraríamos frente a un fenómeno de colapso. De hecho, Bardi define el fenómeno del colapso precisamente como “una transición de fase que lleva a un estado de complejidad reducida, típicamente rápido y abrupto” (p. 34).
Esta tendencia al colapso rápido y abrupto se relaciona con el principio de producción máxima de entropía (MEP por sus siglas en inglés): la energía tiende a disiparse de forma muy rápida, hecho que origina colapsos. Se trata del resultado de la estructura interconectada (networked) de los sistemas: “en un colapso, cada elemento que comienza a moverse en una determinada dirección arrastra a otros elementos con él, y el resultado es una cascada de efectos que van todos en la misma dirección” (p. 39). De esta forma, parece darse una confabulación entre los distintos elementos de estos sistemas para producir, en una precipitación de eventos, el colapso de la red interconectada que constituye el sistema. Aquí hay que insistir en una de las ideas fundamentales del libro del profesor Bardi: el colapso no es un fallo sino una característica intrínseca de los sistemas complejos. La interconexión puede llevar a que, como resultado del impacto de una perturbación sobre uno o algunos de sus nodos, la red entera colapse. Así, el desarrollo de los sistemas complejos responde a menudo a lo que el profesor Bardi denomina el modo Séneca (el autor ha desarrollado desde hace años sus ideas en un fascinante blog llamado The Seneca Effect): se trata de un proceso asimétrico, donde el crecimiento es lento y el declive muy acentuado.
Pero ¿y si un sistema de hecho colapsa? ¿Está perdida toda esperanza? El colapso implica el paso a un estado de complejidad menor, pero no necesariamente la absoluta destrucción del sistema en cuestión. De este modo, puede aún haber “vida tras el acantilado”: un nuevo proceso de crecimiento tras el colapso, o lo que el autor denomina “la revancha Séneca” reflejada en el modelo de Lokta-Volterra. Este modelo se diseñó para explorar las relaciones entre las poblaciones de presas y depredadores, pero, según nos dice Bardi, puede ser útil para pensar la existencia de ciclos sucesivos de crecimientos y colapsos en diferentes tipos de sistemas. De hecho, este modo de comportamiento suele darse más bien en sistemas complejos como sistemas económicos, aunque no tanto para los sistemas naturales; una de las dificultades para un nuevo crecimiento pasa por el hecho de que el colapso, a menudo, viene producido por el agotamiento de los recursos que habían permitido el crecimiento original. Lo que este modo nos enseña es que el colapso no es definitivo: puede no suponer un punto final.
Los rudimentos de ciencia de sistemas complejos que Bardi desarrolla pueden ayudarnos a pensar el estado y el destino de nuestra civilización como el de un sistema complejo entre muchos otros que, por ende, puede colapsar. De modo evidente, hay un estado de cosas que apunta a este desenlace, más grave y continuado en el tiempo que los desastres naturales: el cambio climático y la crisis de los recursos energéticos. Respecto a la crisis energética, como dice Bardi, a corto plazo “el problema es cómo encontrar los recursos financieros necesarios para mantener la producción energética al menos tan estable (en términos energéticos) como la década pasada” (p. 128), debido, por un lado, a la falta de demanda y, por otro, al agotamiento del petróleo. Este tipo de crisis presenta las condiciones idóneas para las guerras y la violencia concomitante, así como hambrunas, epidemias y despoblación, desencadenando lo que Bardi llama un Séneca Crunch: la suma de factores negativos que desembocan en el colapso de un sistema. Este hecho evidencia lo frágil del terreno de juego donde nos movemos: la disponibilidad de recursos o los efectos del cambio climático pueden ejercer una presión suficiente sobre los sistemas complejos que son nuestras sociedades como para precipitarnos por un acantilado de Séneca.
¿Cabe alguna duda de que actualmente nos encontramos frente a un colapso de tipo Séneca? Según Orlov, hay cinco etapas del colapso de una civilización: (1) colapso financiero; (2) colapso comercial; (3) colapso político; (4) colapso social y (5) colapso cultural. Hoy en día, son evidentes fenómenos propios del colapso financiero y comercial de 2008 y observamos algunos síntomas del colapso político, como la desconfianza en la clase política o la polarización de la sociedad. De este modo, provistos de la esperanza como herramienta indispensable, la pregunta fundamental que debemos hacernos puede que sea: ¿cómo gestionamos el colapso?
Una respuesta rápida a esta pregunta es la solución instintiva de muchos políticos y empresarios ante cualquier problema ecosocial: “debemos financiar más investigación” (p. 178), cuyo paradigma es la posibilidad de generar energía barata virtualmente infinita. Si bien actualmente este tipo de proyectos, como los reactores de fusión nuclear, están aún en una fase de investigación muy temprana, el autor florentino se permite cierto grado de especulación, considerando la posibilidad de una máquina minera universal o del envío de contaminación al espacio (con energía infinita ninguna propuesta parece ser demasiado descabellada). Sin embargo, Bardi recuerda que ya en 1972 el clásico estudio The Limits to Growth mostró que, incluso con energía infinita disponible, el colapso del sistema industrial mundial terminaría sucediendo por una combinación de factores tales como la sobrepoblación, el agotamiento de los recursos y la contaminación. En pocas palabras: el problema no es la energía, sino la presencia de límites inevitables al desarrollo humano.
Para gestionar adecuadamente los colapsos en un mundo con límites es necesario desarrollar un conocimiento profundo de los sistemas complejos y también haber alcanzado cierto equilibrio de poderes entre los actores relevantes que garantice la paz. Necesitamos, por ponerlo en palabras de Donella Meadows, pensar de forma sistémica (hemos de felicitarnos por la reciente publicación en castellano del libro de Meadows Pensar en sistemas, Capitán Swing 2022): la caída por el acantilado de Séneca más cercano y el posterior impacto, que parece ser el de la crisis ecosocial inminente, solo pueden mitigarse mediante un pensamiento global (y actuación local) que comprenda la posición de los individuos en el ecosistema terrestre y permita trazar un plan de acción colectiva que asegure la cooperación masiva y nos ponga a la altura del riesgo.
En suma, la homeostasis del sistema no debe darse por sentada, y solo una acción conjunta, fruto del pensamiento sistémico, servirá para mitigar la amenazadora caída por el acantilado de Séneca. Para Bardi, según determinados ejemplos históricos, esta acción tiene tres requisitos: (1) usar solo recursos abundantes, (2) usar tan poco como sea posible, y (3) reciclar compulsivamente (p. 204). Además, esta estrategia favorece también el llamado “rebote de Séneca”, que implica una oportunidad para imaginar una estructura diferente para el sistema como, según propone Bardi, un modelo de economía circular que revitalice la agricultura sostenible y la artesanía, rechazando fines militares.
En cualquier caso, si Bardi nos enseña algo es que no se puede predecir el futuro y que, si bien no podemos evitar el colapso, sí podemos al menos tratar de colapsar mejor. Before the Collapse (título que sugiere un doble significado: antes del colapso, sí, pero también ante el colapso) es una buena guía para esa singladura, y se agradecen los frecuentes toques de humor con que el autor desdramatiza su materia de estudio, en sí misma —no hace falta insistir sobre ello— muy dramática.
amo sus publicaciones, de alguna manera siento que el colapso es inevitable y mas que aprender un lenguaje de programacion, va a ser mas util saber cultivar mi alimento, que es venenoso, que hierba es medicinal y otras habilidades que fueron fundamentales para nuestros ancestros.
[…] Manuel Garcia Dominguez, Eleonora Arca, Guillermo Aragon Perez and Maria Teresa Lopez Franco that appeared on Nov 24, 2022 on “15-15-15.” The English version is available from Springer. Translated from Spanish by Ugo […]