(Anteriormente publicado en el blog del autor: La palabra inquieta.)
empresarios, banqueros, jueces y fiscales,
catedráticos y sucios sacerdotes del inmovilismo,
gobernantes, políticos y ministros en su consejo de los viernes
hedionda democracia, cueva de ladrones y vampiros
hoguera de hogares hipotecados, desahuciados, suicidados,
pus de enfermos que se pudren, hedor de las jóvenes ya muertas,
llantos de los niños, quejidos de las niñas de madres violadas
cobardes voceros de los medios, impúdicos socios de la blasfemia
tierra quemada, pestilencia de los vientos, veneno en el mar
oro negro que hiere y mata el bello tiempo de la vida
hambre de las muchedumbres
soledad en el mercado capital
aullido de cuchillas en la frontera
repugnante porvenir que nos deparan
con esta copa incendiaré las llamas de la vida
el fuego en el que arderán los secuaces del ególatra
y huirán los sacerdotes de la muerte en sus mercedes
hasta empotrarse en la justicia y la libertad
¡oíd! ¡oíd sus lamentos al quemarse!
¡que este fuego en nuestras gargantas despierte nuestro grito!
fuerzas de la vida y del común, a vosotras hago este brindis:
¡sanad nuestra memoria y saberes, nuestro afecto, nuestra intuición!
¡espabilad nuestra fuerza colectiva! ¡fuego!

Bellísimo