(Artículo publicado inicialmente en el boletín mensual del autor en mayo del 2021. Traducido con permiso por Moisès Casado y revisado por Manuel Casal Lodeiro.)
Los gobiernos y los líderes empresariales del mundo parecen comprometidos con una reducción significativa de las emisiones de carbono.
Las ocho mayores empresas de petróleo y gas que cotizan en bolsa han anunciado planes para conseguir cero emisiones netas de carbono en las próximas décadas. El presidente de Estados Unidos propuso recientemente un programa para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al menos en un 50% para 2030. El Reino Unido y Canadá tienen previsto dejar de fabricar coches con motor de combustión interna en los próximos 20 años. Podría seguir.
Esto es delirante.
La economía mundial depende en un 79% de la energía fósil. La sustitución por energías no fósiles no puede producirse con la suficiente rapidez como para reducir las emisiones y mantener los niveles actuales de actividad y crecimiento económicos. Los combustibles fósiles no pueden abandonarse porque la producción de energía no-fósil requiere un uso sustancial de carbono.
Los vehículos eléctricos, los paneles solares y los aerogeneradores no se producen con energía solar y eólica. Están hechos de metal y minerales que requieren energía fósil para su extracción, transporte, fabricación y distribución. El gasóleo es el principal combustible para la minería y para el envío de materias primas a las plantas de fabricación.
También es el principal combustible para enviar los productos acabados a través de los océanos hasta los mercados de consumo. Una vez que los vehículos eléctricos, los paneles solares y las turbinas eólicas llegan a las ciudades portuarias, son transportados por trenes y camiones que funcionan con diésel hasta los consumidores finales.
La metalurgia extractiva para producir acero y otros metales y minerales para los vehículos eléctricos y las energías renovables requiere un calor extremo. El mineral de hierro debe calentarse a unos 2.300 °F (1.250 °C) para fabricar acero. Esto no puede hacerse comercialmente con energía eléctrica ni hay lugar para las fluctuaciones o cortes de energía debido a la intermitencia de las renovables.
De hecho, casi el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en 2020 procedían de la fundición de hierro, acero y metales no ferrosos. Eso es la mitad de las emisiones del transporte. Es difícil imaginar cómo van a disminuir las emisiones procedentes de la producción de metales en un mundo con más vehículos eléctricos, paneles solares y turbinas eólicas.
Además, está el problema del cambio de equipamiento. Hay aproximadamente 1.600 millones de coches y camiones en el mundo. Menos del 1% de ellos (8,5 millones) son eléctricos. En nuestro camino hacia las emisiones cero, ¿qué ocurre con todos esos vehículos que funcionan con gasolina o gasóleo?
Quienes piensan que el transporte es el principal uso de los motores de combustión interna, deberían pensarlo mejor. De los 165 millones de motores de combustión interna que se fabricaron en 2020, menos de la mitad (78 millones) se destinaron a la automoción. La agricultura, la industria manufacturera, la generación de energía, la industra forestal y la construcción representan el otro 53%.
A pesar de todo el énfasis que se pone en los vehículos eléctricos, el sector del transporte sólo representó el 16% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en 2020 (Figura 1). El sector industrial fue la mayor fuente, con un 29%, seguido de cerca por el agrícola, con un 28%, y el residencial-comercial, con un 18%.
La energía es un sistema. No se puede encontrar un camino para reducir las emisiones globales atacando uno de los componentes sin tener en cuenta el estado y sus interrelaciones con otras partes del sistema.
El consumo de energía es, sin duda, la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero y los combustibles fósiles son la fuente del 79% de la energía mundial. Por lo tanto, es razonable asumir que la energía fósil es el mayor causante de emisiones. Sin embargo, no es razonable suponer que este problema pueda resolverse sustituyendo la energía fósil por otros tipos de energía.
Los sectores industrial, agrícola y residencial-comercial representan el 75% de las emisiones de efecto invernadero porque utilizan más energía fósil que el sector del transporte. No tiene mucho sentido atacar el transporte e ignorar sectores que son responsables de mayores emisiones. Tiene aun menos sentido abogar por acabar con el uso de la energía fósil cuando la supervivencia de la sociedad depende de la alimentación, la industria, los negocios y la vivienda, al menos sin un plan para sustituirla.
Incluso si las energías renovables no requiriesen los aportes de energía fósil descritos anteriormente, sólo representan el 4% de la actual combinación energética mundial (Figura 2). Todas las fuentes no-fósiles, incluidas las energías renovables, la hidroeléctrica, la nuclear y la biomasa, sólo representan el 21% del suministro energético. El plan más agresivo y optimista para aumentar su contribución no podría sustituir nuestras necesidades de energía fósil en un plazo de tiempo inferior a varias décadas, si ello fuese posible.
Toda la información que he resumido lleva a una sola conclusión: un menor consumo total de energía es el único camino para reducir las emisiones de carbono. Las sustituciones tendrán más éxito en algunos sectores que en otros, pero serán errores de redondeo en comparación con las ganancias derivadas del simple uso de menos energía.
Un menor consumo de energía provocará un crecimiento económico menor o negativo.
Los economistas te dirán que podemos desvincular el crecimiento del consumo de materiales, pero eso es un sinsentido total. —Vaclav Smil
La Figura 2 también muestra que el consumo de energía y la población se moverán casi con toda seguridad en la misma dirección. Smil sugiere que el mundo debe reducir su consumo al nivel de los años 60 para que las emisiones se sitúen en rangos aceptables.
Puede que tenga razón, pero no veo ninguna posibilidad de que el mundo elija ese camino. Las proclamaciones de cero emisiones por parte de los gobiernos y las empresas del mundo se tambalearán cuando quede claro que una reducción significativa de las emisiones de carbono supondrá inevitablemente el fin del crecimiento económico.
No sé si nuestros líderes son incapaces de entender o simplemente no están dispuestos a reconocer públicamente lo obvio: una descarbonización significativa sin cambios radicales en el nivel de vida y de población mundial es un delirio.
[…] Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2021/05/14/cero-neto-un-gran-engano/ […]
A mi se me ocurre algo mejor que al genio que escribió este articulo, y que sospecho es lo que buscan los amos del mundo: eliminar a la mayoría de la población. Si, claro, esto traerá como efecto colateral la reducción del consumo de energía.
Esto del crecimiento infinito, saben ellos, mejor que nadie, que es insostenible, y ellos son los mas interesados en mantener el planeta en condiciones habitables, ya que tienen riquezas acumuladas durante milenios.
Nuestros «lideres», o son idiotas, o mentirosos y cómplices, pero de cualquier modo, son marionetas.