(Texto incluido en el libro Informe a la Subcomisión de Cuaternario, publicado por Árdora Ediciones en 2021. Reproducido con permiso.)
En otra conferencia con debate, que tuvo lugar en otra sala de la UAM el 18 de enero de 2018, propuse un ejercicio de imaginación utópica análogo al que el colectivo Instituto de Transición Rompe el Círculo ha desarrollado en su exposición Será una vez… Móstoles 2030 (y todas las actividades conexas).i Imaginemos que el rector de la UAM, de repente, un buen día abre los ojos y se pregunta: ¿pero dónde estoy, dónde estamos, cómo es que no nos creemos lo que sabemos —en relación con el calentamiento global, la crisis energética, la degradación de la riqueza mineral de la corteza terrestre, la destrucción de suelo fértil, la Sexta Gran Extinción?— Y decide actuar: una suerte de Será una vez… UAM 2030.
El rector anuncia algo semejante a esto: vamos a finalizar los exámenes del primer cuatrimestre en este enero, pero no arrancaremos con el segundo cuatrimestre en febrero: paramos el reloj. Nos damos dos meses para estudiar y deliberar como una auténtica comunidad universitaria. El segundo cuatrimestre se iniciará en abril (y entrará en el verano: menos vacaciones en este año crucial de 2018).
Hemos de repensar lo que quiere decir “autonomía universitaria”. Desjerarquizar y democratizar nuestras estructuras. Poner en marcha mecanismos participativos y deliberativos reales, y que sean totalmente inclusivos.
¿Qué podría salir de ahí —si realmente nos hacemos cargo de la situación de extrema emergencia que es la nuestra? Sigamos imaginando. Pensemos sólo en energía, clima, suelos fértiles y agua. Por supuesto, es una obviedad, precisamos un cambio a fondo de planes de estudio y formas de enseñanza. Prioridades muy diferentes: hay que revisarlo todo de arriba abajo. Por ejemplo: energías renovables low-tech. Policultivos perennes (atención a los trabajos del Land Institute en Salina, Kansas). Economía ecológica, feminista, social y solidaria… Pondremos en marcha un plan sistemático de ecoformación para no universitarios (de todas las edades).
Hemos de avanzar hacia la combinación generalizada de trabajo manual (esencialmente en agricultura) e intelectual, también para los profesores y profesoras. El POD (Plan de Ordenación Docente) incluirá para cada docente al menos cinco horas semanales de trabajo en los huertos.
Ha de constituirse una Biorregión de la Sierra Norte. Para ello, conversaciones con los municipios de la Sierra Norte y las otras comarcas que rodean la UAM: puesta en marcha de un Plan de colonización permacultural. (En la educación politécnica de todos nuestros estudiantes se incluirán al menos, en cada grado, 24 créditos de trabajo agrícola en los nuevos agro-ecosistemas).
De forma paulatina, a lo largo de un período de un año, se irá prohibiendo el acceso de automóviles privados al campus. Correlativamente: mejor transporte público desde Madrid y otros municipios, mejor servicio de bicis en el campus, ruta circular de microbuses eléctricos… también, poco a poco, carros tirados por asnos, mulos y caballos. Para ello, iniciamos la construcción de los establos de la UAM, previendo que pronto serán imprescindibles.
¿Hay que argumentar mucho la necesidad de sustituir todas las zonas de césped por huertos permaculturales, de agricultura biointensiva y con otras formas de cultivo agroecológico (con prácticas de investigación-acción)? Hemos de poner en práctica un Plan de reforestación de todas las comarcas colindantes. Y un Plan de restauración y creación de humedales. Y un Plan de reutilización de todas las aguas del campus (con sistemas biológicos de depuración de aguas residuales)…
Todo ello exige la revisión a fondo del uso de todos los espacios. Por ejemplo, los inútiles aparcamientos subterráneos se reconvierten en huertas de champiñones y otras setas (ofreciendo también refugio a grandes colonias de murciélagos). El gran edificio desocupado junto a la estación de tren de cercanías se transforma en “cosoteca” y talleres comunales. Simbólicamente, se desplazan las oficinas bancarias del campus a lugares marginales y difícilmente accesibles; en su lugar emplazamos servicios de verdadera utilidad pública (por ejemplo, la oficina de enlace de la Vía Campesina allí donde estaba la oficina del Banco Santander).
Hemos de revisar todos los acuerdos académicos para minimizar la movilidad académica (que no sería del todo injusto llamar turismo académico). Nos hacemos cargo de que, sobre bases de sustentabilidad y justicia, nos corresponde apenas un vuelo transoceánico en toda nuestra vida… Resulta duro de asumir, pero lo hacemos. Pasamos al uso intensivo de videoconferencias y otras formas de presencia telemática. Acabamos con las “estancias de investigación” cortas: sólo se concederán por períodos de dos años, y sólo tres de ellas como máximo (convenientemente espaciadas) en la carrera académica de cada estudiante y profesor o profesora. La Universidad sólo cofinanciará viajes por mar, nada de volar. (Y tren y autobús, claro, si hablamos de destinos más cercanos.)
Se implantan dietas vegetarianas, con productos locales y de temporada, en todos los restaurantes y cafeterías. Se ofrecerá sólo un plato de carne (de ganadería extensiva y de proximidad, previo acuerdo con los ganaderos de la Sierra) una vez cada quince días para aquellas personas que sigan consumiendo carne. Análogamente con el pescado (acuerdos con pescadores artesanales de bajura en las costas españolas).
Arranca una iniciativa para poner en marcha la moneda local de toda la región de la Sierra Norte… Bueno, la imaginación utópica podría seguir aventurando medidas. Pero dejémoslo aquí.
No sin consignar una anécdota reveladora: un profesor (un economista de izquierdas con gran compromiso con el pensamiento crítico) que asistía a este debate pensó que esta propuesta de “UAM 2030”, concebida como un conjunto de acciones audaces para evitar un futuro distópico —¡era en sí misma una distopía, y que se ofrecía como tal al público presente!
Como he indicado en varias ocasiones, los cambios que sería necesario realizar (sin ir más lejos, reducir unas nueve décimas partes nuestro consumo de energía primaria) sólo pueden ser vistos como oportunidades para una vida buena desde un conjunto de valores antagónico al socialmente vigente, y por eso tenemos ahí un paralizador problema del huevo y la gallina. Sólo los valores de después de la transformación nos permitirían ver como atractiva la transformación. Y anticipar eso parece un gran reto para la (escasa) racionalidad colectiva de que somos capaces…
¡Grande, Jorge! El Ted Trainer madrileño … no dejes de alimentar nuestros sueños, necesitamos seguir imaginando que podemos fabricar el futuro, que no todo es inercia … ¡Utopía frente a distopía!