(Publicado previamente en el blog del Grupo de energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid.)
En las boñigas de las vacas se libra la batalla contra el cambio climático y el colapso global, escenario privilegiado de los mejores resultados de captura y secuestro de CO2 del Planeta. Incontables obreros entierran la materia orgánica, capturan el carbono y enriquecen los suelos, preparando la fertilidad que alimentará a nuestros hijos e hijas cuando la agricultura química quiebre debido a la escasez de petróleo.
En el pequeño oasis verde de la ganadería ecológica los escarabajos trabajan en las boñigas. Escarabajos, lombrices, hongos y bacterias: todos proliferan fácilmente cuando los venenos químicos se marchan y colaboran para enriquecer el suelo y alimentar a vacas y humanos. La tierra mesetaria, con fama de pobre y árida, se llena de un verde fresco y vigoroso en los prados bien pastoreados. Quizá esa fama de meseta dura y estéril era sólo una mentira, un cuento que esconde la incompetencia humana. Quizá no era dura, la hemos hecho así a base de guerras, deforestación, tractores, herbicidas y mercados ávidos de beneficios inmediatos.
También nos habían dicho que sin soja (cultivada a base de deforestar la Amazonía) no era posible producir lo suficiente a un precio razonable para alimentar a la población humana. Nos habían dicho que hay que estabular a las vacas y darles antiparasitarios (de esos que matan a los escarabajos). Nos habían dicho que necesitamos sobrexplotar animales, tierras, obreros, aguas y aires. Pero quizá todo eso también es mentira.
En los oasis verdes los habitantes del suelo abonan sin nuestra ayuda, a pesar de que no tienen abonos químicos ni son aradas las tierras producen prácticamente lo mismo y, en lugar de erosionarse, cada año son más fértiles. Las vacas producen la mitad de leche pero viven tres veces más y usan seis veces menos energía fósil que la vaca altamente industrializada que necesita piensos traídos del otro lado del Planeta.
Mediados de abril en la meseta norte. La tarde fresca y luminosa, sol después de las lluvias. Zumban los escarabajos al anochecer volando hacia los prados, salen los sapos a los caminos, hay mariquitas y lombrices, se oye el crujir de la hierba segada por las vacas, canta el mirlo.
La esperanza no se rinde: hay otras formas de vivir en este Planeta. Quien quiere solucionar un problema encuentra un camino (quien no quiere, encuentra una excusa).
Sí… ya lo sé, son muy pocos los oasis y muchos los centros comerciales, la transición es inmensa y llegamos tarde, pero… los oasis existen y es un alivio para el alma visitarlos de vez en cuando.