Mirada ártica. Ilustración: Ariadna Uve.

Coronavirus vs. crisis ecológica: cuestión de amor

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Confieso que tiendo a pecar de optimista. En varias ocasiones me han preguntado si creo que la crisis sistémica tiene solución o nos dirigimos sin remedio hacia el colapso más cainita y siempre he contestado que sí, que podemos colapsar mucho mejor. Creo que la humanidad tiene en estos momentos una capacidad inmensa para movilizar energía, información, tecnología y personas formadas que, si se vuelca conjuntamente, es capaz de superar el deterioro de la biosfera, el declive energético y las peores consecuencias del cambio climático en unas pocas décadas.

Me da la impresión de que el coronavirus está dándome la razón y diciendo que no soy tan optimista. Durante décadas hemos visto cómo los sucesivos intentos de frenar el cambio climático quedaban en agua de borrajas porque las medidas realmente eficaces requerían frenar el crecimiento y pensábamos que los estados no tenían poder para oponerse a los poderes económicos. Pero la crisis del coronavirus está demostrando que no es cierto. Los estados están siendo capaces de movilizar a la ciudadanía en cuestión de días y no han dudado en parar la economía para proteger la vida de las personas. ¿Por qué no actúan con igual contundencia contra el cambio climático si es también un problema extremadamente grave, nos podemos preguntar?

Algunos textos se han formulado esa pregunta estos días, pero creo que ninguno de ellos ofrece una respuesta realmente convincente. Es cierto que el cambio climático tiene relaciones causa efecto mucho más lentas y complejas mientras nuestra política es cortoplacista, como argumentan Adrián Almazán y Javier Andaluz pero creo que la verdadera razón es más profunda y tiene que ver con lo que creemos que somos y lo que amamos.

Podemos definir el amor como la capacidad de sentir al otro como parte de uno mismo. Quien ama no ve diferencia entre el bienestar propio y el de la persona o cosa amada. El amante se sacrifica por lo amado, pero no lo percibe como sacrificio porque se concibe a sí mismo como parte de algo más grande y siente que al cuidarlo se cuida a sí mismo.

El coronavirus amenaza algo que amamos sin lugar a dudas: nuestra propia vida. Y también algo que apreciamos enormemente y podemos considerar el avance más importante de la humanidad: la sanidad pública. Ese amor es lo que nos moviliza una vez que el miedo ha disparado las señales de alarma.

En la crisis climática no falta alarma, ya hay suficiente, pero es una alarma que no mueve a la acción porque no amamos aquello que está en peligro y no lo consideramos parte de nosotros. El gran problema de la humanidad es que los seres humanos nos concebimos como algo diferente y separado de eso que llamamos medio ambiente, biosfera o naturaleza (y deberíamos llamar el resto de la naturaleza, el resto de la biosfera o el resto de la vida). Por ello, la mayor parte de las personas piensan que las medidas ambientales son cosas que hay que hacer por el bien del planeta y sólo las aceptan a regañadientes y cuando no implican mucha pérdida de comodidad. Somos enormemente ciegos a la hora de ver que todo lo que hacemos al resto de la biosfera se lo hacemos a nuestra salud, nuestra economía y nuestra capacidad de mantener sociedades y tecnologías complejas.

Parapetados dentro de nuestras ciudades, ya no concebimos la tierra como fuente de sustento como hacían nuestros antepasados campesinos, pero, inconscientemente, conservamos los prejuicios ancestrales que asocian lo natural a enfermedades, plagas, suciedad, dureza, desastres naturales y trabajo. Estamos muy lejos de interiorizar eso que la ciencia moderna nos dice cada vez con más insistencia: no somos sino frágiles marionetas en el teatro de la vida y toda nuestra tecnología es incapaz de protegernos de los desastres causados por los desequilibrios en la compleja telaraña de la biosfera.

El budismo insiste en que todos los males humanos se deben a la falta de conciencia y quizá no le falte razón. El día que seamos capaces concebirnos como parte de la naturaleza tanto como nos sentimos parte de la sociedad y de identificarnos con la biosfera tanto como nos identificamos con la tecnología, veremos que debemos actuar tan contundente y rápidamente ante la crisis ecológica como estamos actuando frente al coronavirus. Si lo hacemos, encontraremos cientos de maneras de reducir drásticamente nuestra huella ecológica en poco tiempo.

La crisis del coronavirus nos está trayendo un regalo muy valioso: nos ha mostrado lo frágiles que somos y ha expandido un poco nuestra identidad de lo individualidad a lo colectivo. Estamos aprendiendo que la salud personal no puede existir si falla la salud colectiva y viviendo un extraño sentimiento de solidaridad que hace que nos sintamos más unidos que nunca pese al aislamiento. Esperemos que seamos capaces de seguir expandiendo nuestra identidad a todo lo humano y a toda la biosfera.

El día que comprendamos que nuestra salud personal y social no puede existir sin la salud de toda la vida del planeta nos movilizaremos espontáneamente y con rapidez frente al deterioro ecológico, igual que estamos movilizándonos estos días. El único problema es que, como en las epidemias, es necesario ser rápido y actuar en las primeras etapas antes de que la situación se vuelva ingobernable. El reto más importante de cara a la crisis ecológica es, pues, que nuestra conciencia llegue a tiempo.

Mirada ártica. Ilustración: Ariadna Uve
Mirada ártica. Ilustración: Ariadna Uve.
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Profesora de la Escuela de Ingenierías y miembro del Grupo de Investigación en Energía y Dinámica de Sistemas de la Univ. de Valladolid. Ecologista, activista y una de las pocas rabelistas de la meseta.

7 Comments

  1. El hecho de vivir en convivencia compartida y en cooperación con una naturaleza de la que formamos parte nos lleva a albergar un sentimiento amoroso que no requiere de reciprocidad, pues ya la naturaleza no humana es de una generosidad que ejemplariza. A aprender.

  2. Es soberbia, una carta a nadie y a todos soberbia. La felicito, me encantaría contactar con usted, ha dado en la clave, la clave del problema es la lejanía, la solución es volver a introducirse en lo único que existe que, para perplejidad universal, es lo único que no vemos ni nos interesa, pero el toque de atención ha sido brutal. Saludos.

  3. Como miembro de Extinción/Rebelión de Madrid vemos y analizamos el problema de forma similar a como lo expones, pero como concienciarnos y movilizamos al resto de la ciudadanía Global, para actuar ya!, ante la progresiva destrucción de la Vida en el planeta y nos aboca a la Extinción cuasi apocalíptica ?? APROVECHEMOS ESTA SITUACIÓN, A RÍO REVUELTO, PARA SENSIBILIZAR Y CONCIENCIARNOS, CAMBIANDO EL PARADIGMA DEL SISTEMA DE PRODUCCIÓN, CUANDO PROGRESIVAMENTE VAYAMOS VOLVIENDO A LA NORMALIDAD, ESTA VEZ SÍ, REINVENTADA Y ASOCIADA A LA SOSTENIBILIDAD COOPERATIVA. Salud !!

  4. Totalmente de acuerdo con el artículo. La falta de compresión de que formamos parte del planeta Tierra/Gaia,es causa de casi todos los problemas de superviviencia de Gaia.. Albert Einstein decía que el mayor de los males del ser humanoes la ignorancia. Desconocemos que formamos parte del planeta, no somos capaces de percibir el privilegio que tenemos de que después de miles 13.500 millones de años de evolución desde el big bang somo la única especie en el firmamento que es capaz de comprender el universo, la biodiversidad, la capacidad creativa que tenemos del arte, la música, la literatura…etc. Estamos en una carrera contra reloj de la sexta gran extinción solo queda trabajar para tratar de evitarla aunque desconozcamos el resultado final.

  5. Tienes razón, Marga. Te encuentro demasiado optimista. Quieres convencerte a ti misma de que, cuando la Humanidad quiera tomar conciencia de Gaia, aún estaremos a tiempo. ¡Qué maravilla!. ¡Qué suerte vamos a tener,!. Lo entiendo. Todos necesitamos fabricamos un espejismo que nos permita levantarnos cada mañana y seguir adelante como sea. Vale, muy bien. Pero, por favor, concedámosnos al menos un instante de lucidez para distinguir los deseos de la realidad. La especie humana lleva suicidándose lentamente unos 2OO años y le falta mucho menos tiempo que eso para conseguirlo del todo. Porque el pensamiento egocéntrico que la impulsa es intrínsecamente violento y autodestructivo. ¿Fé, esperanzas, ilusiones, sueños, proyectos a tutiplen?. Adelante. Barra libre.. siempre que tengamos claro que todo esto no es más que una obra de teatro. En mi opinión, desde luego.

  6. Los cuerpos y mentes de una parte mayoritaria de la población llevan décadas sobrexcitados, obligados viralmente a poner el motor al ralenti pero sin quitar el pie del acelerador. La inercia in-corporada no va a poder puede ser revertida con facilidad. El confinamiento no garantiza que los deseos de volver al BAU, deseos incrustados en circuitos neuronales ligados a recompensar frustaciones multiples, vayan a ser cuestionados. Los medios de comunicación ya se están encargando de limitar las causas del problema dentro de los cauces del espectaculo habitual y los anecdorios varios. Solo medios poco transitados se atreven a rebuscar entre las causas de las causas. Nuestras esperanzas de que la cuarentena ayude a modificar el rumbo actual hacia el desastre clímatico-humano son excesivas. Como dice el filósofo Byung-Chul Han “ningún virus es capaz de hacer la revolución”. Bienvenidos los optimistas pues de ellos es la esperanza.

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