Errejón ante el colapso

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Cambiar las gafas para ver el mundo

Tener los datos sobre algo, conocerlo, no es lo mismo que haberlo interiorizado. Cada vez que se adquiere un filtro nuevo —unas gafas, que se suele decir— es necesario que pase un tiempo para que lo vayamos reposando, tamizando toda nuestra experiencia previa a través de esa nueva perspectiva. Igual que las películas de Walt Disney no son lo mismo cuando vuelves a verlas con las gafas moradas del feminismo, el mundo y el futuro son muy diferentes si los miras con las gafas negras del colapsismo, que podríamos llamar mejor las gafas verdes del ecologismo, según cómo pille el día.

Portada del comic de Stuart McMillen acerca de B. Fuller, ‘Energy Slaves’.
Según mi experiencia, y la de otras personas cercanas, creo que hacen falta al menos unos meses para empezar a reajustar la vista e ir pasando fases: la negación cuando vuelves al supermercado, la negociación en tu primera cena de Nochebuena, la ira al leer noticias sobre el metano que espera bajo el permafrost… lo que antes parecía un espacio tranquilo y vacío se convierte en una multitud de esclavos energéticos invisibles que —como en el cómic sobre Buckminster Fuller— transportan día y noche el acero, los fosfatos, el cobre… y el petróleo, mucho petróleo. De repente, parece increíble que todo el mundo camine entre esa multitud de esclavos sin llegar nunca a chocarse. A veces puedes preguntarle a alguien si los ve y que responda que sí con preocupación, para a continuación atravesar como un fantasma al esclavo más cercano. No es una cuestión de superioridad ni inteligencia, es una cuestión de llevar las gafas puestas y haber tenido tiempo de mirar con ellas.

Es por esto que me suscitaba tanta curiosidad ver el debate de Íñigo Errejón con Yayo Herrero. Me consta que la cúpula de Podemos tiene acceso a toda esta información y la conoce: ya en 2012 Pablo Iglesias le decía a Salva Mestre que no hablaban del pico del petróleo en La Tuerka porque no encontraban a nadie en contra, y en 2014 finalmente le dedicaban un programa, con una llamada breve de Vicenç Navarro como única nota discordante. Pero no me quedaba claro hasta qué punto esta gente, con vidas frenéticas y tantos pares de gafas que ponerse, habría tenido tiempo de asimilar la información y conectarla con el resto… ¿Qué graduación tendrían las gafas de Íñigo? No se me ocurre una mejor prueba oftalmológica que un encuentro con Yayo.

Con esto, mis expectativas al comienzo del debate son, por un lado, calibrar cómo de interiorizada tiene Errejón la problemática de la crisis ecológica y, por el otro, por qué estrategia es más probable que apueste ante esta problemática.

Estrategias políticas ante el colapso descritas en La izquierda ante el colapso de la civilización industrial

A la hora de hablar de qué estrategias puede adoptar un partido —o, en este caso, un político en concreto— frente a la crisis ecológica, Manuel Casal distingue entre:

  • una estrategia franca, que explique a la población las cosas como son (de forma dura o de forma ilusionante)
  • una estrategia progresiva, que conoce y asume el problema pero retrasa su reconocimiento de cara al público
  • estrategias hipócritas por necesidad, que o bien preparasen en secreto el terreno para una eventual victoria del fascismo o bien adoptasen una actitud pasivo-facilitadora, ayudando a los movimientos sociales a avanzar en la creación de alternativas sin mojarse públicamente
  • estrategias liquidadoras del Estado
  • el ya conocido negacionismo

Primera parte: no considera el ecologismo como movimiento social

En la primera pare del debate, que trata sobre la relación entre instituciones y movimientos sociales, Errejón no señala el movimiento ecologista —no digamos colapsista, peakoilero o lo que sea— como movimiento social. Aunque sería más fácil que se le hubiera venido este movimiento a la cabeza si tuviera presente esta problemática de forma cotidiana, esto bien podría ser una observación meramente objetiva desde un punto de vista politológico. Al fin y al cabo, seguro que él tiene bastante presente qué puede considerarse académicamente un movimiento social. Uno puede ser perfectamente consciente de un problema y a la vez considerar que el movimiento de respuesta que existe no es lo suficientemente fuerte (como dice Riechmann, “somos cuatro gatos”). Así que no hay mucho que extraer de aquí.

Segunda parte: el populismo de derechas como un tipo de ecofascismo

La segunda parte trata de la construcción de comunidad y movimientos de base. Aquí se analiza el auge de Le Pen en Francia llegando a dos conclusiones paralelas y complementarias desde dos lugares diferentes:

Íñigo lo enmarca en la cuestión de la identidad política, de un conflicto sobre a quién se considera pueblo, como diferencia entre populismo de izquierdas y populismo de derechas.

Yayo lo relaciona con los recursos, y con que dado que es verdad que “no hay para todos” esa noción de “a quién se considera pueblo” o “quién se queda fuera” es lo que distingue a las vías ecosocialistas de las vías ecofascistas.

En el caso de Le Pen es “el pueblo francés” a quien se considera merecedor de esos recursos, quedando fuera la población migrante. En otras propuestas ecofascistas podría ser solamente una élite, “estrechándose el círculo” y quedando fuera quienes antes se veían a salvo. En una propuesta ecosocialista los recursos se repartirían entre todas las personas, asegurando que nadie se queda fuera, pero con la contrapartida electoral de “tocar a menos”.

En esta parte la estrategia negacionista queda fuera de la ecuación, cuando Yayo expone con contundencia que es un dato que los límites del planeta están sobrepasados y que la humanidad en su conjunto tendrá que vivir con menos energía y materiales, e Íñigo se muestra de acuerdo. Pero como hemos dicho antes, aceptar los datos no implica que hayan calado.

Tercera parte: transición energética, pero ¿cómo?

Es en la siguiente intervención donde crecen mis sospechas. En primer lugar cuando Errejón afirma con rotundidad que “en España hay un Estado sólido que no se va a derrumbar en ningún momento”. Si bien sería temerario afirmar lo contrario con la misma certeza, esto contrasta, por ejemplo, con escenarios como los que se consideran en el libro En la espiral de la energía. Aunque es evidente que haber asumido otro tipo de postura habría sido impensable para él en ese momento (y, desde luego, políticamente muy caro) el que eligiese esas palabras supuso para mí el primer aviso.

El segundo vino cuando, tras reconocer que un mayor PIB no implica necesariamente mayor calidad de vida, afirmaba que “la revolución tecnológica-industrial supone una promesa de vida mejor dependiendo de quién la gobierne”. Esto me suscita muchas preguntas: ¿qué revolución visualiza?, ¿cree que la magnitud del problema es tal que con quitarnos “la ineficiencia” de la corrupción todo estará solucionado, y que por tanto depende únicamente de “quién la gobierne”?, ¿es un “todo igual pero con molinos”?, ¿con qué materiales?, ¿para quiénes?, ¿prolongable durante cuánto tiempo? Me pregunto si habrá hecho la conexión con, como le dice Yayo, “los kilos de cosas”, de hierro, de cobre… Pienso en cuando yo me imaginaba —como la mayoría de gente— un futuro de trabajos de alto valor añadido o basados en el conocimiento, como si una sociedad de ese tipo pudiera vivir del aire y no depender de externalizar el trabajo sucio de conseguir sus materiales y excretar sus residuos a otros lugares y épocas.

Estrategia hipócrita o estrategia pasivo-facilitadora

El no tener claro hasta qué punto están interiorizadas las implicaciones de la crisis ecológica adquiere más relevancia en la siguiente intervención de Errejón, en la que parece apostar primero por una especie de estrategia hipócrita y después por una estrategia pasivo-facilitadora.

La propuesta hipócrita por necesidad consistiría en acumular fuerza política asegurando a la población que es posible mantener las condiciones de vida materiales a las que está acostumbrada, aun sabiendo que esta promesa no se puede cumplir. Esta estrategia, utilizada por ejemplo por Trump, implica mentir abiertamente a la población. De ser utilizada aquí por las propuestas emancipadoras podría generar a medio plazo una decepción que, apunta Yayo, arrojaría a esta misma gente en brazos del fascismo.

Una variante de esta propuesta de hipocresía por necesidad, que podría mezclarse con la estrategia pasivo-facilitadora, consistiría en lo que Errejón define como “políticas que hay que hacerlas antes de decirlas”: medidas que se saben necesarias para una transición ecológica, económica, feminista… pero para las que no existe un apoyo cultural suficiente y que, por tanto, no deben enarbolarse como principal bandera, aunque no se oculten.

La problemática de la estrategia pasivo-facilitadora

Esta estrategia puede resultar peligrosa si no se articulan de forma muy precisa los dos elementos que la conforman: el primero es el conocimiento profundo de la crisis ecológica, sus implicaciones y las posibles medidas paliativas y adaptativas, y el segundo es el calibrado politológico para medir cómo desplegar estas medidas con el mayor consenso social posible. Asumamos de forma pragmática que en este momento ese calibrado politológico exige desplegar las medidas necesarias sigilosamente. En ese caso resulta más esencial que nunca cerciorarse de que quien las despliega conoce bien la magnitud del problema al que se enfrenta y que las lleva a cabo motivado por una convicción real, dado que con el sigilo va a resultar más difícil auditar sus actuaciones de forma externa.

Yayo apunta a otro problema, que es la urgencia: “No tenemos mucho tiempo para seguir equivocándonos”. Cuanto más tiempo tardemos en actuar con contundencia más radicales serán las medidas necesarias, y por tanto más difíciles de llevar a cabo sigilosamente. Ella apuesta más bien por lo que sería una estrategia franca ilusionante, que no disfrace la magnitud del problema pero contrarreste el miedo a través de la apuesta por otros modelos de calidad de vida fundamentados en un aumento de la riqueza relacional.

Nuevos discursos para nuevas batallas

Desde luego esta es una estrategia que se enfrenta a una batalla cultural cuesta arriba, dado que, como apunta Yayo, “no se explica en tres frases”, y que además va en contra de todos los valores grabados a fuego durante décadas por los mensajes dominantes. Por eso anima a Íñigo y a sus compañeras y compañeros a echar una mano en lo que mejor se les da, generar nuevos discursos que incluyan estos elementos de forma más clara y directa.

Debate entre Yayo Herrero e Íñigo Errejón, mayo de 2017

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Licenciada en Biotecnología y técnico superior en Paisajismo y Medio Rural. Miembro del área de Agroecología, Soberanía Alimentaria y Medio Rural de Ecologistas en Acción. Colabora en el Observatorio OMG de Ecologistas en Acción.

5 Comments

  1. Jo Gabi, cada dia te superas. Qué inspiración y qué palabras tan asentadas. Qué bien que escribas aquí, en un sitio tan querido y tan necesario. Sabias palabras, y reflexión y como el ánimo no nos falta! a seguir con las gafas!!!! en mi caso ya muchas veces necesito lupa- como mínimo- Un abrazo!!!

  2. ¡Ay Gabriela!, ¿cómo acabar desatando el nudo?. Todos los movimientos que se han opuesto al capitalismo (en una u otra medida) sus actividades han estado condicionadas siempre y en todo momento por constricciones sistémicas de las que nunca han sido totalmente capaces de liberarse.
    Oigo hablar de «controlar» el colapso (algo así como dirigirlo) pero el «sujeto automático» que es el que gobierna y/o actúa en el capitalismo (usted y yo incluidos) no hay fuerza capaz de regularlo; cuando el capitalismo llegue a su fin (no porque sus oponentes le hayan vencido, sino porque su dinámica interna se haya agotado) nos encontraremos con una tierra quemada…¡que desgracia!

  3. Toda nueva civilización nace en el seno de la vieja civilización que muere. El colapso no se podrá detener, ni menos evitar ,pero si podemos preparar a gentes y comunidades para que sobrevivan e inicien un nuevo ciclo civilizatorio. Esa es la tarea de hoy
    Excelente articulo Gabriela !!!

  4. ¡POR FAVOR!: «Toda nueva civilización nace en el seno de la vieja civilización que muere». ¿Qué hay dentro del capitalismo para usar en el socialismo? Nada. Como decía José Luis Sampedro «salvo en la técnica estamos en la barbarie». En una sociedad como el capitalismo no puede surgir nada para construir una sociedad como será el socialismo. ¿Qué va a usar del capitalismo?: el egoísmo, el elitismo, el machismo, la diferencia de ingresos entre miembros y entre regiones geográficas, la democracia burguesa, la división entre ricos y pobres, la exclusión social, el racismo. Aporte, por favor, una idea de algo que pueda usarse del capitalismo para edificar una sociedad alternativa: ¡una sola!.
    Saludos y gracias, por lo demás muy bueno el texto de Gabriela

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