(Poema publicado originalmente en Escola Massana)
Tenemos el agua a tocar, y no nos sabemos mojar
Nosaltres, qui. —Mireia Calafell
Poco es mucho, demasiado sempre insuficiente.
—Santiago Alba Rico
Aprender
a desaprender
lo aprendido.
Lo aprendido al diktat
de la mnemotecnia del poder
—obedecer, callar, consentir.
Desaprender el horror
—dominar, acumular, poseer.
Y en caso de duda,
dudar siempre.
Es una buena certeza.
La más sólida, tal vez.
En caso de duda,
pues dudar.
Y en caso de incendio
o emergencia
—ecológica, social, feminista—
salir a la calle.
Siempre.
Aprender sobretodo
a no engañar
a no autoengañarse
a no autoengañarnos
y a no dejarse engañar.
Y sí.
Hay otros mundos,
decía el poeta,
pero todos están en éste.
Kabul, Alepo, Fallujah, Gaza, Gurugú.
O un CIE en la Zona Franca.
Y no.
La pregunta ya no es
si otro mundo es posible.
Sino como demonios es (im)posible éste.
Cuando ya no se trata de llegar a ningún paraíso,
porqué con salir del infierno
habría más que suficiente.
Del mundo tal como es,
nadie puede espantarse suficiente
—Gernika, Auschwitz, Hiroshima, Chernobyl.
Encrucijada donde todo radica:
que no nos queremos creer
lo que ya sabemos.
Ara que conocemos,
pandemia en sindemia,
que la única forma
de salvarse cada uno
será salvarnos
todas
al mismo tiempo.
Más que hacer planes,
es tiempo de aprender a deshacerlos.
Sabotear la crueldad que ya nos han planificado.
Cuando declinar democracia
es garantizar el derecho inalienable a decir
en paralelo al deber inexcusable de escuchar
—a los afónicos, los invisibles, los perseguidos.
Necesitamos más que nunca
una ética de la contención,
una praxis de la autolimitación,
un huerto para la alteridad.
Dejar espacio a los otros,
hospitalidad contra hostilidad,
y a los que vendrán.
Y explorar el placer de los limites.
Porqué de extralimitación
—sobredosis de hybris, bilis, odios y Co2—–
ya vamos sobrados.
Ecología social de urgencia:
hacernos cargo de nuestra propia mierda.
Pensar en el antes y en el después,
sopesar todas las consecuencias
y repensar el coste de no hacer nada.
O pagamos el precio o pagaremos la factura.
Un pelín más emancipados o bastante más esclavos.
En el país donde la virgen es negra
y el gorila era blanco
—dicen, dicen, dicen—
que se hará el aeropuerto más verde del mundo.
Pero es en cada gesto,
contra cada oxímoron,
donde necesitamos deshacer el camino local
que nos lleva al matadero global.
Contra los tiranos,
que todo lo quieren mandar;
y contra los ladrones;
que todo lo quieren robar;
la frágil escuela de la democracia,
libres entre iguales y diferentes,
y la ética de la decencia,
desde donde desaprender
la peor versión
de nosotros mismos.
Fuera de clase invocar,
como antídoto, algunos nombres
—Neus Català, Montserrat Roig, Tomasa Cuevas.
Y escuchar, como futuro, a cada superviviente
—Francesc Boix, Joaquim Amat-Piniella, Ferran Planes, Joan Pagés.
Y entre márgenes y tangentes,
allí dónde pasan las cosas de verdad
—realidad periférica contra simulacro pantállico central—
sólo un consejo práctico y precario,
aunque de escala incongruente,
de la mano —y la neurona—
de Jorge Riechmann:
hacer todo lo posible
sabiendo que todo lo posible
jamás será suficiente.
Saberlo para,
así,
ahora,
aquí,
poder volver a empezar.
Todavía.
Otra vez.
Tantas como necesitemos.
Y solamente por si acaso.
Para que nunca no podamos escribir:
por nosotros no fue.
Y entonces, claro está,
aprender aprendiendo
a desaprender
lo aprendido.
Aprendido
Aprendid
Aprend
Apren
Apre
Apr
Ap
A
…
Texto-manifiesto para el inicio del curso en la Escuela Massana de Barcelona (con la ayuda siempre inestimable de Santiago Alba Rico, Marina Garcés, Xavier Antich, Yayo Herrero, Mireia Calafell y Jorge Riechmann).
Noviembre de 2021.