Laboratorio Filosófico sobre la Pandemia y el Antropoceno
Foto: Marlenne García.

«O nos empobrecemos, o morimos matando»

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“O nos empobrecemos, o morimos matando” fue una de las contundentes frases que, probablemente, más resonó en las cabezas de las personas asistentes a la primera jornada del Laboratorio Filosófico sobre la Pandemia y el Antropoceno, celebrado el pasado mes de noviembre. Este espacio organizado por la Red española de Filosofía pretende ser un foro de debate público donde reunir a diferentes personalidades de la comunidad científica y filosófica iberoamericana.

Cartel de las jornadasLa rotunda afirmación decrecentista proviene de una de las voces más relevantes del ecologismo: el filósofo y activista Jorge Riechmann, ponente de la última sesión de “El Laboratorio” junto a la investigadora del OMAL (Observatorio de Multinacionales en América Latina) Erika González, quien comenzó proponiendo la sustitución del concepto de Antropoceno por Capitaloceno. “El colapso ecológico no ha sido ocasionado por la humanidad como un todo sino por las relaciones de desigualdad, mercantilización y dominación”, apuntó González, centrando su exposición en el poder de las grandes multinacionales y su papel en la crisis ecológica.

El evento fue presentado por Antonio Campillo, filósofo y sociólogo originario de Murcia, quien junto a otros profesionales del sector académico como Carmen Madorrán, Diego S. Garrocho, Agustina Varela o Ramón del Buey, organizaron las primeras jornadas presenciales. Pero, ¿por qué un laboratorio filosófico? En su web explican que “el pensamiento no es una actividad solitaria sino una labor cooperativa que requiere el debate con otros, el aprendizaje mutuo y la hibridación entre los saberes”. Un espacio, en origen online, que promete ser un magnífico altavoz para aportar alternativas viables a la inminente crisis ecológica.

El Laboratorio fue creado durante el primer estado de alarma: “cuando todos estábamos confinados en nuestras casas, aparecieron muchas iniciativas en línea para tratar de comprender lo que nos estaba sucediendo (…) nos pareció que podía ser bueno abrir un espacio de reflexión y de debate interdisciplinar, en el que participasen personas procedentes de muy diversos campos del conocimiento y del activismo social” explica Campillo, coordinador de las jornadas.

Emilio Santiago Muiño, Violeta Hevia y Fernando Valladares, participaron en la primera mesa redonda dedicada a “Cambio climático, biodiversidad y pandemias”, aportando sus diferentes puntos de vista en la Facultad de Filosofía y Letras de la UAM. Hubo reflexiones sobre “los vínculos entre la pandemia de Covid-19 y el capitalismo fosilista”, con intervención de Muiño, un análisis de la mano de Hevia de “los cambios en el uso del suelo como factor decisivo en la degradación de la biosfera”, así como la exposición de las “numerosas y graves alteraciones provocadas por la acción humana en la época del Antropoceno” con la voz de Valladares.

En la segunda mesa enfocada a “Salud, desigualdad y democracia” intervinieron invitados como Javier Padilla, Carmen Fernández Montraveta y Astrid Wagner, con aportaciones centradas en los daños sociales y estructurales que ha dejado visibles la reciente pandemia. Aunque Antonio Campillo matiza: “No queríamos restringirnos a la pandemia como un fenómeno meramente sanitario o de salud pública, sino como un episodio del Antropoceno, como un síntoma de un proceso mucho más amplio que está poniendo patas arriba las bases naturales y sociales de nuestra civilización”.

Foto: M. García.

En la sesión de la tarde en el Teatro del Barrio, dedicada al “Antropoceno y la Transición Ecosocial”, Erika González afirmó que “los efectos de la pandemia han venido a profundizar los graves problemas de fondo que ya eran visibles en el funcionamiento del capitalismo (…) Un modelo basado en el crecimiento económico ilimitado que nos lleva necesariamente al colapso ecológico en un planeta finito”.

Incidió durante toda su exposición en las relaciones de privilegio y desigualdad que potencian la acumulación de capital de una parte de la humanidad sobre las demás partes y sobre la naturaleza, de ahí la propuesta de “Capitaloceno” como crítica a esta nueva era atravesada por el colonialismo, el patriarcado o el racismo.

Su propuesta: confrontar a los principales vectores de acumulación de riqueza en el capitalismo, las empresas transnacionales. “Si se quiere transformar las relaciones de poder, es necesario disputar espacios y poder a las grandes corporaciones”, algo que Erika González y su organización llevan más de 15 años haciendo.

A la brillante exposición de Erika, Jorge Riechmann añadía: “No basta aclarar qué sucede con la acumulación de capital y el dominio de clase. Tenemos que mirar más de cerca la cuestión de la energía (…) No puede haber una “buena” transición ecológica que no sea fuertemente decrecentista e igualitaria (lo cual implica: anticapitalista)”.

Y a la hora de comprometer al conjunto de la sociedad civil para, al menos, “colapsar mejor”, Jorge Riechmann se cuestionó: “¿Cómo organizar un movimiento de masas para un empobrecimiento colectivo rápido con enorme igualación social?”. La respuesta a esta pregunta le llevaba a la segunda parte de su tesis durante la ponencia: “no tenemos ya opciones de construir un “buen” sujeto político (fuertemente igualitario y decrecentista), en tiempo y forma”.

Una aportación cargada de una fuerte crítica al movimiento ecologista de hace veinte años e incluso al actual, el cuál se ha negado a abordar y a aceptar el decrecimiento necesario para que pueda existir una sociedad posfosilista: “Sin una salida muy rápida de los combustibles fósiles crearemos –ya lo estamos haciendo– el infierno en la Tierra. Así que necesitamos esa rápida salida, pero ello implica empobrecernos”.

Pero, en términos numéricos, ¿en qué cuantía deberíamos empobrecernos para poder hacer frente a este colapso ecológico y garantizar una vida digna al conjunto de la población mundial? Según apuntó Jorge haciendo uso de una recopilación de numerosas investigaciones al respecto, a España le correspondería asumir “un descenso energético del orden del 60-80% entre 2020 y 2050.”

A pesar de que la ciencia y las personas expertas comprenden que hay una sola salida y es clara: “o nos empobrecemos, o morimos matando”. Jorge Riechmann indicaba la necesidad de “chalecos amarillos con sus protestas corajudas y radicales” pero no porque el precio del gasóleo sea demasiado alto, sino porque no tenemos muchas más alternativas.

Una movilización que, en caso de darse, sería tardía. Y a pesar de los ánimos de esperanza que albergaba la sala frente al frontal fracaso de ese “buen” sujeto político, el filósofo cerró el debate apelando que tener esperanza de crear, incluso tras el colapso, ese movimiento de lucha, ya es de por sí antropocentrista. Muchas especies diferentes a la humana y sus ecosistemas ya están siendo aniquiladas, por lo que la esperanza a la que se apela puede definirse de especista.

En medio de esta dura realidad, tan difícil de asumir como de solucionar, este Laboratorio Filosófico ya ha cumplido un año y medio. Y aunque el pasado 16 de noviembre se celebró su primera actividad presencial, la intención del equipo es seguir organizando actividades colaborativas de este tipo con otras asociaciones e instituciones, tanto de España como de Latinoamérica, intentando aportar algo de luz a uno de los momentos más decisivos de nuestro planeta: “el siglo de la gran prueba”.

Laboratorio Filosófico sobre la Pandemia y el Antropoceno
Foto: Agustina Varela.
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Periodista de investigación y estudiante de posgrado en Humanidades Ecológicas. Graduada en Comunicación Audiovisual, centra su actividad periodística en la creación de documentales, compaginándolo con su trabajo en televisión y prensa escrita.

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