En 1987 a propósito de la lucha contra el embalse que se pretendía construir en el valle del Pas (Cantabria) Jesús Ibáñez escribía: «La guerra es de la ciudad contra el campo. Los campesinos son un engorro: pues tienen memoria, resisten. Primero serán eliminados los montañeses, luego los llaneros. Además ¿quién iba a consumir las comidas y bebidas sintéticas de las transnacionales si no fueran eliminados los campesinos y ganaderos? El Avecrem y la Cocacola pueden ser opciones de gourmet: basta que como alternativa sólo queden el fango y el agua de cloaca». Algún día tendremos que escribir colectivamente la crónica de esta guerra de la ciudad contra el campo, la crónica triste de esta guerra de la modernidad capitalista contra las raíces y las culturas campesinas,… sirva este texto para dar cuenta de una pequeña victoria que podría contener semillas de un mundo mejor.
El valle de Artze en el norte de Nafarroa es unos de esos territorios que en el proceso de modernización agraria del siglo XX quedaron rezagados, desplazados y derrotados. Terrenos montañosos y mal comunicados, suelos pobres, climatología adversa y una población con una identidad muy fuerte y refractaria al cambio… confluyen en un paisaje agreste que a principios del siglo XX aún se mantiene relativamente al margen de los flujos culturales, comerciales y políticos del desarrollo capitalista, y por lo mismo conservan altos grados de soberanía alimentaria y energética y mantienen una rica vida comunitaria que cristaliza en instituciones y prácticas de apoyo mutuo y cooperación social muy eficientes y de larguísima raigambre histórica.
A partir del fin de la guerra civil, y especialmente en la década de los 50, el éxodo rural hacia los núcleos urbanos se combina con el inicio de las políticas de reforestación industrializada de pinos impulsada por el ICONA y las Diputaciones. Los pueblos y caseríos más pobres, más altos y peor comunicados empiezan a abandonarse y en muchos casos la Diputación compra pueblos enteros, con todos sus terrenos, y sus montes… este es el caso de Aritzkuren, pueblo en el que voy a centrar las siguientes reflexiones para ilustrar esta catástrofe ecosocial que supuso el llamado progreso, pero también dar cuenta de las resistencias que se alzaron contra él.
No se ha estudiado ni criticado lo suficiente esta política forestal productivista que convirtió tantas montañas peninsulares en cultivos asfixiantes de especies de rápido crecimiento, especialmente coníferas y eucaliptos. Sabemos a estas alturas cómo esa política forestal contribuyó a las pérdidas y acidificación de los suelos forestales y a la proliferación de incendios pavorosos, pero no todo el mundo conoce el papel que jugaron las plantaciones de pinos en la expulsión de la población rural de sus territorios, y como en nombre de la protección de las cabeceras de los ríos contra la erosión se destruyeron las bases económicas de los pueblos montañeses, muy especialmente sus ganaderías de subsistencia pero sustentables y se empujó al abandono de los pueblos, y al exilio interior o exterior de sus poblaciones… La política forestal y rural franquista es una vuelta de tuerca por métodos más coercitivos y guerracivilistas al desastre medioambiental, social y comunitario que supuso la desamortización de Mendizábal para las clases campesinas peninsulares.
A principios de los años 80 el proyecto de destrucción ecosocial y expolio ideado por el desarrollismo agrario franquista, y continuado con entusiasmo por los gobiernos de la transición, ha triunfado; sólo falta cerrar la presa de Itoitz y poder llevar el agua del Irati a la agricultura industrializada del sur de Nafarroa mediante el faraónico Canal de Navarra (fuente que lo sería de pingües beneficios y sonadas corruptelas)… Y así hubiera sido: el triunfo hubiera sido completo y definitivo de no ser porque, en estas mismas fechas también, acaece un pequeño acontecimiento protagonizado por gente pequeña que haciendo pequeñas cosas sin embargo acaban cambiando la historia (tomo prestada la certera imagen poética de Gustavo Duch): un grupo de personas procedentes del movimiento antimilitarista bilbaíno dan el paso de okupar Lakabe y comenzar la reconstrucción de sus ruinas, iniciando un proceso de experimentación comunitaria y de reinvención de economía campesina, de autosuficiencia y autogestión… poco después llegan más jóvenes urbanos que se asientan en otros pueblos como Uli Alto, Javerri o Galdúroz, pero es Lakabe el pueblo que logra forjar una comunidad más organizada y estable que sirve de ejemplo y semillero de proyectos utópicos pero concretos.

Más de 20 años después pero apoyándose material e ideológicamente en Lakabe el 7 de Abril de 1995 otro grupo de jóvenes de otra generación (pero también procedente de los movimientos sociales urbanos: antimilitaristas, okupación, ecologismo, feminismo…) okupa Aritzkuren y comienza la reconstrucción y recuperación de las ruinas que quedan del que fuera hermoso —aunque humilde— caserío hasta cinco decenios antes. Precisamente en estas fechas la lucha contra el embalse de Itoitz se recrudece, la larga lucha de masas emprendida por la Coordinadora de Itoitz no logra parar la monstruosa obra, ni logra frenar la voluntariosa ofensiva contra la naturaleza y el mundo rural que el PSOE ha enarbolado desde que llegara al gobierno (ofensiva de la que Riaño fue el trágico prólogo), de modo que nace Solidari@s con Itoitz que propone abrir un cauce de acción directa, resistencia activa y desobediencia civil no violenta para la defensa efectiva del río y de los pueblos de sus orillas. No por casualidad en este grupo participan vecinas y vecinos de Aritzkuren y del resto de pueblos okupados en la ribera del Irati, confirmando así ese justificado temor de nuestros desarrollistas hacia los pobladores rurales y los obstáculos que estos pueden suponer para sus proyectos extractivistas y explotadores. El 6 de Abril de 1996 Solidari@s realiza su acción más famosa, contundente y efectiva: cortan los cables que transportan el hormigón de la presa y paralizan las obras durante un año, pero a consecuencia de ello son detenidos, maltratados y reciben duras condenas que les llevan a la cárcel en unos casos y a huir en otros.
La larga, ejemplar y contundente lucha, empero, no logra evitar a la postre el cierre de la presa, el estrangulamiento del río y la inundación y desaparición de las bellas poblaciones de Itoitz, Artozqui, Ezcay, Lakabe Viejo, Muniain, Gorriz y Orbaiz… Pero pese a esta derrota y sus consecuencias humanas y políticas, la vida continúa en Aritzkuren: se conforma un grupo motor estable, se levantan los primeros tejados, se construye día a día comunidad y fraternidad, se trabaja duro, nacen niñas y niños por primera vez en más de medio siglo, se levanta una escuela. Otros pueblos lo harán de otro modo pero en Aritzkuren desde el principio se instituye una caja común, una cocina común… llevándose a cabo un experimento de comunismo sencillo y agrario o de economía de la bondad común que con todas las dificultades es una de las claves de su éxito, de su resistencia, de su resiliencia. El ejemplo cunde y ya en el siglo XXI se va sucediendo un goteo de okupaciones de los pueblos y caseríos que siguen abandonados en sus cercanías (Rala, Aizkurgi, Artanga, Uloci, Gardalain, Zaspe, Urniza….), la colaboración y la solidaridad entre los diversos grupos se extiende, se conforma una Red de Pueblos Okupados, se celebran auzolanak (trabajos en común), fiestas, intercambios.
Para concluir: es realmente llamativo y hermoso el hecho de que Aritzkuren y el resto de pueblos okupados del Valle de Artze y del norte de Nafarroa, que fueron espacios que estuvieron a punto de quedar relegados al abandono y al olvido como si hubieran perdido el tren de la historia definitivamente, a día de hoy estén en la vanguardia de los ensayos que balbucean una nueva civilización, son núcleos pioneros de un nuevo habitar el mundo que medran en las ruinas —nunca mejor dicho— de esta civilización agonizante, experiencias comunitarias que contienen la promesa de que la historia aún podemos cambiarla y reescribirla… si nos juntamos y nos abrazamos a la Tierra. Aritzkuren Bizirik! (¡Aritzkuren vivo!).

«Si nos juntamos y nos abrazamos a la tierra»
Que bello artículo.. «para alegría de propios y ajenos»
Muchas gracias por estos impulsos, vienen de perlas.
Felicidades
Esperanzador.
j’ai un projet identique à Aritzakun ! milesker de réclamer ma Lettre ouverte !