Falta de liderazgo
Cambio climático… Los últimos cuatro años fueron los más calurosos jamás registrados en la Tierra
Cambio climático… 2018 fue el año más caluroso jamás registrado en los océanos del planeta
Cambio climático… La lucha contra el cambio climático se resiente por la falta de liderazgo
…¿Falta de liderazgo?
Caso 1
En un seminario celebrado en el año 1989 bajo los auspicios del IPCC, el profesor japonés Yoichi Kaya introdujo lo que daría en llamarse a partir de ese momento la identidad de Kaya, una expresión a través de la que se relacionan las emisiones de CO2 con la población (P), el valor añadido per cápita (PIB/P), la energía consumida por unidad de valor añadido (E/PIB) y el CO2 emitido por unidad de energía (CO2/E):
CO2 = (CO2/E) x (E/PIB) x (PIB/P) x P
La identidad puede simplificarse ligeramente si se combinan los dos primeros factores del segundo miembro. La expresión así obtenida permite utilizar en el cálculo los valores de la intensidad en carbono de la economía (CO2/PIB):
CO2 = (CO2/PIB) x (PIB/P) x P
Haciendo uso de la identidad de Kaya en esta segunda forma, Adrian E. Raftery, del Departamento de Estadística de la Universidad de Washington y cuatro colegas más, han descrito la distribución de probabilidad de las emisiones de CO2 de aquí al año 2100 bajo determinados supuestos [1].
Sus conclusiones son, en términos generales, consistentes con las que se alcanzan siguiendo líneas de investigación diferentes. En concreto, los investigadores predicen que la temperatura media global podría situarse, con una probabilidad del 90%, entre los 2oC y los 4,9oC por encima de los niveles preindustriales, (con una mediana de 3,2oC). Además, la probabilidad de que el calentamiento global supere los 2oC respecto de los niveles preindustriales, es mayor del 95%, y de que supere los 1,5oC, mayor del 99%.
Caso 2
De acuerdo con los resultados de Raftery y sus colegas, la probabilidad de que el calentamiento global supere los 4,9oC no es menor de un 5%. Es cierto que es una probabilidad baja, pero de alcanzarse esa temperatura, las consecuencias serían tan graves que resultan inimaginables. De hecho, no hay registros en los últimos 15 millones de años que nos puedan ilustrar sobre ello.
En la literatura sajona, a estas situaciones de baja probabilidad y de muy alto impacto se designan con las siglas LPHI (Low Probability High Impact). Con el fin de fijar criterios que puedan resultar útiles en la implementación de políticas de mitigación con las que evitar este riesgo, Yangyang Xua y Veerabhadran Ramanathan [2] proponen una revisión de las categorías que el IPCC, a través de sus cinco razones para la preocupación, emplea para valorar las interferencias antropógenas peligrosas [3].
Las categorías propuestas son tres, a saber: (1) Calentamiento por encima de 1,5ºC, peligroso; (2) calentamiento por encima de 3ºC, catastrófico; (3) calentamiento por encima de 5ºC, desconocido.
Admitidas estas categorías, Xua y Ramanathan argumentan que los itinerarios de mitigación habrían de ser tales que:
- limiten la probabilidad de alcanzar la zona peligrosa a, como mucho, el 50%;
- que la probabilidad de alcanzar la zona catastrófica esté por debajo del 5%, y
- que la temperatura, en lugar de estabilizarse en los 1,5oC o 2oC, disminuya con el tiempo antes de alcanzar el fin de siglo.
Teniendo en cuenta estos criterios, los autores proponen entonces tres escenarios con los que limitar el calentamiento global en 2100 a +2ºC (Target 2C), +1,5ºC (Target 1.5C), y bien por debajo de los 2ºC (Target WB2C) respecto de la temperatura media de la era preindustrial.
De los tres escenarios, sólo el último satisface los tres criterios antes mencionados, y esto sólo después de permanecer en la zona peligrosa (+1,5ºC), durante varios años antes de alcanzar la neutralidad en carbono, allá por el año 2050. Pero no es un escenario practicable: Su éxito reside en desplegar antes de 2030 medios de captura y almacenamiento suficientes para secuestrar no menos de 16Gt de CO2 anuales durante los siguientes setenta años. Los mismos autores del estudio reconocen la «enorme dificultad» que esto supone debido a la «ausencia de tecnologías escalables adecuadas». Yo pienso que no sólo la ausencia de tales tecnologías lo hace inviable.
Sembra diminuire…
Dicen Xua y Ramanathan [4]:
Para limitar a corto plazo (en las tres próximas décadas) el riesgo de calentamiento peligroso (50% de probabilidad) y catastrófico (5% de probabilidad) es imperativo que las emisiones de CO2 y de otros contaminantes climáticos de corta duración alcancen su máximo de forma inmediata y que empiecen a disminuir a partir de 2020. Hay señales esperanzadoras de que este objetivo es posible. Las emisiones mundiales de CO2 aumentaron un 2,9% anual entre 2000 y 2011; disminuyeron un 1,3% al año entre 2012 y 2014; y disminuyeron aún más hasta un crecimiento cercano a cero (−0,2% por año) en 2015. Esta tasa de crecimiento casi nula se mantuvo en 2016.
Y añaden:
Que la tasa de crecimiento sea casi cero a partir de 2014 se debe a una combinación de varios factores: paso del carbón al petróleo y gas natural; aumento en la producción de energías renovables como la nuclear (1,3%), hidroeléctrica (1%) y eólica y solar (15%); y una reducción en la intensidad de carbono de la economía.
Puede sorprender que los autores citados consideren la energía nuclear como parte de las (mal) llamadas energías renovables, pero aún sorprende más que lleguen a pensar que las razones que citan son verdaderos vehículos para una reducción real y sostenida de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de 2020 [5].
…eppure, cresce
Refiriéndose a la identidad de Kaya dicen Raftery y sus colegas [6] que las medidas para reducir las futuras emisiones de CO2 pasan por reducir al menos uno de sus tres factores y dado que:
Las políticas para reducir el PIB per cápita parecen improbables y el incremento de la población no será un factor importante, todo sugiere que las políticas futuras deberían focalizarse en [reducir] la intensidad en carbono.
Es cierto que la intensidad en carbono de la economía mundial viene reduciéndose desde hace algunos años. Pero admitámoslo: no por ello han disminuido las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero a la atmósfera (véase el gráfico de más abajo). Podrán prometernos el camino hacia la salvación si conseguimos, como algunos pretenden haber conseguido, desacoplar la economía del consumo de energías contaminantes. Pero las evidencias son incuestionables.

¿Cómo mantener al planeta habitable? De acuerdo con algunos guerreros del ecologismo, todo lo que se necesita es terminar con el capitalismo, el único sistema económico que ha sacado de la pobreza y el sufrimiento a miles de millones de personas. [7].
«Eppur si muove», dijo Galileo defendiendo frente al tribunal de la santa inquisición la teoría heliocéntrica. «Eppure, cresce», podríamos decir nosotros refiriéndonos a las emisiones de CO2 en la economía global.
¿Cómo mantener al planeta habitable? –se preguntan algunos defensores del capitalismo, convencidos de que la inhabitabilidad del planeta no tiene su origen en el sistema capitalista que ellos defienden.
Caso 3
De entre los diferentes escenarios que utiliza el IPCC en su reciente informe especial, SR15 [8], hay uno, propuesto por Grubler y veinte investigadores más [9], en el que la temperatura global se mantiene por debajo de los 1,5ºC sin necesidad de acudir a técnicas de captura y secuestro del CO2 de la atmósfera. Consiste en una reducción drástica de la demanda de energía final gracias a la mejora simultánea de dos factores, la eficiencia de conversión energética y la eficiencia de uso.
Siguiendo los supuestos propuestos por los autores, si en 2020 la eficiencia del sistema global de la energía es, previsiblemente, de tan sólo un 14%, en 2050 podría llegar a ser de un 44%. Esto permitiría reducir casi a la mitad la producción actual de energía primaria. La utilización de sistemas, distribuidos o no, de producción de energía renovable, junto con la completa electrificación de la economía y el uso compartido de baterías e hidrógeno como medios de almacenamiento energético, permitiría reducir paulatinamente el consumo de combustibles fósiles hasta hacerlo desaparecer completamente en 2050. El calentamiento global tendría entonces su pico en +1,5ºC (con una probabilidad del 45%) respecto de los niveles preindustriales e iría decayendo después hasta hasta +1,4ºC en 2100.
La propuesta de Grubler y sus colegas es, de poder realizarse, una buena propuesta. De hecho, podría admitirse que satisface los tres criterios de Xua y Ramanathan mencionados más arriba. Pero, ¿es realizable?
Hay en la narrativa del escenario una apuesta a favor del aumento de la eficiencia que es, a mi parecer, excesiva. Sirva lo siguiente a modo de ejemplo: La productividad de los campos de trigo debería incrementarse en un 38% de aquí a 2050 y en un 77% para 2100; en el caso de los cultivos de azúcar, en un 46% y un 92% respectivamente; el ahorro de energía por el uso de electrodomésticos y electrónica de consumo, incluyendo las telecomunicaciones, podría ser gracias a diferentes mejoras tecnológicas, hasta de un 60%; los incrementos de la eficiencia energética en la iluminación de hasta un 80%.
Pensar que se pueden alcanzar estos niveles de eficiencia y productividad gracias al empuje de una sociedad que, siguiendo las tendencias actuales del mercado, opta por tecnologías distribuidas de bajo consumo, me resulta difícil de imaginar. Pensar que todo esto servirá para que aguas arriba y a muy corto plazo, se descarbonicen los medios de producción de la energía de la que se alimenta el propio mercado, me resulta totalmente inimaginable.
Una responsabilidad común diferenciada
«Común y diferenciada». Así es como describe la UNFCCC la responsabilidad de mantener la temperatura global por debajo de valores inaceptables. Común, por cuanto que es una responsabilidad compartida por todos. Diferenciada, por cuanto que corresponde a las sociedades que históricamente han emitido más GEIs a la atmósfera, dar el primer paso y permitir de este modo a las sociedades menos desarrolladas la posibilidad de implementar medios de adaptación al cambio climático antes de que se agote el escaso presupuesto de carbono que aún nos queda.
Asumir esa responsabilidad significa que los Estados del norte global deberían empezar, urgentemente, a reducir sus emisiones y a hacerlo con la máxima celeridad. ¿Cuánto de deprisa? Hagámonos una idea de ello: El más benevolente para con las emisiones de CO2 de entre todos los escenarios más arriba mencionados es el Target 2C. En él se admite un crecimiento de la emisiones globales de CO2 del 0,8% hasta 2030 [10] para disminuirlas después a un ritmo del 5,5% anual. Si parece poco, téngase en cuenta que en este escenario la probabilidad de alcanzar en 2100 una temperatura media global de 3ºC por encima de la temperatura preindustrial, no es desdeñable.
En la resolución sobre el New Deal Verde que Alexandria Ocasio-Cortez, presentó al Congreso de los EEUU el 7 de febrero de este mismo año [11], se reconoce que los EEUU «han sido históricamente responsables [de la emisión] de una cantidad desproporcionada de gases de efecto invernadero» –solo en 2014, apunta la resolución, los EEUU emitieron el 20% del total de las emisiones de GEI emitidas globalmente–, y se insta al gobierno federal a que asuma su deber de constituir un New Deal Verde mediante el que en 10 años se alcance una situación de cero emisiones netas de GEI, creando a la par millones de puestos de trabajo bien remunerados con los que asegurar la prosperidad y seguridad económica de todos los estadounidenses, preservando en todo momento, para las generaciones actuales y futuras, agua y aire limpios, resiliencia comunitaria y climática, alimentación sana, acceso a la naturaleza y un medio ambiente sostenible.
El «sueño verde», lo calificó despectivamente la portavoz demócrata en el Congreso, Nancy Pelosi[12].
Un itinerario ecosocialista
La resolución sobre el New Deal Verde deja en el aire un número importante de cuestiones que teóricamente deberían concretarse a través de la elaboración de un plan de acción que, de haberse creado en el Congreso de los EEUU el Comité correspondiente [13], hubiera estado ultimado el 1 de enero de 2020.
Richard Smith, cofundador del movimiento System Change, Not Climate Change, autor de varios libros y artíulos sobre cambio climático y ecosocialismo y compañero de AOC en el movimiento Democratic Socialists America, adelanta en un artículo publicado en noviembre del pasado año [14], por dónde debería discurrir este plan.
Un plan que para «atender una emergencia climática», dice Smith, debería concretarse en los siguientes puntos:
- Declaración del estado de emergencia para suprimir el uso de combustibles fósiles.
- Diseño de planes de empleo destinado a los actuales trabajadores de las industrias dependientes de los combustibles fósiles.
- Lanzamiento de un plan de choque para acometer la transición energética.
La supresión de los combustibles fósiles pasa por la nacionalización de todas las industrias extractivas y dependientes del carbón, el petróleo o el gas natural previo pago de un justiprecio que tenga en cuenta los intereses de sus actuales propietarios y de la sociedad en general. Se pretende de este modo evitar nuevas extracciones, racionar el uso de combustibles fósiles y evitar la bancarrota de las industrias relacionadas. Con los planes de empleo se pretende, por su parte, facilitar una salida laboral a todas las personas que debido al cierre de las industrias ligadas a los combustibles fósiles se quedarían irremediablemente sin trabajo. Por último, con el plan de choque se persigue la total electrificación de la economía.
En este esquemático plan de acción ya se adivina el importante papel que habrá de jugar el Estado en la implementación del Nuevo Acuerdo Verde. Si a esto se añade el importante número de acciones que ha de contemplar el plan para “promover la justicia y la equidad frenando la actual, previniendo la futura, y reparando la histórica opresión a los pueblos indígenas, a las comunidades negras, a los migrantes, a las comunidades desindustrializadas, a las despobladas comunidades rurales, a los pobres, a los trabajadores con bajos ingresos, a las mujeres, a los ancianos, a los sin hogar, a los discapacitados y a los jóvenes” [15], se entiende la calificación de ecosocialista con que se identifica la propuesta [16].
Sin embargo, también aquí surge la pregunta: ¿es practicable?
Porque… menos el amor, todo en la vida decrece
Y porque no sólo es el cambio climático. También son las interferencias en el ciclo del nitrógeno, y en el del fósforo, y la muy alarmante pérdida de biodiversidad, y el cambio descontrolado en el uso del suelo, y la acidificación de los océanos, y la aparición de nuevos organismos producidos con técnicas de ingeniería bioquímica y genética que se utilizan de forma desmedida sin respeto alguno al principio de precaución.
Es el uso irracional de los acuíferos y su sobrexplotación, y el pretendido uso de la geoingeniería y la utilización de aerosoles como medio para modificar el albedo de la Tierra y seguir con el aquí no pasa nada.
Es, sobretodo, el riesgo de traspasar los límites ligados a esos procesos. El riesgo de provocar un desplazamiento del Sistema Tierra a un nuevo punto de equilibrio, incompatible con la vida que conocemos. El riesgo de coger el camino equivocado. El que nos lleva al Hothouse Earth, a la Tierra Cocedero, a la Tierra resultante de la desmedida actividad humana en esta era a la que llamamos Antropoceno [17].
Y es el agotamiento de los recursos.
Y los efectos derrame que todo ello produce –y ciegamente aceptamos– en nuestras vidas.
Y el riesgo inasumible de quedarnos secos.
Epílogo
Refiriéndose al New Deal Verde, Richard Smith se lamenta (y con él, nos lamentamos), de que en la propuesta:
No se reconoce que una economía infinitamente creciente ya no es posible en un planeta finito. No se reconoce la necesidad imperiosa de una economía decreciente, de una desindustrialización sustancial que vaya más allá de las industrias basadas en los combustibles fósiles [18].
Y es que, menos el amor…

Notas
[1] Adrian E. Raftery et al. «Less than 2ºC warming by 2100 unlikely». Nature Climate Change, July 2017. Los supuestos referidos son:
- que se verifiquen las perspectivas de crecimiento de la población mundial previstas por las Naciones Unidas en su informe de 2015 [2], y
- que todos los países del mundo mantendrán su tendencia a incrementar el PIB per cápita con el fin de converger en la medida de lo posible, aunque no necesariamente a igual velocidad, al valor que arroja la economía de los EEUU, y
- que la intensidad en carbono de la economía mantendrá la tendencia descendente que se viene produciendo desde hace varios años tanto en el norte como en el sur global.
[2] Yangyang Xua, and Veerabhadran Ramanathan. Well below 2°C: Mitigation strategies for avoiding dangerous to catastrophic climate changes. PNAS, September 26, 2017. Vol. 114 no. 39. 10315-10323.
[3] Cinco razones para la preocupación (Reasons for Concern). Véase el TAR 2001, SYR, p.224.
[5] Las emisiones de CO2 debidas a los combustibles fósiles, a la industria y al cambio de uso de la tierra, se incrementaron un 2% en 2017 con respecto del año anterior. En el momento de escribir este artículo aún no se han publicado los valores correspondientes a 2018, pero las previsiones más optimistas apuntan a un crecimiento adicional del 2,7%.
En otro párrafo del documento firmado por Xua y Ramanathan, se anuncia que hay laboratorios vivientes, como California o la ciudad de Estocolmo, en los que se ha demostrado la posibilidad de desacoplar el crecimiento económico de las emisiones de carbono. A nuestro entender, esto no es atender a la realidad.
La huella de carbono de California es de 4,25 Ha globales per cápita, que suman junto a la huella ecológica debida a otros factores (pesca, terreno construido, alimentación, pastos y bosques), un total de 6,68 Ha globales per cápita. La biocapacidad de California es de tan solo 0,77 Ha globales per cápita. En otras palabras, California consume más de ocho Californias enteras a costa del futuro de todos (Véase, por ejemplo, el informe State of the States, A new perspective on the wealth of our nation. Global Footprint Network, julio 2015.
Ocurre lo mismo en relación con Estocolmo. Cuando se valora su sostenibilidad –o la de cualquier otra ciudad que quiera tomarse como ejemplo–, se requiere mirar más allá de los límites de la propia ciudad e indagar y valorar los flujos y dependencias de la ciudad desde una perspectiva global (Véase, Seitzinger, S.P., Svedin, U., Crumley, C.L. et al. AMBIO (2012) 41: 787. https://doi.org/10.1007/s13280-012-0353-7). Puesto en claro: La mejoría que pueda haber experimentado Estocolmo es resultado del empeoramiento habido en quién sabe qué otra parte del mundo. Puesto en aún más claro: Hace mucho tiempo que el norte global se va a cagar a casa de otra gente.
[7] La frase es de Nicolas Loris, «UN Climate Report Merely a Blueprint for Destroying the World Economy«, oct. 2018.
[8] IPCC, 2018, Global Warming of 1.5ºC. SR15.
[9] El escenario LED (Low Energy Demand), al que se designa escenario P1 en el resumen para políticos del SR15. Véase Grubler et al.: «A low energy demand scenario for meeting the 1,5oC target and a sustainable development goals without negative emission technologies». 2018. Nature Energy 3, 515-527 (2018).
[10] Lo que presupone que las contribuciones determinadas y comunicadas conforme a lo convenido en el acuerdo de París (INDC) se cumplen estrictamente, algo que es conocido, no es cierto.
[11] 116th Congress, 1st session. H. RES. 109. «Recognizing the duty of the Federal Government to create a Green New Deal». Feb. 7, 2019.
[12] “Bring on the Green New Deal vote”, The Washington Post, 19, feb 2019.
[13] Se conoce el borrador final del documento en el que se solicita la creación de este comité. Puede consultarse el documento aquí: https://ocasio2018.com/green-new-deal (consultado 21/02/2019). La creación del comité fue finalmente rechazada por la Cámara de Representantes decidiéndose a cambio resucitar a iniciativa de Nancy Pelosi, un comité ya disuelto y que ella misma había creado años atrás. Véase, por ejemplo, https://www.politico.com/story/2019/02/07/pelosi-trump-government-shutdown-1154355
[14] Richard Smith, «An Ecosocialist Path to Limiting Global Temperature Rise to 1.5°C«, Nov. 2018. Promete el autor una extensión del artículo en forma de documento académico, que se publicaría el 1 de marzo.
[15] En la resolución sobre Green New Deal, nota [11].
[16] ¿Reconocemos que el mundo subdesarrollado también habita entre nosotros?.
[17] Una magnífica referencia en Will Steffen, J. Rockström, y 14 más. 2018. «Trajectories of the Earth System in the Anthropocene«. Proceedings of the National Academy of Sciences, Aug 2018.
Muy interesante a la par que desesperanzador.
Me queda la pregunta, ¿no es incompatible el socialismo con un mundo que no se vea a sí mismo como de crecimiento y progreso? Es terrorífico, pero parece la verdad.
En los colectivos históricamente oprimidos y olvidados, al New Deal Green se le ha olvidado el LGTBIQ+.
PD: tienes mi like!