Nos queda poco tiempo para lograr un cambio fundamental en la política de nuestros Estados para frenar y limitar el cambio climático. Estamos hablando de pocos años pues en 2030 (en menos de 12 años) tendríamos que haber reducido las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un 45% para limitar el calentamiento global a 1,5º C. Pero ni la política, ni el debate social están a la altura de este reto. Entonces, ¿estamos jodides?
No lo creo. La historia social, la historia de las revoluciones y de los movimientos sociales, nos da esperanza. Como dijo Lenin: «Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas». La pregunta es: ¿cómo crear estas semanas en las que pasan décadas?, ¿cómo podemos desencadenar un movimiento social que logre un cambio cualitativo y cuantitativo en torno al debate sobre el cambio climático? ¿cómo logramos poner en el centro la justicia climática?
En 2016 Mark Engler y Paul Engler publicaron el libro This is an uprising. How nonviolent revolt is shaping the twenty-first century. Los hermanos Engler presentan el modelo del «organizing basado en el impulso», un intento de combinar la metodología del community organizing en la tradición de Saul Alinsky con la dinámica de los movimientos sociales y la resistencia civil.
¿Organizing paso a paso o utilizar la fuerza del torbellino?
El modelo más clásico de organizarnos, el community organizing de Saul Alinsky, es un proceso lento, de construcción de organizaciones de base potentes para lograr cambios sociales concretos paso a paso, aunque se basa en una visión radical de la justicia social. Maribel Casas y Sebastián Cobarrubias resumen los principios del community organizing de la manera siguiente:
- Se parte de una serie de personas con lazos entre sí, que comparten un espacio común de interacción cotidiana, siendo este componente territorial el factor de unión. El community organizing trabaja en contextos donde no hay una comunidad como tal, pero sí existe un territorio compartido por diferentes organizaciones, grupos étnicos, religiosos, etc. Parte del arduo trabajo del community organizing es lograr cuajar estas multiplicidades y divisiones.
- Se establecen una serie de demandas concretas realizables a corto plazo. A la vez, se mantiene una noción de cambio social estructural y multi-escalar, donde se relacionan temas económicos, raciales, de género, etc.
- El énfasis se pone en el proceso, no sólo en las metas de una lucha particular: se tiene muy presente la importancia del proceso de empoderamiento, y de movilización por las necesidades y derechos de cada persona, generando liderazgo por el cambio social donde antes había impotencia y desconexión[1].
Esta forma de trabajar tiene sus ventajas. Los cambios sociales conseguidos a través del organizing, aunque son más pequeños, son más estables y más concretos. Pero en el contexto de la emergencia climática tiene una gran desventaja: es demasiado lento. Y no sólo esto, porque construir paso a paso raras veces logra un cambio fundamental, una transformación profunda del pensamiento, un salto cualitativo.
Los movimientos sociales (y las revoluciones) tienen otras dinámicas que no se pueden explicar (ni movilizar) dentro del marco del community organizing. Y son estas dinámicas las que tenemos que entender y utilizar ahora. Los hermanos Engler lo llaman «la fuerza del torbellino». Pero, ¿qué es esa fuerza del torbellino? ¿Cómo hacemos despegar un movimiento social?
Recordemos el 15-M. Lo qué pasó en mayo de 2011 era el torbellino, el despegue de un nuevo movimiento. Aunque parece que ya no existe este torbellino (este es el problema de los torbellinos,no son duraderos), el 15-M significó un cambio cualitativo y cuantitativo de los debates sociales y políticos; fueron unas semanas en las que pasaron décadas. Como dice un articulo publicado en Público, aunque “ninguna de las demandas que enumeró el movimiento 15-M ha sido satisfecha, (…) aquel movimiento ciudadano espontáneo (…) consiguió instalar un discurso y señalar unos problemas que han guiado la vida política del país desde entonces”.
Esta fuerza del torbellino es la clave para entender los cambios profundos conseguidos por algunos movimientos sociales. Cuando el movimiento por los derechos civiles de los Estados Unidos planificó la campaña de desobediencia en Birmingham en 1963 intentaron planificar exactamente esto: hacer despegar al torbellino. Antes ya hubo otras campañas como el boicot del transporte publico en Montgomery en 1955, pero la campaña de Birmingham cambiaba profundamente el discurso (y la política). Como dice Alex Browne, las protestas de Birmingham “ejercieron una presión sin precedentes para actuar sobre los derechos civiles en el gobierno federal y, así pusieron en marcha el proceso legislativo. También demostró ser el punto de inflexión en la opinión pública y llevó a la mayoría hasta ahora silenciosa a la acción. Expuso la brutalidad segregacionista del sur a una audiencia internacional. Durante demasiado tiempo, el blanco moderado pasivo había impedido el avance de los derechos civiles. Aunque Birmingham no fue de ninguna manera un remedio total, revitalizó y atrajo el apoyo a una causa delicada. En última instancia, creó una confluencia de fuerzas que obligaron a la administración Kennedy a introducir la legislación de derechos civiles.”
En la historia de los movimientos sociales y de las revoluciones podemos observar muchos otros torbellinos: el movimiento Act UP sobre todo en los Estados Unidos en la década 1980/90, la insumisión de los años 90 en el Estado español, la Primavera Árabe en 2011, etc. Lo que quizás distingue el Proyecto C de Birmingham de muchos otros torbellinos es que estaba planificado conscientemente por el movimiento.
El impacto principal de la fuerza del torbellino es una movilización rápida a gran escala que cambia profundamente el debate social y hace posible lo que antes era impensable. El torbellino por sí mismo raras veces logra cambios profundos, ya que éstos necesitan otro tipo de trabajo. Pero los hace posibles, deseables y hasta urgentes para mucha gente. El torbellino elimina las barreras del pensamiento y hasta puede derrocar dictadores (por ejemplo: Mubarak en Egipto), pero no puede implementar o construir una nueva política o sociedad. Solamente construye el deseo o la idea de que eso podría suceder.
Mientras las organizaciones existentes (organizaciones de presión o del tipo de community organizing paso a paso) muchas veces no son capaces de hacer despegar al torbellino y, hasta tienen miedo de esta dinámica pues parece poco controlable; después del torbellino son precisamente las que pueden aprovechar el discurso cambiado y presionar por la implementación de una nueva política. Dichas organizaciones (ONG, sindicatos, asociaciones de vecindad, entre otras) generalmente se plantean objetivos transaccionales, es decir, objetivos muy concretos que significan una mejora concreta principalmente para sus miembros. Raras veces salen de este tipo de objetivos y esto tiene como desventaja importante que no son capaces de crear la dinámica de torbellino, no son capaces de animar a mucha gente, de inspirar nuevos movimientos.
Por otra parte, los movimientos sociales tienen objetivos transformadores, que nos hacen soñar: el fin de la violencia de género, el fin de las guerras, otro mundo posible. Es difícil traducir estos objetivos transformadores en algo más concreto, transaccional, pero proprocionan una visión, estimulan el movimiento, apelan a nuestros deseos de un mundo más justo.
Aplicando todo esto a la emergencia climática presente, lo que hace falta ahora es desplegar el torbellino con objetivos transformadores. Una posible Ley de Cambio Climático, aunque fuera la mejor ley del mundo, no nos serviría. Necesitamos una visión concreta, objetivos transformadores a otro nivel, objetivos que nos inspiren y nos animen a actuar. La Rebelión contra la Extinción o la campaña By 2020 We Rise Up de la Red Climate Justice Action son propuestas en este sentido.
La resistencia civil: dosificar y planificar los torbellinos
Los torbellinos son poco duraderos y, además, a veces es difícil controlar qué dirección toman; esto supone riesgos. El torbellino polariza, intensifica el conflicto y se nos puede ir de las manos. Las estrategias de la resistencia civil son una manera de combinar el organizing paso a paso con la fuerza del torbellino, pero dosificada y planificada.
Para desplegar un torbellino de manera dosificada y planificada, ¿cuáles son los ingredientes imprescindibles?, ¿qué estrategias y tácticas deberíamos emplear?
El torbellino perturba el funcionamiento normal de la sociedad, no podría ser de otra manera. Necesita de la confrontación, precisa intensificar el conflicto entre el poner la vida en el centro o seguir hacia un camino de destrucción de las bases de la vida y hacia un calentamiento global por encima de los 3ºC e incluso más de 5ºC, con consecuencias catastróficas.
En este sentido, las tácticas de perturbación son claves: bloqueos masivos, ocupaciones, campañas masivas de boicot y de desobediencia civil.
Las acciones de perturbación hacen visible un conflicto, lo intensifican y esto causa polarización y hasta rechazo, lo cual implica ciertos riesgos de una respuesta negativa, de un contragolpe. Para minimizar este riesgo, las investigaciones en resistencia civil señalan aspectos importantes:
- La noviolencia: al menos en nuestras sociedades, las acciones violentas causan rechazo y proveen una justificación fácil para la represión. Mantener la noviolencia de las acciones –que no es lo mismo que la legalidad– es importante para reducir el riesgo tanto de la represión como de una respuesta negativa.
- El sacrificio: es decir, exponernos, poner nuestro cuerpo en la linea de batalla, mostrar nuestra cara, pero también hacer visible nuestro esfuerzo. Este tipo de sacrificio –de tiempo, de energía, de exponernos a riesgos– puede producir empatía. La gente se pregunta, “¿por qué hacen eso?, ¿qué les motiva?” y de esta manera se abre un debate. En el sacrificio es importante no reproducir las imágenes y estereotipos patriarcales, no necesitamos ni héroes ni heroínas. El sacrificio también va de la mano de las emociones: nuestra rabia e indignación por la falta de medidas para frenar al cambio climático, nuestra rebeldía…, pero también nuestra alegría, nuestra esperanza y nuestra visión.
- Una estrategia de intensificación: No sirve una acción muy espectacular, ni repetir siempre la misma acción. Es necesario tener una idea sobre cómo aumentar la presión, la perturbación del funcionamiento normal de la sociedad, de la economía, de las instituciones. Esto puede significar lograr acciones de desobediencia con cada vez mas participación o añadir otras tácticas como: bloqueos de puentes, en el inicio; obstrucción de refinerías y otras estructuras de suministro o extracción de combustibles fósiles, después; ocupaciones y boicots masivos, al final. Llenar las cárceles… Las estrategias de intensificación no solamente tienen como objetivo aumentar la perturbación. Tienen como blanco los distintos pilares de apoyo de ciertas políticas o de un régimen para neutralizarlos o hacerlos caer y, así, hacer cada vez más difícil mantener la política actual.
En su investigación sobre los mecanismos de éxito de los movimientos sociales, Felix Kolb señala que el poder político de la perturbación viene de la mano de su capacidad para romper el funcionamiento normal de las instituciones políticas y/o de algún(os) negocio(s) y crear un sentimiento de crisis[2]. El movimiento por los derechos civiles de la población afroamericana en los Estados Unidos, aunque continuamente se hablaba del «amor del enemigo», empleó este mecanismo en varias ocasiones. Un ejemplo entre muchos es el Proyecto C, la campaña de Birmingham. Esta campaña contra la segregación en Birmingham, Alabama, consistió en una serie de acciones de boicot que disminuyeron el volumen de negocio de muchos comercios hasta el 40%, seguidas por una campaña confrontativa de sentadas en cafeterías blancas, bibliotecas públicas, así como de acciones de plegaria en iglesias blancas en las que se colaban las personas activistas afroamericanas. Durante la campaña detuvieron a más de 2.500 personas, incluyendo a Martin Luther King Jr. No quedó ni un solo espacio libre en las cárceles de la ciudad.
Las perturbaciones y la polarización tienen sus riesgos, pero sobre todo logran que la gente tenga que posicionarse.
En el caso que nos ocupa las perturbaciones convertirían el problema de la emergencia o justicia climática desde uno más del montón a un problema de los más urgentes.
Al mismo tiempo la polarización causa cierta contramovilización, algo que pasó en Estados Unidos durante las movilizaciones de los movimientos de los derechos civiles o más tarde con el movimiento Act UP. Esto no tiene que ser preocupante si el movimiento es lo suficientemente fuerte, como fue el caso. Es previsible que con una polarización, cuando disminuye el espacio de indiferencia, aunque mucha gente empiece a apoyar al movimiento, también la oposición se radicalice.
Es previsible que un movimiento perturbador y potente sobre justicia climática también causara una polarización y contramovilizaciones y más si nos olvidamos del aspecto de la justicia social, de género, medioambiental, global.
Conclusiones
Aunque es cierto que tenemos que continuar trabajando en nuestros barrios y comunidades para la transición ecosocial y que necesitamos muchas calles, barrios, ciudades y regiones organizadas para la transición, que necesitamos muchos proyectos de transición energética, etc; esto no va a ser suficiente y, sobre todo, va a ser demasiado lento. Si queremos limitar el calentamiento global a 1,5ºC, necesitamos desplegar no solamente un torbellino sino muchos torbellinos. Necesitamos las fuerzas de estos torbellinos para hacer posible lo que ahora es impensable, para transformar profundamente los valores y relatos de nuestras sociedades, es decir, para poner realmente la vida en el centro.
Vivimos en un contexto de emergencia climática y colapso de nuestras sociedades capitalistas y productivistas y, para construir otro mundo –sustentable, justo, democrático e inclusivo– necesitamos una transformación profunda y rápida. Necesitamos crear estas semanas en las que pasan décadas, de las que hablaba Lenin. Sin la fuerza del torbellino no llegarán, sin muchos torbellinos no hay esperanza. Esta fuerza existe y ha mostrado su capacidad en nuestra historia de luchas ecosociales, ¿la hacemos despegar?
Notas
[1] Maribel Casas y Sebastian Cobarrubias: «Introducción. Community Organizing: el legado de Alinsky en la cultura política estadounidense». En: Saul Alinsky: Tratado para radicales. Manual para revolucionarios pragmáticos, Madrid, 2012
[1] Felix Kolb: Protest and Opportunities. The Political Outcomes of Social Movements. Campus, Frankfurt y Nueva York, 2007.
Andrea(s)
Aun cuando los torbellinos son el fondo del artículo, creo que hay dos temas tras ellos que vale la pena comentar. Me refiero al uso y abuso de la expresión “estamos” cuando se habla de los peligros que nos acechan (¿quiénes son los que tienen algo realmente valioso que perder con la crisis inminente?), y lo otro es si existe alguna posibilidad de que los cambios que se proponen, tal como se proponen (textualmente), sean caminos viables.
Partiré diciendo que creo que no hay nada que hacer ante el proceso que vivimos como Humanidad, creo que el sistema está condenado a colapsar, y sus consecuencias externas son algo con lo que deberemos lidiar obligadamente (cambio climático y destrucción ambiental).
Lo que no necesariamente significa que “estamos jodidos” (o jodides).
Siempre que se toca este tema, el de la esperable catástrofe que se avizora en paralelo con la mantención del esquema BAU (Business As Usual), escucho (o leo) la expresión “estamos”. Siempre que se habla del tema y lo mal que se ven (y van) las cosas de seguir como vamos, se concluye una generalidad no deseable presentándola como si fuera a afectar a todos por parejo (“estamos”). Cuando evidentemente no será así, a algunos afectará más, a otros menos, a algunos mucho, a otros muy poco. Los escenarios y situaciones posibles son decenas, tal vez centenares de miles, de diferentes posibles, estamos hablando de casi uno por cada individuo humano. Creo que no se puede generalizar a partir de la visión personal, que es normalmente muy limitada por la misma manera en que vivimos.
El futuro (inevitable a mi modo de ver) que (al parecer) nos espera, cambiará las vidas de todos ciertamente, pero de ahí a decir que “todos estaremos jodidos”, hay una gigantesca distancia.
Partiendo por lo que significa estar “jodidos”, expresión que da para mucho, pues es sumamente relativa y muy subjetiva. Yo diría que quienes gozan de los beneficios directos del sistema (un trabajo estable, algún bienestar económico, algún tipo de status, los beneficios de vivir en la ciudad, etc..), se verán eventualmente muy afectados, pues en la medida de que el sistema se desploma, sus vidas y su “ser alguien”, conceptos que están construidos a partir del sistema y que dependen tan íntimamente de él, que simplemente esas personas no “son” sin sistema. Una total tragedia. Diría que esas son las personas que están realmente jodidas. A lo que habrá que agregar las consecuencias directas externas al sistema humano como el cambio climático y los problemas ambientales. Siendo objetivos, ese grupo dista mucho de ser “todos”, es más, creo que es mucho menos del 50% del total (tal vez un 20%).
Ciertamente, un grupo grande de personas del mundo de alguna manera u otra no se verán tan afectadas, ya sea porque (voluntariamente o involuntariamente) dependen menos del sistema y/o porque viven en zonas que se verán menos afectadas.
Hace ya bastantes años escuché hablar a Guy McPherson, y por primera vez, escuché emplear el equivalente en inglés al “estamos jodidos” al referirse a los problemas globales que se comenzaban a hacer evidentes por aquellos tiempos. Fue algo que en ese momento ya me pareció exagerado, pues claramente mi situación personal del momento, y lo que podía ver a mi alrededor, con una visión cuidadosamente extendida y ampliada, no era (ni nunca sería) tan extrema, por muy racional que fuera la oscura visión que planteaba Guy McPherson. Fue a partir de ese evento que concluí que generalizar en este tema es una visión errada. Cada persona, cada lugar, es un caso. La tendencia a generalizar a partir de nuestra propia experiencia personal es algo normal, que forma parte de nosotros, y escapar de sus influencia requiere de un esfuerzo que debe hacerse con mucha concentración y dedicación.
En ese sentido creo que lo mejor es vivir “liviano de equipaje”, sin mucha dependencia del sistema, y estar dispuesto a enfrentar lo que venga, sin tener idea de qué exactamente será, ni saber cómo nos afectará a nivel personal, ya que no hay cómo saberlo a ciencia cierta. Por lo que no se puede estar preparado tampoco.
El problema con todos los cambios sistémicos y sociales violentos (es decir en plazos breves de tiempo, como los que, aparentemente, y según algunos, se requieren hoy en día), las revoluciones, es que ellas sólo tienen la(s) consigna(s), pero nunca ha habido planes de largo plazo tras ellas, siempre se ha improvisado, pues, como usted dice, “el énfasis se pone en el proceso”, concluyo de ello que el resultado es secundario. Consecuentemente e históricamente, ellas, nunca han terminado siendo lo que perseguían (u ofrecían), siempre han terminado teniendo consecuencias no esperadas ni previstas. Si mejor o peor, abierto a la subjetividad derivada de la amplitud del análisis que se haga. Pero siendo muy objetivos, y detallados, se puede ver que tras toda revolución, que pretendía resolver un problema, ha resuelto parcialmente el problema, pero ha creado otros, con peores consecuencias en el largo (y muy largo) plazo. El largo plazo es un aspecto esencial a considerar en estos análisis.
Las revoluciones siempre han surgido al amparo de una crisis, que normalmente es respuesta a una situación de larga gestión previa, y por el hecho de que el acento está puesto más en el proceso que en los objetivos a largo plazo, siempre han terminado siendo, de una u otra manera, improvisaciones.
Por lo anterior, los torbellinos, posible antesala de las revoluciones, basados en más o menos las mismas consignas, tampoco tienen un buen destino si no van acompañados de propuestas elaboradas, cuidadosamente estudiadas, para, por sobre todo, ser sostenibles en el tiempo. La experiencia y la historia han mostrado que cuando se trata de implementar un nuevo sistema, los detalles cuentan, y mucho, especialmente si prestamos atención a los resultados en el largo plazo. Y si queremos aprender de la historia en este aspecto, en los procesos de cambio que ahora se pretenden, es necesario poner mucho énfasis en los detalles, por nimios que puedan parecer. Que tomará tiempo que no tenemos, bueno es parte del desafío, pero no por ello una etapa a saltarse. No se trata de correr, sin saber a dónde se va. Es preferible caminar sabiendo claramente hacia dónde.
Yendo más allá del torbellino, usted misma habla de construir “otro mundo”, un mundo “sustentable, justo, democrático e inclusivo”, suena bien ciertamente, pero en términos prácticos, ¿como ser más justos, democráticos e inclusivos de lo que el sistema es hoy? Si el sistema no es más justo o inclusivo hoy, lo es principalmente porque el mismo sistema no lo quiere así, y el sistema es todas las personas que lo constituyen. La política y los políticos son un reflejo del sistema que los forma y luego elige. El sistema económico imperante se explica más o menos de la misma manera. ¿Se puede ser más democráticos de lo que se es hoy? ¿Es posible un sistema sustentable con 7600+ millones de personas (y a la vez ser justos e inclusivos)?
Que no se me mal entienda, no estoy en contra de sus consignas, sino que solo hago ver que para concretar esas ideas se requiere de una totalmente nueva propuesta, muy completa, detallada y muy detallada (conceptualmente hablando), que debe abordar todo el espectro del ser y quehacer humano de una manera diferente, pues lo actual en gran medida ha buscado siempre los mismos valores. La sociedad desarrollada se ha construido bajo los mismos ideales, dejando de lado el aspecto de la sustentabilidad, que recientemente comienza a formar parte del sistema de alguna manera, aunque ciertamente no con la intensidad o fuerza que se requiere. A pesar de los buenos ideales (similares a los que usted propone), y trescientos años de empeño, el sistema definitivamente no va bien. La explicación, a mi modo de ver es simple, la improvisación.
¿De qué sirve movilizar a personas tras un concepto idealista de sistema, si esa propuesta en realidad no tiene ofrecimientos concretos, posibles de poner en práctica, y que ellos tengan alguna posibilidad de dar resultados en el largo plazo? No bastan los torbellinos ni las revoluciones. Se requiere mucho más, para eventualmente poder ir más allá del torbellino y mantener la senda que vendría tras él.
En el caso actual, ningún movimiento por cambios radicales en el sistema tiene una propuesta sostenible en el largo plazo, lo que en el fondo implica realmente definir un entero nuevo sistema. Sistema que a su vez requiere de algo más que unas propuestas verdes generales y comunidades viviendo de manera sencilla, pues en realidad hay que dar un nuevo sentido a todo el nuevo sistema, y con ello a los miles de millones de personas que hoy dependen del sistema, para las que éste es lo único que le da sentido a sus vidas. Se requiere de una nueva filosofía sobre el para qué y por qué vivir como humanos. Las existentes han fallado, pues el problema que vivimos como Biósfera es una consecuencia directa de ellas.
No hay nuevas propuestas de la magnitud de lo que se necesitan, ni alternativas de parte del sistema, por lo que, sea lo que sea lo que pase, algún tipo de revolución o un sistema BAU “verde”, ambos caminos no tienen pronóstico favorable a mi modo de ver. Tampoco BAU a secas ciertamente.
Veo que, en el fondo, este problema es tan gigantesco, que la mayoría de las personas no alcanza a captar su enorme magnitud. Lo cual es lógico dado el horizonte medio de la mayoría de las personas, que es bastante reducido en realidad. Primeramente, por limitaciones físicas, no se puede estar en todas partes a la vez, para experimentar en persona las diversas realidades en vivo y en directo (una suerte de “ver para creer”) y luego está la incapacidad del humano medio de realmente ver más allá de su “vecindario” por decirlo de una manera. Me refiero a que el humano medio vive principalmente en torno a sus necesidades e intereses más inmediatos. Lo que por defecto, le impide ver mucho más allá de un horizonte bastante limitado en realidad, incluso contando con información, pues en ella solo verá aquello que le afecta de manera inmediata y personalmente (incluyendo a su familia). Lo demás forma parte de un paisaje de fondo que no se llega a ver.
Dada la magnitud del problema, para captar sus implicancias y posibles escenarios, se requieren ciertas capacidades, que la media de las personas simplemente no tiene, porque no lo requiere. Lo que lleva a algunos a creer que todo va bien, y a otros que hay caminos de salida a partir del sistema, ambas situaciones resultado de esta visión (tal vez) muy simplificada de las cosas.
Pero siendo muy objetivos, si conectamos todos los puntos, las implicancias que tiene hacer el más mínimo cambio al sistema en la dirección requerida, en el tiempo requerido, solo terminará desplomando al sistema (como un castillo de naipes), lo que por otro lado, dada la complejidad del sistema, termina siendo un escenario imposible de imaginar. Imposible de predecir. Este sistema v/s lo que se requiere son totalmente incompatibles, el sistema no puede cambiar en la dirección requerida, solo puede colapsar.
Veo que estamos atrapados, y que el único camino viable en el largo plazo es caer con el sistema, y luego ver qué hacer. Pero en el intertanto se pueden preparar propuestas para el momento post-caída. Para ello tenemos tiempo.
También creo que en un escenario de anarquismo, existen más posibilidades de poner en marcha un nuevo sistema, que el hacerlo de alguna manera a partir del sistema, en paralelo con el sistema, como se pretende hoy. Nuevo sistema que por supuesto hay que irlo figurando desde ya, con gran cuidado, con la idea de tener una propuesta antes de que el posible período de anarquismo llegue. Ciertamente esta tarea no es fácil, y por ello, hoy no hay propuestas serias en la materia, viables y sostenibles en el futuro a una escala global. El aspecto de sostenibilidad en el largo plazo es el punto más complejo, y el que raramente se aborda. La mayoría de las propuestas actuales se concentran en el problema inmediato, con pseudo -soluciones teóricas, ya que ninguna de ellas ha sido probada a gran escala. Junto con el hecho de que todas ellas son más o menos enfocadas en propuestas muy inmediatas, cambios necesarios relativamente inmediatos, apuntando esencialmente hacia propuestas cargadas al lado verde, pero sin considerar las necesidades de los humanos como individuos y su naturaleza. Solo se trata de resolver el problema ambiental inmediato, sin imaginar escenarios en que esos esquemas de sociedad se mantienen por digamos 100 años, por ello sin considerar cómo sería vivir por décadas o centurias en esos escenarios y esos sistemas ¿son ellos sostenibles?¿son compatibles con la naturaleza humana en el largo plazo? Personalmente creo que las propuestas que existen no son viables en el largo plazo, precisamente por no considerar el aspecto esencial de que los humanos no solo viven para comer, ni solo para vivir un día más (aun cuando a veces pareciera ser así).
Obviamente la mía es una simple opinión.
ya estamos trabajando en ello con Extintion Rebellion!
https://m.youtube.com/watch?v=b2VkC4SnwY0
Andrea(s)
Aun cuando los torbellinos son el fondo del artículo, creo que hay dos temas tras ellos que vale la pena comentar. Me refiero al uso y abuso de la expresión “estamos” cuando se habla de los peligros que nos acechan (¿quiénes son los que tienen algo realmente valioso que perder con la crisis inminente?), y lo otro es si existe alguna posibilidad de que los cambios que se proponen, tal como se proponen (textualmente), sean caminos viables.
Partiré diciendo que creo que no hay nada que hacer ante el proceso que vivimos como Humanidad, creo que el sistema está condenado a colapsar, y sus consecuencias externas son algo con lo que deberemos lidiar obligadamente (cambio climático y destrucción ambiental).
Lo que no necesariamente significa que “estamos jodidos” (o jodides).
Siempre que se toca este tema, el de la esperable catástrofe que se avizora en paralelo con la mantención del esquema BAU (Business As Usual), escucho (o leo) la expresión “estamos”. Siempre que se habla del tema y lo mal que se ven (y van) las cosas de seguir como vamos, se termina concluyendo con una generalidad no deseable presentándola como si fuera a afectar a todos por parejo (“estamos”). Cuando evidentemente no será así, a algunos afectará más, a otros menos, a algunos mucho, a otros muy poco. Los escenarios y situaciones posibles son decenas, tal vez centenares de miles, de diferentes posibles, estamos hablando de casi uno por cada individuo humano. Creo que no se puede generalizar a partir de la visión personal, que es normalmente muy limitada por la misma manera en que vivimos.
El futuro (inevitable a mi modo de ver) que (al parecer) nos espera, cambiará las vidas de todos ciertamente, pero de ahí a decir que “todos estaremos jodidos”, hay una gigantesca distancia.
Partiendo por lo que significa estar “jodidos”, expresión que da para mucho, pues es sumamente relativa y muy subjetiva. Yo diría que quienes gozan de los beneficios directos del sistema (un trabajo estable, algún bienestar económico, algún tipo de status, los beneficios de vivir en la ciudad, etc..), se verán eventualmente muy afectados, pues en la medida de que el sistema se desploma, sus vidas y su “ser alguien”, conceptos que están construidos a partir del sistema (por lo que dependen íntimamente de él), se convierten en conceptos sin soporte, vacíos. Dado que esas personas, estrictamente hablando, no “son” sin sistema, la caída del sistema se convierte en una total tragedia para estas personas. Concluyo que esas son las personas que están realmente jodidas. A lo que habrá que agregar las consecuencias directas externas al sistema humano como el cambio climático y los problemas ambientales. Siendo objetivos, ese grupo dista mucho de ser “todos”, es más, creo que es mucho menos del 50% del total (tal vez un 20%).
Ciertamente, un grupo grande de personas del mundo de alguna manera u otra no se verán tan afectado, ya sea porque (voluntariamente o involuntariamente) dependen menos del sistema y/o porque viven en zonas que se verán menos afectadas.
Hace ya bastantes años escuché hablar a Guy McPherson, y por primera vez, escuché emplear el equivalente en inglés al “estamos jodidos” al referirse a los problemas globales que se comenzaban a hacer evidentes por aquellos tiempos. Fue algo que en ese momento ya me pareció exagerado, pues claramente mi situación personal del momento, y lo que podía ver a mi alrededor, con una visión cuidadosamente extendida y ampliada, no era (ni nunca sería) tan extrema, por muy racional que fuera la oscura visión que planteaba Guy McPherson. Fue a partir de ese evento que concluí que generalizar en este tema es una visión errada. Cada persona, cada lugar, es un caso. La tendencia a generalizar a partir de nuestra propia experiencia personal es algo normal, que forma parte de nosotros, y escapar de su influencia requiere de un esfuerzo que debe hacerse con mucha concentración y dedicación.
En ese sentido creo que lo mejor es vivir “liviano de equipaje”, sin mucha dependencia del sistema, y estar dispuesto a enfrentar lo que venga, sin tener idea de qué exactamente será, ni saber cómo nos afectará a nivel personal, ya que no hay cómo saberlo a ciencia cierta. Por lo que no se puede estar preparado tampoco.
El problema con todos los cambios sistémicos y sociales violentos (es decir en plazos breves de tiempo, como los que, aparentemente, y según algunos, se requieren hoy en día), es decir, las revoluciones, es que ellas sólo tienen la(s) consigna(s), pero nunca ha habido planes de largo plazo tras ellas, siempre se ha improvisado, pues, como usted dice, “el énfasis se pone en el proceso”, concluyo de ello que el resultado es secundario. Consecuentemente e históricamente, ellas, nunca han terminado siendo lo que perseguían (u ofrecían), siempre han terminado teniendo consecuencias no esperadas ni previstas. Si mejor o peor, abierto a la subjetividad derivada de la amplitud del análisis que se haga. Pero siendo muy objetivos, y detallados, se puede ver que tras toda revolución, que pretendía resolver un problema, se ha resuelto parcialmente el problema que se pretendía resolver, pero se han creado otros, con peores consecuencias en el largo (y muy largo) plazo. El largo plazo es un aspecto esencial a considerar en estos análisis.
Las revoluciones siempre han surgido al amparo de una crisis, que normalmente es respuesta a una situación de larga gestión previa, y por el hecho de que el acento está puesto más en el proceso que en los objetivos a largo plazo, siempre han terminado siendo, de una u otra manera, improvisaciones.
Por lo anterior, los torbellinos, posible antesala de las revoluciones, basados en más o menos las mismas consignas, tampoco tienen un buen destino si no van acompañados de propuestas elaboradas, cuidadosamente estudiadas, para, por sobre todo, ser sostenibles en el tiempo. La experiencia y la historia han mostrado que cuando se trata de implementar un nuevo sistema, los detalles cuentan, y mucho, especialmente si prestamos atención a los resultados en el largo plazo. Y si queremos aprender de la historia en este aspecto, en los procesos de cambio que ahora se pretenden, es necesario poner mucho énfasis en los detalles, por nimios que puedan parecer. Que tomará tiempo que no tenemos, bueno es parte del desafío, pero no por ello una etapa a saltarse. No se trata de correr, sin saber a dónde se va. Es preferible caminar sabiendo claramente hacia dónde.
Yendo más allá del torbellino, usted misma habla de construir “otro mundo”, un mundo “sustentable, justo, democrático e inclusivo”, suena bien ciertamente, pero en términos prácticos, ¿como ser más justos, democráticos e inclusivos de lo que el sistema es hoy? Si el sistema no es más justo o inclusivo hoy, lo es principalmente porque el mismo sistema no lo quiere así, y el sistema es todas las personas que lo constituyen. La política y los políticos son un reflejo del sistema que los forma y luego elige. El sistema económico imperante se explica más o menos de la misma manera. ¿Se puede ser más democráticos de lo que se es hoy? ¿Es posible un sistema sustentable con 7600+ millones de personas (y a la vez ser justos e inclusivos)?
Que no se me mal entienda, no estoy en contra de sus consignas, sino que solo hago ver que para concretar esas ideas se requiere de una totalmente nueva propuesta, muy completa, detallada y muy detallada (conceptualmente hablando), que debe abordar todo el espectro del ser y quehacer humano de una manera diferente, pues lo actual en gran medida ha buscado siempre los mismos valores. La sociedad desarrollada se ha construido bajo los mismos ideales, notando que el aspecto de la sustentabilidad solo recientemente comienza a formar parte del sistema de alguna manera, aunque ciertamente no con la intensidad o fuerza que se requiere. A pesar de los buenos ideales (similares a los que usted propone), y trescientos años de empeño, el sistema definitivamente no va bien. La explicación, a mi modo de ver es simple, la improvisación.
¿De qué sirve movilizar a personas tras un concepto idealista de sistema, si esa propuesta en realidad no tiene ofrecimientos concretos, posibles de poner en práctica, y que ellos tengan alguna posibilidad de dar resultados en el largo plazo? No bastan los torbellinos ni las revoluciones. Se requiere mucho más, para eventualmente poder ir más allá del torbellino y mantener la senda que vendría tras él.
En el caso actual, ningún movimiento por cambios radicales en el sistema tiene una propuesta sostenible en el largo plazo, lo que en el fondo implica realmente definir un entero nuevo sistema. Sistema que a su vez requiere de algo más que unas propuestas verdes generales y comunidades viviendo de manera sencilla, pues en realidad hay que dar un nuevo sentido a todo el nuevo sistema, y con ello a los miles de millones de personas que hoy dependen del sistema, para las que éste es lo único que le da sentido a sus vidas. Se requiere de una nueva filosofía sobre el para qué y por qué vivir como humanos. Las existentes han fallado, pues el problema que vivimos como Biósfera es una consecuencia directa de ellas.
No hay nuevas propuestas de la magnitud de las que se necesitan, ni alternativas de parte del sistema, por lo que, sea lo que sea lo que pase, algún tipo de revolución o un sistema BAU “verde”, ambos caminos no tienen pronóstico favorable a mi modo de ver. Tampoco BAU a secas ciertamente.
Veo que, en el fondo, este problema es tan gigantesco, que la mayoría de las personas no alcanza a captar su enorme magnitud. Lo cual es lógico dado el horizonte medio de la mayoría de las personas, que es bastante reducido en realidad. Primeramente, por limitaciones físicas, no se puede estar en todas partes a la vez, para experimentar en persona las diversas realidades en vivo y en directo (una suerte de “ver para creer”) y luego está la incapacidad del humano medio de realmente ver más allá de su “vecindario” por decirlo de una manera. Me refiero a que el humano medio vive principalmente en torno a sus necesidades e intereses más inmediatos. Lo que por defecto, le impide ver mucho más allá de un horizonte bastante limitado en realidad, incluso contando con información, pues en ella solo verá aquello que le afecta de manera inmediata y personalmente (incluyendo a su familia). Lo demás forma parte de un paisaje de fondo que no se llega a ver.
Dada la magnitud del problema, para captar sus implicancias y posibles escenarios, se requieren ciertas capacidades, que la media de las personas simplemente no tiene, porque no lo requiere. Lo que lleva a algunos a creer que todo va bien, y a otros que hay caminos de salida a partir del sistema, ambas situaciones resultado de esta visión (tal vez) muy simplificada de las cosas, una consecuencia casi natural de un sistema tan complejo.
Pero siendo muy objetivos, si conectamos todos los puntos, las implicancias que tiene hacer el más mínimo cambio al sistema en la dirección requerida, en el tiempo requerido, solo puede terminar desplomando al sistema (como un castillo de naipes), lo que por otro lado, dada la enorme complejidad del sistema, termina siendo un escenario imposible de imaginar e imposible de predecir. Este sistema v/s lo que se requiere son conceptos totalmente incompatibles, el sistema no puede cambiar en la dirección requerida, solo puede colapsar.
Veo que estamos atrapados, y que el único camino viable en el largo plazo es caer con el sistema, y luego ver qué hacer. Pero en el intertanto se pueden preparar propuestas para el momento post-caída. Para ello tenemos tiempo.
También creo que en un escenario de anarquismo, existen más posibilidades de poner en marcha un nuevo sistema, que el hacerlo de alguna manera a partir del sistema, en paralelo con el sistema, como se pretende hoy. Nuevo sistema que por supuesto hay que ir figurando desde ya, con gran cuidado, con la idea de tener una propuesta antes de que el posible período de anarquismo llegue. Ciertamente esta tarea no es fácil, y por ello, hoy no hay propuestas serias en la materia, viables y sostenibles en el futuro a una escala global. El aspecto de sostenibilidad en el largo plazo es el punto más complejo, y el que raramente se aborda. La mayoría de las propuestas actuales se concentran en el problema inmediato, con pseudo -soluciones teóricas, ya que ninguna de ellas ha sido probada a gran escala, apuntando esencialmente hacia propuestas cargadas al lado verde, pero sin considerar las necesidades de los humanos como individuos y su naturaleza. Solo se trata de resolver el problema ambiental inmediato, sin imaginar escenarios en que esos esquemas de sociedad se mantienen por digamos 100 años, por ello sin considerar cómo sería vivir por décadas o centurias en esos escenarios y esos sistemas ¿son ellos sostenibles?¿son compatibles con la naturaleza humana en el largo plazo? Personalmente creo que las propuestas que existen no son viables en el largo plazo, precisamente por no considerar el aspecto esencial de que los humanos no solo viven para comer, ni solo para vivir un día más (aun cuando a veces pareciera ser así).
Obviamente la mía es una simple opinión.
Tan solo una precisión al respecto de lo mencionado en este párrafo: «En la historia de los movimientos sociales y de las revoluciones
podemos observar muchos otros torbellinos: el movimiento Act UP sobre
todo en los Estados Unidos en la década 1980/90, LA INSUMISIÓN de los
años 90 en el Estado español, la Primavera Árabe en 2011, etc. Lo que
quizás distingue el Proyecto C de Birmingham de muchos otros torbellinos
es que estaba planificado conscientemente por el movimiento.»
Cuando se cumplen 30 años de las primeras presentaciones públicas de insumisos y del lanzamiento de la campaña llamada ‘insumisión’ , de desobediencia civil al reclutamiento para el servicio militar obligatorio, me parece necesario aclarar que no se puede asimilar este movimiento como espontáneo o no organizado.
Ello puede confrontarse en: Ibarra, Pedro (editor) y aa.vv: ‘Objeción e Insumisión,
claves ideológicas y sociales’. Editorial Fundamentos, Madrid 1992. El movimiento de insumisión en el territorio español fue ampliamente organizado y planificado a través de colectivos y grupos antimilitaristas, fundamentalmente coordinados en el Movimiento de Objeción de Conciencia, que empezó a constituirse ya en la década de los años 70 del siglo XX, teniendo lugar su primer congreso en Landa (Araba/Álava) agosto de 1979.
El hecho más relevante para que dicho proceso de debate, organización y planificación de esta campaña de desobediencia civil o insumisión se diera en profundidad, podría ser que miles de objetores de conciencia al servicio militar obligatorio que se habían ido acumulando antes de la entrada en vigor del Real Decreto 20/1988, de 15 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de la Prestación Social de los Objetores de Conciencia -más de 20.000 según diversas fuentes- fueron excluidos de la obligación de realizar la prestación social sustitutoria del servicio militar obligatorio con la Disposición Transitoria única de su articulado: «Quienes hayan recibido notificación de reconocimiento de la condición de objetor con anterioridad a la fecha de entrada en vigor del Reglamento adjunto podrán formular solicitud de exclusión, aplazamiento o exención dentro de los tres meses siguientes a esta fecha.»
En la práctica resultó que se aplicó la exclusión o exención de oficio por parte del gobierno (PSOE) a todo el colectivo de personas que tenían reconocida la condición de objetoras, más de 20.000, -la llamada amnistía encubierta- antes de la entrada en vigor del citado reglamento. Este era un colectivo numeroso y muy comprometido, dispuesto a la desobediencia civil en un buen porcentaje que quedaba «desmovilizado» a priori. Por ello hubo de realizarse un profundo debate sobre la conveniencia de una campaña de desobediencia civil, pues las personas insumisas tendrían que ser «objetores nuevos». Y cuando se tomó el acuerdo de lanzar la insumisión, la planificación, organización y coordinación estuvieron siempre en el centro de la estrategia: presentaciones públicas de insumisos a los medios de comunicación, autoinculpaciones con los desobedientes remitidas a los juzgados,-generalmente 4 personas por cada proceso judicial que se inculpaban a sí mismas de haber inducido al delito al objetor – estrategias de defensa comunes que asumen la pena y no hacen uso del recurso, grupos de apoyo a los objetores presos, preparación de acciones directas noviolentas, relación con los medios de comunicación organizada, plataformas de apoyo a la insumisión donde se sumaban numerosos colectivos, sindicatos y partidos políticos, etc, etc.
Se puede debatir acerca del alcance y relevancia de dicho movimiento, un ejemplo relativamente próximo en el tiempo de desobediencia civil y acción noviolenta en el Estado español, pero asimilarlo a algo espontáneo y no organizado no es nada preciso.
También está el hecho de la participación de dicho movimiento, entre otras, en la denuncia del militarismo en la sociedad, de la cultura autoritaria, los gastos militares y sus daños ecológicos, de la I guerra de Iraq, de la Guerra de Los Balcanes que asoló la ex-Yugoslavia incluso apoyando a las personas desertoras, y de manera muy significativa, el protagonismo de personas y colectivos del movimiento feminista que se sumó y apoyó la insumisión, sin duda una excepcional riqueza.
Se puede ver algo más sobre los 30 años de la insumisión por Santiago F. Reviejo aquí: https://www.publico.es/sociedad/movimiento-insumision-llevo-cientos-jovenes-prision-aniversario.html