Sí que acierta a señalar —y ahí radica uno de los numerosos méritos que sin duda tiene Colapso— ciertos momentos históricos en los que unas determinadas opciones tomadas por ciertos agentes sociales tuvieron como resultado que una u otra civilización siguiera un rumbo hacia el colapso o, por contra, lo corrigiera y lograse perdurar. Pero en ningún caso se puede decir que una decisión de ciertas élites sea una elección social de fracasar. Nadie fracasa conscientemente, y menos un conjunto social, por mucho que ahora mismo resulte difícil no pensar —a la vista de nuestro delirante modo de vida— que nos estamos directamente suicidando como especie. Por tanto, el interés de lo que tan hábil y eficazmente nos sabe narrar Diamond, queda empañado por ese tipo de conclusiones y por otros posicionamientos suyos, como la insistencia en vendernos la idea de que hay empresas capitalistas buenas, que pueden buscar el bien social y ser ecológicamente responsables, o de que puede haber una “minería sustentable” o una extracción de petróleo limpia que no dañe el medioambiente, como si simplemente el uso de ese petróleo no fuese ya suficiente contribución al deterioro de la biosfera. Ahí el autor se debate entre una aparente ingenuidad y el lógico reconocimiento de que el interés de las empresas privadas es, en última instancia, crematístico. Para él, la salvación de nuestra civilización parece pasar, necesariamente, por una rectificación de las empresas malas siguiendo el ejemplo de las buenas prácticas (concepto BAU donde los haya) de las empresas más responsables. Esto viene de la mano de la animadversión que trasluce hacia los testarudos ecologistas, incapaces de ver, como él, que se debe ayudar a las empresas a comportase mejor con la sociedad y el medio ambiente. Incluso llega, en algún momento del libro, a decir que la ciudadanía es tan responsable de los desastres medioambientales de origen extractivo-industrial como las empresas contaminantes o como los gobiernos, por negarnos a subidas de impuestos o por no protestar lo suficiente (pp. 38, 43, 468 y 508 de la edición en inglés publicada por Penguin)! Insiste así, en repetidas ocasiones, en la responsabilidad social de los problemas ambientales, descargando en exceso a gobiernos y empresas, o al propio sistema capitalista-industrialista.
Si bien la mirada hacia el pasado que hace el libro es ciertamente valiosa —sirva como ejemplo su acertado énfasis en la importancia de cambiar los valores y la cultura cuando estos dejan de ser útiles para la sostenibilidad y se convierten en un lastre, ilustrado por el caso de la colonia vikinga en Groenlandia y Norteamérica, bautizada por ellos como Vínland— y está narrada con la habilidad de un escritor que engancha con su estilo —con valiosas metáfora como la de “el Mundo como un pólder”—, la extrapolación hacia el futuro de esas experiencias como vagaje del que derivar lecciones para corregir el rumbo de nuestra civilización, patina y convierte el libro en una obra de interés asimétrico, de un valor muy desigual.
Dentro de lo más positivo y destacable de la obra, debemos anotar la capacidad analítica que muestra el autor para categorizar los diversos tipos de respuestas sociales ante los problemas medioambientales, o los propios problemas, lo cual resultará muy útil a quienes estudiamos estas cuestiones, pues encontraremos repetidas y claras similitudes con nuestra situación actual y el inmediato futuro que nos espera y nos ayudará a entender un poco mejor por qué hacemos lo que hacemos o por qué no estamos haciendo lo que debíamos hacer. En ese sentido, el cap. 9 (“Caminos opuestos hacia el éxito”) resulta especialmente interesante y nos hace recordar lo aprendido con Odum & Odum en A Prosperous Way Down y justifica aún más apuestas como la de Ted Trainer en La Vía de la Simplicidad (de próxima aparición en castellano). También su repaso al gobierno de Balaguer en la República Domicana nos sirve para anticipar la respuesta de la sociedad hacia las medidas de tipo ecoautoritario que seguramente presenciaremos a raíz del colapso ecosocial por parte de ciertos sectores del poder. Del mismo modo, su repaso a las actividades extractivas en Papúa nos da razones para insistir en la necesidad de la oposición social local contra los proyectos esquilmadores de este capitalismo que quiere morir matándonos el futuro.
Volviendo a los aspectos más criticables, resulta chocante también la interpretación equivocada que parece hacer de un clásico de los colapsos civilizatorios: The collapse of complex societies, de Joseph Tainter, a quien menciona en algunos puntos del libro, para más bien desacreditarlo de manera respetuosa, pero dando la impresión de no haberlo entendido en absoluto. De hecho, pasa por alto en toda la obra el concepto crucial —según Tainter— para entender cuándo y por qué colapsaron la mayoría de las civilizaciones que precedieron a la nuestra: el fenómeno de los rendimientos marginales decrecientes. Así, llega a afirmar que “las respuestas de una sociedad [a sus problemas] dependen de sus instituciones políticas, económicas y sociales y de sus valores culturales” (p. 14-15), sin mencionar el crítico factor de la energía disponible o la fase en la que se encuentren de su curva de retornos marginales. Uno termina la obra con la sensación de que podía haber sido muchísimo más valiosa si Diamond hubiese incorporado ese concepto a su repaso histórico. El libro podría haber sido una especie de The collapse of complex societies revisited, beneficiado de la hábil prosa de Diamond y de su conocimiento de culturas y sociedades próximas y alejadas de nosotros en el tiempo y la geografía. Pero no: se ha quedado en algo de bastante menor valor, rematado con conclusiones muy cuestionables, como que “el colapso no es inevitable sino que depende de las opciones escogidas por una sociedad” (p. 21), como si no fuese cierto que, llegado a cierto punto en la curva de los rendimientos marginales decrecientes, sean cuales sean las decisiones adoptadas en esa sociedad, el colapso terminará ocurriendo igualmente. Es decir, los sistemas complejos no se autosimplifican: simplemente colapsan y son sustituidos por otros más simples.
Quizás es que Diamond no acaba de entender por completo las implicaciones energéticas de nuestro modo de vida, porque aunque da en ocasiones muestras de hacerlo, en otros puntos hace comentarios como que la agricultura moderna de los EE. UU. es “altamente eficiente” (p. 164) en lugar de “altamente intensiva en consumo energético”, lo cual dista mucho de la “eficiencia”. Increíblemente, tampoco menciona la mayor disponibilidad de energía como factor del crecimiento poblacional (p. 312). En otras ocasiones incluso parece confundir causas con consecuencias como cuando comenta que justo después de alcanzarse los máximos poblaciones se producen los colapsos civilizatorios, cuando son precisamente los colapsos los que hacen que disminuya la población y por tanto convierten en máximos (peak population) los niveles poblaciones previos (p. 177). Tampoco parece conocer los fundamentos de la Dinámica de Sistemas pues no menciona los procesos de feedback positivos o negativos y habla, en cambio, de “reacciones en cadena autocatalíticas” (p. 186). Estas carencias interpretativas lastran, en mi opinión, el resultado final del libro.
No obstante, reconozco que la obra merece una atenta lectura aunque sólo sea porque aporta referencias muy valiosas de culturas habitualmente poco citadas en nuestra eurocéntrica bibliografía. Diamond tiene de bueno, entre otras cosas, su especial conocimiento de los ecosistemas y culturas de Oceanía y el Pacífico, de donde nos trae casos presentes y pasados de una relación entre el hombre y su medio muy interesantes, aparte de los que explica detalladamente de la Isla de Pascua, la Groenlandia vikinga, el Japón del Periodo Edo, Haití vs. la República Domicana, Australia, los indígenas del Suroeste nortemericano, los mayas, el genocidio ruandés, y otros. De entre todos ellos yo destacaría el valor de aquellos que Diamond identifica en la Norteamérica, la Papua y la Oceanía indígenas, como más largamente sostenibles (incluso milenios), y cuyas claves de sostenibilidad y evolución ante los problemas ecológicos y de recursos explica con detalle y muy didácticamente, y de donde cabe extraer importantes enseñanzas para las personas y proyectos preocupados por alcanzar hoy día una mayor resiliencia en sus comunidades locales.
Gracias por el punto de vista, un libro como bien dices muy ameno, si bien no había reparado en esos detalles no menores sí que tiene poco espíritu rebelde y la cintura suficiente como para caer bien en su país.
Para saber qué opina después, está la pelicula docuficción que se titula «Collapse» (2010) donde él va llevando la película y ya no habla a favor del petróleo sino las renovables… si mal no recuerdo…
https://www.youtube.com/watch?v=gdBSWjxKJOE&list=PLPblR4bWCoxlsJu2u5HDXEfGxCOltc7_f
Por otro lado abro la discusión en el Foro Crashoil sobre el texto
http://foro-crashoil.2321837.n4.nabble.com/Post-15-15-15-El-interes-asimetrico-de-quot-Colapso-quot-de-Jared-Diamond-M-Casal-Lodeiro-td25316.html
Gracias por la difusión en el foro de CrashOil, Demián, y por la referencia a esa película, que no tenía fichada.
También hay otra docuficción aún más interesante desde el punto de vista narrativo en la que también aparece Diamond (entre otros investigadores) que es Tierra 2100… acá se puede bajar en VOSE [URL eliminada por el moderador]
si nó, se puede ver online en inglés… es la vida de una niña de 2009 y su posibles acontecimientos hasta el año 2100 siguiendo los peores pronósticos (climáticos, energéticos, etc.)
Demián, gracias por la referencia de la película, pero me temo que no podemos enlazar con sitios de P2P para difundir formas de hacerse con una película que tenga copyright. Si puedes poner enlaces al web oficial de la película, mejor.
Me gusta mucho tu análisis, al terminar el libro, allá por 2008, acabé con la misma impresión que tú: una revisión muy completa desde el punto de vista histórico, antropológico y socioambiental de civilizaciones o culturas que han colapsado… pero un excesivo tecnoentusiasmo y un simplismo absurdo al buscar las soluciones al actual colapso solamente en la conciencia de los consumidores.
Veo muy interesante tu aporte de que no son las sociedades las que eligen colapsar o evitar los colapsos sociales sino las élites de estas sociedades.
Respecto a este tema podría recomendar una obra muy amena y cortita llamada «el fin de la expansión» donde se expone el caso de una pequeña isla del pacífico donde el crecimiento demográfico supuso una excesiva presión sobre los recursos naturales por lo que las élites (sacerdotes) decidieron dejar de comer cerdo y pasarse a una dieta vegetariana mucho menos exigente en tierra y agua y que podía alimentar a más bocas con menos recursos.
Creo que podemos estar todos de acuerdo que actualmente el grueso de la población no está suficientemente concienciada ni informada en cuanto al colapso de la civilización industrial. Tarea titánica pero emocionante que tenemos por delante.
No sé si estaréis de acuerdo en que parte de las élites si pueden estar al tanto y que anuncios como el reciente de la OMS de que la carne es cancerígena pueden ser una muestra de que el descenso de rentabilidad de muchos sectores económicos por el agotamiento de recursos puede llevar a las élites a organizar, de manera planificada o improvisada, el desmantelamiento o reducción de muchos sectores que sólo quedarían para el disfrute de una minúscula élite.
De este modo, podrían pilotar un «decrecimiento» de corte «ecofascista», en el cual los recursos sólo estarían disponibles para satisfacer los caprichos de la superélite, Mientras los medios de masas y la misma OMS nos cuentan lo saludable que es comer harina de insectos. Esto me recuerda a la película Soylent green.
El otro día en un post del blog de Antonio Turiel, nos explicaban que las élites son conscientes de esto desde los años 70 con el informe de los límites del crecimiento y que la financiarización de la economía pudo ser una consecuencia de todo esto y un intento de esquivar o retardar la ley de rendimientos decrecientes en la economía productiva global.
Creo que la izquierda decrecentista y colapsista debe tener muy claro estos conceptos y tratar lo máximo posible de concienciar y de colocarlos en la agenda y en el debate públicos. En ello estamos.
Gracias por tus comentarios a mi reseña, Bilal.
Bueno, no sólo las circunscribe a eso, también propone empresas más responsables socialmente. De todos modos, a raíz de los atentados del viernes 13 en París, le estuve dando vueltas a este planteamiento de Diamond, e imagino que se podría pensar, siguiendo su razonamiento de que cuando se desborda una balsa de lodos tóxicos en una explotación minera la culpa la tiene la gente por permitir que haya leyes que no lo controlen o lo impidan, que los franceses tienen la culpa de lo que les ha pasado por permitir la política de su gobierno, que ha tenido las indeseadas consecuencias de estos ataques. Es lo que tienen las posiciones de este estilo, que si las aplicaciones con todas las consecuencias nos acabamos enfrentando a demostraciones monstruosas de su sinsentido.
Sí, ese caso lo menciona también Diamond. Creo que es la isla de Tikopia, uno de los ejemplos tan interesantes que da de sociedades que han aprendido a ser sostenibles a lo largo de los siglos. Él explica que llegado un momento decidieron sacrificar todos los cerdos de la isla, pese a que eran un auténtico símbolo de status social. Me hizo pensar, por cierto, que nuestros cerdos son los coches.
Sí, podría ser algo consciente, un disimulo para hacer de la necesidad virtud. Como lo del escenario 20-20-20 de la UE para reducir al 20% las emisiones de CO2 en 20 años, cuando en realidad deben saber que en 15 años nos quedará el 15% de la energía neta del petróleo. ¡Qué casualidad! Pero tengo mis dudas de que sea una estrategia consciente y organizada. Quizás sólo sean resultados coincidentes de dinámicas propias del sistema.
Muy buenas, Manuel,
Me ha gustado mucho tu análisis pero hay una afirmación que me ha llamado la atención:
«como si no fuese cierto que, llegado a cierto punto en la curva de los rendimientos marginales decrecientes, sean cuales sean las decisiones adoptadas en esa sociedad, el colapso terminará ocurriendo igualmente. Es decir, los sistemas complejos no se autosimplifican: simplemente colapsan y son sustituidos por otros más simples».
En los comentarios de una entrada reciente en Autonomía y bienvivir le discutía al autor precisamente esto, ya que él decía que el colapso, entendido como una quiebra a gran escala de la cultura, las instituciones civiles u otras características esenciales de una sociedad o civilización, era aún evitable, incluso habiéndonos extralimitado en la huella ecológica:
http://autonomiaybienvivir.blogspot.com.es/2015/11/hasta-que-punto-es-inevitable-el.html
Me gustaría que explicaras mejor esa afirmación, si por colapso entiendes la definición anterior o sólo un descenso más o menos brusco en el consumo (flujo) de energía y materiales, hasta que la huella ecológica se vuelva inferior a la capacidad de carga de la biosfera. ¿En qué términos, en qué sentidos es inevitable una reducción de la complejidad de la civilización? ¿Qué bibliografía me recomendarías para profundizar en este aspecto?
Por otro lado, me he asustado un poco cuando has dicho que el plan es reducir al 20% las emisiones de CO2 porque sólo nos va a quedar el 15% de la energía neta en 15 años. Lo he mirado, y el plan es reducirlas en un 20%, y de ahí mi preocupación: ¿tan brusco va a ser el descenso en la producción y la TRE para que sólo nos quede el 15%? Sé que las proyecciones de Gail Tverberg son bastante pesimistas en este aspecto pero, ¿hay algún otro autor o estudio que llegue a conclusiones similares?
Muchas gracias.
Gracias por tu comentario Asier. Pues yo suelo utilizar la definición de colapso común en autores como Joseph Tainter: una reducción brusca y profunda del nivel de complejidad (social, en este caso). Y este es inevitable en el sentido que nos advierte buena parte de la bibliografía sobre el Peak Oil: sin flujos de energía suficientes no digamos ya para seguir creciendo, sino tan sólo para mantener el sistema, este colapsa hasta niveles más bajos de complejidad, y por tanto, de uso de energía.
En cuanto a bibliografía, pues puedes comenzar por esta misma revista y sus recopilatorios impresos, y proseguir por buena parte de esa bibliografía peakoiler que te comentaba. Un trabajo clásico fundamental es The Collapse of Complex Societies del ya mencionado Tainter. Puedes también mirar en http://bibliografia.pospetroleo.com (aún sin completar), buscando quizás por la etiqueta «complejidad».
No, a ver: yo no he dicho (o al menos no he querido decir) que el plan 20:20 de la UE sea motivado por la consciencia de que nos va a quedar el 15% de la energía del petróleo en 15 años. Esta conclusión es que está precisamente detrás del nombre de esta revista: en 15 años, a partir de 2015, nos quedará el 15% del petróleo. Yo llegué a ella simplemente a partir de los datos aportados hace no mucho tiempo por Dennis Meadows: http://casdeiro.info/textos/index.php/2013/11/22/15-15-en-quince-anos-solo-nos-quedara-el-15-del-petroleo/ Como ves allí cito a Doly García, quien ha hecho trabajos de proyección de la TRE. Puedes ver otros referenciados en ese artículo (David Murphy, p.ej.) y en este otro artículo que preparé para la asociación Véspera de Nada por unha Galiza sen petróleo: http://www.vesperadenada.org/2010/01/17/ao-final-vai-resultar-que-si-que-se-acaba-o-petroleo/
Creo que encontrarás que la mayoría de quienes estudian el Peak Oil llegan a conclusiones similares. Lo que te costará encontrar será quien no lo haga. Las tasas de declive del petróleo de alta TRE las reconoce hasta la Agencia Internacional de la Energía (otra cosa es que luego nos vengan a intentar tranquilizar con niveles de sustitución por otros petróleos que ni ellos mismos se creen).
Manuel, interesantes tus criticas a una visión, aun inmadura, del colapso en donde Daimond (pese a su magistral descripción histórica) le cuesta plantear la indispensable salida del capitalismo (si esto lo hubiera planteado así su libro no habría sido un best seller de su época, las masas temen los grandes cambios, no les gusta pensar en ello) y ver soluciones a través de la agroecología y el abandono del estractivismo aniquilador.
En su obra hay planteamientos sorprendentes que parecen pertenecer a finales de siglo XIX; como lo es el que considere que China conseguirá contaminar menos porque sustituirá el carbón por el petróleo.
También resulta sorprendente que considere la TV como un buen instrumento de didáctica iconológica, cuando en el 99% es un cañón de publicidad consumista.
En cuanto a lo que dices de: “los sistemas complejos no se auto-simplifican: simplemente colapsan y son sustituidos por otros más simples”, creo que es totalmente correcto. Pero habría que hacer una observación: hay que diferenciar entre sistemas complejos artificiales y los naturales. Así que yo tendería a poner a la expresión sistema complejo el apellido artificial. En efecto con el colapso, indudablemente, se daría un paso de sistemas artificiales complejos a sistemas artificiales mucho menos complejos. Pero una disminución de la complejidad artificial (que, pese a ser muy compleja, nos fabrica un modo de vida muy estándar, muy simple y muy repetitivo, englobado en el modo de vida del Pensamiento Único) será una disminución que nos podrá aportar un aumento de la complejidad natural ecosistemica (representada en la biodiversidad).
Hay que ver a la realidad de forma completa con su inevitable condición contradictoria con sus dos caras de la moneda que siempre tienen: así por ejemplo existen: complejidad artificial y complejidad natural; DECRECIMIENTO INFELIZ y decrecimiento feliz, etc.
También resulta sorprendente que Daimond ensalcé la revolución verde cuyo TRE es nefasto. Además, más que verde habría que llamarla revolución marrón por la excesiva contaminación (de todo tipo) que produce. Hay algunas cosa sensatas en el libro de Daimónd, por ejemplo al cita de la forma de organización decrecentista de una isla del Pacifico, en contraposición con el despilfarrador modelo de la isla de Pascua, modelo tan excelentemente narrado por mi amigo Ricardo Almenar en su magnifico libro Al final de la expansión, en el que hace referencia a Daimond.
Y otro acierto de Daimond (en contra de lo que dices Bilal, perdona) es que “apele a la conciencia de los consumidores”. Creo que aunque esa no es la única labor….la labor didáctica ante el consumidor es una de las labores primordiales. Aunque, bien es cierto que con una mala didáctica (una vez mas la contradicción de los dos lados de la moneda: didáctica mala y didáctica buena) se puede, nefastamente, inducir a que la gente se encamine hacia un DECRECIMIENTO INFELIZ ejemplos. Por ejemplo, la OMS comienza a atemorizar con que la carne es cancerígena, que los productos lácteos (¿tal vez también la leche materna?) son perjudiciales para la salud o que es muy saludable come insectos.
Todo esto me recuerda los hechos que sucedieron en historias remotas:
-Los sacerdotes de la India recomendaban el DECRECIMIENTO INFELIZ diciendo que las vacas no había que matarlas porque eran animales sagrados, pero los religiosos si que podían comer carne de vaca.
-En el pasaje bíblico de la lluvia del maná, pienso que este hecho también pudiera ser una recomendación a un DECRECIMIENTO INFELIZ en el sentido de que los religiosos llegaran a inducir a que la gente comiera el manjar divino del maná que venia del cielo, pero que es muy probable que este maná no fuera otra cosa que la plaga de la langosta que había arrasado los cultivos y ocasionado una tremenda hambruna.
-Puede que influir en que los lácteos sean insanos tenga el motivo sagrado de reservarlos para las elites. Es decir es inducir hacia un DECRECIMIENTO INFELIZ. Además, con ello se favorece de los fundamentalistas religiosos del crecimiento pues se potencia el negocio de devastación universal de ecosistemas que es la soja (tanto la transgénica como la no transgénica).
Y para terminar, Bilal, lo que tu llamas “decrecimiento de corte eco-fascista” es lo que yo estoy llamando sistemáticamente decrecimiento infeliz,… veo que aún no has leído mi libro “El decrecimiento infeliz” … y de ello se habla también en mi “Manifiesto de la transición hacia el decrecimiento feliz” que tienes en estas paginas de 15-15-15.
En cuanto a la relación carne procesada-cáncer lo veo distinto a ustedes. El informe debería haber salido antes, así como el del cigarrillo tardó en salir hasta que no quedaba otra. En cuanto a la soja, pierde puntos con este informe ya que es la materia prima de la materia prima: la soja es principalmente comida para cerdos que son principalmente carne para salchichas y jamones (los dos productos más golpeados por el informe).
Pero sí que hasta que no hagan un informe sobre el azúcar refinada (para muchos la droga más consumida en el mundo) seguiremos sospechando de cada informe de la OMS o al menos nos quedará la duda ¿Por qué ahora?
¿Por qué el petróleo está menguando, por el agua, por las necesidades de tierra, por las emisiones de metano y CO2? Cualquiera de los efectos de bajar el consumo de carne creo que es positivo no sólo para las elites sino para todos.
En cuanto a comer insectos suma a la diversidad de la dieta (y a sentirnos más autónomos para la supervivencia) y la divtersidad nutricional es una deuda pendiente de occidente.
en cuanto a lo que acabo de exponer que la religión es excelente potenciador del DECRECIMIENTO INFELIZ ..quería añadir añadir un interesante pensamiento de Sénaca:
LA RELIGIÓN ES CONSIDERADA :
– POR LA GENTE COMÚN COMO VERDADERA,
– POR LOS SABIOS COMO FALSA,
– POR LOS GOBERNANTES (AYUDADOS POR LOS SACERDOTES) COMO ÚTIL.