Víctor García Aranda
Fotografía: Víctor García Aranda (fragmento).

Reseña de «El sol de los lobos»

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El sol de los lobos (portada). Laura de la FuenteEl Sol de los Lobos será el tercer poemario que publique la poeta y actriz Laura de la Fuente, tras Cuadernos para náufragos y En mi tierra de nadie. Bajo el sugestivo subtítulo “Poemas hacia un desvanecimiento de la poesía”, reúne 30 poemas elaborados de 2018 a 2021, con un tono entre cenital y esperanzado que, en último término, es un canto a la vida.

La primera sensación que puede tener el lector es que la vida se ha rebasado, indudablemente. Pero a este momento terminal lo sigue la voluntad de construir una vida nueva, como se plasma en el poema de tal nombre, en cuyos cuatro últimos versos expone la autora:

Para una vida nueva me acuesto cada día
entre los escombros de la luz y del temblor;
recorro de memoria cenizas río arriba

y me entierro viva

Hay una constatación de tono gramsciano que parece recorrer por momentos el poemario: el mundo viejo aún no ha acabado de morir y el nuevo no ha acabado de nacer. Se ve en el poema 22 cuando la autora nos dice “Tiempos mejores vendrán/ tiempos mejores que yo” y culmina con “Lo teníamos todo. Menos lo que había que tener.” También en «Peticiones» al expresar “Aprovechemos el derrumbe/Empecemos de cero” mientras clama por un esfuerzo colectivo que acabe con la impostura en que vivimos:

Empujemos juntos hacia el derribo
de las caducas certezas que desangran
la armonía del suelo y la labranza.
Tumbad la fábula del crecimiento
infinito que construye y que arrastra
un edificio de fe y de peligro

Y es que todo el poemario está recorrido por una certera crítica al sistema y sus disfunciones, a ese anhelo estéril y mortal de infinitud de esto que llamamos civilización, que ha parecido olvidar que nada hay eterno y que todas las horas hieren y la última mata (vulnerant omnes, ultima necat). Así podemos verlo en «Si la ciudad», en el que el núcleo de la civilización o la civilización misma parecen encarnar la antítesis de la vida o, cuando menos, un freno para el afrontamiento de las verdades que exige nuestra supervivencia:

Si la ciudad no ocultara,
si no despistara tanto,
hace más de medio siglo
habríamos comenzado
a lanzar nuestras preguntas
por el lado más sensato;

Y nos recuerda que “(s)abríamos que es mortal/ el mundo y este sol de los pájaros” y “el mundo sería otro”, porque a la dolorosa constatación de lo presente la acompaña un trasfondo de esperanza, que asoma leve pero constante, como un canto que celebra la vida en todas sus facetas, desde lo personal a lo colectivo, como contraste a este Pandemónium que habitamos.

Así, en «Un poema más, un poema menos, un sosegado inventario de desastres» (No hay remedio, sabemos, se extinguen los recursos,/ como tribus de nieve se nos deshace el pulso/ por la gran tubería que deshiela este mundo./ Se acerca, sin enmienda, el final del discurso.) remata con un asomo de esperanza o, cuando menos, un canto a la resistencia:

En nuestros corazones palpita el nuevo mundo,
prende, exige, se cansa del suicidio y del lucro.
Organicemos la vida sin deuda ni sepulcro.
Fuera de los Estados cambiemos nuestro rumbo.
En los pueblos la leña, en lo sagrado el junco,
la comunión y el hambre nos unen en lo abrupto.

Mientras que en otros poemas de tono más estrictamente personal, como «Tortugas de terciopelo», dedicada a su hijo, se paladea con más fuerza una celebración de la vida que se acompaña de certera ternura cuando la poeta finaliza:

Cuando tú te despiertas
brota la luz primera del universo.
Y yo te miro alucinada
como si no pudieras ser cierto.

Estamos, por tanto, ante un poemario que sin alharaca, artificio o esfuerzo alguno es fundamentalmente decrecentista, como observación, actitud y anhelo. Que participa de los temas perennes de la poesía, navega los paisajes de la vida personal de la autora y, al mismo tiempo, aborda las cuestiones fundamentales y vitales de nuestro tiempo, que podrían resumirse en la evidente superación por el modo de vida occidental de los límites materiales e incluso mentales de la vida misma y la necesidad de construir una vida nueva.

Víctor García Aranda
Fotografía: Víctor García Aranda (fragmento).
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Abogado de profesión. Participó en política dentro del PSdeG y en su organización juvenil XSG. Formó parte de la corriente Izquierda Socialista, de la que fue portavoz en Galicia. Durante la crisis de 2008 comienza a alejarse de los paradigmas reformistas que considera deliberadamente miopes a los límites ecológicos y energéticos y toma plena conciencia sobre la incorregible naturaleza expansionista y predadora del sistema industrial y su insostenibilidad intrínseca. Durante esos años entra en contacto con colectivos y activistas y participa en diversas iniciativas como la colaboración para la publicación de la Guía para o descenso enerxético de Vépera de Nada, o la suscripción del manifiesto Última Llamada. Actualmente forma parte de Alternativa Republicana.

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