(Continuación del artículo Durante y tras el colapso: La Revolución Solidaria, 1ª parte)
La Revolución económica y política
Para llevar a cabo la revolución tecnológica del reciclado necesitamos coordinación social además de dedicar casi toda la energía exosomática y endosomática a este esfuerzo mediante un flujo relativamente lento y sobre todo autocontrolado de la misma.
La economía circular y del bien común, la permacultura y otras visiones que se están proponiendo no son más que los primeros pasos que podrán ser útiles durante y tras el colapso.
Durante el colapso los distintos ensayos podrán darse con cierta visión global (mientras cae internet, por ejemplo, podremos saber/coordinarnos con otros ensayos locales alejados de nosotros). El conocimiento global será una mina, como las urbes, solo que en este caso no de materiales pero sí de información. Aunque como toda mina, será finita. Deberíamos aprovecharla bien, luego los flujos de información seguirán existiendo pero serán a un ritmo mucho menor. Lo que una vez más, será un ventaja después, porque nos permitirá crear una diversidad de ensayos.
De nuevo: un flujo de interacción muy rápido –sea de energía o de información– suele provocar problemas; históricamente el ejemplo clásico es el choque de civilizaciones, en especial con la nuestra, pues allí con quien hemos interaccionado hemos siempre desestructurado. La palabra clave es el ritmo; entre el silencio y el ruido está la música (lo que no es sólo una analogía poética).
Así que será una bendición que no haya suficiente energía durante el colapso pues así los intercambios con la sociedad de al lado no serán demasiado rápidos y, sobre todo, dominadores (sí lo serán al principio, mientras aún se usen fósiles de alta densidad); bastante tendrán con preocuparse las sociedades por permanecer.
Además, como el reciclado exige un flujo coordinado de información y energía además del de la propia materia, hablamos de un metabolismo que tendrá que hacerse complejo poco a poco para evitar los ciclos de realimentación positivos explosivos:
Existen dos modelos políticos para hacer esta revolución económica. El jerárquico, que superficialmente se parecería al cuerpo humano con un cerebro director, o el de un árbol, con diversidad de funciones pero sin sistema nervioso central.
Sin duda es más eficiente el segundo tipo (a las pruebas históricas me remito), pero además, la enorme complejidad del cuerpo humano no es debida a una jerarquía. En realidad el cerebro no dirige, se coordina con el resto de órganos de nuestro cuerpo, recibe órdenes de las hormonas que proceden de nuestros riñones, por ejemplo, a la vez que manda órdenes para que tal músculo se apriete. Solo en los sistemas humanos de baja complejidad relativa existe un sistema jerárquico de dominación. Sólo la extrapolación de nuestro sistema de organización interpreta como relaciones jerárquicas, de dominación, lo que vemos en los seres vivos: pirámide trófica, rey de la selva, abeja reina… (es el capitalismo liberal ateo encarnado en el neodarwinismo del gen egoísta en vez de en la visión del anarquista Kropotkin).
El metabolismo de una ciudad humana en realidad funciona casi solo, sin necesidad de una dirección –a pesar de los alcaldes, de hecho–, al menos en sus relaciones más importantes y numerosas.
La jerarquía dominadora no solo genera desigualdad injusta, es una aberración anti-entrópica insostenible a largo plazo (nunca, ningún imperio, se ha sostenido durante milenios, y sin embargo, cientos de sociedades humanas poco o nada jerarquizadas han persistido durante miles de años). La desigualdad, como sabemos, es un factor de insostenibilidad. Luego, por ser antientrópica (la entropía es reparto de energía), la desigualdad es insostenile y de baja probabilidad. Solo la circunstancia del crecimiento hiperexponencial en la energía ha desordenado durante un corto tiempo el sistema humano. Las civilizaciones colapsan cuando crece demasiado rápido –incontroladamente– la energía a la que acceden (aunque pueden hacerlo por más razones). Es como una gran fluctuación en el esquema de Prigogine de los sistemas complejos alejados del equilibrio térmico (todos los de interés, de hecho).
Así que durante el colapso la economía recicladora deberá basarse en organizaciones políticas obsesionadas además por la eliminación del poder (económico, político, tecnológico) sobre el otro, sobre la otra, sobre la naturaleza.
No sólo cooperaremos con el otro, con la mujer y con Gaia, sino que, si surgen tendencias directoras, estas procederán del otro, de la mujer y de Gaia.
La inteligencia individual-racional pasará a segundo plano (o, mejor, se coordinará) con la relacional-emocional-espiritual.
Esto hará fácil (pero solo entonces) la revolución económico-política.
Las mujeres tomarán un papel protagonista no porque estén más capacitadas genéticamente que los hombres, sino por el hecho de que si nuestra civilización no colapsó definitivamente ya en la época griega fue precisamente debido a que se había relegado en exclusiva a la mujer al mantenimiento de esa esfera relacional-emocional, imprescindible para un cierto equilibrio psicológico y social. Paradójicamente, el dominio sobre la mujer y su papel de autosacrificio, mantuvo los sistemas a duras penas. Que sólo se les permitiera la esfera relacional-emocional-espiritual se convertirá en la fuente de la que beberán las sociedades futuras.
La familia como núcleo fundamental de las sociedades es un invento de las sociedades dominadoras, invento que sirvió al propósito de sostener psicológica y socialmente la cultura en cuestión a cambio de relegar definitivamente a la mujer (eso es el patriarcado) a un segundo plano. La ruptura que las Thatcher, Merkel y Aguirre de turno representan va en la dirección contraria a la que se dirigirá la revolución económica y política (son ejemplos de mujeres de éxito y de poder precisamente por acrecentar –más aun si cabe que los hombres, precisamente por ser mujeres– su inteligencia individual-racional sobre las demás inteligencias de las que estas mujeres en concreto claramente carecen).
Las sociedades igualitarias basan sus relaciones en la comunidad entera –por eso no suelen superar los pocos cientos de personas–, no en la familia.
Como nos recuerda Kropotkin, desde que el Homo es sapiens ha vivido en comunidades que iban más allá de la familia; las relaciones de reciprocidad, ayuda mutua, cooperación y coordinación de esos grupos no estaban unidas exclusivamente a lazos familiares –genéticos–: el cargo de hechicera no se heredaba. Esto se tiende a olvidar cuando la vara de medida interpretativa es la genética-darwinista-competitiva –que nos impide comprender mejor nuestro pasado–.
Nuestra inteligencia individual-racional se rebela –con razón, si las relaciones son de dominación– a que el individuo se sacrifique por la comunidad.
Pero una sociedad que evolucione hacia una economía cooperativa-coordinada tendrá individuos que se sacrificarán por la comunidad sin necesidad de una manipulación emocional-espiritual (pensemos en el caso de la guerra, otro producto de sociedades jerarquizadas/dominadoras en la que la manipulación es tan alta que construimos kamikazes al tiempo que se arrasa Japón con bombas incendiarias o llenamos campos de exterminio con otros seres humanos a los que negamos tal cualidad).
Las castas en las hormigas son radicalmente diferentes a las castas en la India: una hormiga aislada se estresa tanto que muere antes que varias hormigas juntas privadas de oxígeno. Solo le pareceremos robots idiotas a una sociedad individualista-dominadora de economía depredadora, pero estas se irán extinguiendo solas.
El futuro de la Humanidad pasa por una revolución económica y política que nos convierta en eso: Humanidad.
Claro que para ello necesitamos obviamente un cambio radical en nuestros mitos, emociones y paradigmas de pensamiento. Un cambio ético y de valores radical. Una revolución espiritual.
La revolución espiritual durante y tras el colapso
Quizás el argumento más contundente que demuestra la inevitabilidad del colapso de nuestra civilización es que para poder evitarlo se requeriría un cambio profundo y radical de nuestros mitos, valores y paradigmas culturales, políticos y espirituales.
La historia de la Humanidad nos dice que un cambio tecnológico importante requiere décadas, como sabemos que requeriría pasar (ordenadamente) de un consumo de energías fósiles del 90% a un 10%. Pero sabemos que los cambios profundos –revoluciones– en la esfera económica y política requieren más tiempo, incluso algunos siglos (e.g. el paso de la aristocracia a la burguesía o la Revolución Industrial). Y los cambios profundos en nuestros mitos requieren incluso milenios de experiencia directa vital.
El paso de las primeras sociedades agrarias de la Era Axial[1] (con el cambio de mitos que, por ejemplo, nos describe la mitología griega) requirió milenios para poder vencer muchas resistencias durante ese cambio: Buda, Cristo y Lao Tsé fueron algunos de los personajes que se resistieron a esos cambios al tiempo que provocaron otros.
El mito del progreso que empieza en la Era Axial en China, India y, especialmente, en Grecia, tiene su apogeo justamente ahora, más de dos milenios después. Cambiarlo no nos va a llevar tanto tiempo, pero es obvio que no se hace en 20 años.
Fue en lo más duro de las civilizaciones agrarias –al comienzo de la Era Axial– cuando surgen cambios espirituales y religiosos profundos. Esa época (800 a. C.-600 d. C.) de grandes imperios y enorme desigualdad, ve los apogeos del esclavismo, del patriarcado y de la lucha contra la naturaleza; es en ellos donde nace Zaratustra (~800 a. C) y muere Mahoma (~600 d. C) y cada imperio ve surgir (y luego termina por aceptar) a los Jesucristo, Mahoma, Confucio, Lao Tsé y Buda. Estos revolucionarios del espíritu predicaron la compasión, el amor, la caridad, y aunque no rompieron en ningún lugar las desigualdades con la naturaleza, la mujer y el pobre (esclavo), sí se redujeron estas con más éxito en Oriente que en Occidente, lo que explica en parte que fuese Occidente quien retomara un milenio después la senda del dominio y la preponderancia exclusiva de la inteligencia individual-racional (léase el imprescindible La Odisea de Occidente de Pigem).
Quizás en la historia de Occidente y Oriente han tenido más éxito los cristianos, confucianos, musulmanes y budistas que los taoístas (Lao-Tsé), jainistas (Mahavirá) o pitagóricos (Pitágoras), vegetarianos desde la ética. El que los pitagóricos unieran la espiritualidad a la ciencia y que los jainistas fueran ateos y no creyeran en que el ser humano pudiera superar un conocimiento tan solo aproximado de las cosas, es indicativo además de la gran diversidad de religiones y espiritualidades que surgieron en la primera etapa axial.
Por lo que parece, las tradiciones filosófico-religiosas de la etapa axial o son ignoradas por el poder y desaparecen (sobre todo las más vegetarianas) o son pervertidas y adaptadas (en especial las más centradas en el prójimo humano visto como hombre masculino). Es decir, vemos a Pitágoras, Lao-Tsé y Mahavirá más cercanos al ecologismo de lo que puedan estar Cristo, Mahoma o Buda (este último no deja de ser antropocéntrico ya que solo los humanos podían lograr el estado de Buda, aunque la iluminación la adquiriera bajo un árbol sagrado). En el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana o en el Corán no abundan los pasajes en los que la naturaleza se vea como sagrada. Cristo es pescador y no se preocupa por los bosques que judíos y romanos estaban deforestando ya en su época. Mahoma obligaba a sacrificar corderos en un paisaje desertizado.
Las revoluciones espirituales que sobrevivieron y medraron lo hicieron porque el poder las acogió (y manipuló en su beneficio) y, casual o no, ni las espiritualidades feministas (se desbancaba, después de todo, a las diosas de la etapa pre-axial) ni las ecologistas triunfaron (no niego la Verdad de ninguna de esas religiones; solo interpreto la historia de los acontecimientos posteriores).
Tras los colapsos de las sociedades dominadoras (India, Roma…) sobrevivieron algunas religiones y se mejoró la igualdad a pesar del drama que supone cualquier colapso (Edad Media en el caso de la Europa Occidental).
Tras la etapa de colapso y reestructuración volvió a crecer de nuevo el uso de la energía, que se aceleró con la llegada del Renacimiento europeo (más leña, más carbón vegetal, más productividad agrícola, más esclavitud, más dominio sobre la mujer y su energía, más energía extraída de las colonias), que se refuerza con el rescate de las viejas ideas. Es en el Renacimiento cuando renace el embate contra la naturaleza, el otro y la mujer. El nombre Renacimiento es pura propaganda: tendemos a pensar que las brujas fueron quemadas en el medioevo cuando en realidad tuvo lugar durante el Renacimiento y su modernidad.
Vuelve, con otra cara, una nueva era axial anclada en el dominio y la profundización de la violencia (guerra), del esclavismo (colonialismo), de la moneda (capitalismo), del Estado y el patriarcado. La Segunda Era Axial será impulsada y establecida temporalmente por la Revolución Fósil (llamada habitualmente Revolución Industrial) y la tecnociencia. Vuelve el dominio, pero también regresan las resistencias (Romanticismo, Revolución Francesa, marxismo, sufragismo…), pero no son suficientes porque falta una revolución espiritual que no solo luche contra la desigualdad entre los hombres y entre estos y las mujeres en el terreno político-económico. Faltan resistencias del lado espiritual-emocional (salvo quizás, tímidamente, el Romanticismo: benditos Goethe y Beethoven) y, sobre todo faltan las resistencias contra el ataque a la biosfera.
En la era actual del colapso de nuestra civilización quizás el equivalente de Zaratustra sea Gandhi. Pero sin duda surgirán durante los próximos siglos decenas de movimientos espirituales de resistencia y cambio (hoy denominamos a algunos de ellos como New Age, neopaganismos, etc.). ¿No están aumentando ya exponencialmente a nuestro alrededor?
Al respecto de la igualdad social, de género y con la naturaleza… los futuros textos sagrados no solo cuidarán de los pobres tratando de corregir los desequilibrios más sangrantes sino que se obsesionarán con que el otro es tu igual y necesario; buscarán también activamente una igualdad de género y promoverán toda esa parte de inteligencia emocional y de cuidados arrinconada por los mitos actuales. Los textos que no lo hagan generarán sociedades condenadas al colapso.
Parecerá lógico que sean sacerdotisas y mujeres profetas las que abunden en el proceso. Ganaremos así, no sólo al otro, sino al 50% de la población. Y aunque ésta disminuirá de manera importante, como sabemos, la densidad y diversidad de ideas y nuevos mitos será alta y, al principio, un tanto caótica (como las numerosas sectas cristianas en su momento).
Pero, sin duda, el factor más importante durante el colapso y su causa principal, es el arrinconamiento de la naturaleza, de Gaia (aunque ese arrinconamiento se explique social y culturalmente). Por tanto, la sostenibilidad futura durante y tras el colapso, basaría su revolución espiritual en la deificación de Gaia. Supongo que esto no implicará verla como una diosa a la vieja usanza griega, ni siquiera como a una madre al estilo de la Pachamama americana. Quizás esas filosofía y espiritualidad nuevas tengan algún ingrediente de inteligencia racional, de teoría científica, de ciencia ecológica o gaiana; de Gaiarquía.
Las próximas espiritualidades podrían escudarse contra la tentación del poder, de caer en sociedades dominadoras que tergiversarían los textos y los reinterpretarían en su beneficio, como se ha venido haciendo desde los emperadores de la época axial con las ideas de Cristo (Constantino, los Borgia), Buda (Asoka), Lao-Tsé (Li Shi Min), etc.
La ciencia desde la visión sistémica llega a la conclusión de que nuestra civilización global está entrando irrevocablemente en un periodo de colapso o profundísima transformación. Los problemas ambientales (caos climático, disrupción de ciclos ecosistémicos, 6ª extinción masiva de especies, colapso de ecosistemas y poblaciones animales y vegetales, etc.), junto a la pérdida de accesibilidad de fuentes energéticas y materiales (pico del petróleo, pico de los suelos, del agua, de minerales, etc.) hacen biofísicamente inviable el camino que pretende seguir esta civilización. Si a estos términos se les añaden problemas del propio sistema humano (desigualdad Norte-Sur, de género, geopolítica, paz, etc.), se concluye que una transición brusca es inevitable.
Es más, desde la ética, la filosofía, la antropología, la sociología y la historia, son los valores y mitos culturales que conforman la infraestructura de nuestra civilización donde encontramos las causas raíz que se unen a los procesos físicos que nos conducen al colapso.
La falta de “educación, concienciación y valores” –que tantas veces se repite– no es únicamente un problema estructural, sino profundo. Son nuestros mitos con siglos de antigüedad y que se han ido construyendo a la vez que han conformado nuestra civilización, los que hacen inviable cualquier transición suave. Porque los mitos profundos tardan siglos o incluso milenios en aparecer y también en desaparecer. El cambio de mitos –éticos y filosóficos– es inevitable si es que queremos paliar los mayores efectos negativos del colapso al tiempo que se sientan las bases de la reconstrucción de las civilizaciones del futuro.
Mitos como el de la racionalidad científica reduccionista y mecanicista (Descartes), el mito del progreso humano identificado con el del progreso tecnológico acelerado (Bacon), el mito antropocéntrico (el hombre como centro de todas las cosas: Biblia, Renacimiento…), el mito del macho racional (los héroes griegos contra las diosas y los seres monstruosos femeninos); todos ellos rompieron con aquellos mitos antiguos que habían permitido cierta sostenibilidad ambiental y una mayor igualdad humana. Rompieron con la visión del Cosmos y/o la Tierra como un todo orgánico, con la diosa Gaia o la Pachamama como diosas madre, con la visión del tiempo cíclico de transformación espiritual y material lentas, con la visión –en definitiva– del ser humano como parte integrada en un mundo mágico y sagrado (de nuevo léase a Pigem y también los imprescindibles libros de Ignacio Abella sobre el rencuentro con la cultura y sacralidad del bosque y sus árboles).
Una vez asimilada la idea del colapso, ya no es tema de ética o de filosofía política la discusión acerca de si se pueden defender los mitos de nuestra cultura o cómo mejorarlos. El progreso va a quedar enormemente disminuido, la racionalidad científica reduccionista y mecanicista va a retroceder porque no encuentra soluciones, y ese camino de descenso civilizatorio con su disminución de complejidad (social y tecnológica) ridiculizará la centralidad del hombre en el Cosmos.
La discusión ética y filosófica se centrará en culturas de sostenibilidad y supervivencia, en discernir hasta qué punto los mitos antiguos volverán a ser necesarios y si serán suficientes.
La historia nos dice que los retornos nunca son idénticos. Así, podemos ver la Tierra como un organismo (teoría Gaia orgánica), no sólo como algo mítico, mágico y sagrado, sino también desde una nueva ciencia holística. La diosa madre no retornará porque Gaia nunca fue una madre que cuidara de nosotros con mimos y mamas. Esa ancestral visión maternal de la Tierra/Gaia cambió para pasar a verse como una cosa separada del hombre que debía ser dominada primero y salvada de nosotros mismos después (“Salvemos la Tierra”, ¿se acuerdan?).
El retorno será, idealmente, a una visión sacro-científica en la que el ser humano, con humildad (sacralidad) y asombro continuos (ciencia), se sienta una parte integrada dentro de un organismo mayor: Gaiarquía.
La ecología profunda inició ese camino en la ética y la filosofía, y un posible siguiente paso, ya apuntado por Naess, es que esa integración supondría no sólo acabar con el mito antropocéntrico que nos trajo el desastre (el mito de Ícaro hecho realidad), sino que acabaría con buena parte de los conflictos y contradicciones entre una ética humanista y una ética biocéntrica.
Al igual que es difícil imaginar conflictos éticos entre mi mano y mi yo, así sería si fuéramos pasando a una filosofía y ciencia gaianas. La sostenibilidad de las próximas civilizaciones (y me atrevería a decir que también la de la especie) pasará porque culturalmente nos sintamos células funcionales de Gaia. Pasarán por una re-transferencia de telos (nuestros objetivos y anhelos) a Gaia, de un engaiarse de nuevo (Harding: Animate Earth), algo que no es extraño al Homo sapiens, pero sí a nuestra cultura-civilización. No se trata de minimizar al ser humano, sino de situarnos en un contexto que nos haga, primero, sobrevivir y, después, vivir.
Déjenme que tome unos párrafos del Oráculo de Gaia, primero de una carta que Zoroastro (el discípulo-maestro) escribe a su maestro-discípulo, Leonardo Da Vinci:
Villafranca, 14 de noviembre de 1506
Mi amado Leonardo:
¡Por fin! ¡Ojalá pudiera volar para deciros esto en viva voz!
“Es la Tierra la que está viva, el hombre es sólo un átomo viajero de ella”.
Esto significa, maestro Leonardo, que ni el hombre ni los ángeles son el centro de todas las cosas. Es la misma Tierra, y como ya sabíamos, ella está viva…
Como vos decís, si el agua es la sangre de la Tierra, entonces el hombre es una simple partícula de esa sangre…
En cualquier caso, la idea esencial es que la Tierra está viva como lo estamos vos y yo. Como si la diosa Gea resurgiera de sus cenizas como el ave Fénix.
¿Por qué hemos olvidado algo que sabíamos desde siempre?
Porque la idea de que todo lo vivo formamos parte de un ser vivo mayor que nos engloba, la conocen en oriente y también en el occidente antiguo, en Europa, tanto griegos como celtas. Es más, me encontré en mi viaje a África a gentes que ni siquiera tenían la escritura y cuyos conocimientos de ciencia y arte eran superados por cualquier niño de Florencia que, sin embargo, tenían tan clara esta idea que no entendían que alguien pudiera preguntar acerca de ella.
Sabemos pues de dónde venimos y quienes somos. Solo nos falta saber cuál es nuestro papel, cuál es nuestro propósito y destino.
Sé que pensaréis, Maestro, que nuestro destino es que la parte se convierta en el todo…
Para mí está claro que debemos asumir qué somos y a partir de ahí buscar en qué podemos servir a Gea o a Gaia.
No es la Tierra la que está al servicio del Hombre, sino al revés.
Dios nos puso aquí para ser útiles a Gaia…
Camino de Finisterre meditaré sobre cuál puede ser nuestra utilidad aquí.
Y más adelante, Zoroastro anota en su cuaderno:
Y liberada así mi mente de la carga que supone creer que el ser humano es centro de atención de algo o alguien más allá de nosotros mismos, entonces, con esta libertad recién adquirida, el pensamiento da un salto de gigante respecto al bagaje cultural que desde hace milenios aplasta, como una enorme losa, a la mayoría de la humanidad.
Este salto en el pensamiento me permite avanzar, o quizás simplemente recordar, tanto en lo científico, como en lo filosófico, como en lo ético. A partir de aquí, surgirá una nueva ciencia, una nueva filosofía y una nueva ética, incluso un nuevo arte; radicalmente diferentes. Un nuevo amanecer. Hoy muere un mundo, mañana, será un mundo nuevo.
Todo se realimenta.
Notas
[1] El filósofo alemán Karl Jaspers definió en 1949 la Achsenzeit (Era Axial, el periodo que transcurre entre el 800 a. C. y el 200 a. C.) como la línea divisoria más profunda de la historia del hombre, durante la cual apareció la misma línea de pensamiento en tres regiones del mundo: China, India, Persia y el mundo greco-romano. (Fuente: Wikipedia.)
Tengo tres comentarios al texto
1) https://www.youtube.com/watch?v=ZdUWPA_AX6o
( por la última frase)
2) Armeria welwitschii (raiz-divina, um endemismo lusitano) que necesita a sus «bichitos verdes» como los hemos visto…
http://dias-com-arvores.blogspot.com.es/search/label/Plumbaginaceae
..y sin embargo, no hay mucha música alrededor de las flores esta primavera..hay bastante poco vuelo… al menos por aquí.. en serio, faltan insectos. Eso hay que pensarlo, sería un problema esencial que ya pasa en China y en otras regiones, hay que hacer algo …
3) Davide Salvado: ( porque este disco entero del autor me parece profundo…bella filosofía..)
https://www.youtube.com/watch?v=bdbJ1gXqv0M
( músicas de la tierra, las de aquí, las de allá , las de los ritmos de agua.. )
y sí, los alveolos, bronquiolos, bronquios, y pulmones son un pequeño bonsai -arbolillo – que tenemos aún para regar por dentro …
Gracias Nuba. Gracias por la música. Me ha recordado a esta otra:
https://www.youtube.com/watch?v=OhGhYYiypI0 (que inspiró algunos pasajes del Oráculo de Gaia).
Desaparecen insectos y corales (http://www.desdemonadespair.net/2016/03/great-barrier-reef-coral-bleaching-at.html )y árboles. Una noticia pésima: el fresno puede desaparecer en Europa: http://www.desdemonadespair.net/2016/03/ash-tree-set-for-extinction-in-europe.html
Primero el olmo y ahora el fresno. Leo a Ignacio Abella que nos cuenta que un mito nórdico habla de que la mujer y el hombre nacieron de un olmo y un fresno y resuenan malos presagios (de otro mágico libro suyo: El gran árbol de la humanidad).
Y sí, nuestros pulmones son un árbol, y como él, apasionado por compartir a través de su superficie (nuestra superficie pulmonar es una «membrana» de comunicación/respiración que abierta mediría como media pista de tenis.
Aunque tu magnífico artículo merece una relectura y un comentario más en profundidad, y pese a que no pretendo hacer una defensa global de una religión que no deja de ser un producto cultural de un pueblo de nómadas y pastores de regiones áridas y por tanto, de dudosa aplicabilidad ecológica a otros ámbitos, como sugiere alguna gente, sí que me gustaría matizar que el Cristianismo no tiene por qué carecer de una visión ecológica. Nunca se me ha ocurrido analizar la Biblia desde ese punto de vista, pero seguramente encontraríamos esa visión típica de un entorno geográfico y cultural muy específico, aunque también un cierto respeto y veneración genérica por toda «la Creación»; sin embargo, sí que dentro de esa religión podemos encontrar visiones mucho más próximas a lo que hoy entendemos por ecologismo, aunque varios siglos después y en un entorno bastante diferente al originario del Cristianismo: estoy pensando concretamente en San Francisco de Asís y su amor expreso por todos los seres vivos y reverencia (sacralidad?) por la Naturaleza («hermano lobo, hermana Luna…»).
Me da la impresion de que el cristianismo, al igual que todas las cosmovisiones de la era axial, tiene nula vision ecologica.
La emergente nocion del inviduo implicaba su separacion en alma y cuerpo, o en intelecto y cuerpo, coherente con la estratificacion social en clases, en gobernantes y gobernados, amos y esclavos, donde los gobernantes son el intelecto -ellos mismos son intelecto- y los gobernados el estupido cuerpo.
El cuerpo es la parte tonta, la parte estupida y desobediente.
El alma, el intelecto, debe dominar al cuerpo, pues de ello depende la salvacion. Individual… por supuesto.
Incluso el budismo incurre en esta separacion, en la ignorancia y elusion de la comunidad y la naturaleza. El budismo es tambien un negocio individual.
La Naturaleza, el medio entorno, tan solo es un campo de maniobras, una pista de obstaculos donde el alma conquista la perfeccion e inmortalidad, accediendo a una realidad superior. Asi que la naturaleza no es mas que trasunto del estupido, rebelde y corruptible cuerpo.
Incluso los cientificos ateos creen en ese orden perfecto, en la explicacion total que dara control y poder sobre la naturaleza, sobre la condicion falible y mortal.
La Biblia y otros textos son tan extensos que se contradicen o se interpretan de muchas formas. Lo importante es que pese a San Franciso (y me temo que tambíen frente al nuevo Francisco), los pasajes de respeto frente a los de cosificación/dominación seguirán siendo los más interpretados y seguidos.
Es más, el papa Francisco, aunque su Laudato Si’ es un paso de gigante en el ecologismo (respecto a lo que hay en la élite de la iglesia católica) que creo era necesairo no deja de tener su ambivalencia. Por poner un ejemplo de esa ambivalencia, este es el párrafo 220 del capítulo VI:
«Esta conversión supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado generoso y lleno de ternura. En primer lugar implica gratitud y gratuidad, es decir, un reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre, que provoca como consecuencia actitudes gratuitas de renuncia y gestos generosos aunque nadie los vea o los reconozca: «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha […] y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará» (Mt 6,3-4). También implica la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal. Para el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres. Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo, ofreciéndose a Dios «como un sacrificio vivo, santo y agradable» (Rm 12,1). No entiende su superioridad como motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente, que a su vez le impone una grave responsabilidad que brota de su fe. «.
El problema desde mi punto de vista es la palabra superioridad. Pese a que trata de desprenderse de varios mitos (ataca en especial el progreso técnico desaforado que conduce al consumismo), sigue anclado en el mito de la superioridad del hombre sobre la Creación, la responsabilidad surge de esa superioridad, pero no es ni mucho menos suficiente y dar la vuelta a eso supone simplemente otra espiritualidad, no una transformación de las actuales (hace tiempo que no creo en machismos responsables ni en capitalismos verdes ni en espiritualidades antropocéntricas -el cristiano cree que Dios envió al planeta Tierra a su único hijo (¿estamos pues solos en el universo?) para salvar a la humanidad de un pecado ancestral, no para salvar a la Tierra de nuestra civilización-). En todo caso, Laudato si’ era necesario pero llega tarde, quizás en la época de los Borgia habría sido suficiente, pero los papas entonces estaban a otra cosa.
Gracias por tan inspirador y profundo artículo Carlos
A mí un aspecto que me preocupa de la cuestión de trasladar el «telos» de la Humanidad a Gaia, es el hecho de que podría, en teoría, llevar a algún humano a considerar que, dado que la Humanidad supone un peligro para la supervivencia de Gaia (principalmente si causamos un caos climático realimentado que desemboque en la venusización de la atmósfera), lo mejor para Gaia seria acabar con la especie humana.
El tal humano estaría en un error. Sería en todo caso más coherente decir: «La civilización Occidental supone un peligro, lo mejor para Gaia sería acabar con esa civilización». Y en cierta forma es Gaia la que acabará efectivamente con la civilización occidental (aunque la propia civilización va a contribuir sobremanera). El paso siguiente: usar la violencia para acabar con la civilización por el bien de Gaia, sería también una respuesta propia de nuestra civilización, que tampoco veo intrínsecamente humana.
Trasladar el telos a Gaia supone en realidad ir formando parte de ella al estilo como un conjunto de células de un organismo «trabajan» para el organismo. Si esas células se convierten en un órgano completarán su transferencia de telos, y sería absurdo que Gaia tratara de acabar con un órgano. Yo no querría acabar nunca con mis riñones, en todo caso con «mis» células cancerosas. EL gaiarquismo da miedo solo cuando uno en lo profundo se ve como célula cancerosa, no como una célula integrada. El «ecofascismo» es lo mismo. No es posible este desde una cultura, una emotividad, una espiritualidad y una ciencia que verdaderamente nos integrara en Gaia. Pero reconozco que es fácil caer en esas «tentaciones» cuando el pensamiento es propio de esta civilización.
El gaiarquismo no sería antihumanista.
Sí, coincido contigo en que estaría en un error. Pero ante la duda de si es la Civilización Occidental, la Civilización Industrial o la Civilización Capitalista (vid. los 2 libros publicados recientemente por Emilio Santiago Muíño)… igual tira por lo seguro: sacrificar toda la especie: o sea, cortar por lo sano. O simplemente porque piensa que más tarde o más pronto repetiríamos el error. Sería una actitud típicamente humana tirar al niño con el agua sucia, creo yo.
Pero hay multitud de contraejemplos de culturas «suaves» con Gaia, no cancerosas. No hay duda si el sujeto aprende historia.
Sí, no sé si «multitud», pero claro que las hay… O mejor: las hubo. No sé hasta qué punto sería reconstruibles/recuperables. Pero sí que necesitamos inspirarnos en ellas. ¿Sabes de alguien que las haya recopilado? He visto algunas identificaciones en Jared Diamond, pero no es exhaustivo.
Yo cada vez me fijo más en la céltica, porque es la que me toca más de cerca. Además me llamó mucho la atención hace tiempo al leer una entrevista con el anti-civilizatorio por excelencia, John Zerzan, que admitía haber evolucionado en su rechazo de todas las culturas posteriores a las recolectoras-cazadoras y admitía que seguramente las culturas como la céltica, basadas en una alimentación en buena parte recolectora (consumo de bellota, etc.), con una agricultura-horticultura de bajo impacto y con pastoreo integrado en todo ello, eran un modelo que también le parecía aceptable.
Para mí, aquí en Galicia, cuando los romanos trajero el arado, obligaron a la gente a bajar de los castros a los valles para cultivarlos, a sustituir la bellota por el cereal, se comenzó a joder todo… En otros lugares serían otros acontecimientos, otras épocas, quizás. Pero acabó pasando en casi todo el mundo. Eso no es reversible ya, pero es un modelo que nos debe guiar, en mi opinión.
«El paso siguiente: usar la violencia para acabar con la civilización por el bien de Gaia, sería también una respuesta propia de nuestra civilización, que tampoco veo intrínsecamente humana.» Es la actitud de Derrick Jensen y compañía, o eso interpreto yo. No me extrañaría ver surgir cosas así en un futuro nada lejano…
«Trasladar el telos a Gaia supone en realidad ir formando parte de ella al estilo como un conjunto de células de un organismo “trabajan” para el organismo. » Esa es para mí la actitud que reside en el fondo de la propuesta social de la Permacultura (lo que yo llamo «Permacultura Social»), ya desde el Designer’s Manual de Bill Mollison.
Quizás sí. Aunque la permacultura trata de dejar hacer a Gaia en ocasiones sígueme pareciendo que algunos autores trabajan en realidad para sí mismos (antropocéntricos). El objetivo no es permanecer los humanos, es integrarse en Gaia, el objetivo es Gaia, si lo hacemos bien seguro que permanecemos (aunque creo incluso que «evolucionaríamos» como especie).
«Si esas células se convierten en un órgano completarán su transferencia de telos, y sería absurdo que Gaia tratara de acabar con un órgano. » Y ¿cómo saber si ya somos un órgano o no? ¿Cómo saberlo, si no, cuando lleguemos a ese nivel?
«El “ecofascismo” es lo mismo. No es posible este desde una cultura, una emotividad, una espiritualidad y una ciencia que verdaderamente nos integrara en Gaia. Pero reconozco que es fácil caer en esas “tentaciones” cuando el pensamiento es propio de esta civilización.
El gaiarquismo no sería antihumanista.»
Muy interesante vincularlo con el ecofascismo. Entiendo, entonces, para que ti es vital levantar una defensa cultural-espiritual ante el más que seguro surgimiento del nuevo nazismo? ¿Será ese un pilar clave en la respuesta, que ahora estamos intentando torpemente articular en términos principalmente políticos (p.ej. en mi libro «A esquerda ante o colapso da civilización industrial»)? ¿Quizás el manual anti-fascista que necesitamos se parezca más bien a un «texto sagrado» como los que comentas? Desde luego no sería nada parecido a lo que hemos entendido por tal hasta la fecha… creo yo. Sería muy interesante seguir conociendo tus perspectivas sobre esta propuesta «constructiva», quizás mejor en un próximo artículo, si te animas 🙂 ¡Muchísimas gracias por contribuir a «iluminarnos» (en términos religiosos) o «esclarecernos» (en términos políticos), Carlos! 😀
¿cómo sabe un árbol que forma parte de un órgano? ¿Cómo lo saben tus riñones?
Lo «sabríamos» si permanecemos.
Pregunta en todo caso difícil, no estoy suficientemente «engaiado». Soy de otra cultura 😉 (es la disonancia cognitiva que tuvieron los primeros científicos que a la vez que estaban estableciendo el paradigma reduccionista y mecanicista seguían pensando en términos orgánicos cuando hablaban de la Tierra o los planetas).
Ni siquiera sé si resultará. En todo caso serán siglos de experiencias, los cambos profundos requieren tiempo. Si uno se convence de eso se libera de la pesada carga de tener que cambiar el mundo con cuatro amigos.
Ya casi sería una «disonancia epistemológica» más que cognitiva. Estamos en la Era de las Disonancias 😀
Yo ya sabes que ahí disiento un poco. Dado que la disponilidad energética caerá rápidamente (en términos históricos o incluso a escala de una vida humana), habrá cambios bruscos sí o sí. O sea, colapso (=simplificación profunda y rápida). Eso no quiere decir que TODOS los aspectos culturales cambien igual de rápido, o que no sobreviva NINGÚN mito de esta época durante un periodo más prolongado. Pero yo creo que más allá de una generación, la adaptación se habrá producido ya, y aunque sea un proceso inacabado habrá ya otra cultura profundamente diferente a la actual. No será aún gaiana, claro, pero tampoco será la consumista-tecnólatra actual: más que nada porque sin tener mucho que consumir ni perspectivas de llegar a tenerlo es imposible ser consumista. Y lo mismo podemos aplicarlo a otros aspectos. Habremos dejado de ser individualistas a la fuerza, aunque aún nos salga esa vena de vez en cuando a los criados en la Época de la Energía Fósil…
Y, volviendo al tema de si el Cristianismo es «recuperable» o no, me gustaría recordar que no todo es Catolicismo, y que incluso por el camino han quedado versiones del Cristianismo que estaban más integradas en lo que hoy llamaríamos ética ecológica, como el Priscilianismo, que por lo visto era una especie de sincretismo del Druidismo céltico y del Cristianismo. De hecho creo recordar que una de las acusaciones que llevó a nuestro galaico-romano Prisciliano a perder la cabeza y convertirse en el primer hereje ajusticiado por el poder Eclesiástico-Estatal Católico-Romano, fue la de panteísmo. https://pt.wikipedia.org/wiki/Priscilianismo
Para los interesados en conocer la figura religiosa de Prisciliano, recomiendo el librito «Prisciliano», de Xosé Chao Rego (Baía, 2002). En concreto, tiene un apartado que vendría bastante a cuento: «Antropoloxía e cosmoloxía», dentro del cap. 4 «Así pensaba Prisciliano».
Copio esto de una página de FAQs de la Irmandade Druídica Galaica, que pueden resumir la cuestión. Quizás mi alusión al «panteísmo» no sea del todo correcta, a la luz de lo que explican: «Primeiramente Prisciliano (S. IV), assassinado pelas suas “tendências pagãs” já que defendia, entre outras cousas, a igualdade entre mulheres e homens, a abolição da escravidão, o direito ao casamento de membros do clero, a utilização da dança e música nas liturgias, o animismo, o contacto com a natureza e celebração de liturgias nela, o emanacionismo, etc. Mas a influência Priscilianista perdurou por muito, e a sua figura é vivamente lembrada até época actual.» https://ask.fm/Durvate Por cierto, que me resultaría muy interesante conocer la opinión de estos colectivos recuperadores de la espiritualidad céltica acerca de nuestros debates espirituales-gaianos 😉
Copio otra interesante explicación que creo viene a cuento de lo que estamos comentando aquí: » Qual é a diferença entre adorar e reverenciar a Natureza?
A Druidaria é panteísta (e monista) e portanto percebe a Natureza, o Cosmos, como um Todo, onde nada é sobrenatural nem estranho, como muito desconhecido a dia de hoje e mesmo isso pode mudar no tempo. E por suposto onde tudo está interrelacionado.
Uma forma de explicar então essa diferença entre adorar e reverenciar é dizer que sendo nós parte dum Todo esse Todo não pode existir sem nós, por minúsculos que nos poidamos considerar às vezes, pois o Todo estaria logo carente duma parte, muito pequena na grande escala, talvez, mas absolutamente necessária para a total completude. Aí surge o abraio do indivíduo – a hierofania se se prefere – quando abre os olhos a essa Natureza maravilhosa perante nossa, esse sentimento inefável de conexão e pertença, do mais geral até o mais pequeno, essa certidão espiritual ao saber que todo forma parte dum mesmo processo que há marcar o nosso Caminho. Aparece aí então um sensação de reverência, de satisfação ao compreender em parte (na nossa parte) essa Natureza, de recolocar-mo-nos nela. E não temos medo nem vergonha então de proclamar quão bela é e o orgulho de formarmos parte dela: reverenciamos-la. Orgulhamos-nos, sim, positivamente. Sentimos à vez paz e energia, acougo e poder. Aí fai-se presente o Imbás ou Awen (inspiração) druídico.
Pois, imaginemos a roda dum carro: forma parte desse carro, mas seria absurdo da roda “adorar” o resto do carro. Mas sim pode gabar, reconhecer, o bem que funciona esse carro, a cor linda que tem, o seguro que é quanto pouco consome, a importância que têm o um para o outro, pois sem o carro a roda não seria grande cousa, e sem a roda o carro não poderia circular. Deste jeito, nós reverenciamos a Natureza, respeitamos-la e protegemos-la, mesmo gabamos-nos dela, mas se somos parte intrínseca dela seria ridículo “adorar” uma parte de nós mesmos, não sim? Mas nada de mau em dar-mo-nos umas palavras de fôlegos! e partilharmos com a Comunidade as alegrias e formosura da vida.»
El ecologismo es un asunto muy moderno. Realmente de hace dos dias.
Asi que no se puede reprochar que ninguna consmovision lo incorpore.
El asunto sistema no es lo mismo que el asunto mecanismo. En un sistema las partes interactuan entre si y con el todo y eso no se puede matematizar, como mucho se puede bosquejar en un modelo que sin embargo no arrojara certezas sino grados de probabilidad, lo cual conduce a obrar no ya por el principio de certeza sino por el de precaucion y esto choca frontalmente con la idea de progreso, o sea del lucha, esfuerzo, competicion. riesgo y logro.
Cierto, no todo es Catolicismo, pero las reformas protestantes de éste en el renacimiento no hicieron más que empeorar la cosa. Son las culturas centroeuropeas y anglosajonas las más alejadas de Gaia: http://dfc-economiahistoria.blogspot.com/2016/03/la-etica-protestante-y-el-espiritu-de.html
Por supuesto, podría pasar una especie de fenómeno inverso al que ocurrió históricamente: las nuevas espiritualidades y religiones se mezclarían localmente con creencias antiguas (cristianismo, budismo etc.), Y quizás El Ficus sagrado iluminara a un sabio o Gaia quiere a los humanos que la aman hasta el punto de retirar aguas del mar, o vaya usted a saber que extrañas mezclas (la historia humana está llena de ejemplos similares).