Ilustración de Martin Mantxo
Martin Mantxo

Potosí: el colapso

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El pasado mes de septiembre una noticia pasó inadvertida para la opinión pública, o no se le dio, al menos, la importancia que merecía. Sobre todo por ser un indicativo de la alarmante situación en la que nos encontramos en muchos aspectos, además de por su dimensión simbólica. El 17 de septiembre se derrumbó el Cerro Rico de Potosí después de quinientos años de explotación minera de plata. Este desastre, que pese a estar anunciado desde hacía años, supone la representación de un hundimiento parejo y también obviado como es el de la extracción minera, de plata y de otros minerales preciosos, así como del hundimiento social y ambiental que acompaña a dichas actividades. También representa a un nivel más general y planetario, el hundimiento al que está abocada esta civilización, el colapso, porque representa el fin de los recursos y el colapso ambiental, social y económico. Otro paralelismo: este colapso, como Potosí, pese estar anunciado por distintos estamentos y desde hace mucho tiempo, se prefiere ignorar.

El Cerro Rico de Potosí fue emblemático por su actividad minera, por la extracción de plata que le valió el acuñar la expresión «vale un Potosí» para indicar riqueza. Por ello mismo su silueta aparece en el escudo de Bolivia. Potosí representa la historia de la conquista y de la colonización de América, y de lo que la movió: la búsqueda de riqueza, y en especial de oro y plata. Este ansia se refleja en la toponimia que dejaron: Ciudad de la Plata, Río de la Plata o de la propia Argentina, derivado del nombre latino de este metal (argentum, al que corresponde el símbolo científico Ag).

Potosí simboliza la codicia española que inicia su explotación en 1545, nunca acometida por los incas quienes tenían a esa montaña como sagrada y eran temerosos de su alma y sus estruendos. Según algunos, el nombre procede del vocablo potosí (estruendo) que algunos asocian al estruendo de las explosiones mineras, aunque también se asocia con Orcco Poctocchi o cerro del que brota plata. El 17 septiembre 2022 volvió a rugir y exigió que dejemos de joder y de explotar sin deparar en el futuro.

La información sobre el hundimiento la recibí gracias a que participo en un grupo de personas sensibilizadas por el medio ambiente en la Amazonía boliviana, personas que se sienten impotentes ante el desastre que el extractivismo provoca en dicho territorio, que entiendo se agrava porque el gobierno en curso es un gobierno en teoría progresista e indigenista, con lo que su política claramente extractivista es ocultada o justificada.

Potosí y el pico de la plata

Ilustración: Martin Mantxo
Martin Mantxo
Potosí entraña la devoción por un recurso, en este caso minero, que se extrae y explota sin tener en cuenta el final de ese mismo recurso. El hundimiento del Cerro Rico de Potosí es paradigmático: nos demuestra que la extracción de minerales tiene un final, son recursos finitos. Nada podía expresar tan bien lo que significa el fin de los recursos como el hundimiento del cerro Potosí. Los picos o techos extractivos, el punto en el que los niveles de extracción de un recurso natural no renovable empiezan a decaer, es algo de lo que venimos oyendo desde hace mucho tiempo relacionado con los combustibles fósiles, es decir, el petróleo, el gas y el carbón. Pero seguimos sin hacer mucho caso como si no fuera con nosotras, cuando nos plantean técnicas tan atroces, destructivas y violentas como el fracking (aprobado recientemente en el Reino Unido y también planteado en el Estado español), las arenas bituminosas o la extracción en grandes profundidades marinas, que obedecen, sin más, a la reducción de la disponibilidad global de ese recurso.

Este declive se da también en todos los demás recursos finitos. Es lo que se llama el Peak Everything o Pico de Todo, dentro del cual la plata y el oro no son excepción. Al parecer la plata ya tocó techo en 2015, aunque previamente también había entrado en crisis en 1990 y 2001. Después de llegar ese pico comienza el declive, y tras el declive solo queda el hundimiento. Potosí es ejemplo elocuente de ese hundimiento.

Otra evidencia: en 2018 se consumían (¿cómo se hace para consumir plata?, ¿para qué sirve?) más de mil millones de onzas de plata al año, mientras que sólo se producían 800 millones de onzas. Esa caída se ha prolongado en los años posteriores.

El caso del oro es muy similar al de la plata, con las reservas existentes agotándose y disminuyendo también los descubrimientos de nuevos yacimientos. La propia industria del oro confirmó su pico hace 4 años. En 2018 el presidente de una de las principales mineras de oro, Goldcorp, lo asumía: «Todos los grandes yacimientos han sido descubiertos (…) lo hemos encontrado todo». En 2019 se dio el primer descenso anual de la producción, que cayó hasta las 3.531 toneladas. Aun así, la industria todavía calcula en un 20% lo restante por explotar, lo cual resulta mucho, sobre todo ante desastres como el de Potosí. Confirmando la falta de perspectiva y de sensibilidad ambiental y el nivel de codicia de las mineras, se nos antoja que todavía falta mucha destrucción y daño a las comunidades.

Pero la plata además de considerarse un mineral precioso y de sus diversos usos, tiene, como el oro, un valor monetario: de hecho, hasta hace no tanto se regía por ellos la medición de nuestra economía. No en vano, las monedas se hacían en este material por el valor real que tenía. Y no en vano, en la misma ciudad de Potosí existía la fábrica de moneda española. Por lo tanto, la economía se ve afectada históricamente por la extracción de estos dos minerales. Por eso también desde hace tiempo se han impuesto otros patrones monetarios. Aun así, el colapso de Cerro Rico augura un colapso capitalista del que tenemos muchos indicadores.

El anunciado e ignorado colapso de Cerro Rico

Una de las entradas a la mina de Cerro Rico. Fotograífa: Marco Ebreo, 2017. Fuente: Wikimedia Commons.
Una de las entradas a la mina de Cerro Rico. Fotograífa: Marco Ebreo, 2017. Fuente: Wikimedia Commons.
Leyendo en los medios de comunicación vemos que este colapso era algo anunciado desde hace bastantes años. En 2010 ya ocurrió un hundimiento parcial y en el 2011 el Servicio Nacional de Geología y Técnico de Minas (Sergeotecmin) publicó un informe en el que alertó de que «el hundimiento de la cúspide del Cerro Rico de Potosí ocurre en una zona de intersección de tres sistemas de fallas mineralizadas, el macizo de roca presenta una mayor persistencia e intersección de varias familias de discontinuidades».

En 2015 se encuentra ya «al borde del colapso por la continua y descarnizada labor minera de los últimos 500 años». Hace cinco años, en 2017, ya había temores de que ocurriera y sin embargo se mantuvo la explotación, entre otras muchas cosas, porque la plata es un bien muy preciado.

Apenas dos meses antes del colapso del cerro, colapsó un depósito de relaves con la contaminación con lodo y residuos mineros de cuatro ríos, que llegó al río Pilcomayo, y de allí al Paraná del que es afluente, para desembocar en el Río de la Plata. ¡Qué paralelismo con Mariana y Brumadinho!

La amenaza ya fue denunciada por el mismísimo ex-ministro de minería boliviano Epifanio Mamani quien había advertido el año pasado a France24 de que «Si no se da una solución inmediata podría ocurrir una catástrofe donde podrían fallecer muchos operadores mineros». También lo denunciaba en el mismo medio el director adjunto del diario El Potosí, Juan José Toro, quien fue agredido en 2020 por mineros cuando intentaba subir a la cima con una comisión de defensa patrimonial. Entonces ya informaban de 19 hundimientos existentes con riesgo de unificarse. Parece que nadie les escuchó. O prefirieron seguir como tal, unos embolsándose millones, otros llevándose un trozo de pan a la boca, hasta que se consumara la tragedia.

En 2017 ocurrió un derrumbe que provocó la muerte de dos mineros. Entonces ya se propuso una recolocación de mineros a otras minas de Bolivia por la amenaza latente de hundimiento en la mina, propuesta a la que se apuntaron 300 mineros de un total de 20.000 que trabajan en la mina.

Ese deseo de los trabajadores de ser relocalizados coincide con su miedo ante la inseguridad. Pero primaba la necesidad de seguir trabajando, de mantener una de sus pocas maneras de ganarse el pan. Sueldos de 20 dólares por jornada por extraer cargas de roca y tierra con esas dosis de riesgo y accidentes. Además las palliris o mujeres que rebuscan entre los desechos mineros que consiguen de 143 a 430 dólares por tres meses de trabajo. Ellas y ellos, esclavos actuales como muchas otras personas que sostienen este brutal sistema capitalista, son los descendientes directos de los mitanos. La mita fue el sistema de esclavitud que impuso la corona española para explotar las minas, pero en realidad era un vocablo quechua (mit’a) que originalmente significaba trabajo comunitario. De todo se apropiaron, todo lo corrompieron.

El colapso de Potosí nos augura también la carrera ciega del capitalismo hacia la destrucción, porque siempre se anteponen otros objetivos (sueldos, beneficios, recursos) a la seguridad, bienestar o medio ambiente.

Una decadencia que se remonta a la época colonial

Theodor de Bry, 1661
Theodor de Bry, 1661
Cerro Rico de Potosí fue también conocida como «la montaña que comía hombres», lo cual, teniendo en cuenta la leyenda incaica podemos concluir que cumplió al pie de la letra. Eduardo Galeano dedicó líneas a Potosí, por la relevancia mencionada[1]. Decía que se podría construir un puente de Potosí a Europa con la plata extraída del Cerro Rico. Pero también otro con los huesos de las personas que murieron dentro de la montaña. Se estima que ocho millones de trabajadores africanos e indígenas murieron en las minas de Potosí durante la colonia de España.

Galeano habla ya en 1971 de la devastación que suponía la minería en Potosí, y su mejor testigo el Huakajchi o «monte que ha llorado». Ya hablaba de su «decadencia» y de «la extenuación de la plata», que «había sido interpretada como un castigo divino» (p. 52) (¡Ah, los civilizados también desarrollan opiniones no científicas!). Porque la extracción de la plata llegó a su apogeo hacia el año 1650 (100 años de producción), momento en el cual las vetas empezaron a agotarse (pico de la plata de Potosí). Y sin embargo, ¡qué poca perspectiva hemos tenido y cómo hemos seguido intentando limar hasta la partícula más insignificante sin reparar en sus consecuencias!

Cuenta Galeano también, que ya por 1825, los indios sufrían tanto que suplicaban al cerro que agotara sus vetas. «Y por fin el cerro maldijo la codicia»[2]. ¿Por fin el cerro maldijo la codicia? No tiene fin, ahora explotaran los desechos o abrirán una mina a cielo abierto.

También dice Galeano que Potosí fue «el centro de la vida colonial americana», pues a su alrededor giraban las demás economías. Potosí, paradigma, pues, del colonialismo basado en la esclavitud, para enriquecer una colonia que se convirtió en hegemónica y cuyo poder se mantiene hasta ahora. Se calcula que de Potosí se extrajo el 50% de toda la plata extraída en el mundo a fines del siglo XVI, por un valor de 50.000 millones de dólares. Mientras tanto, Bolivia se convertía en uno de los países más pobres del mundo, condición paliada en parte por los últimos gobiernos.

El gobierno continúa el extractivismo pese a riesgos patentes

El cerro fotografiado en 2002 por Mhwater. Fuente: Wikimedia Commons.
El cerro fotografiado en 2002 por Mhwater. Fuente: Wikimedia Commons.
Juan José Toro denunciaba también la actuación del Estado que «no hace nada» para frenar la explotación de Potosí, que además era ilegal por superar la cota de los 4.400 metros. Qué triste, sin embargo, que esos gobiernos tengan que recurrir a los mismos métodos, a sobre-explotar recursos sin prever su fin, a sobre-explotar recursos con tantos impactos ambientales y humanos. Recordemos que el gobierno de Evo Morales, gobierno indígena, como los mitanos, gobernó de 2006 al 2019. Para este gobierno, la explotación de los recursos minerales del país ha sido el sostén de su economía, dependiendo mucho del gas que exporta, e incluso iniciando otras como la del litio o ahora la de petróleo en la Reserva Tariquía (Tarija).

En 2014 el gobierno aprobó una ley minera que modificó las reglas de las reservas naturales otorgando más capacidad de explotación a las empresas. También cambió la ley para favorecer a las mineras criminalizando la oposición contra ellas.

En 2017, año de derrumbes y muertos en el Cerro Rico de Potosí, el gobierno presentaba Potosí de plata, según ellos un Programa Minero Integral y Sustentable para el Cerro Rico de Potosí, aunque uno se pregunta qué sostenibilidad cabe en esta explotación. Dicho programa incluía:

  1. «el desarrollo de una mina moderna en la parte oxidada del Cerro Rico»
  2. «la ejecución de una galería (rampa) para el desagüe de las labores anegadas de la antigua mina de COMIBOL y el acceso a las reservas profundas de estaño, zinc y plata en el Cerro Rico»
  3. «la platería potosina», es decir, el desarrollo de una industria local de este mineral.

Entendemos la complejidad del capitalismo actual, de la globalización, del neoliberalismo; de las dificultades de las economías desposeídas, de los pueblos expoliados, para desarrollar alternativas. Pero ¿no hay más posibilidades que seguir extrayendo los recursos en que se basa tanta opresión, tanto deterioro ambiental, tanta dependencia económica y hacerlo de la misma forma (exceptuando en este caso el desarrollo de alguna industria propia y local)? ¿Hay que hacerlo hasta el colapso? Sin duda este hundimiento simboliza también las consecuencias de seguir las mismas políticas capitalistas cuando te dices progresista o revolucionario.

Potosí o la imposición civilizatoria a la cosmovisión indígena

Ilustración: Martin Mantxo
Martin Mantxo
Este desastre también pone de relieve la dicotomía indígena-civilizado y el argumentario por el cual el indígena necesita ser integrado y asumir la cultura occidental para mejorar su condición humana. Según esta forma de ver las cosas, la mentalidad indígena es entendida como incorrecta y la civilizada como correcta. El lazo indígena con la Naturaleza, su forma de interpretarla, sus ritos y mitos como incorrectos. Pero este hecho nos demuestra también que la mentalidad indígena estaba en lo correcto y la civilizada no. Ellos no provocaron el desastre. Los civilizados obviaron la alarma indígena y provocaron el agotamiento, el hundimiento y, de paso, mucho dolor y muerte.

Es la dicotomía a la que se enfrenta todo Abya Yala y todo el planeta. Es la dicotomía a la que se enfrenta el pueblo wixárita (huichol) en Jalisco, México, desde su sustentabilidad y cultura ancestral ante el deseo de extraer plata y otros minerales de su cerro sagrado de El Quemado o Wirikuta, incluido por la UNESCO en la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales. La canadiense First Majestic quiere explotar el cerro donde, según este pueblo, se creó el Sol y su cultura, y donde se ubica el altar para sus ofrendas. Pero también les concierne el impacto en el medio ambiente, en su ecosistema, y sobre todo en el agua de la que depende todo. Hasta ahora el pueblo wixárita ha tenido éxito en su resistencia pero también cuenta con un saldo de muertos por su oposición. No podemos encontrar mejor ejemplo de lo que supone esa dicotomía que el propio Pronunciamiento para la Renovación del Mundo que realizaron el pasado abril desde el mismo cerro de El Quemado.

El fin de Potosí replicado en la minería a cielo abierto en Abya Yala

Fotograma de una grabación en vídeo de uno de los últimos hundimientos, registrado el 29 de octubre. Vídeo: ElPotosi.net.
Fotograma de una grabación en vídeo de uno de los últimos hundimientos, registrado el 29 de octubre. Vídeo: ElPotosi.net.
El fin de la plata en Cerro Rico Potosí es algo de lo que hay evidencia desde hace mucho tiempo. La plata que sale de la que fue la mayor veta argéntea del mundo, ahora aparece en pequeñas cantidades, muchas de ellas recogidas por personas a mano, que tienen ese oficio, el de buscar esas piedras para así aprovechar al máximo estos últimos restos. Este aprovechamiento de las últimas migajas es a lo que se ha reducido actualmente la extracción de muchos minerales a nivel mundial. Por tanto, pese a la evidencia, el Capitalismo trata de obviar el fin de los recursos.

El tipo de explotación histórica cuando la cantidad de mineral era abundante ya no existe: en los mismos Andes la forma de la que se explota es arrancando toda la roca, y luego pulverizarla para para extraer de ella partículas microscópicas de distintos materiales. Estas formas de extracción, pese a su sofisticación, evidencian en realidad el fin del mineral. Sin embargo seguimos haciendo oídos sordos, ojos ciegos de esa evidencia e intentando extraer más y más, acabando con los ecosistemas, acabando con los pueblos, hundiendo los cerros.

La misma tragedia que ocurrió en Potosí es la tragedia que sufre que presencian numerosas comunidades a lo largo de esas montañas de los Andes, porque si en este caso la negligencia y la explotación abusiva provocaron la desaparición de una montaña, la actual minería a cielo abierto lo hace ya desde el inicio de su actividad. Son proyectos como el MARA (Minera Agua Rica Alumbrera) o proyectos como Tambogrande, Pascua Lama, Yanacocha, El Tambor, el Conga o… su listado nos daría para construir otro puente atravesando el océano.

El expolio que significó Potosí bajo la corona española y posteriores gobiernos tiene su reflejo actualmente en miles de otras explotaciones extranjeras en Abya Yala. Se aprovechan de las condiciones económicas sin reparar en su impacto ambiental y social, porque lo que reciben los gobiernos por esa explotación y recursos no alcanza para cubrir los daños ambientales y de salud que provocan. Sin embargo los gobiernos de países con economías precarias, todavía lo ven como forma de ingresos (sin obviar los intereses particulares que muchos políticos puedan tener en esos proyectos). Así, en 2016 el gobierno mexicano concedió 558 nuevos títulos para extraer oro y plata, correspondientes ¡a 1,1 millones de hectáreas! En Neuquén (Argentina) concesionaron la explotación minera de Andacollo a la australiana Trident Southern Explorations a precio de ganga. El colapso del Cerro Rico de Potosí es una expresión concreta de ese expolio, esa riqueza que exportan y la miseria que dejan: el hundimiento (económico, ecológico y social).

Un ejemplo sería la canadiense First Majestic Silver Corp propietaria de la mina de plata La Encantada, de las de plata y oro de San Dimas y la de Santa Elena en México: MSC debe al fisco mexicano 534 millones de dólares. Las mineras y extractoras de plata además de beneficiarse de esas condiciones favorables intentan pagar menos, muchas veces sobornando a políticos para ello como la canadiense Almaden Minerals en México o Pan American Silver en Argentina, propietaria del proyecto Navidad en Chubut. Esta además de pagar coimas, invierte en agencias para la fabricación de información favorable a su actividad.

Fotografía del Cerro Rico, ya sin su cúspide, tras el último hundimiento. Fotografía:  Jannett Cortez para radio Kollasuyo. Fuente: RadioKollasuyo.bo.
Fotografía del Cerro Rico, ya sin su cúspide, tras el último hundimiento. Fotografía: Jannett Cortez para radio Kollasuyo. Fuente: RadioKollasuyo.bo.
Potosí es la historia de otras muchas minas de plata que se están agotando y dejando un gran legado de miseria ambiental y social. Es la historia del cerro de San Pedro (valle de San Luis, México), una mina de plata y oro a cielo abierto clausurada en 2016, tras una década de explotación. Pertenecía a la Minera San Xavier, de la canadiense New Gold, la cual dejó tras de sí también innumerables litigios y denuncias por devastar la zona y consumir el agua del valle.

La mina de plata y plomo de Cerro de Pasco (Perú), también en los Andes, tiene 400 metros de profundidad y amenaza con engullir el pueblo de 70 mil habitantes. La contaminación que padecen sus habitantes, sus niños, es la otra consecuencia. Y así podríamos seguir…

Las mineras contaminan el agua con metales pesados de la lixiviación (el lavado de la roca para extraer la plata y otros minerales), al tiempo que consumen el agua necesaria por las comunidades y de la que dependen en la mayoría de los casos sus economías. Así han denunciado en Perú la plataforma creada exclusivamente por personas afectadas de distintas comunidades y provincias por minerales pesados. Ese fue también el dictamen también del juicio popular comunitario contra el Estado y las empresas mineras celebrado en 2018 por comunidades afectadas por proyectos mineros en Oaxaca (México): «Ni oro ni plata, la minería mata».

Para ello también se saltan hasta los sistemas de protección ambiental implementados, como el caso del Parque Nacional Patagonia en Chile entregado por el gobierno de Piñera a la minera australiana Equus Mining (Southern Gold) para la extracción de oro y plata.

Siempre nos quedará la Luna

Ante este agotamiento de recursos y, por tanto, de beneficios, las empresas podrían actuar de otras maneras, pero su opción es siempre el seguir extrayendo no importa cuantos potosís se derrumben.

Al igual que algunos proponen ante la emergencia climática y ambiental colonizar y buscar soluciones en otros planetas, quizás esa sea la solución para la plata. Sólo haría falta que su precio subiera tanto que resultase rentable su transporte (y hubiese suficiente energía para realizarlo, claro está). La NASA ya anunció la existencia de plata y oro en la Luna y Trump emitió una orden antes de salir del gobierno animando a sus conciudadanos a explotar la Luna. Preveían que su explotación pudiera comenzar en 2025. Hasta que explotemos toda la Luna. Hasta que se nos caiga encima.

Ilustración de Martin Mantxo
Martin Mantxo

Notas

[1] Ver Las venas abiertas de América Latina, Siglo Veintiuno, 1971. Esplendores del Potosí: el ciclo de la plata, p. 29, Ruinas del Potosí: el ciclo de la plata, p. 47.

[2] Memorias del Fuego – II Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, 1984, p. 157.

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Activista en el movimiento internacionalista y ecologista en Euskal Herria e Inglaterra y en redes internacionales. Autor en distintos medios y programas de radio, y ahora traduciendo, produciendo y circulando información desde APlaneta.org. Artista plástico, gráfico, licenciado en Bellas Artes.

3 Comments

  1. […] al pie de la letra. Eduardo Galeano dedicó líneas a Potosí, por la relevancia mencionada[1]. Decía que se podría construir un puente de Potosí a Europa con la plata extraída del Cerro […]

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