El capitalismo global es una máquina bien engrasada: catorce recesiones en un siglo y medio. Y esta última es de las gordas: nivel Gran Depresión. Pero no cunda el pánico: dicen los periódicos que de ésta salimos, y también que esta vez la salida será «verde». Lo que este adjetivo pretende significar es que, de algún modo, y por primera vez en la historia, el crecimiento económico se desacoplará de sus impactos ambientales. Si bien los mimbres de la idea de este desacoplamiento son ciertamente endebles y enteramente conjeturales, ella es la que encontramos a la base del Pacto Verde Europeo (PVE), anunciado por Ursula von der Leyen como una «nueva estrategia europea de crecimiento«. Asesorada por el mayor gestor de activos contaminantes del planeta, la Comisión de von der Leyen pone rumbo con su PVE hacia el «liderazgo verde», movilizando cientos de miles de millones de euros a fin de conquistar la «vanguardia mundial de las tecnologías verdes«.
De acuerdo con el relato mediático todo esto es perfectamente lógico y encomiable, pero no estaría de más que pudiera discutirse con serenidad a la luz de la evidencia disponible. Incluso dando por supuestas las virtudes ecológicas de las que presume, la masiva financiación pública del sector privado que el PVE comienza a poner en marcha hubiera bastado para exigir un debate público y una participación popular ausentes en su diseño e implementación: «más allá de declaraciones genéricas, está prevaleciendo la desinformación y la poca transparencia en el proceso de identificación de los proyectos y su negociación en las diferentes escalas local, estatal y europea«.
El libro que Alfons Pérez acaba de publicar bajo el título Pactos Verdes en tiempos de pandemias. El futuro se disputa ahora tiene la virtud de llamar la atención sobre la necesidad de dar cuerpo a ese debate y esa participación. En él se repasan los diferentes pactos verdes elaborados en los últimos meses dentro y fuera de la arena de la política institucional. No obstante, el libro pone el foco en el PVE, y no faltan razones con las que justificar esta decisión: la «nueva estrategia europea de crecimiento verde» no sólo está ya aprobada, sino que se trata, por lo pronto, de la mayor del mundo, tanto en términos de población afectada como de movilización de recursos (p. 31).
Dado que la finalidad que persigue la movilización de esos recursos públicos es la de estimular el «crecimiento verde», la primera pregunta que debiéramos hacernos es la de si eso del crecimiento verde es posible. ¿Puede desacoplarse el crecimiento económico de sus impactos ambientales? En el libro de Alfons Pérez no se recurre a literatura disidente para responder a esta pregunta: de acuerdo con las estimaciones del IPCC, en un escenario de crecimiento global al 3% se haría necesario un ritmo de desacoplamiento absoluto del 10,5% anual para permanecer por debajo del umbral de 1,5ºC sobre el nivel preindustrial, y del 7,3% para permanecer por debajo del de 2ºC. Por su parte, el ritmo más alto de desacoplamiento absoluto registrado en la historia (en torno a la crisis del petróleo de los setenta) fue menor del 3% (p. 45).
El tono del libro, factual, sosegado y en absoluto estridente, jugará sin duda en favor de su difusión y su capacidad para fomentar el señalado debate. Es este tono el que le permite poner de relieve la necesidad de avanzar hacia el «control público-comunitario de las principales estructuras socioeconómicas» (p. 106) en unos términos que sólo levantarán ampollas desde las lecturas más dogmáticas. Jugarán asimismo a favor de esa difusión la concisión y la agilidad de sus secciones. No obstante, puede que justamente en estas virtudes de la agilidad y la concisión resida la principal flaqueza del texto: una mayor densidad hubiera permitido ahondar en extremos que son objeto de un tratamiento ciertamente exiguo. Cabe entre esos extremos destacar, habida cuenta de su centralidad en el PVE, el de la digitalización y el de la transición energética.
Por lo que al primero se refiere, el libro recoge algunos datos que apuntan a la falacia de la desmaterialización por la vía de la digitalización, pero no hubiera estado de más profundizar en su análisis. En la misma línea, se atiende de un modo demasiado fugaz al flanco social de este proyecto de despliegue masivo de infraestructura para la gestión de datos. El entusiasmo por la digitalización escenificado a todo lo largo y ancho del espectro mediático y la ausencia de debate en torno a su significado debieran haber dado pie a un examen más reposado, particularmente en vista de la convergencia del capitalismo de datos, el capitalismo de plataformas y el capitalismo de la vigilancia en una marcada profundización de la precarización y el control de la fuerza de trabajo. Finalmente, también la coincidencia entre el idilio mediático con la «Cuarta Revolución Industrial» y el hecho de que los inversores encuentren en este sector cuotas de beneficios que el resto dejó de ofrecer hace tiempo hubiera merecido un apartado que se echa en falta en el libro.
En cuanto a la transición energética, el texto ofrece algunas de las claves de los picos y cuellos de botella de los minerales críticos para esa transición, del mismo modo que incide en el carácter colonial la dependencia externa de la UE de los mismos y en los graves impactos socioambientales de su minería. No obstante, no se añade a esas claves el bien documentado hecho de que tampoco el redoblado extractivismo necesario para llevar a término las políticas energéticas del PVE servirá para avanzar hacia una sustitución de fósiles por renovables con rendimientos asimilables. No se trata de un extremo menor, porque con él desembocamos en la encrucijada histórica del capitalismo fosilista: la escasa verosimilitud de la idea del crecimiento económico en un futuro post-fósil.
Sea como fuere, el libro de Alfons Pérez es un texto realmente valioso. En primer lugar porque pone sobre la mesa información imprescindible para abrir un debate que por lo pronto hemos perdido, porque ni tan siquiera hemos tenido ocasión de participar en él: el debate acerca del proceso que las instituciones europeas han puesto en marcha a fin de dar forma a nuestras sociedades en el contexto de una combinación de crisis cuyo calado está muy lejos de ser asumido en el ideario de los medios de masas y la política institucional. En segundo lugar, el texto es una contribución importante a la urgente tarea de elaborar discursos capaces de superar la retórica oficial del crecimiento verde desde una familiaridad suficiente con el entramado institucional del que brota esa retórica y con la realidad biofísica que la misma aspira a encubrir. Desde esa realidad y frente a ese entramado, las organizaciones populares comienzan ya a disputar nuestro futuro, tratando de evitar que nos conviertan la transición ecológica en una transferencia más de las maltrechas cuentas de la ciudadanía a los abultados bolsillos de las campeonas del sector privado.