Asumir los límites

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No sé en que momento sería, pero hace mucho tiempo los seres humanos llegamos a convencernos de que no teníamos límites para nada, que todo era cuestión de desarrollo tecnológico e inversión. Hasta el día de hoy la gran mayoría continuamos pensando —y actuando en consecuencia— sin asumir los límites que nos vienen dados por la física, el espacio y el tiempo. Nuestra capacidad de transformación del entorno y el nivel de sofisticación tecnológica al que hemos llegado nos ha hecho creer que nuestra mente y capacidades no tienen límites. (Y es cierto que nuestras mentes, como el infinito, no tienen límites: podemos imaginar cualquier cosa, por absurda o increíble que parezca, pero otra cosa es la realidad física, el espacio y el tiempo en los que estamos inmersos, el aquí y ahora.)

Sara Plaza
Sara Plaza
Como individuos, como especie, y como parte de un ecosistema —hasta de un sistema solar— tenemos unas limitaciones muy claras; una realidad física, un cuerpo que alimentar, hidratar y cuidar, un tiempo acotado y un espacio en el que nacemos y morimos. Nuestros límites, tanto personales como colectivos son sencillos: contamos con un entorno, un espacio, que nos ofrece la posibilidad de vivir y reproducirnos, siempre que no rebasemos sus límites, esto es, siempre que no consumamos más recursos de los que se pueden reponer, y además no generar más desechos de los que puede asumir el ecosistema del que dependemos. Somos seres interdependientes, no solo de las demás personas, sino sobre todo del entorno y de unas condiciones de vida muy frágiles, en las que vivimos día a día.

Nuestra dependencia más básica e imprescindible es el agua, el agua potable: sin ella no es posible vivir muchos días. La falta de agua potable es el primer limitante para nuestras vidas individual y colectiva. A medida que la Humanidad ha crecido en número, la cantidad de agua potable a su disposición y distribución ha disminuido, y más lo va hacer en los próximos años. Hemos rebaso los límites hídricos, por tanto.

Después del agua necesitamos a diario alimentarnos bien. A día de hoy en el planeta se produce el doble de los alimentos de los que se consumen, paradójicamente [1]. Para ello se emplean muchísimos recursos: agua, combustibles, agroquímicos, medicamentos, etc., como si nunca se fueran a terminar. Sin embargo la cantidad, calidad y distribución cada vez es peor, las materias primas para mantener las producciones agrícolas, ganaderas y pesqueras cada vez son menores. Y el acceso a la suficiente energía también disminuye, pues hace tiempo que hemos rebasado los límites del aumento de recursos energéticos de calidad. (Básicamente de petróleo del bueno, bonito y barato.)

Además, para aumentar de forma tan grande la producción de alimentos en los últimos años, hemos empobrecido o aniquilado la fertilidad de millones de hectáreas de tierra para muchísimos años. Estamos sobrepasando los límites que nos garantizan una suficiente alimentación para todas las personas del planeta. (Para colmo —y esto ha sido la mayor irresponsabilidad que colectivamente hemos generado— se han construido centenares de centrales nucleares y millares de armas nucleares, que son la peor herencia que vamos a dejar a nuestra descendencia.)

Además de agua y alimentos, necesitamos un entorno amable, con suficiente calidad para vivir todas dignamente. Continuamos contaminando el aire, la tierra y las aguas con productos químicos inasumibles por el ecosistema, incapaz este de transformarlos al ritmo de nuestra polución. Hemos rebasado los límites de la calidad del aire, de la tierra y de las aguas.

Con la expulsión de ingentes cantidades de productos químicos a la atmosfera, CO2, metano, etc, hemos generado un aumento enorme del cambio climático, hasta convertirlo en un caos climático, situación que retroalimenta la aceleración al traspaso de todos los límites.

Es imposible que sin asumir nuestros límites, a nivel individual y colectivo, podamos mitigar las consecuencias de nuestra extra, muy extra-limitación en todo aquello que nos ha permitido vivir hasta el día de hoy.

Lo que sube baja,
lo que crece decrece,
lo que aumenta disminuye,
y de donde no hay, no sale, pues,
por mucho que lo deseemos.

Notas

[1] Como confirmación de este dato, véanse por ejemplo:

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Artesano del barro. Miembro de la Asociación Fuerteventura Sostenible y de la Plataforma por un nuevo modelo energético en Fuerteventura. Autor del libro “ Vivir del barro, que no del cuento”.

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