Introducción: la declaración de «emergencia»
(Por Moisès Casado.)
El pasado primero de Mayo, el Parlamento del Reino Unido aprobó una medida extraordinaria: una declaración nacional de emergencia climática y medioambiental.
Jeremy Corbin, líder del Partido Laborista británico reclamaba en la moción «desencadenar una ola de acciones en los parlamentos y gobiernos de todo el mundo» y enviaba el siguiente tuit poco antes de iniciar la sesión parlamentaria, relacionando la medida con el Día del Trabajo:
On #MayDay this year there’s no bigger threat than climate change and it’s working class communities, around the world, that will suffer the most. It’s working class people who will lose their jobs as resources run dry, and be left behind as the rich escape climate catastrophes.
Finalmente los diputados aprobaron una moción que convirtió al Parlamento Británico el primer parlamento de un estado-nación del mundo (después de las naciones de Escocia y Gales) en declarar una «emergencia ambiental y climática».
A otra escala, desde los municipios, las declaraciones de emergencia climática suman ya 508 ayuntamientos que abarcan a 43 millones de ciudadanos. Una iniciativa que empezó en 2017 y a la cual se han sumado muchos municipios a lo largo de 2019.
La declaración simbólica, que reconoce la urgencia necesaria para combatir la crisis climática, se produce tras una ola de protestas lanzadas por los huelguistas de Extinction Rebellion y Fridays for Future de las últimas semanas.
Reflexión al hilo de las declaraciones: el tabú de la causa última del Cambio Climático
(Por Pedro Prieto.)
Creo que cuantos más países desarrollados firmen tan pomposas como vacías («no vinculantes», en expresión de Ferran Puig Vilar) declaraciones de emergencias climáticas, más pierden sentido dichas declaraciones. Esto incluye las noticias recientes de que España se está pensando también realizar una declaración de este tipo y de que Cataluña ya lo ha hecho. Claro, no hay problema, hacer declaraciones es gratis, calma las conciencias y hasta puede aportar algunos votos.
Esto me lleva de nuevo al esquema que ya he presentado alguna vez, sobre cómo nos concentramos en los efectos del cambio climático para no tratar las causas. Es más o menos, como sigue:
- En tercera derivada y como efecto más llamativo y que a más personas atrae, están las dramáticas fotos de pobres osos polares, haciendo equilibrios sobre un trocito de hielo, incendios forestales dramáticos —hasta en invierno—, simulaciones de ciudades anegadas por la subida del agua del mar, permafrosts siberianos que se desgajan y liberan cantidades enormes de metano, gráficos mostrando cómo se deshiela el Ártico año a año, etc., etc.
- Los que se preguntan por el punto 1, y deciden penetrar en la causa, llegan a la conclusión de que la culpa la tiene el 1,5 o 2 °C de aumento del clima en el planeta, que se suele apoyar también en dramáticas imágenes de costas inundadas, más incendios espontáneos, sequías abrumadoras o inundaciones imprevistas.
Es notable la cantidad de ciudadanos preocupados por la subida de las temperaturas. En este grupo, se puede catalogar, por ejemplo, a los científicos del IPCC. Para publicar detalles de temperaturas en ascenso, contamos con verdaderos ejércitos de analistas, estaciones meteorológicas que baten récords, gráficos impactantes, observaciones satelitales, etc. Pero esto, en el fondo, no deja de ser, a su vez un efecto de algo más. - Los que no cejan en ir a la raíz de las cosas, siguen investigando y concluyen que la causa de la subida de 1,5 o 2 °C —o incluso a veces, hasta 4 y 5 grados centígrados— del planeta, está relacionada íntimamente con la causa de que el CO2, como gas de efecto invernadero, haya pasado en poco tiempo de 280 a 410 ppm en el aire del planeta y siga subiendo.
Aquí encontramos ya algunas resistencias (en el punto 2 y en el 1 también, pero de menos a más) de negacionistas del cambio y negacionistas del CO2 como causante de nada. También hay en este punto y a este nivel, científicos estudiando como secuestrar el CO2, sin al parecer haber entendido lo que es la termodinámica.
Finalmente, se han ido añadiendo instituciones y gobiernos firmando manifiestos que señalan que estamos ante una «emergencia climática mundial», como los citados.
Pero que emitamos más de 30.000 millones de toneladas de carbono a la atmósfera al año, aunque se considere causa, no deja a su vez de ser a su vez un simple efecto. - 4. Y aquí es donde la inmensa mayoría de los preocupados por los aspectos 1, 2 y 3 se suele quedar recitando letanías y pidiendo al cielo que esto se elimine de una forma u otra. Sin embargo, apenas se trata nunca a fondo de analizar cuál es la causa última de los puntos 1, 2 y 3, y mucho menos cómo atacarla y eliminarla. Y la causa última es muy sencilla de enunciar y muy difícil de resolver.
La causa última y fundamental, es que estamos quemando anualmente 11.500 millones de toneladas de combustibles fósiles al año entre petroleo, carbón y gas natural, de los 14.500 millones de toneladas de petróleo equivalente que consumimos.
Estimados de las declaraciones de emergencia climática: os invito cordialmente a pasar al punto 4 y a que empecéis a estrujaros el magín para ver cómo dejamos de consumir 11.500 millones de toneladas de petróleo equivalente y a que nos vayáis diciendo de qué actividades humanas actuales deberíamos desprendernos para evitar quemar esos combustibles y salir airosos de la emergencia climática recién declarada.
Dejaos de declaraciones rimbombantes y vacías y decidnos como pensáis en el Reino Unido cerrar el aeropuerto de Heathrow, el de Gatwick, el de Stanton y otros 50 más. Y los planes para cerrar Ryanair, British Airways y varias líneas aéreas británicas más. Cómo pensáis seguir mantenido los cientos de miles de kilómetros de carreteras asfaltadas; cómo vais a deshaceros de la flota mercante actual.
Cuáles son los planes para desmontar la agricultura mecanizada. Cómo vais a moveros en coches sin quemar petróleo. Con qué elementos que no sean derivados de combustibles fósiles vais a hacer las carrocerías y salpicaderos y asientos de plástico y neumáticos de caucho sintético de las ruedas de 40 millones de vehículos, incluso los 100% eléctricos.
Debéis decirnos cómo vais a mover los ejércitos, cómo vais a seguir manteniendo las cementeras y los altos hornos sin quemar energía fósil y los plazos y los costos para hacer todo eso en el menor tiempo posible (si estamos en «emergencia climática planetaria» es que queda muy poco tiempo ¿verdad?).
En fin, que invito cordialmente al personal a pasarse al punto 4 y a tomar acción, en vez de a quedarse en los puntos 1, 2 y 3 realizando rogativas al cielo para que resuelvan estos problemas, sin querer pasar por el punto 4.
Os invito a profundizar en lo que considero la causa última, que es la quema de 11.500 MTep/año y en ver cómo nos apañamos para eliminar esto. Algún buen amigo y experto me sugiere que esta idea de ver lo que son exclusivamente efectos y procurar ignorar o esconder las causas finales, es muy potente. Al llegar a la causa última, él ve que todavía se podría añadir una última, que es nuestro comportamiento social como un superorganismo o una gran ameba ultrasocial, de la que formamos parte.
Y no seáis vagos y conformistas, porque de los efectos que más preocupan (de osos polares ahogándose por falta de hielo, bosques ardiendo, ciudades inundándose, tornados cada vez más furiosos, sequías implacables, etc.) y de saber que eso lo causa el aumento de 1, 2 ó 3ºC de temperatura en el ambiente y que eso a su vez lo provocan los gases de efecto invernadero que no dejan de crecer, pasamos a no querer ver cómo nos vamos a desembarazar de la causa última, que es la quema de 11.500 millones de toneladas de combustibles fósiles cada año y en aumento.
Y para no tratar de eso a fondo, pasamos directamente a los sueños de un mundo «100% renovable», «limpio», «verde», libre de emisiones y sin mácula que nos va a permitir seguir viviendo como hasta ahora (a los occidentales, claro, que somos los que protagonizamos este tipo de inventos y declaraciones fatuas, mientras somos los que más consumimos).
Sean (seamos) un poco más serios y analicen (analicemos) en detalle por qué no vamos a poder seguir en este nivel con las llamadas «energías renovables». Analicen por qué nos autoengañamos de forma tan infantil, cuando sabemos de sobra que no son energías renovables, sino complejos sistemas tecnológicos no renovables, capaces apenas de interceptar y transformar en electricidad, durante un periodo muy limitado de tiempo, flujos intermitentes y espurios de energía renovable de la Naturaleza.
Recibí recientemente un estudio que calcula lo que emiten las 100 empresas o gigacorporaciones más grandes del mundo. Creo que debemos empezar a dejar de demonizar a las corporaciones y a los políticos, porque nosotros somos parte también del entramado.
Esas gigacorporaciones, además de emitir como bellacos, están sirviendo bienes y servicios a miles de millones y entre ellos, a muchos de los que protestan con carteles diciendo que «no tenemos un planeta B». Es lo mismo que exigir a los políticos que cambien el sistema desde las pancartas, mientras seguimos votándoles (esto incluye también a Unidas Podemos o a los sindicatos).
Así, los carteles de los que nos manifestamos exigiendo cambios, deberían a mi juicio, alargarse un poco, diciendo algo así como «Actuad (actuemos) ahora, pero sabiendo que nos va a afectar en nuestro modo de vida de forma drástica y que estamos dispuestos a aceptarlo».
Es necesaria una reflexión, capítulo a capitulo, de nuestras existencias y nuestro día a día, sobre en qué consistiría dejar de emitir, dejar de quemar fósiles, dejar de disponer de tantas y tantas cosas.
De ahí que a mi juicio, emplazarse en el «100% renovables» como posible para mantener un BAU, es uno de los grandes frenos que impide aceptar con serenidad la mierda en la que estamos metidos hasta el cuello, porque señala esa falsa salida de emergencia que la gente cree que tiene y que es muy inmovilizadora o desmovilizadora. Ya vendrán como el Séptimo de Caballería, a nuestro rescate. Pero esta vez, no hay rescate que valga. Toca sufrir y empezar a entender de lo que vamos a tener que prescindir si queremos cambiar el sistema, no el clima, porque no tenemos un planeta B, si queremos dejárselo mínimamente habitable a los que ya vienen detrás.
Si queremos un mundo diferente, empecemos por eliminar esa gigantesca infraestructura que es la ameba cultural y socio-política del capitalismo y empecemos a entender que va a ser tan doloroso como imprescindible.
[…] Fuente de información […]
Brillante artículo, una importante reflexión sobre las recientes declaraciones de emergencia climática, y el significado de las mismas, o la falta de significado si detrás de estas no hay un compromiso real de cambio de modelo económico, político y social, de responsabilidad como habitantes del mundo de reducir drásticamente nuestro consumo, de tomar conciencia y acción, por decirlo de una manera simple y llanamente vivir de forma sencilla, vivir con menos. Si estás declaraciones sólo sirven para dar una imagen positiva y verde de cara a la opinión pública no es un éxito en absoluto sino un tremendo fracaso, de nuevo sirve como herramienta a un sistema capitalista complaciente dónde la tecnología y la imaginación se han adueñado del entendimiento y la razón. Gracias por el artículo Pedro Pietro.
Me parece que tu reflexión es muy acertada pero no tanto el palo al mensajero. En XR reconocemos los cambios necesarios en nuestra sociedad pero nuestro objetivo es llamar la atención sobre la urgencia de los cambios y no llevarlos a cabo.
Yo personalmente firmaría esa pancarta, estoy dispuesto a cambiar mi forma de vida pero los gobiernos deben responsabilizarse de las consecuencias de su falta de decisiones.
Las declaraciones son un primer paso, sabemos que aún le falta contenido por parte de los gobiernos, pero la exigencia de acciones exigirá más lucha, más huelgas, bloqueos, detenciones. XR está dispuesto a ello y tambien a los cambios en nuestra sociedad.
Parece que ha habido sincronización con Antonio Turiel, que hoy precisamente ha publicado también sobre la cuestión de las declaraciones de emergencia. Recomendamos a nuestras lectoras y lectores que también le dediquen su tiempo al texto de Antonio.
Si podemos considerarnos como un superorganismo entonces también somos una superestructura disipativa, que se rige por el principio de màxima producción de entropía.
Este principio nos indica que, en cumplimiento de las leyes de la termodinámica, es mucho mas probable que sigamos manteniendo el actual despilfarro energético antes que reducirlo.
Como superestructura disipativa tenemos la tendencia a devorar toda la energia disponible al máximo ritmo que las circunstancias permitan, cosa que limita en gran medida nuestras posibilidades de cambio. No es que éste sea imposible, en teoria, pero las leyes de la termodinámica nos empujan en la dirección contraria y contra ellas poco podemos hacer.
Compañero
Ante todo darle las gracias por su actividad redoblada de esclarecimiento.
Solo quiero decirle respecto a las declaraciones del Parlamento Británico que comenta que el éxito del capitalismo en sus aproximados 500 años de recorrido ha sido no cumplir con su retórica. Así que nada extraño, no asombra, más de lo mismo. El lema antisistémico de «libertad, igualdad y fraternidad» cuando se haga realidad también será un hecho el fin del capitalismo como tal.
Un saludo cordial