En los surcos del invierno
sembró el hechicero tuerto
una semilla dañina
enemiga del esfuerzo.
Brotó en la ciudad cemento,
en los pueblos el silencio de cementerio.
Silencio de trinos
silencio de niños
silencio de ranas
silencio de grillos,
de balidos y ladridos.
Golondrina del antropoceno
¡cuenta otra vez la historia
del hechicero tuerto!
Protestaron los chiquillos:
¡cómo me voy a dormir
sin lumbre ni chimenea,
sin los cuentos calentitos
de la abuela!
Sin leña que acarrear
ni ceniza que limpiar,
con estufas que se enchufan
creció otro calor de hogar
y el dinero de pagar.
Entre relojes que marcan
la hora de despertar
la de regresar a casa
la de volver a empezar,
adiós propiedad del tiempo:
se pierde la libertad
Cuenta otra vez la historia,
repite el viento,
entre las hojas ausentes
del olmo muerto.
¡Torpe vuelo que porta la oscuridad y el duelo!
Los negros emisarios del hechicero
reclaman la cosecha del cementerio,
de la tierra enterrada bajo el cemento.
Solo dos sobrevuelan el cielo inmenso
alternan el cuidado de tres polluelos
en la cuna de barro adherido al tiempo.
Sin parva ni trillo,
nunca le faltó al verano
de los chiquillos
la golondrina viajera
en la primavera.
Vuela y mientras vuela
con el aire juega
y la noche llega.
Ojos que ven sin ser mirados,
huella fugaz de nuestros sueños
en el cielo del antropoceno.

Bellísimo Mariam R Gomez. Mirada ecofeminista y poética de lo huéfano que parece que estamos, y sin embargo, cada día es un día nuevo, donde en en medio del caos existe la inocencia en el más puro sentido de la palabra. Y ella es la que nos empuja al servicio a hacer con nuestros pequeños gestos grandes canales invisibles de transmisión.
Muy bello también tu comentario. Es muy esclarecedor para mi tu observación sobre la mirada ecofeminista, que sin duda también a ti te acompaña.
Gracias Nuba y un abrazo