0.
Recientemente (julio de 2019), Traficantes de Sueños ha editado un pequeño librito en el que bajo el sugerente título de Decrecimiento vs Green New Deal se recopilan cuatro artículos publicados previamente en la revista New Left Review. Les acompaña una introducción, «Diálogos para una sociedad rojiverde», firmada por Luis González Reyes, que hace las veces de reseña y reflexión de cuanto defienden el resto de autores[1].
A pesar de los diferentes enfoques empleados y del diferente alcance de sus argumentaciones, todos los artículos tienen un fondo común: el paradigma económico en un mundo obligado a desarrollar un proyecto de estabilización climática eficaz.
A lo largo del libro los artículos siguen una secuencia que empieza con un Herman Daly reflexivo ante las preguntas que le formula Benjamin Kunkel, y que termina de la mano de Mark Burton y Peter Somerville en una férrea defensa del paradigma decrecentista que sirve a su vez como crítica al artículo que le precede en la serie, firmado por Robert Pollin, quien fiel a su trayectoria defiende un proyecto de crecimiento verde igualitario en el que cabe el crecimiento económico junto con la descarbonización de la economía.
El cuarto artículo de la recopilación es un trabajo de Troy Vettese, en el que bajo el título “Congelar el Támesis” argumenta a favor de la reforestación y otros modos de renaturalización como procedimiento necesario y a la vez complementario de una transición energética basada en las renovables. Con independencia de otros argumentos empleados en su escrito con los que podemos estar más o menos de acuerdo, es de agradecer que rechace categóricamente el empleo de la geoingeniería como método de lucha contra el cambio climático.
La publicación en castellano de estos textos se produce en un momento en el que ha aflorado la controversia entre quienes defienden el decrecimiento —sin manifestar aquí las variantes con que se concreta local y regionalmente— como medio para afrontar el colapso civilizatorio y los que optan por una transición resultado de aplicar las políticas agrupadas bajo un Green New Deal, un Nuevo Acuerdo Verde. Sirvan a título de ejemplo, la propuesta inicial de Alexandria Ocasio-Cortez, la publicación del libro de H. Tejero y E. Santiago Muiño, ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por el Green New Deal (Capitán Swing, 2019), la polémica suscitada con su aparición, o el artículo de Tadeusz Patzek recientemente publicado en la revista 15/15\15, entre otros muchos.
Lejos de comentar cada uno de los artículos citados –remito a quien nos lea a que se haga con un ejemplar del libro y los revise por sí misma/o—, pretendemos con este comentario poner sobre la mesa dos cuestiones, la primera apenas esbozada, la segunda ni siquiera tratada, y que, sin embargo, nos parecen relevantes en el contexto de esta discusión.
1.
La primera tiene que ver con la discusión a la que el propio González Reyes califica de recurrente: el crecimiento de la población. Daly plantea el asunto de forma directa: “el impacto medioambiental es el producto del número de personas por la utilización per cápita del recurso. En otras palabras, tienes dos cifras que se multiplican la una a la otra: ¿cuál es más importante? Si mantienes constante una de ellas y dejas que la otra varíe, sigues multiplicando” [2].
Más adelante, a una pregunta relacionada con la atipicidad de Marx por no tener una teoría verdadera del estado estacionario ni del fin del crecimiento, Daly reconoce su temprano interés por Malthus en relación a la población[3], y añade: “Malthus tenía su lado apologético, pero Marx simplemente le odiaba. Creo que la razón era que Marx quería que todo el fundamento de la pobreza estuviera en las relaciones sociales. No quería que tuviera ninguna base en la naturaleza. Si está en la naturaleza, entonces la revolución no va a solucionarla y por ello Malthus era una gran amenaza ideológica”[4].
Nos preguntamos si este mismo posicionamiento junto con sus profundas convicciones ecosocialistas fueron las que llevaron a Barry Commoner a mantener su agria discusión con Paul R. Ehrlich y John P. Holdren. Mientras que éstos, tras formular su fórmula IPAT[5], otorgaban a la población un peso específico más que evidente, Commoner defendía, tal como ya había puesto de manifiesto en su obra más popular, El círculo que se cierra, que la causa del impacto medioambiental no reside tanto en la población como en el consumo per cápita y la afección al medioambiente causada por cada unidad de producción.
Esta misma discusión se reproduce, en este caso de forma mucho más breve aunque no por ello menos contundente, en un hilo de Twitter y su respuesta, publicados hace algo más de un año. En el hilo, Alex Steffen proporcionaba la siguiente imagen acompañada con el comentario correspondiente:
La identidad de Kaya[6] es una herramienta intelectual útil para entender por qué una población en crecimiento —incluso una población en crecimiento incrementalmente del consumo— no es el final de juego para la Tierra. El diseño de la prosperidad que adoptemos, la eficiencia con la que la creamos y la sostenibilidad de nuestra energía y de nuestros materiales, son todas clave.
Si fiamos la salvación a los milagros de la eficiencia tecnológica, estamos perdidos (y no sólo por el “efecto rebote” o paradoja de Jevons)… Por difícil que nos resulte abordarlo, la sobrepoblación humana –comenzando por los países enriquecidos– es un problema real.
Nos recuerda esto al Teorema Deprimente que, no falto de ironía, enunció Kenneth Boulding[7], lo que nos lleva finalmente a plantear nuestra duda: ¿Estamos, como sociedad, en condiciones de afirmar, tal como hace Luis González Reyes tras reconocer en su artículo introductorio que la población humana no puede crecer indefinidamente en un planeta finito, que el problema de la población no es tema central, ya que no sólo su crecimiento se está ralentizando de forma considerable, sino también porque no es el principal factor de degradación ambiental?
Coincidimos con él, con Fischer-Kowalski y con otros[8], en que el impacto medioambiental de la humanidad ha sido diferente a lo largo de la historia debido a las diferentes características sociometabólicas predominantes en cada época. Admitimos, igualmente, que con el uso de los combustibles fósiles a partir del 1500, el factor affluence ha incrementado notablemente su contribución a la presión ejercida sobre el medioambiente llegando a triplicar el impacto directamente atribuible al crecimiento de la población.
Sin embargo, saber que esto es así no resuelve nuestra duda. Una sociedad ruralizada a la que sin duda tendremos que volver, ¿será viable si al mismo tiempo la población humana crece digamos un 25% respecto de la población actual hasta llegar a los 10.000 millones de habitantes? De alcanzarse tal nivel de población, y no está lejos que esto pueda suceder[9], el impacto sobre el medioambiente en condiciones de affluence y tecnología constantes se incrementaría también en un 25%. Y ya no sólo pensamos en la disminución del impacto ambiental que supuestamente se produciría disminuyendo nuestra tasa sociometabólica. Pensamos si sería posible garantizar a cada individuo el acceso al agua, a la tierra cultivable o a otros elementos esenciales para la vida[10]. Y pensamos también, muy a nuestro pesar, si sería posible una transición tranquila y ordenada. Se nos acaba el crédito. De esto hablamos.
2.
Que la base sobre la que se sustenta la vida tal como la conocemos hoy está en proceso de destrucción lo sabe, en mayor o menor medida, todo el mundo. También quienes dicen representar los intereses de los ciudadanos y se aventuran a administrar sus bienes compartidos.
Esto lleva a que la clase política en su conjunto y los gobiernos en particular, se tengan que enfrentar a un dilema cuya resolución no puede esperar. Por un lado, es su obligación –así lo asumen— garantizar la prosperidad y seguridad de los administrados, obligándose a no implementar políticas disruptivas con el sistema socioeconómico vigente. Por el otro lado, saben que la humanidad y miles de especies con las que compartimos el planeta y sus recursos, están en serio peligro de extinción. También saben cuál es la causa y su solución. Y temen, probablemente con razón, que abordar la solución implicaría revisar profundamente el paradigma de bienestar predominante en las sociedades actuales, especialmente en el norte global, modificando la cosmovisión en la que se han apoyado desde hace quinientos años.
Actuar frente a un dilema obliga a tomar partido por una sola de las dos proposiciones que lo constituyen. Sin embargo, hay ocasiones en las que se cree haber descubierto vías que permiten desvincular una opción de la otra, abriéndose entonces la posibilidad, antes descartada, de atender a las dos simultáneamente.
Se diría, en el contexto que nos ocupa, que los gobernantes han asimilado un imaginario con el que piensan haber deshecho su dilema. Consiste en apostar por el desacoplamiento económico absoluto, esto es, desvincular por completo el crecimiento económico de las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero.
Proponen para llevarlo a la práctica desarrollar programas políticos con los que, actuando desde el lado de la oferta, se impulse la inversión en energías limpias y haciéndolo desde el lado de la demanda, se favorezca la reducción del consumo y la mejora de la eficiencia energéticas. De este modo[11], se nos dice, además de resolver el problema climático, se mantiene el crecimiento económico, se genera empleo y se acaba con la pobreza. Si fuera necesario, se añade a modo de colofón, siempre se podrán gravar las emisiones de carbono o aplicar otras medidas fiscales con las que inducir en los mercados el cambio de comportamiento deseado.
Esta es, en esencia, la base con la que Pollin construye su argumentario y es, en definitiva, la que utilizan quienes consideran necesario hacer política democrática de mayorías sin anticipar el horizonte de colapso[12].
Pero son argumentos que también alimentan la creencia de que el crecimiento de la economía nos hace dueños de nuestro propio destino. El sistema económico y las escasas leyes que lo regulan garantizan nuestra libertad de elección y minimizan el control que pueda ejercer, para bien o para mal, el Estado. Se identifica entonces el crecimiento económico con la libertad y la igualdad de oportunidades, con la dignidad, con la educación, con la salud… Pura ilusión: entre el ser y no ser no hay camino intermedio.
Nos preguntamos: cuando el horizonte del colapso sea aún más evidente que ahora; cuando se ponga de manifiesto, una vez más, que el capitalismo, vestido o no de elementos traídos de la socialdemocracia, es un sistema que todo lo absorbe; cuando se extienda el miedo asociado con un futuro que es solo incertidumbre, ¿qué argumentos se tendrán para romper el dilema hoy aparentemente diluido?
Se prometerán medidas contundentes: defender lo nuestro y luchar contra cuanto lo amenaza: contra el terrorismo, contra la migración ilegal, contra el comunismo… Luchar contra…, siempre contra, siempre luchar. Y mientras tanto el discurso autoritario, probablemente soportado por lo que llamamos democracia occidental, se irá imponiendo poco a poco —ya se está imponiendo— hasta absorber, en beneficio de unos pocos, lo único que reste: la vida de todos los demás.
Crear falsas expectativas en política, y esta es nuestra segunda cuestión, ¿no es dejar la puerta peligrosamente abierta a la venida de formas autoritarias de gobierno? ¿Será esta la vía de entrada del ecofascismo?, ¿del fascismo sin más?
3.
Cuantos más medios tenemos para prever y medir el daño que hemos de pagar para mantener el crecimiento, nos advierte Isabelle Stengers, con tanta mayor fuerza se nos pide que actuemos con la misma ceguera que atribuimos a las civilizaciones pasadas cuando, sin saber lo que hacían, destruyeron el medio del que dependían. Viene la ceguera por habérsenos arrebatado la capacidad de practicar el arte de prestar atención, arte que “obliga a imaginar, a examinar, a anticipar, consecuencias que ponen en juego conexiones entre lo que estamos habituados a mantener separado”[13].
Practicar el arte de prestar atención es equivalente, en cierto modo, a negar la tesis sobre la que se sostiene el empirismo, aquella que “afirma que el orden visible de los hechos muestra por sí mismo su razón de ser y los hace inteligibles”[14]. El orden visible de los hechos, pensamos, oculta los hechos. Por eso, a la figura marxista del Explotador, “esa sanguijuela que parasita la fuerza viva del trabajo humano”, Stengers añade la figura del Empresario, “aquel para quien todo es una ocasión —o mejor dicho, aquel que exige la libertad de poder transformar todo en ocasión— para una nueva ganancia, inclusive aquello que cuestiona el porvenir común.” A ella Stengers aún añade el Estado y la Ciencia, para concluir que “con el acoplamiento del Empresario, del Estado y de la Ciencia, estamos muy cerca de la leyenda dorada que prevalece cuando se trata del «irresistible ascenso de Occidente». En efecto, esta leyenda escenifica la alianza definitiva entre la racionalidad científica, madre del progreso de todo conocimiento, el Estado, liberado finalmente de las fuentes arcaicas de legitimidad que impedían que esa racionalidad se desarrollara, y el crecimiento industrial, que traduce lo que los marxistas habían llamado desarrollo de las fuerzas de producción como el finalmente ilimitado principio de acción”[15].
Un Nuevo Acuerdo Verde participa, de algún modo, de esa leyenda. De lo que se trata es de escapar de ella y, si ha de recuperarse el arte de prestar atención, entonces, siguiendo la recomendación de Isabelle Stengers, es importante empezar poniendo atención en la manera en que podemos hacerlo. No daremos la solución, pero sí apuntaremos la que más nos atrae: recorrer, emulando a François Schneider[16], los territorios en compañía de un burro, hablar con la gente, observar participando y participar observando, aprender y encontrar nuestro lugar donde decrecer.
Adenda 1. Transición energética.
Constrúyase un parque eólico en el que las palas de cada molino barran un área circular de 100 metros de diámetro, que se extienda por todas aquellas zonas del planeta que, teniendo una categoría 3 o superior por la calidad de sus vientos, sean accesibles; que incorpore la superficie del mar con profundidad inferior a los 200 metros mediante plataformas off-shore; y que utilice turbinas en las que se haya maximizado la eficiencia de transformación de la energía del viento en energía eléctrica. Con este parque eólico –no cabe otro más efectivo—, se podrá extraer del viento apenas 1 TW de los 17 TW que actualmente demanda esta, la nuestra, creciente economía y su lucrativo producto interior bruto[17].
Cúbrase con paneles fotovoltaicos la superficie terrestre disponible una vez se hayan descartado las tierras dedicadas a bosques, cultivos, y otras infraestructuras necesarias para la actividad humana y la protección de ecosistemas críticos; asegúrese que los paneles son de la más alta eficiencia disponible atendiendo a las reservas minerales afectadas en su fabricación; dispónganse los acumuladores necesarios y la infraestructura de mantenimiento más pertinente para asegurar el funcionamiento del sistema y conéctense a la red de distribución eléctrica. Unos 4 TWe, no más, estarán disponibles para su consumo. Los otros 13 TW con los que se completa la demanda global de energía quedarán esperando a que la innovación tecnológica les saque algún día de su insana adicción a los combustibles fósiles[18].
De los biocombustibles, ni hablamos[19]. Del zenit del petróleo, tampoco.
Adenda 2. Eficiencia energética.
Es innegable que aumentar la eficiencia energética de los productos y de los procesos productivos conlleva la reducción relativa del gasto energético asociado a ellos, pero está por verse que se consiga una reducción real[20].
Dice la EIA en su informe de 2019 que en los EEUU de 2050 el consumo en calefacción se habrá reducido respecto del de 2018 en un 29%, y esto a pesar de que para entonces habrá un 24% más de hogares con un tamaño medio un 11% mayor que el actual. También predice grandes reducciones en iluminación (un 48%); en ordenadores y otros equipos similares (un 63%); por el uso de vehículos ligeros, (un 27% con un aumento del 20% en el número de kilómetros recorridos); y en el sector aéreo (un 19,4% por cada kilómetro y asiento ofertado). Las tendencias son similares en otras muchas partidas y sectores.
Por su parte, los documentos y las proyecciones que utiliza de forma oficiosa la Comisión Europea[21], dan por hecho que las mejoras en eficiencia energética experimentadas en los últimos años se seguirán produciendo, aunque de forma menos acelerada, a partir de 2020 “tal como demuestra la decreciente intensidad energética del PIB”. No extraña que ante esta perspectiva los mismos documentos añadan triunfalmente: “El consumo interior bruto [de energía] (GIC) y el crecimiento del PIB se siguen desacoplando”.
Mas no es en el papel donde han de verificarse las altas cotas de eficiencia que se pueden alcanzar, sino en el mundo real, ahí donde ha de toparse con su propio límite el exacerbado optimismo con que cientos de informes oficiales extrapolan los éxitos de hoy. Proyecciones realizadas como si el sendero de la eficiencia energética no tuviera fin.
Adenda 3. Desacoplamiento económico.
Haciendo uso de los datos facilitados por el Banco Mundial, se pueden construir sin dificultad gráficos en los que representar simultáneamente la variación del PIB y del consumo de energía. Haciéndolo así, puede observarse que en determinadas regiones del mundo el crecimiento económico y el consumo de energía se ha ido desacoplando a lo largo de los últimos años. Tal es el caso de Japón, USA y EU15 (figura 1). Por el contrario, en las demás regiones el pretendido desacoplamiento no ha sido posible. En todas ellas el crecimiento económico va acompañado de un incremento, en algunos casos significativos, del consumo de energía (figura 2).
Los gráficos de las figuras 1 y 2 se refieren a la energía directamente consumida en los países que integran cada una de las regiones consideradas. En ellos no se contempla, por lo tanto, el balance de gasto energético ligado al comercio internacional de productos y servicios (la energía embebida, embodied energy).
Hay pocos estudios en los que se aborde el cálculo del balance energético entre países derivado del comercio internacional de productos y servicios debido, probablemente, a la gran complejidad de dichos estudios y a la ausencia de datos. Una fuente de datos disponible, si no la única, la proporciona la red de investigadores agrupada en el Global Trade Analysis Project, GTAP.
En la tabla 1, construida a partir de la publicada por GEA[22] en base a los datos facilitados por GTAP7, se muestran las importaciones netas (importaciones – exportaciones), de energía primaria incorporada a los productos objeto de transacciones comerciales entre diferentes regiones del mundo (consúltese el GEA para saber qué países forman parte de cada región). Los datos facilitados corresponden al año 2005[23].
AÑO 2005 | Importación | Exportación | Diferencia | Efecto sobre el uso de energía |
---|---|---|---|---|
África | 93,1 | 117,1 | -23,9 | -4,50% |
Asia sin China | 315,3 | 489,6 | -174,4 | -9,70% |
China | 241,2 | 513,5 | -272,3 | -15,20% |
EU15 | 632,9 | 296,2 | 336,8 | 22,30% |
Japón | 217,3 | 105,1 | 112,3 | 21,60% |
LAC | 148,1 | 174,4 | -26,3 | -4,30% |
REF | 52,5 | 286,6 | -234,1 | -18,40% |
Resto OECD | 229,3 | 215 | 14,3 | 2,60% |
US | 569,5 | 300,9 | 267,6 | 11,50% |
Se desprende de dicha tabla que tanto Japón como EEUU y EU15 son importadores netos de energía incorporada a los productos, hasta el punto de que los valores consignados en los gráficos de la figura 1 deberían corregirse al alza añadiendo en el año 2005 al menos un 21,6% en el caso de Japón; un 11,5% en el caso de USA; y un 22,3% en el caso de EU15. Los países agrupados bajo la denominación “Resto OECD” también son, en su conjunto, importadores netos de energía. Sin embargo, África, Asia, los países latinoamericanos y del Caribe (LAC) y las antiguas repúblicas soviéticas junto con la Europa del este (REF), son exportadores netos de esta energía. En los gráficos de las figuras 1 y 2 se ha representado para 2005 el valor real de la energía consumida en cada región, tras incorporar a los datos conocidos los que resultan de la tabla 1.
Adenda 4. GREEN NEW DEAL. Como cuando la guerra.
Dice Tancredi a su tío Fabrizio: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi.»[24].
Pero no es cierto que nada vaya a cambiar.
Notas
[1] Decrecimiento vs Green New Deal. New Left Review en español y Traficantes de sueños. 2019.
Luis González Reyes, «Diálogos para una sociedad rojoverde»; Herman Daly entrevistado por Benjamin Kunkel, «Ecologías de escala» (NLR 109); Troy Vettese, «Congelar el Támesis» (NLR 111); Robert Pollin, «Decrecimiento vs Nuevo New Deal verde» (NLR 112); Mark Burton y Peter Somerville, «Decrecimiento: una defensa» (NLR 115).
[2] H. Daly y B. Kunkel, «Ecologías de escala», cit. p. 41.
[3] Es llamativo que la solución propuesta por Daly para limitar el crecimiento de la población se traduzca en un juego de compra-venta del derecho de paternidad o, mejor dicho, de maternidad. Según él, el factor limitante es la mujer, confiriéndole un papel regulador que elude, en nuestra opinión, el carácter cualitativo, el no poder el uno sin el otro, que precisa la igualdad de género, y que trasciende al patriarcado más allá de otorgar los derechos reproductivos a la mujer.
[4] H. Daly y B. Kunkel, «Ecologías de escala», cit. p. 47.
[5] Impacto = Población * Consumo [N. del E.: el término original inglés affluence puede traducirse como riqueza, opulencia, prosperidad, y en este caso se emplea para representar el consumo o nivel material de vida] * Tecnología. La fórmula apareció por primera vez en la «Crítica a El círculo que se cierra«, publicada junto con la réplica que escribiera después B. Commoner, en A Bulletin Dialogue on “The Closing Circle”. Bulletin of the Atomic Scientists, Mayo 1972. p 16-56.
[6] Sobre la identidad de Kaya puede verse «Porque menos el amor…«, Pepe Campana, 15/15\5 Revista para una nueva civilización, 15 de marzo, 2019.
[7] Dice el Teorema deprimente (The Dismal Theorem), que “si el único control del crecimiento de la población es la miseria, entonces la población crecerá hasta ser lo suficientemente miserable para parar su crecimiento.”
Boulding formuló otros dos teoremas relacionados con este. El segundo, conocido como el Teorema totalmente deprimente (The Utterly Dismal Theorem), establece que “cualquier mejora [técnica] solo puede aliviar la miseria por un período corto, puesto que si la miseria es el único control de la población, las mejoras [técnicas] permitirán que la población crezca y en poco tiempo será más gente la que viva en la miseria. El resultado final de las mejoras [técnicas] es, por lo tanto, elevar el punto de equilibrio de la población, lo cual aumenta la miseria humana en su conjunto.” El tercer teorema, llamado La forma dulce del Teorema deprimente (The moderately cheerful form of the Dismal Theorem), asegura que “afortunadamente, no es demasiado difícil establecer el teorema deprimente en una forma más suave, que establece que si es posible encontrar algo, más allá de la pobreza y el hambre, capaz de mantener bajo control a una población próspera, entonces la población no tiene que crecer hasta ser miserable y pasar hambre, sino que puede ser próspera de manera estable.”
Véase K. Boulding, en Collected Papers [by] Kenneth E. Boulding, Vol. 2, Colorado Associated U. Press, Boulder, Colorado, EE. UU. (1971), p. 137.
[8] Fischer-Kowalski, M., Kraussman, F., Pallua, I., (2014) “A sociometabolic reading of the Anthropocene: Modes of subsistence, population size and human impact on Earth”, The Anthropocene Review, DOI 10.1177/2053019613518033.
[9] De acuerdo con las previsiones de la ONU, la población mundial en 2050 será, con una probabilidad del 95%, de entre 9.357 y 10.207 millones de habitantes. Esto ya representa el incremento del 25% de la población actual sugerido en el texto.
United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2017). Probabilistic Population Projections based on the World Population Prospects: The 2017 Revision. Population Division, DESA. http://esa.un.org/unpd/wpp/.
[10] Según las Naciones Unidas, el consumo de agua ha aumentado un 1% anual en todo el mundo desde los años 80 del siglo pasado. Se espera que se mantenga tal ritmo de crecimiento hasta 2050, lo que representaría un incremento del 20% al 30% por encima del consumo actual. Según la misma fuente, más de 2.000 millones de personas sufren una fuerte escasez de agua, y aproximadamente 4.000 millones una grave escasez de agua durante al menos un mes al año. Los niveles de escasez seguirán aumentando a medida que crezca la demanda de agua y se intensifiquen los efectos del cambio climático. Únase a esto: Más del 80% de todas las fincas del mundo son granjas familiares de menos de 2 hectáreas. En muchos países su producción es más de la mitad de la producción agrícola total. Y sin embargo, es en las zonas rurales donde la pobreza, el hambre y la inseguridad alimentaria son más predominantes.
(Véase el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2019: no dejar a nadie atrás.)
Valórese un último dato: En apenas tres años el Overshoot Day se ha adelantado 10 días, —desde el 8 de agosto en 2016, al 29 de julio en 2019–. De mantenerse este ritmo, en 2050 el Overshoot Day se producirá el 20 de abril.
[11] Llama la atención cómo se reproducen hábitos ya ensayados. En el ámbito de la ecología, por ejemplo, Andrew Dobson en Green Political Thought (London: Unwin Hyman, 1990), ya diferenciaba en 1990 entre el “verde claro”, representado por quienes optan por una aproximación instrumental a la naturaleza y que son, por consiguiente, amigos de resolver los problemas medioambientales sin revisar los valores existentes ni los patrones de producción y consumo, y el “verde oscuro”, representado por los ecologistas radicales, para quienes preservar el medioambiente implica cambiar nuestra relación con la naturaleza y, consecuentemente, nuestros modos de vida política y social.
[12] Véase «Cambio climático y transición ecológica. ¿Anticipación de emergencia o Green New Deal?«, Emilio Santiago Muiño, 2019. Revista Ecologista 99.
[13] Isabelle Stengers, Au temps des catastrophes. Résistir à la barbarie qui vient. Éditions La Découverte, Paris, 2013. p. 59. (La traducción es nuestra. Hay edición en español: En tiempos de catástrofes. Cómo resistir a la barbarie que viene, Ned Ediciones, 2017).
[14] Maurice Godelier, Lo ideal y lo material, Taurus Humanidades, 1989. p. 155.
[15] Stengers, I. 2013, p. 64.
[16] En 2004 François Schneider (La Haya, 1967), autor de varios libros y estudios sobre el decrecimiento y cofundador de Recherche & Décroissance, se recorrió Francia en burro difundiendo la propuesta decrecentista. Las reflexiones y debates que surgieron a raíz de esta experiencia, han servido de base para la redacción de numerosos artículos y propuestas sobre el tema. La anécdota de su periplo por Francia se recoge en el artículo «What is Degrowth? From an Activist Slogan to a Social Movement», (Environmental Values 22 (2013): p. 191–215. DOI 10.3197/096327113X13581561725194), del que son autores además del propio François Schneider, Federico Demaria, Filka Sekulova y Joan Martinez-Alier. Un intento acertado, en nuestra opinión, de trascender, sin negarlo, el repetido dicho de Serge Latouche (por ejemplo, “El decrecimiento es un slogan político con implicaciones teóricas (…) que busca romper el lenguaje estereotipado de los adictos al productivismo”, [en Pequeño tratado del decrecimiento sereno, Icaria, 2009]}, que parece confundir a H. Daly.
[17] Véase De Castro C, Mediavilla M, Miguel L.J, Frechoso F, «Global wind power potential: physical and ecological limits», Energy Policy 2011; 39 p. 6677-82. DOI 10.1016/j.enpol.2011.06.027.
[18] Véase De Castro C, Mediavilla M, Miguel L.J, Frechoso F. «Global solar electric potential: A review of their technical and sustainable limits». Energy Policy 2013; 28 p. 824-835. DOI 10.1016/j.rser.2013.08.040.
[19] “En general, los políticos no deberían considerar a los biocombustibles como una fuente de energía renovable puesto que para su producción se necesita, además de combustibles fósiles (especialmente cuando la TRE es baja), un flujo de energía y de materiales que incluye no sólo el terreno, sino también una pérdida de suelo y una considerable huella ecológica en un planeta finito. El uso de biocombustibles a escala global en la última década no tiene sentido ecológico ni sostenible.” (De Castro C, Carpintero O, Frechoso F, Mediavilla M, Miguel M.J, «A top-down approach to assess physical and ecological limits to biofuels». Energy Policy 2014; 64 p. 506-512. DOI 10.1016/j.energy.2013.10.049).
[20] En no pocas ocasiones se ha confirmado la prevalencia del efecto rebote cuando se implementan tecnologías más eficientes que las existentes si a la par no se adopta una simplificación de los modos de vida y una reducción del consumo. Coincidimos aquí con lo que apunta Jorge Riechmann: ”Nos oponemos al productivismo/consumismo (producción por la producción acoplada con el consumo por el consumo), y no puede obviarse la dimensión de los cambios estructurales que son necesarios. Dicho de una forma un poco provocadora: no solamente necesitamos fomentar organizadamente el consumo responsable, sino también la socialización responsable de los medios de producción (de una parte esencial de los mismos).” (J. Riechman, Autoconstrucción, La transformación cultural que necesitamos. Los libros de la Catarata, 2015. p. 122).
[21] El estudio de referencia lleva por título “UE Energy, Transport and GHG Emissions Trends to 2050. Reference Scenario 2016.” En él se advierte que fue preparado para la Dirección General de la Energía, la Dirección General para la Acción Climática y la Dirección General para la Movilidad y el Transporte por diversos Institutos y Organizaciones europeas e internacionales pero que no por ello debe entenderse que los puntos de vista en él contemplados sean una declaración relativa a la visión de la Comisión o de la Direcciones Generales.
[22] GEA, 2012: Global Energy Assessment – Toward a Sustainable Future, Cambridge University Press, Cambridge, UK and New York, NY, USA and the International Institute for Applied Systems Analysis, Laxenburg, Austria.
[23] Debido a la complejidad de los análisis MRIO (multi-regional input output), en los que se encuadra el estudio mencionado, los datos facilitados tienen un alto grado de incertidumbre, pero no por ello dejan de ser válidos al informar sobre la dirección en la que fluye la energía incorporada en los productos a consecuencia del comercio internacional o al proporcionar una estimación del valor de dichos flujos.
[24] Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo.
Pepe, interesante el artículo, me hubiera gustado haberlo leído antes, pero nunca es tarde si el artículo es bueno.
Me ha llamado la atención la errónea visión de Robert Pollin que defiende su proyecto de crecimiento verde igualitario, menudo camelo y quimera.
También me resultó llamativa la opinión de Isabelle Stengers: que ve al empresario, como a quien todo le resulta una ocasión, o que le ve: “como a quien exige la libertad de poder transformar todo en ocasión para un constante beneficio” o crecimiento indefinido. “Inclusive aquello que cuestiona el porvenir común”
Por ultimo, también me resulta de lo más execrable el que defienda algo que me resulta muy parecido a una violentísima bomba casera: su idea del acoplamiento de tres ingredientes: el Empresario, el Estado y la Ciencia. Por esto la veo como una terrorista del crecimiento que utiliza esta tremenda bomba con la finalidad de conseguir una total explotación (en todos los sentidos de la palabra) de la biosfera, incluida en ella, claro, a la humanidad entera, con sus oligarcas y todo.
Por otra parte el Nuevo Acuerdo Verde, que participa, de algún modo, de esa leyenda de Stengers, también es un soberano camelo y quimera.
Gracias por tu comentario Julio. Saber que consideras digno de mención lo que he escrito me produce gran satisfacción. Quiero no obstante, decir desde ya que la referencia a Isabelle Stengers se la debo a mi muy buena amiga Marian Rubín, colaboradora habitual de esta revista y a quien desde aquí quiero reconocer su aportación al artículo que comentamos. Ella fue quien me indujo a leer En Tiempos de Catástrofes y quien me ha llamado la atención sobre el pasaje que aparece en el artículo.
Dicho esto, quisiera compartir contigo y con cuantos quieran leernos, la siguiente reflexión:
Admitiendo que, en su conjunto, las propuestas que se realizan desde el GND son cantos de sirena (quimeras dices tú, contrarias como son a tu Manifiesto [1]), y defendiendo más que activamente la necesidad de revisar nuestros ideales sociales, desvelando de paso el juego oculto del crecimiento económico, me pregunto: ¿Cómo llevar a la práctica esa transición? ¿Confiando en quienes integran la sociedad capitalista recelen del mercado y de la iniciativa privada, base de su paradigma de bienestar, alimento de su propia quimera? ¿Negando el poder de la razón frente a la sensibilidad de Pachamama? ¿Rechazando la prosperidad material en beneficio de la suficiencia compartida? ¿Permitiendo que en detrimento de un Estado nación fuerte progresen los movimientos locales y autogestionados? ¿Convenciendo a quién de las Leyes de la Termodinámica, así dicho, en mayúsculas? ¿Ilusionándonos en una espera sin fin hasta que el grueso de la población se sume voluntariamente a la transición que predicamos?
Conozco gentes a las que admiro que, compartiendo nuestra misma duda, han decidido elegir un camino distinto al nuestro. Digo distinto. ¿Opuesto? De algún modo quizás sí. Y sin embargo… Distinto, digo. Y cuando les pregunto por qué, porque no hay solución rápida, me contestan; porque aunque la ventana se está cerrando, las transiciones civilizatorias no se producen de la noche a la mañana; porque hay que dejar espacio a lo imprevisible; porque hay inercias. Y esperan que en ese tiempo de prórroga la voluntad de hombres y mujeres pueda alzarse sobre la megamáquina [2].
Un abrazo.
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[1] Manifiesto de la transición hacia el decrecimiento feliz. Julio García Camarero. Los libros de la catarata, 2017.
[2] Véase Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial. Emilio Santiago Muiño. Los libros de la catarata, 2015.
Como acostumbras, amigo Pepe, «ideas profundas», inspiradas esta vez en el “Manifiesto de la transición hacia el decrecimiento feliz” , de Julio García Camarero, a cuyo comentario interrogan más que responden.
A mi entender, son precisamente las leyes de la termodinámica lo que oculta el juego del crecimiento económico. La transición que predicamos queda al otro lado de la puerta que el estallido de la última burbuja cierra. Como se hace la dehesa
https://www.vivenciadehesa.es/manifiesto-por-la-dehesa-por-joaquin-araujo/
La sensibilidad de Pachamama que alimenta el poder de la razón humana
Seguimos
Gracias Marian.
Ojalá todas tuviéramos la sensibilidad necesaria para vernos abrazadas a Pachamama: sentir en nuestra razón la razón de la Dehesa.