Maria Michelle (fragmento). Fuente: Pixabay.

Lo raído es hermoso

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No hace mucho un amigo llamado Pepe Campana, nos compartió por internet un pequeño relato referente a una bella foto de una viejita casa santanderina, muy azul muy pequeña y muy hermosa. Sólo tenía dos pisos y cinco ventanas con una puerta centrada. Se encontrada completamente comprimida y agobiada entre dos casas más altas y modernas que tenían una estética bastante deficiente. Pese a ser muy bella lo que más me gustó fue un comentario Pepe: “Aún hoy en día, la mujer que la habita se asoma para colgar de ventana a ventana las sábanas raídas”

Por supuesto, lo pequeño es hermoso, pero lo raído también. Deberíamos considerar lo raído, en lugar de como una vergüenza, como algo con sentido positivo, admirable, venerable. Tan venerable como puedan ser los ancianos, a quienes lamentablemente ya se les ha dejado de venerar e incluso se les está empezando a desvalorar y despreciar.

Lo raído, decía, debe respetarse y desearse al menos por dos motivos.

Por un lado, significa historia en un objeto, una solera que sólo puede dar el paso del tiempo; por otro lado, ofrece respeto a la madre tierra, pues cuanto menos ropa consumamos menos contaminaremos y menos esquilmaremos los recursos planetarios de nuestras madres biosfera y litosfera. Y no sólo en cuanto a ropa se puede admirar lo raído, que como he dicho sólo logra su aspecto vetusto con la pátina del tiempo. También, por ejemplo, son más bellas las piedras con la pátina de los siglos, por eso muchas veces las restauraciones de monumentos que no tienen peligro de derrumbarse no se deberían realizar tan afondo pues se les quita la maravillosa impronta que el tiempo dejó en ellas. Pongamos sólo un ejemplo: Roma es una bellísima ciudad, diría que única en belleza, porque sus monumentos y sus ruinas aparecen con la marca sagrada de los siglos. Una vez, cuando vivía en Roma, alguien a quien invité se sentía muy enfadada porque le parecía una cuidad muy sucia y muy caótica. Y es que esta persona estaba muy influida por el marketing comercial que inculca en la mayoría de los cerebros el chip de que es bueno el crecimiento económico: Invadir-robar-sustraer-esclavizar-extraer-esquilmar-precarizar-producir-programar obsolescencia-comprar-usar-tirar-contaminar-agotar recursos y colapsar. Está claro que el camino más corto para el colapso del capitalismo es el propio crecimiento capitalista.

Recuerdo aquel bello film de dibujos creado por los Beatles titulado El submarino amarillo, en él animaron a un monstruito que se devoraba a sí mismo. ¡¡Una perfecta caricatura del sistema capitalista!!

El autor con su jersey raído de alpacaPero volvamos a nuestro relato, lo raído debería de tener el trato de reliquia venerable. El sistema nos ha enseñado, más bien inculcado, a admirar lo que es falso. Por ejemplo, a admirar lo falsamente desgastado e industrialmente roto en ciertos pantalones vaqueros. El sistema lo quiere atrapar todo, hasta la pátina del tiempo, pero no lo consigue: estos pantalones desgastados y rotos son demasiados industriales para conseguir lo que sólo se consigue con el tiempo. En los wéstern si que se hacen odas a lo raído, a lo sudado, porque ofrecen a sus actores una patina de veteranos héroes, duros, sufridores y por ello admirables.

Pero en los mercados se huye de lo que se pueda hacer viejo pues se considera inútil porque no es rentable y se desecha. En su lugar se tiende a lo más rentable, como pueda ser la obsolescencia programada. Otro ejemplo de pátina antigua y ecológico-decrecentista son los vetustos coches cubanos de los años 50, que aunque bien es verdad contaminan algo más que un coche nuevo, sin embargo, a la larga, contaminan y esquilman muchísimo menos que los miles de millones de coches fabricados desde los años 50.

Y desde luego, estos automóviles modernos no pueden poseer esa impronta veterana.

Para terminar, decir que no me he quitado de encima (en invierno, claro está) un desgastado jersey de alpaca que ya tiene más de veinte años y que fue obtenido en esa tierra andina en donde se realiza la cosmovisión andina del sumak kawasay (buen vivir) y el suma qamaña[1]. Por supuesto que necesitó ponerle coderas y también el zurcido de su escaso escote raído por el prolongado roce de mi larga barba. Un perfecto y delicado zurcido realizado por unas amables, cuidadosas y voluntariosas manos.

Foto: Maria Michelle
Maria Michelle. Fuente: Pixabay.

Notas

[1] Sumak Kawsay y Suma Qamaña significan Buen Vivir, aunque cada cual, en su contexto, son diferentes. Sumak Kawsay es vida en plenitud, y Suma Qamaña añade el matiz de comunidad. Pero en general, saber vivir o saber convivir, las dos resaltan el “cuidar” y “criar” la vida, la de uno mismo, la de los demás, y la de la Pacha Mama. No son filosofías nuevas ni aparecen de casualidad. Están insertas en toda una compleja cosmología andina como el “thakhi” o el camino de la vida que toda persona debe recorrer; la minga o el “ayni” o trabajo comunitario o de reciprocidad; la pobreza como sinónimo de orfandad; o el verbo tumpasiña o “venir a echarte de menos”. Fuente: http://revistamito.com/sumak-kawsay-y-suma-qamana/

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Miembro de Ecologistas en Acción, doctor en Geografía e ingeniero técnico forestal. Miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT.

4 Comments

  1. Gracias Julio. Recuerdo el escrito. Se lo enviaba a la abuela, Ángela Justa.
    Preguntaba el por qué de la foto y me inventé el cuento. Después añadí la frase a la que te refieres:
    «Aún hoy en día, la mujer que la habita se asoma para colgar de ventana a ventana las sábanas raídas. Se entretiene entonces, apenas unos instantes, mirando a su frente, buscando un hueco por donde volver a ver el mar.»
    Lo raído es hermoso. No dejemos que nos quiten la mar.

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