Cuando alguien pone en duda que exista un cénit a la producción (extracción) de un recurso no renovable como es el petróleo, debería invitársele a estudiar con detalle, las curvas del Energy Export Databrowser, que se construyen con los datos del anuario estadístico de la energía de British Petroleum. Si es necesario, completarlas con los datos del documento de Hallock et al. «Forecasting the limits to the availability and diversity of global conventional oil supply: Validation» (Energy 64, 2014, 130e153) y pedirle que explique por qué —si todo depende y todo es posible a partir del ingenio humano, del dinero que se ponga en ello y de la diosa Tecnología— ya hay más de 50 países productores de petróleo que han pasado el cénit de producción y siguen cuesta abajo, excepto —temporalmente— los EE. UU., especialistas en hozar en la mugre del shale, con dinero fabricado y mucha tecnología.
Y a los que en nuestro todavía relativamente confortable país empiezan a tener temores de que pueda haber efectivamente un cénit y se preguntan qué podrá significar y cuándo creemos que tendrá lugar, yo les enfrentaría a una visión no tan eurocéntrica como la que tenemos habitualmente. Les invitaría a que, con esos cálculos en la mano, hiciesen pequeños sumatorios para intentar dilucidarlo por su propia cuenta, a base de ir sumando países productores post-cénit; que intenten trazar una posible fecha ellos mismos del cénit o de una meseta más o menos ondulante. Les diría que ya más de 50 países productores de petróleo están en declive, franco declive o declive terminal petrolífero. Es decir, el cuándo, es algo del pasado para nada menos que 50 países. Conviene que recuerden que Rumanía fue en su día el principal país productor y exportador europeo. Que Albania llegó a ser autosuficiente y incluso exportaba algo. Que se pregunten por qué hay países productores/exportadores que han pasado a ser importadores, como, por ejemplo, Reino Unido, Argentina o Indonesia, si es que todo es sólo una cuestión de dinero y tecnología para que puedan volver a remontar.
Les propondría que analizasen por qué el petróleo convencional (el más chachi piruli) está cayendo irremisiblemente, y que empezasen a calcular cuándo llegará el cénit del petróleo neto y, finalmente, el de todos los líquidos combustibles.
También les sugeriría analizar cuánto petróleo queda disponible para la exportación de los países que todavía son productores/exportadores; esos datos están en el Energy Export Databrowser y se sacan tomando de las tablas de BP la diferencia entre la producción y el consumo doméstico.
Quizá lleguen a darse cuenta, en algún momento, que ya queda menos de la mitad del petróleo que se extrae disponible para la exportación. Sugeriría, llegados a ese punto, que tomasen las importaciones anuales o diarias de petróleo de —digamos— sólo los grandes poderes, como EE.UU., la UE (suponiendo que no se desintegre, que es lo más probable), China, la India, Pakistán o Japón. Y que sumen todas esas importaciones con los datos ofrecidos. Por un momento, olvídense del resto del mundo, de los casi 4.000 millones de seres restantes, no porque no consuman ahora petróleo, sino porque no tienen arsenales nucleares que hagan difícil decirles en algún momento «para ustedes no hay petróleo». Una vez obtenida la importación total que suman los gigantes nucleares, hagan un par de escenarios sencillos: uno de crecimiento cero de consumo (escenario estacionario) y otro de un aumento del 2% anual del consumo del petróleo importado de estos gigantes (escenario BAU). Y finalmente, tomen las exportaciones disponibles, analicen cuántos países productores exportadores están en declive y cuántos aumentan, y calculen un neto. Crucen ambas líneas grosso modo y vean dónde está el momento en que los que tienen armas nucleares tendrán que empezar a ver cómo se las apañan consumiendo menos a cada año que pase tras el cruce de las líneas de sus consumos con las exportaciones disponibles a la baja.
En cuanto al Peak Exports, se puede apreciar con los datos ofrecidos, tomando año a año desde los que ofrecen datos (1965 a 2017) de extracción y de consumo de los productores y luego sumar lo que queda para exportar. Se puede hacer y comparar, por ejemplo, con los crecimientos de la extracción, para ver si esta crece más que la exportación, o si la exportación ha quedado plana o ha incluso disminuido en los últimos años.
Si lo desean —y el cuerpo resiste todavía— analicen cuántas de las exportaciones de petróleo disponibles pasan por el Estrecho de Ormuz, que son cercanas al 40% del total mundial (choke point, lo llaman en inglés los expertos y no hace falta traducirlo). Y hagan el ejercicio de ver quién cae antes y de qué estrepitosa forma, en caso de que el Estrecho de Ormuz se cierra por algún asunto bélico de cuya posibilidad se vuelve a hablar en estos últimos tiempos. Y si a alguno de los contendientes le da por pensar en —de perdidos al río— hundir a los grandes petroleros que circulan por el Golfo como patos mareados de alcance absolutamente fácil. Y si el cierre de ese estrecho y los flujos actualmente habituales de petróleo (es decir, los 17 millones de barriles diarios que entran y salen diariamente por ese punto) dura más (o mucho más, o infinitamente más) que las existencias en las reservas estratégicas de cada país o región, que andan entre los 90 y los 120 días de consumo habitual.
Quizá les dé tiempo a observar cómo algunos países productores/exportadores, en algún momento, quizá pensaron en desarrollarse internamente y comenzaron a aumentar su consumo interno en proyectos de desarrollo, como la Venezuela de Chávez, hoy en situación terminal y a punto de que le metan mano en el Orinoco —el mayor barrizal del mundo— o en la Libia de Gadafi o en la Siria de Hafez Al Assad o en el Irak de Sadam Hussein. Si se entretienen un poco, verán cómo estos países iban aumentando sus consumos internos y reduciendo sus exportaciones, hasta que alguien decidió que mejor era enviarlos a la Edad de Piedra con un consumo interno lo más próximo a cero posible. A otros les ha bastado con mantenerlos en la Edad de Piedra, como a Guinea Ecuatorial, Nigeria o Angola.
Quizá puedan estudiar el impacto que para muchos ya supone alcanzar un límite, viendo el lamentable estado de Venezuela, de Libia, de Irak, de Siria… pero también la degradación gradual de Colombia, el acecho a Ecuador, la caída de Argentina en el foso del FMI o la decrepitud de México y la desintegración absoluta de Nigeria o la partición de Sudán y la feroz guerra de Yemen. Ni Arabia Saudita está libre de sufrimientos. Ni Qatar. Lo que puede pasar, ya es pasado y analizable; es presente y observable, para el que tenga ojos para ver y un poco de cerebro para analizar que quizá el problema del mundo no sean los ayatolás iraníes.
Quizá así logremos darnos cuenta de que no sólo somos nosotros y nuestro país los que podemos sufrir los embates de la escasez de recursos.
Gracias maestro, que me quedo sin documentación para los que tienen problemas cognitivos
[…] la publicación en la revista de mi artículo “Propuesta de ejercicio práctico para escépticos del Peak Oil”, invitaba a los lectores a realizar ejercicios varios con los datos que son de libre acceso, son […]
Me encantan todo lo que hacéis. Ha pasado una de mis pasiones en el saber de la vida, leer lo que escribís y que cualquiera puede intuir a poco que abra la mente.
Y creo que lo más importante, es preparar las conciencias, en el saber de verdad. Ah| y apagar la tele jeje
Me acabo de suscribir al 15.15.15.
Un fuerte abrazo desde Zamora a todos los que hacéis posible esto.
Muchísimas gracias por tus palabras, Ramón. Y ¡por tu suscripción! Cuantos más seamos, a más conciencias llegaremos, multiplicando el poder trasformador de estos textos e imágenes 🙂
todo muy interesante
[…] Propuesta de ejercicio práctico para escépticos del Peak Oily Ejercicio práctico para escépticos del Peak Oil: 2ª parte (propuesta de solución) […]