(Texto enviado a nuestra redacción el 28 de marzo.)
Cosas leídas, escuchadas y pensadas por acá y por allá.
- La COVID 19 está matando mucha gente, está desplomando la economía, está dejándonos sin trabajo. Pero no, el culpable no es el virus, ni siquiera el vendedor de Wuhan, ni el que cazó el murciélago o la serpiente, ni el que infectó a los millones de cerdos que se sacrificaron para que ahora tengan los chinos que salir a buscar carne de especies extrañas. La culpa hay que repartirla entre tantos y tan interrelacionados desde hace tantos años que es como culpar a la mariposa del huracán.
- Las religiones monoteístas pusieron a Dios en el cielo. Los estados robaron la idea y llenaron las banderas de estrellas, soles y lunas. Los directivos de las multinacionales pusieron sus oficinas en las partes más altas de los rascacielos más altos. Así, lo de arriba es sinónimo de superior y superior es sinónimo de mejor. Ninguno de estos se preocupó por el abajo, por la Pachamama, Gaia o la Biosfera. Pero lo que sorprende es que los ambientalistas nos encontramos con el mismo problema, mientras más contundentes se hacían las manifestaciones por el clima, cuanto más deseábamos —hay que decirlo— que un huracán en Washington haciese despertar a los líderes globales, menos pudimos ver que lo que iba a cambiar el mundo podía ser un virus que afecta a nuestro sistema respiratorio: nuestra microatmósfera.
- Pero la diferencia entre el cambio climático y la COVID-19 es muy importante: del primero sabemos las causas y sus efectos y de la segunda no. El conocimiento de la fuente del problema obliga a erradicarla, el desconocimiento a estar preparado para que se repita… (¿Obliga? Bueno, es una manera de hablar.)
- Ahora que por fin se detuvieron las emisiones, que se frenó el turismo más contaminante (el intercontinental y aéreo) y hasta es probable que se desactive el fracking e infinidad de proyectos nucleares y mineros, no podemos festejar ni un poquito: vemos muerte y desempleo y no vemos que haya una rápida acción de resiliencia hacia el futuro, así que tenemos que pensarla, diseñarla, proyectarla y llevarla cuanto antes a la práctica. ¿Podremos ser vectores de este contagio? Para evitar estas pandemias hay que volver a un modo de vida algo retro, de pueblo, de huerto, de solidaridad, de cercanías afectuosas…. Ese sería el verdadero RETRO-viral.
- Las mujeres se contagian menos que los varones, aún no se sabe por qué, pero no es de extrañar que su historia en el cuidado de los enfermos, de los ancianos, de los niños, de animales domésticos con los que conviven en los hogares, tenga algo que ver en todo esto. El mayor o menor efecto es una cuestión de afecto.
- El virus nos hizo diversos guiños, no sólo a los que nos consideramos ambientalistas o feministas, también a los antiimperialistas (se esparció primero por las potencias imperiales —incluyamos a Persia—), a los antiglobalización (demostró que la globalización es parte del gran problema), a los de izquierda (los máximos representantes de la derecha liberal están haciendo agua en el manejo de la pandemia y, de pronto, un sistema público de salud de excelencia se convirtió en una exigencia) y también a los defensores de la ciencia frente a la religión (nunca se confió tanto en la voz de los científicos para determinar políticas de acción). Esperemos que la pandemia viral nos haga virar hacia algo mejor.
- La ciencia está en la gloria, amén… Pero, ¡ojo con el terraplanismo! Ahora, en cuarentena, hay millones de personas que están pendientes de lo que pasa en el planeta Tierra y lo observan desde sus pantallas… planas.
- La vida en la cuarentena nos ha cambiado la percepción del tiempo y ya a nadie le importa la hora… Paradójicamente, afuera, la velocidad de los acontecimientos está logrando records olímpicos, los médicos tampoco miran la hora y trabajan sin saber si ya han sobrepasado su turno: de hecho el tiempo, lamentablemente, ya no lo miden en días ni en horas, lo miden en muertes.
- Pero las desigualdades también cambiaron de sistema métrico, no se miden por capacidad de consumo, ni siquiera por cuenta bancaria, ahora se miden en riesgo. El que tiene un sistema de salud que lo cubra y alimentación garantizada está en la parte de arriba de una prudente pirámide social.
- El sacrificio cambió de edad. Los niños, a los que el virus no les hace casi nada, tienen que sacrificar su vida al aire libre, su contacto con amigos, su educación escolar por el bien de los ancianos, sí, por aquellos que pertenecen a la generación que supo que había cosas que se podían sacrificar para el bien de la vida futura de sus nietos y no hicieron demasiado.
- Pero hay ancianos, abuelos —como el gobernador de Texa—s que sí quiere y pide sacrificios a los de su generación, que vuelvan a trabajar. ¿Por los niños? No, por la economía, ¡estúpido! El dios Dinero, para bien de quienes están bien arriba en la pirámide económica, pide muertes, igual que los que estaban arriba de la pirámide azteca, especialmente en épocas en que esos líderes dejan de tener asegurada la carne en la mesa. Pero cuidado que la pirámide Ponzi del sistema: a diferencia de las aztecas, cuando se caiga ni los arqueólogos la van a poder encontrar.
- Hay otra pirámide que está en llamas y es la de la natalidad. Al darse vuelta, los voceros del sistema nos empezaron a comer la cabeza con que no se podían pagar las jubilaciones de tantos ancianos, que era hora de recortar. Claro hay ancianos y ancianos, y la enfermedad les puede recortar años a algunas vidas mientras otras tienen cama y respirador asegurado, son los que tienen coronita (frase argentina para aquellas personas que tienen algún tipo de privilegios).
- La OMS es útil y sus directivas se cumplen, claro, no hay tiempo para que los gobiernos nacionales lo discutan demasiado. ¿Será hora de una OMS ambiental? ¿Será hora de un plan de cuarentenas ambientales?
- Mientras que la OMS se articula con los gobiernos nacionales de una manera exitosa, estos últimos proveen los datos y la OMS los analiza y emite comunicados, en la economía el caos es total: la OMC y el FMI pasaron a ser actores de reparto de esos que uno no está seguro en qué escena aparecieron y si alguien los escucha. El mercado global está con respirador artificial y el desplome de las bolsas se contagió como el bostezo… como el bostezo que daban esos brokers que no pueden conciliar el sueño desde hace varias semanas.
- La economía globalizada abrió las fronteras económicas, los estadounidenses lideraron ese cambio mientras construían la muralla más restrictiva posible para con las personas del Sur global. Los mexicanos para cruzar la frontera tenían que pasar una serie de tests y hoy los mexicanos reclaman que se vigilen las fronteras para que no pasen estadounidenses sin testeos.
- La frontera que con más ahínco se cerró fue la de los cubanos, desde afuera de la isla y también desde adentro. Hoy, mientras a nadie se le permite entrar y salir, a los cubanos se los llama del mundo entero para ayudar en los hospitales y el apestado crucero que en ningún país permitían atracar, pudo desembarcar a sus tripulantes en Cuba y subirse a un avión para volver cada uno a su país.
- La crisis social desatada por el coronavirus parece poner en jaque al individualismo. Hoy cada actitud egoísta se divulga por las redes porque pone en riesgo la vida del conjunto. También a la libertad: el control social sobre los individuos se aplaude. Se exige al Estado que prevea la posibilidad que alguien actúe de manera egoísta. El control del Estado sobre la libertad del individuo fue, en las palabras, el gran enemigo de Occidente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sus gobiernos fueron vendiendo al individuo a las necesidades del sistema económico que fue quién verdaderamente pudo acrecentar su libertad. Hoy el individuo está en retroceso junto al sistema económico. Pero la libertad del individuo, la real, tal vez exista cuando su tiempo no valga dinero, porque realmente no va a medirse su tiempo.
- La destrucción causada por la acumulación capitalista del crecimiento interminable se ha extendido tanto hacia arriba en el sistema climático mundial como hacia abajo en los substratos microbiológicos de la vida en la Tierra. Ambos puntos están conectados por una línea, nuestras vidas cruzan esa línea de forma perpendicular.
- En la Universidad de Stanford concluyeron que por la mejoría en el aire se salvaron más vidas en China en este invierno que las que perecieron por el coronavirus. Una estadística en la Inglaterra de posguerra mostró que en las épocas en que el Estado proveía la comida por medio de un plan de racionamiento, la gente pasó a estar mejor alimentada que antes de la guerra donde cada individuo se alimentaba con lo que quería (que en realidad es con lo que le ofrecía y le seducía el mercado). En muchas ciudades, durante este marzo 2020, los animales salvajes hicieron turismo y comieron verdes pastos de nuestras plazas, mientras nosotros estábamos enjaulados. “Otro mundo es posible” sigue soñando un mono que quiere estar libre, bien alimentado y con aire puro.
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