«Reencontrando a Gaia»: introducción y extractos

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(Reencontrando a Gaia. A hombros de James Lovelock y Lynn Margulis es el último libro de Carlos de Castro, publicado por Ediciones del Genal a finales del pasado año. Ofrecemos a continuación su introducción y algunos extractos seleccionados por el propio autor.)

Introducción

Reencontrando a Gaia. A hombros de James Lovelock y Lynn MargulisYa ha transcurrido más de una década desde que escribí El origen de Gaia (Castro 2008).

Reencontrando a Gaia debe entenderse como un resumen amplio, avanzado y actualizado de aquél. Expondré la teoría Gaia Orgánica como una teoría científica (y lo justificaré: Castro 2013) que parte de la hipótesis Gaia inicial de James Lovelock y además de la simbiogénesis de Margulis y trata de llevarlas a sus máximas consecuencias, apoyándose también en la termodinámica de los sistemas alejados del equilibrio y la dinámica de sistemas.

Es posible atribuir a James Hutton (1726-1797) la idea de “fisiología” de la Tierra[1] a finales del siglo XVIII. Desde entonces, hasta llegar a Vladímir Vernadsky (1863-1945), han sido muchos los filósofos y científicos brillantes que se han resistido a una visión “newtoniana” aplicada a la vida, así pues, mecanicista y carente de propósito alguno. Tampoco científicos de la genialidad de James Lovelock (1919-) o Lynn Margulis (1938-2011) pudieron completar esa ruptura, pese al tiempo transcurrido desde la formulación de la primera hipótesis Gaia de ambos y de la simbiogénesis de Margulis, y también pese al aumento casi continuo de la insatisfacción con el neodarwinismo o Síntesis Moderna.

Expongo aquí una teoría que trata de llevar a sus máximas consecuencias las ideas revolucionarias de Margulis y Lovelock y, aunque no sigue los parámetros de la teoría neodarwinista, creo que puede servir a la discusión académica y podría resultar de utilidad práctica en la medida de que simplifica algunas explicaciones y genera predicciones nuevas. O si se quiere, sin negar las explicaciones clásicas de la biología, aquí se aporta una visión basada en paradigmas distintos. Estos nuevos paradigmas se aplicarían a ámbitos globales por encima de los habituales en biología, a saber, el organismo clásico, de parecida forma a cómo la física cuántica y la relatividad se aplican a ámbitos específicos diferentes a los de la física newtoniana, que no por ello pierde su vigencia y capacidad explicativa en su propio marco.

El cambio climático, la sexta gran extinción de especies, el deterioro de ecosistemas soporte, la contaminación a escala global (hoy tan singularmente visibilizada por el problema de los plásticos) y un largo etcétera, junto a las desigualdades humanas, especialmente la de género y la económica, apuntan cada vez más a la necesidad de una evolución de paradigmas y de cosmovisión que incluya también a la propia ciencia y sus teorías. La pertinencia de esos cambios procede ya de múltiples áreas de conocimiento y actividad colaterales a la biología, y ello hasta el punto de que una diversidad de científicos está ya elaborando nuevas teorías que hacen explícita no solo su propia visión “objetiva”, sino también la motivación que deriva de la necesidad de enfrentar los problemas globales de esta civilización bajo una nueva luz. Desde Gaia y la simbiogénesis, tenemos a la propia Margulis[2], seguida por su hijo, Dorion Sagan, en casi cualquiera de sus libros divulgativos. Más recientemente, el profesor británico de ciencias del sistema Tierra Timothy Lenton y el filósofo y sociólogo francés Bruno Latour pretenden volver a hablar de Gaia desde esa misma preocupación por la sostenibilidad de nuestra civilización (Lenton y Latour 2018).

Este corto ensayo pretende abrir un debate que puede adquirir ventaja en el contexto de las lenguas iberoamericanas. La propia Lynn Margulis escribirá en el prólogo del libro de Stephan Harding Animate Earth que la mitificación de Darwin, la fe del neodarwinismo académico en una construcción colectiva principalmente anglosajona o en lengua inglesa, y quizás el contexto histórico de ese mundo norteamericano-inglés, dificultan en gran manera el cambio de paradigma que ella, Harding y otros pretenden[3].

Harding señalará luego que ellos tal vez hayan podido superar el paradigma clásico porque ambos han recibido una influencia importante por parte de la lengua y la cultura iberoamericanas: son conocidos los vínculos emocionales y la simpatía por España y el español de Lynn, y Stephan señala en su libro que su estancia en Costa Rica durante su tesis doctoral le transformó profundamente[4].

La estructura del texto es la siguiente. Se expone en primer lugar la hipótesis y teoría Gaia de Lovelock, las aportaciones de Margulis y el examen y resolución de las principales objeciones que Gaia recibió; se muestran los devaneos con la idea de una Gaia Orgánica que estos dos genios decidieron no defender directamente en sus comunicaciones formales, limitándose a una consideración de Gaia meramente cibernética.

En el segundo capítulo se presentan de forma comprensible las consideraciones termodinámicas más recientes mostrando que, lejos de la percepción más habitual, la segunda ley de la termodinámica no sólo no lleva a la muerte térmica de Gaia sino que, muy al contrario, justifica la evolución de la vida y el aumento de su complejidad por la vía de la tendencia de la naturaleza a compartir energía lo más rápidamente que le es posible. Aumento de complejidad que se dirime en el tercer capítulo examinando las regularidades de la evolución de la vida y de la aparición de superorganismos a lo largo de la historia de la Tierra.

En base a estas premisas, el cuarto capítulo está dedicado a la descripción de la Teoría Gaia Orgánica, recorriendo el surgimiento y la evolución de Gaia por simbiosis y aumento de las tasas de reciclado mediante la coordinación y no mediante la competencia, presentando a Gaia como un organismo autótrofo. En este punto se exponen algunas de las predicciones de la Teoría Gaia Orgánica y se las contrasta con las previsiones del neodarwinismo en igual situación.

En el Epílogo se han concentrado y expandido las consideraciones relativas a la historia y la filosofía de la ciencia y de la mitología que se apuntan ocasionalmente a lo largo del texto, mostrando la diversidad de cambios de paradigma y el posible papel de la Teoría Gaia Orgánica en este marco. Este Epílogo se puede ampliar en el contexto de Gaia en Castro (2008) y en el contexto de la sostenibilidad de nuestra civilización en Castro y Capellán (2019). Aquí también tratamos de concretar y resumir en lenguaje llano la conclusión principal que se deduce de todo lo expuesto, a saber, que la Biosfera, Gaia, es un organismo de pleno derecho.

El debate que esta obra propone podría abrirse tanto en la academia universitaria como entre biólogos, ecólogos, geólogos y demás especialistas de los espacios naturales protegidos, así como a quienes sustentan sus cosmovisiones sobre los postulados de estas disciplinas, sociólogos y filósofos[5], entre otros. A todos ellos va dirigido especialmente este ensayo.

Es más que una intuición que si no emergen teorías y cosmovisiones científicas como la que aquí someto a discusión no se podrán dar las condiciones mínimas para la sostenibilidad humana a medio plazo. Dejo al lector este espacio de reflexión con la convicción de que la exposición puramente científica de la teoría orgánica de Gaia le llevará a conectarla con su preocupación por la Humanidad y la Naturaleza.


Algunos extractos de Reencontrando a Gaia

(N. del E.: las notas al pie de estos fragmentos han sido suprimidas en esta reproducción.)

Cuadro 3. De Darwin a la Gaia Orgánica

Los organismos no solo luchan unos contra otros para sobrevivir en un entorno desafiante (Darwin, Huxley); a menudo colaboran (Kropotkin) y hasta se unen (Margulis) para acceder mejor a la energía libre (Lotka), modificando el entorno mediante la construcción de nichos adecuados (Laland) hasta el punto de que podemos hablar de tecnología como capacidad de adaptar el entorno para sí (Lovelock, Margulis, Castro). Pero esa colaboración y unión fue subiendo desde la formación de ecosistemas y ecoprocesos orgánicos (Clements, Margalef, Odum) hasta la escala planetaria, lo que generó a Gaia (Lovelock). Formada esta, terminó dirigiendo la selección (Margulis), hasta el punto de ser capaz de disponer de más energía libre (Castro) ayudada por la segunda ley de la termodinámica (Castro, Schneider).

La necesidad de ciclar la materia y aumentar la eficacia exergética (Prigogine, Lenton, Castro) hizo que aumentara su complejidad y la de los organismos que forman la biosfera (Castro). Finalmente, la realimentación ciclado-eficiencia exergética generó estructuras de mayor nivel (Prigogine, McShea) y formó una biosfera evolutiva con similares características a las de un organismo capaz de ciclados y eficiencias propias de un organismo complejo (Castro), cuyas partes internas vivas se convierten en procesos o sistemas similares a proteínas, células u orgánulos (Castro).

Formada Gaia, la unión, cooperación, colaboración y coordinación de sus suborganismos va aumentando tanto que carece de sentido hablar de “lucha de unos contra otros en un entorno desafiante” en este nivel. El entorno desafiante lo definen las fronteras de Gaia: la estratosfera y el manto terrestre, y en su interior las condiciones son relativamente “tranquilas y bondadosas”, como en cualquier organismo sano (Castro).

Los procesos abiertos persisten y hacen que aumente la complejidad por su capacidad de adquirir información para obtener energía libre (Schneider). La complejidad es proporcional a la propia información y exergía que son capaces de procesar, de tal forma que su evolución es proporcional a su propia complejidad. Así, la complejidad de los procesos gaianos aumenta de forma exponencial hasta que se encuentren factores limitantes, que serán superados si son capaces de generar saltos cualitativos en tamaño y procesado (simbiosis hasta ahora; Margulis); como no parece haber un factor limitante cercano ni para Gaia ni para sus suborganismos, lo esperable es que siga evolucionando…

Árboles, Pando y su papel gaiano

La Teoría Gaia Orgánica afirma que existe una suma o integración de sistemas complejos y orgánicos desde la bacteria hasta la misma Gaia. De esta forma se dispone una jerarquía en cada uno de cuyos niveles nos encontramos con organismos (que son el ámbito de la biología académica). Los niveles superiores estarían compuestos por organismos que, combinados y coordinados, en general mediante simbiosis, forman un todo mayor. Cuando este todo se va constituyendo en un superorganismo, la autonomía y los objetivos que poseían los organismos primitivos se van transfiriendo al nuevo superorganismo. Es lo que ya hemos dicho: las células eucariotas, las que componen nuestro cuerpo, son el resultado de la combinación y la coordinación simbiótica de células procariotas (bacterias). Nuestras células, coordinadas en una maravillosa simbiosis, forman nuestros órganos, que juntos nos forman. Simbiosis dentro de simbiosis que no se detiene en nosotros, sino que siguen ascendiendo hasta llegar a Gaia.

En este nuevo paradigma, las explicaciones de lo que se observa en sistemas mayores que un organismo como los humanos cambian radicalmente respecto a la visión de las teorías biológicas clásicas.

Por ejemplo, imaginemos que entramos en un pequeño bosque de álamos. Si vamos con la visión “huxleyana” del neodarwinismo, el foco de atención para tratar de explicar lo que vemos podría ser cada uno de los árboles, y veríamos competencia por los recursos escasos de luz, agua y nutrientes. Si una tormenta derribara un árbol dejando un claro y viéramos varios retoños de álamo en ese claro, diríamos que están compitiendo por la luz y que la selección natural hará que el más rápido en crecer ocupe el nicho abierto; será el mejor adaptado, madurará y se reproducirá, dejando sus genes más aptos a su descendencia.

En cambio, según la Teoría Gaia Orgánica, trataríamos de mirar el bosque entero como un conjunto dentro de un organismo mayor, Gaia. A su vez, veríamos cada árbol como parte del bosque. La interpretación de lo que observamos se transforma y ya no hablamos de competencia sino de coordinación: el bosque coordina sus elementos para reducir rápidamente el gradiente energético (cumpliendo la segunda ley de la termodinámica y, quizás, la cuarta), para atrapar eficientemente los recursos, para reciclarlos y trasladarlos a otras partes de Gaia, para formar suelos, oxígeno, etc. El claro y los retoños que hay en él los veríamos como la reparación de la “cicatriz” dejada por la tormenta, y el árbol caído como una célula muerta en proceso de reciclado.

(…)

El bosque de álamos puede ser, de hecho, un organismo en el sentido clásico del término, como es el caso de Pando (un bosquecillo de Populus tremuloides en el estado de Utah, en Estados Unidos), puesto que es un único individuo compuesto por 47.000 troncos unidos por sus raíces (genéticamente, un macho que ha crecido vegetativamente). Como en cualquier organismo, en Pando no es aplicable la teoría de la selección natural para describir la interacción dentro de sí mismo, entre sus ramas, hojas o troncos. Al ver un tejo, a (casi) nadie se le ocurre decir que las células de sus hojas compiten entre sí por los nutrientes y la luz, y que las menos aptas mueren en esa lucha por la existencia, y que se reproducen las más aptas, que son las que transmiten sus genes a la descendencia. Por tanto, para Pando debe ser lo mismo, ya que es como un tejo, solo que más grande: un superárbol.

Si el ecosistema formado por Pando no tiene un comportamiento diferente al de cualquier otro bosque, las explicaciones clásicas para describir las interacciones entre “organismos” se ponen en duda con este contraejemplo. Esto no significa que haya que tirarlas al cubo de la basura, de igual forma que no tiramos a la basura la idea de que el Sol ocupa el centro del universo (teoría de Copérnico). Para escalas del sistema solar, nos puede seguir valiendo pensar así casi siempre, pero, como sabemos, a otras escalas no funciona bien.

Aunque los árboles y las plantas clonales tipo Pando han resultado más comunes de lo esperado y predicho por las teorías clásicas, Gaia necesita mostrar que, al igual que cada tronco de los 47 000 que tiene Pando está en realidad “trabajando” para Pando y no solo para sí mismo; en general cada organismo está trabajando para Gaia y no solo para sí mismo.

Ciertamente, no parece obvio que el lobo macho que pelea contra otro “para hacerse dueño de un territorio” esté trabajando más allá del egoísmo1 implícito en buscar su éxito reproductivo. A escala del bosque que lo acoge tal vez podamos buscar explicaciones gaianas —ya que se autolimita la población de depredadores, capaces de regular la población de ciertos herbívoros—, aunque estas relaciones nos parezcan más complejas. Las observaciones recientes del papel de la reintroducción de los lobos en el parque natural de Yellowstone son muy significativas y han sorprendido a una comunidad científica poco acostumbrada a pensar en los términos aquí defendidos (Monbiot [2017], Ripple [2012]). Por tanto, como mínimo tenemos la posibilidad de aplicar dos descripciones a lo que observamos.

Por su parte, los árboles tienen una serie de funciones importantes en Gaia no solo por su papel en la fotosíntesis y el ciclo de nutrientes (son ellos los que suelen definir los ecosistemas terrestres). A escala planetaria, la evapotranspiración de los árboles y las plantas terrestres tiene un peso significativo en el ciclo hidrológico (y por tanto, en el clima y en el resto de ciclos). Desde el punto de vista clásico y enfocándonos en el árbol como individuo, la fotosíntesis solo es capaz de transformar aproximadamente el 1 % de la radiación incidente en energía química almacenada. Con esa energía el árbol se mantiene, crece y permite que los herbívoros y los detritívoros obtengan su energía y su materia. A su vez, una pequeña proporción de la energía de los herbívoros termina en los depredadores.

(…)

De la radiación solar incidente sobre un árbol o un bosque el 1 % se emplea para la fotosíntesis, el 15 % se refleja (lo que a escala global tiene un efecto sobre el albedo gaiano), el 18 % se convierte en calor y el 66 % es empleado por la planta para elevar el agua del suelo a las hojas, donde se evapora (con dos funciones: el árbol o el bosque se enfría y a escala global ayuda a mover y aumentar el ciclo del agua; Schneider y Sagan, pág. 201). Así, el árbol sería muy poco eficiente, al requerir un 1 % para su mantenimiento-crecimiento, mientras que para subir y bajar nutrientes y agua requiere un 66 % de la energía incidente, aunque le bastaría menos del 0,001 % si usara otro mecanismo (un corazón o una bomba en un circuito cerrado).

Se puede argumentar que la bomba detraería energía del árbol, mientras que la evapotranspiración es un mecanismo pasivo pero, de hecho, el árbol no es pasivo en su ciclo interno de agua, pues gasta una pequeña energía en el control de estomas y demás funciones de mantenimiento de esa evapotranspiración con la que, además, las plantas terrestres corren el riesgo de deshidratarse. Esos mecanismos activos de control del flujo seguramente gastan más del 0,1 % de la fotosíntesis, por lo que el árbol no solo es ineficaz sino que gasta más energía que si diseñara un mecanismo de bombeo, con el que además ahorraría agua. Si trabajara solo para sí, el árbol sería absurdamente ineficaz y estúpido, lo que parece desmontar la idea de que la vida trata de captar los flujos energéticos al máximo.

Por el contrario, respecto al gradiente del Sol solo un 15 % de los fotones sufren una baja dispersión (rebotan y se dispersan solo geométricamente, pero no se absorben para generar luego más fotones). El incremento de entropía es muy superior al que habría sin árbol4: el 18 % pasa a calor (dispersión de fotones infrarrojos) y el 66 % pasa a la entropía que lleva el vapor de agua respecto al agua líquida, y para ello solo tiene que detraer (“ordenar”) un 1 % de la energía por fotosíntesis (recuérdese el efecto del cristal de sal al evaporarse el agua).

(…)

En realidad no solo se alimenta el árbol con ese 1 % de fotosíntesis, y con él todos los hongos y animales, sino que el 66 % es empleado por Gaia para sus funciones (que alimentan indirectamente al árbol y a los hongos y animales), y quizás incluso el 15 y el 18 % restantes sirvan a sus funciones climáticas. Esto lo hace Gaia sin necesidad de acelerar muchísimo la degradación entrópica del Sol (15 % más; Castro, 2008) respecto a un planeta muerto (lo que además deja espacio para la mejora y, por tanto, para la evolución progresiva de Gaia).

En un bosque como el Amazonas la mitad de lo que llueve proviene de un árbol y no del océano o, dicho de otra forma, el Amazonas recicla el agua al 50 %. O dicho aún de otra forma más: si los árboles no se empeñaran en evapotranspirar, no llovería tanto en el Amazonas (ni en el resto de la superficie terrestre) y no existiría el Amazonas (se convertiría en una sabana, y estas en desiertos, y luego todo en desiertos). Si escasea el agua, la evapotranspiración es el mayor problema que tienen las plantas, capaces de habilitar todo un nuevo metabolismo químico en cactáceas, pero incluso estas no renuncian a la función de evapotranspirar. Desde la Teoría Gaia Orgánica estamos viendo claramente que las partes están trabajando para el sistema en una proporción de casi 100 a 1 sobre lo que trabajan para ellas mismas.

Por supuesto se podrá argumentar que la evolución ha llevado a una tecnología muy ineficaz a los árboles y las plantas terrestres, hasta el punto de que parece un callejón sin salida el problema de la necesidad de abrir estomas para captar CO2, con la pérdida consiguiente de agua. Pero si consideramos la “inteligencia” que exhiben las plantas, parece una contradicción6. Además, los árboles emiten moléculas especiales (terpenos y otras) cuyo efecto “colateral” es la formación de núcleos de condensación de nubes, que tienen de nuevo una doble función: generar nubes que afectan el clima (en general, enfriando la superficie, al menos a escala local) y aumentar la probabilidad de lluvia. Todo esto acelera el ciclo del agua y hace que lo que es un problema para el individuo se convierta en funciones útiles para el sistema mayor: el bosque y Gaia.

La explicación más parsimoniosa es que cada árbol trabaja más para Gaia que para sí. Recordemos, además, otras funciones útiles a escala planetaria, como la lixiviación de minerales que terminan en los mares o el propio aporte material cuando decaen las hojas y demás materiales que los forman. El hierro, cuya forma habitual es muy insoluble en agua y por tanto escasea mucho en los mares, resulta un ejemplo interesante. Este mineral, al formar parte de compuestos orgánicos, es más fácil de absorber por parte de los organismos oceánicos, lo que reduce ese factor limitante: los árboles también estarían trabajando para los océanos, y no solo estos (por su aporte de agua) para los árboles.

Más características y predicciones de la Teoría Gaia Orgánica

Puesto que Gaia es un organismo de organismos, estos últimos deben transferir sus funciones (sus objetivos, su telos) al organismo mayor. De esta forma deberemos observar comportamientos de organismos que son ilógicos desde el punto de vista de la supervivencia del individuo o del grupo, pero no lo son si se explican como un servicio a Gaia (el ejemplo de la energética de un árbol apuntaba en esta dirección). Expliquémoslo con una analogía: sin duda, muchas células y órganos del lector están haciendo ahora cosas “ilógicas” desde su punto de vista interno si los consideramos como organismos con objetivos propios, egoístas, dirigidos solo para sí, “máquinas de supervivencia”, como diría el neodarwinismo; solo si vemos su comportamiento como una función o un trabajo para el lector tendrá sentido lo que están haciendo. Por ejemplo, si al lector le persiguieran unos asesinos, sin duda dejaría este libro y pondría toda la maquinaria de su cuerpo a trabajar, y probablemente se pondría a correr como nunca lo ha hecho en su vida. Es posible que algunos músculos de sus piernas sufrieran desgarros y que el corazón se pusiera a 200 pulsaciones por minuto; tanto piernas como corazón estarían haciendo algo totalmente absurdo desde su “egoísmo”, pero lo harían porque “el todo” se lo ordenaría. Consideramos lógico un comportamiento solo si vemos al organismo entero.

La predicción gaiana sería similar: debemos observar comportamientos por el bien de Gaia que sean directamente perjudiciales para los organismos implicados, no hasta el extremo de que el perjuicio sea tan grande que termine impidiendo la función que hacían, pero sí lo suficiente como para que sin duda los podamos explicar solo si son beneficiosos para Gaia. El músculo del ejemplo se puede desgarrar, pero si se termina rompiendo, entonces el organismo tampoco saldrá beneficiado, porque los asesinos lo atraparán.

Ejemplos:

(…)

5. La muerte del organismo programada genéticamente sería una de las previsiones más obvias y directas de la Teoría Gaia Orgánica. Al igual que existe una muerte celular programada en los organismos pluricelulares (se conoce también como apoptosis), debe existir en todos los organismos una tendencia a la programación de la muerte. La apoptosis en organismos unicelulares tiene una dificilísima, compleja y poco creíble explicación en el neodarwinismo, que de hecho hizo la predicción contraria; sin embargo, es algo sencillo y lógico de explicar en la teoría gaiana. Se ha observado la apoptosis en unicelulares; la predicción gaiana es que este fenómeno debe ser muy habitual y tan antiguo como la misma Gaia (ver Anexo III).

(…)

Ilustración de Rubén Uceda
Rubén Uceda

Notas (de la Introducción)

[1] En realidad, Hutton no emplea estos términos en el sentido actual, salvo quizás en el metafórico, ni se refiere a la Tierra como un superorganismo como lo entenderíamos ahora, pero se le ha interpretado así (García Cruz, 2007).

[2] En el mismo sentido y dirigiéndose principalmente a la vida y obra de Lynn Margulis, véase Puche (2019).

[3] Los ataques de Margulis al neodarwinismo son en muchas ocasiones muy encendidos (ver por ejemplo, Margulis 1990).

[4] Con Stephan me comuniqué en español en privado durante una corta estancia que hice en el Schumacher College, precisamente para hablar de Gaia.

[5] Prácticamente cualquier libro de Jordi Pigem (1993, 2016) o Jorge Riechmann (2000, 2016) apunta a esa misma necesidad y en el mismo contexto.

Bibliografía citada

  • Castro 2008: C. de Castro. El Origen de Gaia. Abecedario. Reedición en 2020 en Libros en Acción.
  • Castro 2013: C. de Castro. «En defensa de una teoría Gaia orgánica», Ecosistemas 22(2):113-118. DOI:10.7818/ECOS.2013.22-2-17.
  • Castro y Capellán 2019: C. de Castro & Í. Capellán, «Ciencia y Tecnología para la Sostenibilidad» en Repensando la Sostenibilidad. J.M. Enríquez et al. (Ed.)
  • García Cruz 2007: C.M. García Cruz. «De la ‘Teoría de Tierra’ de James Hunton a la ‘Hipótesis Gaia’ de James Lovelock», Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. LIX, nº 1, enero-junio, pp. 65-100.
  • Lenton y Latour 2018: T.M. Lenton & B. Latour: «Gaia 2.0», Science 3161(6407): 1066-1068.
  • Margulis 1990: L. Margulis. «Kingdom Animalia: The Zoological Malise form a Microbial Perspective», AMER. ZOOL., 30:861-875.
  • Monbiot 2017: G. Monbiot. Salvaje: Renaturalizar la tierra, el mar y la vida humana. Capitán Swing, 103-114.
  • Pigem 1993: J. Pigem, La odisea de occidente: Modernidad y Ecosofía. Kairós.
  • Pigem 2016: J. Pigem. Inteligencia vital: Una visión postmaterialista de la vida y la conciencia. Kairós.
  • Puche 2019. P. Puche. La simbiosis: una tendencia universal en el mundo de la vida. La cosmovisión de Lynn Margulis, 2ª edición. Ediciones del Genal.
  • Riechmann 2000: J. Riechmann. Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y tecnociencia. Los libros de la catarata, Madrid.
  • Riechmann 2016: J. Riechmann. Ética extramuros. UAM Ediciones.
  • Ripple 2012: W.J. Ripple & R.L. Beschta. «Trophic cascades in Yellowstone: the first 15 years after wolf reintroduction», Biological conservation 145(1), 205-213.
  • Schneider y Sagan 2009: E.D. Schneider & D. Sagan. La termodinámica de la vida: Física, cosmología, ecología y evolución. Metatemas, 2ª edición. Tusquets.
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2 Comments

  1. Artículo y temática que me estremece. Tengo un estudio inédito, tesis de licenciatura de 1980, basado en el paradigma informacional (termodinámico y semiótico), que está hibernando en la biblioteca universitaria de Valencia, porque el conocimiento «libre de filtros académicos» sigue estancado; seguro que podría interesarle y reivindicar la mirada integral y coherente, es decir, científica, de los sistemas biológicos y la vida en su conjunto … «la misma lógica que da cuenta de lo viviente en sus orígenes, ha de dar cuenta de toda su transformación …» [DATOS PERSONALES DE CONTACTO ELIMINADOS POR EL MODERADOR POR PRIVACIDAD]

  2. Leí este libro y vi cómo se reinvidicaba la figura de Kropotkin, denostado por su ideologia pero importante por su visión de la naturaleza opuesta a la competitiva del darwinismo.

    Igual que tú (¿si puedo tutearle? Ya que somos paisanos) y, también, Lynn Margulis, considero que la cooperación y la coordinación son vitales para la existencia de la vida en la Tierra. Los saltos evolutivos de la célula procariota a la eucariota, así como de los organismos unicelulares a los pluricelulares, implican asociación y no lucha.

    Recuperando la figura del viejo anarquista ruso escribí un texto sobre él (ya que dentro de poco será el centenario de su muerte), en el que le incluí a usted (junto a Máximo Sandín).

    Es este el artículo en cuestión:

    http://grupostirner.blogspot.com/2020/08/kropotkin-tenia-razon.html?m=1

    Y forma parte de un número especial dedicado a Kropotkin en la revista AMOR Y RABIA.

    https://revistaamoryrabia.blogspot.com/2020/08/revista-amor-y-rabia-n75-kropotkin-y-el.html?m=1

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