Hace unas semanas, estábamos viviendo un intenso debate sobre la creación de alternativas populares cara a las próximas elecciones generales. A día de hoy, el debate se complica, pues a los dos bloques que se presentaban como nodos para esa unidad, Ahora en Común y Podemos, se le suman más actores con vocación de nodo, especialmente en las nacionalidades históricas del estado: Las Mareas en Galicia o el BNG proponen (de momento) caminos de unidad alternativos a los de Ahora en Común o Podemos. Eso sí, todos con la pretensión de ser depositarios del tarro de las esencias. La ciudadanía que cree imprescindible un auténtico cambio de rumbo en las políticas que se aplican en el estado español –y en la Eurozona en su conjunto y abriendo el objetivo hasta donde se debe abrir, en todo el mundo- asistimos boquiabiertos al espectáculo. Según se esté más próximo a Podemos, a Ahora en Común, a las Mareas al BNG o a… se entienden más las sinrazones de uno o de otro bando.
Pero, y ¿si lo que parece un problema fuese en realidad una oportunidad? Muchas personas nos fuimos alejando de Podemos a medida que su discurso iba abandonando el análisis de la razón de fondo de la crisis económica: la Crisis Ecológica, con dos pilares que cada vez son más evidentes: el cambio climático y el fin de la era del petróleo barato [1]. La crisis social y la crisis financiera son una derivada de la crisis ecológica, agravada en el contexto del sistema capitalista, no solo incapaz de generar soluciones, si no presto a engendrar guerras y hambrunas como única solución.
A medida que Podemos se centraba, nunca mejor dicho, en la regeneración democrática y en las respuestas paliativas a la crisis; a medida que dejaba de mirar hacia el fondo, con discurso y propuestas mucho más rentables electoralmente que las medidas radicales que exige la gravedad de los problemas que tenemos que enfrentar, Podemos evolucionaba hacia el sistema y hacia “la casta”. Las políticas de pactos tras las elecciones municipales y autonómicas han agudizado este proceso.
El resto de actores en el escenario de la unidad popular, por mucho que se esfuercen los dirigentes de Podemos en explicarlos como un producto del afán de sobrevivir de Izquierda Unida, o como ramalazos nacionalistas, en realidad son mucho más que eso. Aparecen como espacios de convergencia, en los que confluye buena parte de las personas convencidas de la necesidad de cambios radicales y profundos. Aunque corren el riesgo de perderse, en los complejos lodazales de la política electoral.
En esto días la situación de Grecia nos deja lecciones que nos deben hacer reflexionar y actuar. Estamos viendo que es inútil intentar entenderse con quienes no buscan entendimiento. Syriza ha cruzado sus líneas rojas ¿Y qué ha conseguido? Que los vencedores pidan más sangre. Es un error ceder. Hay que negociar, si, pero sabiendo que se trata de un escenario de guerra, de guerra por los recursos, de guerra entre clases sociales. Si el enemigo te ve débil, no le bastará con derrotarte, querrá destruirte.
Hace falta una alternativa sistémica, no solo de gobierno. Una alternativa que una a los diferentes movimientos populares y a las personas… No basta con unir siglas, hay que sumar sociedad, ciudadanía, conciencia, pueblo… La suma de los diferentes movimientos populares cuenta en su haber con personas de trayectorias intelectuales y morales intachables. Dispone de inteligencia y experiencia para gobernar el Estado y para explicar la necesidad de elaborar alternativas de fondo, realistas y rupturistas.
La alternativa debería hablar con claridad de nacionalizar la banca y las empresas energéticas, pues el mercado no combate la crisis ecológica y social, más bien la crea y la ampara. Debería hablar de usar una moneda paralela al Euro, o incluso de abandonar el Euro, explicando que el coste que pagaríamos ahora nos va a ahorrar mucho dolor mañana. Debería elaborar un programa de choque contra el desempleo, basado en cuidar de la Tierra y en los servicios sociales, no en industrias contaminantes que si bien ahora parecen imprescindibles, en breve se convertirán en un lastre. Debería potenciar la soberanía alimentaria, evolucionar hacia la soberanía energética. Este movimiento popular debería abordar un programa radical, en el sentido etimológico del término: que vaya a las raíces y que explique a la ciudadanía la envergadura real de los problemas a los que nos enfrentamos y la incapacidad del marcado para ofrecer otra solución que la eliminación de gente, mediante el hambre, las guerras, los suicidios y las enfermedades, para dejar en manos de una élite muy reducida unos recursos naturales que se están agotando.
Con un programa así, con el potencial creativo e intelectual que se podría movilizar, no sería conveniente converger con Podemos. Es bueno que haya una opción reformista más reformista y honrada que el PSOE, ese sería un buen papel para Podemos. Pero también es necesario que aparezca un mensaje de ruptura. El riesgo electoral es evidente, pero el riesgo de alcanzar el gobierno sin haber removido el potencial transformador que late en la ciudadanía, es evidente también (que se lo pregunten si no a Syriza), salvo para quienes solo busquen colocarse.
Hay que convocar el lado luminoso de cada persona, combatir el miedo, el “virgencita que me quede como estoy” y hacer un llamamiento a un proyecto ecológico, transformador, creativo y multitudinario.
Notas
[1] El cenit para el petróleo convencional se pasó en el año 2005, aunque no fue reconocido por la AIE hasta el año 2010. Y en 2015 se estima que llegamos al cenit de todos los tipos de petróleo. Si bien este dato está pendiente de confirmación, todas las pruebas apuntan en ese sentido.