(Este artículo está basado en un mensaje de correo electrónico enviado por el autor a la lista de correo Petrocenitales en mayo de 2020, a raíz de una noticia que informaba de que en los EE. UU. los subsidios públicos a los combustibles fósiles habían alcanzado los 649.000 millones de dólares, diez veces el gasto federal para la educación.)
El dato de los subsidios es un asunto recurrente en los informes anuales de la Agencia Internacional de la Energía y son herramienta habitual de muchos ecologistas y sobre todo defensores de las energías llamadas renovables, pero a mi juicio, se compadecen mal con la realidad.
La forma en que la AIE cataloga el concepto de «subsidio» es todo aquel precio, sea de petróleo crudo o muchas veces de los refinados del mismo, que está por debajo de lo que la Agencia considera que está por debajo del «mercado».
Este es un listón muy engañoso, porque da la sensación de que poderes ocultos están favoreciendo intencionadamente la quema de combustibles fósiles a base de entregar «subsidios» (que según la definición de la RAE en su primera acepción es: 1. m. «Prestación pública asistencial de carácter económico y de duración determinada»). Esto es, parece que la sociedad mundial detrae de sus arcas (excedentes) un recurso financiero valioso para otorgarlo de tal modo que baje artificialmente el precio de los combustibles fósiles y así potenciar su quema y consumo.
En mi opinión, nada más lejos de la realidad. En 2012, la AIE mostraba la lista de los pecadores y resultaban ser estos:
Desde entonces, la AIE ha seguido aumentando anualmente la gigantesca cifra de subsidios que en 2010 calculaba en los 410.000 MUS$ hasta llegar a los 649.000 MUS$. Pero se ha cuidado de volver a señalar la lista de pecadores tan minuciosamente como en 2012.
Y cuando uno analiza esa lista, lo que descubre es que quitando China y Rusia, que siempre serán pecadores para Occidente, hagan lo que hagan, el resto de subsidiadores no son los grandes devoradores/consumidores del mundo (ni EE. UU. ni Europa ni Japón aparecen en la lista): resulta ser una famélica legión de productores/exportadores de combustibles fósiles, que han adquirido con el capitalista Occidente unas deudas astronómicas y que para mantener su propia economía de subsistencia, se ven obligados a poner la única riqueza de que disponen (los combustibles fósiles) a la venta en el exterior y a colocar un precio lo más bajo posible del recurso que es propio de su país, para que la máquina siga en movimiento.
Gran parte de esos productos fósiles a bajo precio («subsidiados»), por cierto, sirven para extraer los recursos a bajo precio, que luego se exportan a los grandes consumidores, que encima se permiten señalar con dedo acusador a estos productores/exportadores. Todo un círculo de desvergüenza.
Es decir, la famosa cifra de 649.000 millones de dólares regalados en forma de «subsidios», en realidad, resultan ser el diferencial entre lo que la AIE denomina «precio de mercado mundial» en cada caso, con el precio que estos países ofrecen internamente a sus propios ciudadanos, al tratarse de su propio recurso básico y que sirve, también y en buena parte, para alimentar a su industria a ese bajo precio, para así poder exportar el crudo y seguir pagando su deuda externa/deuda eterna. Esto es, es una cifra arbitrariamente creada, de forma muy interesada, por la AIE, que está formada principalmente por países de la OCDE (esto es, los ricos), puesto que ellos sí se pueden permitir poner impuestos a los combustibles fósiles y así quedar por debajo del listón como no «subsidiadores».
Hay algo que desde el punto de vista termodinámico creo que debería quedar claro: si un subsidio es, como decíamos, una «prestación pública asistencial de carácter económico y de duración determinada», necesariamente ha tenido que salir hacia los productores de los combustibles fósiles procedente del excedente que han podido generar las instituciones públicas. Pero si luego resulta que el mundo funciona —nada menos que en un 82%— porque hay un abundante y barato suministro de combustibles fósiles, al final resulta que gracias a los fósiles (y no a las renovables, ni a la nuclear) el mundo tiene excedentes para dedicarlos a algo, sea la casilla de la Iglesia Católica, a las ayudas a los teatros, a la Filarmónica de Calatayud o bien sea de vuelta a los combustibles fósiles, como en este caso se pretende. Es decir, es una perfecta falacia del tipo non sequitur. Uno no puede financiarse a sí mismo. Los combustibles fósiles y la sociedad excedentaria que generan, pueden subvencionar a las renovables o a la energía nuclear o a la ONCE o a quien quieran, pero no al revés, porque ¿quién y con qué recursos está financiando a los fósiles, así en general? ¿Acaso con el excedente que genera la energía hidroeléctrica o la biomasa?
Por ejemplo, resulta de lo más curioso que los EE. UU. dispongan de un precio del gas o de los derivados del petróleo en surtidor o en llave de casa entre un 30 y un 70% más baratos que Europa y nadie hable de que los EE. UU. están «subvencionando» los combustibles en comparación con lo que hace Europa.
Son las arbitrariedades que uno ya está cansado de ver y de denunciar, debo decir que con poco éxito, pues son un perfecto clavo al que llevan años agarrándose muchos ecologistas y muchos pro-renovables, unos en su noble intento de reducir la quema (que no acaba gracias a esos «subsidios» en manos de los productores exportadores pobres precisamente, sino a causa del sistema que domina el mundo) y otros, sencillamente para medrar y exigir que las renovables consigan más y más subsidios (estos sí, provenientes de la sociedad claramente fósil). Y lamentablemente, utilizan el mismo clavo sobre el que machaca la AIE todos los años, con un objetivo todavía más perverso, que ya han conseguido en algunos países como Ecuador, Argentina o Egipto: que levanten esos subsidios (es decir, que suban sus gasolinas y sus diésel a precios de Occidente, siendo ellos productores) y si sus ciudadanos no pueden pagar con sus magros ingresos el combustible para vivir, pues que se jodan y dejen sus cuotas al mercado exterior, que ese sí pagará el precio sin «subsidios».
Compañero Pedro Prieto
Mañana hará 2 años que usted dijo esto:
«…finalmente, lo que hice, fue cruzar las curvas de las exportaciones netas de petróleo mundial disponible en el periodo 2000-2017 y las proyecciones 2018-2030, con las necesidades de importación de petróleo de los países que disponen de disuasión nuclear y a los que ningún otro país podría decirle con facilidad “como no hay petróleo para todos, te toca a ti quedarte sin él”.
Nótese un aspecto clave, por su reduccionismo interesado: he ignorado lo que le pueda pasar el resto de los países importadores del mundo (la inmensa mayoría, cerca de 4.000 millones de seres humanos), que no disponen de armamento nuclear y he considerado, de forma muy simplista, que no tendrían otra capacidad de reacción ante la creciente falta de suministro de este combustible vital, que adaptarse a lo que les fuese llegando, hasta que no les llegase nada. Y sólo me he preocupado de forma algo cínica, pero que busca realzar lo dramático de una situación ignorada, por ver cuando las exportaciones no darán ni siquiera para los 3.700 millones de almas que viven en países con armamento nuclear. Obviamente, la cosa puede no ser tan simple, considerando lo difícil que sería negar el pan y la sal a países como Brasil, Alemania (también potencialmente nuclear a muy corto plazo), México o Arabia Saudita
Pues bien el fatídico punto de cruce entre ambas líneas (que definiría el momento previsible de un conflicto serio entre poderes nucleares, dando por ignorados a los 4.000 millones de seres ajenos a lo nuclear) se alcanzaría….¡¡¡en 2023!!!»
Quisiera pedirle, por favor, que cuando disponga de tiempo pueda actualizarnos su extraordinaria reflexión, a 2 años de expresada y unos dos de presumiblemente producirse. Y sobre todo después de los ingredientes añadidos en estos dos últimos años.
Quisiera preguntarle, además, su opinión sobre la industria petrolera mexicana, ya que López Obrador apuesta por reflotarla, detener su caída productiva, al punto de edificar hasta una nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco, lo cual crea un poco de confusión, algo así como la resurrección ilusionante de la época del apogeo del Campo de Catarell.
Gracias si tiene si tiene tiempo de clarificar, refrescar y esclarecer ambos aspectos.
Un saludo y abrazo fraternal.
Rodolfo Crespo
Coo referencia, apuntar que el artículo al que se refiere Rodolfo se puede encontrar en esta misma revista: «Ejercicio práctico para escépticos del Peak Oil: 2ª parte (Propuesta de solución)«.