Ilustración de Demián Morassi
Demián Morassi

Cuando despertemos, la crisis climática y sistémica todavía estará allí. Propuestas sostenibles para evitar el colapso en la post-pandemia

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In aliis linguis

(Publicado originalmente en Intersindical – Quaderns sindicals del País Valencià, n. 76, mayo de 2021.)

La crisis  sanitaria ha llegado en un momento en que ya sufríamos dos importantes retos: el cambio climático y el cenit en la energía procedente de los combustibles fósiles. Estos han permitido un desarrollo social y un crecimiento económico sin precedentes, pero también han provocado la emergencia climática. Sin su energía se hunde la sociedad, puesto que las fuentes renovables presentan graves limitaciones y necesitan cuantiosos recursos naturales, ya escasos. Son problemas que proseguirán cuando superemos la crisis  sanitaria.

La pandemia ha provocado una crisis económica coyuntural, pero los otros dos retos implican una reducción estructural del nivel de la economía, no solo por la voluntariedad de atenuar el cambio climático, sino también por la disminución de la energía barata, abundante y versátil.  Por eso, a la transición energética debe unirse la transición hacia sociedades con menos energía y actividad económica.

Los actuales planes de recuperación,  transformación y resiliencia incorporan principalmente medidas de reactivación  económica y reconstrucción de aquello que existía, pero no de auténtica transformación. Es más, el aumento de complejidad en los procesos y tecnologías,  así como el mantenimiento de la globalización, implican caminar en sentido contrario a la  resiliencia.

Dotar de resiliencia el sistema significa prepararlo para afrontar estos retos, que se concretan en amenazas como: falta de bienes clave para  la economía local; aumento de fenómenos climáticos extremos; perturbaciones en la producción agrícola, ganadera y pesquera; aumento de patologías; graves impactos en ecosistemas; inseguridad en la disponibilidad de agua; reducción e interrupciones del comercio internacional; quiebra de empresas dependientes del turismo y la globalización; desaparición de determinados productos petroquímicos; reducción de la  producción agroindustrial de alimentos; problemas en el suministro eléctrico; desocupación masiva; potenciales desórdenes públicos; etc.

Por lo tanto, la crisis se debe abordar teniendo en cuenta  el resto de crisis.  Habrá que aprovechar las ayudas públicas para, al mismo tiempo, atenuar el impacto medioambiental y garantizar los suministros básicos, evitando los proyectos fantasiosos nacidos al calor de los programas de recuperación. Entre los sectores que probablemente menguarán su peso por resultar obsoletos o contrarios a los objetivos de la  transición está la automoción, la aeronáutica, el turismo masivo, los plásticos o los fertilizantes químicos, entre otros.

En estos casos, las ayudas no deberían ir encaminadas a mantener el nivel del sector, sino a la  reconversión laboral de los trabajadores afectados. Entonces, ¿cómo afrontar una crisis coyuntural como esta al mismo tiempo que afrontamos la crisis integral? ¿Cómo ganar resiliencia ante los retos enunciados?

Con la perspectiva de preparar el sistema para anticipar las crisis latentes y evitar un colapso social, presento algunas propuestas:

  • Reparto del trabajo. Menos horas por persona trabajadora, pero mantenimiento de la ocupación. Reparto extensible a las  tareas domésticas, de cuidado, asociativas y comunitarias.
  • Más autosuficiencia territorial en bienes y servicios  fundamentales. Disposición de un mapa exhaustivo de la  producción local, para  conocer qué producimos y dónde, y cruce  con un repertorio de necesidades básicas (alimentación, productos de primera necesidad, ropa, productos sanitarios, de higiene o limpieza, etc.), para  detectar las vulnerabilidades ante desabastecimientos por falta de energía o de transportes,  pandemias, perturbaciones climáticas, conflictos bélicos o guerras comerciales. Será la base para  eventuales planes de contingencia.
  • Ruralización. Reducción de la concentración en grandes ciudades e impulso a la re-ruralización. Trabajo y teletrabajo atractivos en núcleos rurales, mejores sistemas de información y comunicación. Fomento de la producción, los servicios y el consumo local.
  • Planes de resiliencia productiva que abarcan los dos puntos anteriores. Formación en determinadas ocupaciones, reconversión de industrias, reaprovechamiento de terrenos agrícolas: agroecología, soberanía alimentaria, transferencia de conocimientos de los agricultores tradicionales y de las cooperativas agrícolas, etc.
  • Educación. Incorporación en el currículum de conocimientos y aptitudes fundamentales: nociones de agricultura para  entender los ciclos naturales, reparaciones básicas que alarguen la vida  de los objetos, cocina básica, cuidados esenciales, etc. Preservación de los saberes tradicionales con material escrito y audiovisual sobre conocimientos prácticos. Formación ciudadana en prácticas sostenibles.
  • Economía más diversificada. Disponibilidad de fondo de reserva de bienes y servicios básicos o con  capacidad local para su  suministro para  garantizar la resiliencia comunitaria.
  • Seguridad y soberanía energética. Control público de las  principales fuentes energéticas, apuesta por energías renovables (aceptando sus limitaciones), impulso a las comunidades energéticas locales, promoción de la reducción del consumo energético, etc.
  • Reducción de la movilidad motorizada. Teletrabajo con criterios de racionalidad energética en todos los sectores posibles, barrios multifuncionales y auto-contenidos  –Ciudad de 15  minutos–, bicicletas y vehículos de movilidad personal, transporte de bajas  emisiones (trenes, tranvías, no a las locomotoras diésel, disminución de la alta velocidad, reconversión del transporte marítimo), supresión de ayudas al transporte aéreo, etc.
  • Viviendas nuevas y reformadas con bajo consumo energético. Orientación, canalización de corrientes de aire, sistemas pasivos, aislamientos, etc.
  • Control de acuíferos. Anticipación para  garantizar el abastecimiento de agua para el consumo humano y los  productos alimentarios básicos.
  • Disminución y reutilización  de envases.
  • Reducción de la obsolescencia de los aparatos. Fomento del alquiler en lugar de la adquisición, que traslada a los productores la responsabilidad de garantizar una larga vida útil a los dispositivos.
  • Acondicionamiento de las zonas de costa. Previsión de la regresión por cambios en las corrientes marinas, por menores aportaciones de arena y por la elevación del nivel del mar.
  • Abandono del PIB per cápita como principal indicador del bienestar. Más atención a la distribución de la  renta y a la satisfacción de las necesidades básicas a todos, también de las generaciones futuras.
  • Fomento de hábitos de vida más frugal. No a la publicidad comercial masiva que provoca la insatisfacción permanente y el  crecimiento de pseudo-necesidades.
Ilustración de Demián Morassi
Demián Morassi
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Economista, Síndic Major de Comptes de la Comunitat Valenciana. Ha participado en más de setenta estudios sobre el sector público, stock de capital y financiación autonómica. Su voluntad divulgadora se completa con libros como El finançament valencià (2015) y Economía para un futuro sostenible (2016).

3 Comments

  1. Es vergonzoso y no doy crédito de ello, que no se hable nada sobre el papel que tiene la explotación animal en el cambio climático. Esto llega a generar, según estudios, desde casi un 50 hasta un 60% de las emisiones. Y hay silencio absoluto por parte de todas las instituciones, mal llamadxs ecologistas y, como no, prensa… Voy a dejar una serie de artículos donde se muestra lo que aquí planteo. El primero es de The Guardian, basado en un estuidio de la universidad de Oxford, aunque hay muchas otras univerisdades e instituciones que plantean lo mismo. Lo escribe G. Mombiot, conocido periodista, activista político y medioambietal: https://www.theguardian.com/…/save-planet-meat-dairy…
    Esto es verdadero periodismo, llevar la verdad al ciudadadno que, de otro modo, este no tendrá cómo elegir en base a su consciencia y no podrá de manera mucho más efectiva reducir las emisiones. Para los que no sepan inglés, dejo otro de El País que está basado en el mismo estudio. De él extraigo esta afirmación: «… los principales productos de origen animal (carnes, peces de piscifactoría, huevos y lácteos) necesitan el 83% de la tierra dedicada a la producción de alimentos y son responsables de casi el 60% de las tres emisiones. Lo peor es que, a cambio, solo aportan el 37% de las proteínas y apenas el 18% de las calorías que sostienen la alimentación humana.» Los dos están basados en este estudio que publica la revista Science: https://science.sciencemag.org/content/360/6392/987
    Y lxs que prefieran un documental, aquí se explica todo de forma clara: https://www.youtube.com/watch?v=WWP2qW6oMGo
    Si no se habla de esto, lo único que se hace es poner parches, nos cobrarán más impuestos para «frenar» el cambio climático sin perjudicar a las empresas, pero seguiremos dañando, grandemente al planeta. Por favor, hagan alo, hablen de esto, pregonenlo a bombo y platillo… Si es tan grande lo que emite dicha industria, es vital que lxs ciudadanxs lo sepan, lo demás es solo hipocresía.

  2. ¿ Porqué insisten la mayoría de economistas y expertos en el cambio climático en no mencionar el crecimiento demográfico ?. Siendo, como creemos muchos, que es el principal factor de deterioro ambiental.

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