La economía humana es actualmente demasiado grande para ser sostenible. Lo sabemos porque la Global Footprint Network, que metódicamente hace seguimiento de los datos, nos informa de que la humanidad está usando actualmente recursos equivalentes a una Tierra y media.
Podemos usar temporalmente los recursos más rápido de lo que la Tierra los regenera únicamente tomándolos prestados de la futura productividad del planeta, dejando menos para nuestros descendientes. Pero no podemos hacerlo durante mucho tiempo. De una forma u otra, la economía (y aquí estamos hablando principalmente de las economías de los países industrializados) debe reducirse hasta que subsista con lo que la Tierra puede proveer a largo plazo.
Decir “de una forma u otra” implica que este proceso puede ocurrir tanto de forma voluntaria como involuntaria; esto es, si no encogemos la economía deliberadamente, se contraerá por su cuenta una vez alcanzados límites innegociables. Como he explicado en mi libro El Final del Crecimiento, hay razones para pensar que esos límites están empezando a afectarnos. Desde luego, la mayoría de las economías industriales están frenándose o encontrando dificultades para crecer a los ritmos que eran comunes durante la segunda mitad del siglo pasado. La economía moderna ha sido concebida para requerir crecimiento, así que la contracción causa supensión de pagos y despidos; la simple falta de crecimiento se percibe como un grave problema que requiere la aplicación inmediata de estímulos económicos. Si no se hace nada para revertir el crecimiento o adaptarse anticipadamente al inevitable estancamiento y contracción de la economía, el resultado más previsible será un proceso intermitente, prolongado y caótico de colapso que se prolongará durante muchas décadas o quizás siglos, con innumerables víctimas humanas y no humanas. Ésta puede ser, de hecho, nuestra trayectoria más probable.
¿Es posible, al menos en principio, gestionar el proceso de contracción económica de forma que se evite el colapso caótico? Un plan semejante debería encarar obstáculos abrumadores. Las empresas, los trabajadores y el gobierno, todos quieren más crecimiento con el fin de aumentar los ingresos fiscales, crear más puestos de trabajo y proporcionar retornos sobre las inversiones. No hay ningún sector significativo del electorado que defienda un proceso de decrecimiento deliberado y guiado políticamente, mientras que existen poderosos intereses que buscan mantener el crecimiento y negar la evidencia de que la expansión ya no es factible.
Sin embargo, una contracción gestionada debería, fuera prácticamente de toda duda, ofrecer mejores resultados —para todos, incluidas las élites— que un colapso caótico. Si existe una ruta teórica que conduzca a una economía considerablemente más pequeña y que no atraviese el horroroso páramo del conflicto, el deterioro y la disolución, deberíamos tratar de identificarla. El humilde plan de diez puntos siguiente es un intento de hacer tal cosa.
1.- Energía: limitarla, reducirla y racionarla.
La energía es lo que hace funcionar a la economía, y el aumento del consumo de energía es lo que la hace crecer. Los científicos del clima recomiendan limitar y reducir las emisiones de carbono para prevenir un desastre planetario, y recortar las emisiones de carbono conlleva inevitablemente reducir la energía procedente de combustibles fósiles. No obstante, si nuestro objetivo es reducir el tamaño de la economía, deberíamos contener no sólo la energía fósil, sino todo el consumo energético. La forma más justa de conseguirlo sería, probablemente, con cuotas de energía negociables (TEQs).
2.- Que sea renovable.
Según vamos reduciendo el total de la producción y consumo de energía, debemos reducir rápidamente la proporción de nuestra energía que tiene origen fósil al tiempo que incrementamos la proporción de origen renovable con el fin de evitar el cambio climático catastrófico —que, si se permite que siga su curso actual, dará como resultado por sí mismo un colapso económico caótico—. Este es, no obstante, un proceso complicado. No bastará con simplemente desenchufar centrales térmicas de carbón, enchufar paneles solares y continuar con nuestros negocios como siempre: hemos construido nuestra inmensa infraestructura industrial moderna de ciudades, barrios residenciales, autopistas, aeropuertos y fábricas para que aprovechasen las características y cualidades únicas de los combustibles fósiles. Así pues, al tiempo que transitamos hacia fuentes de energía alternativas, tendremos que adaptar —de una manera que será a menudo profunda— el modo en que usamos la energía. Por ejemplo, nuestro sistema alimentario —que en la actualidad es abrumadoramente dependiente de los combustibles fósiles para el transporte, los fertilizantes, los plaguicidas y los herbicidas— tendrá que volverse muchísimo más local. De manera ideal debería transitar hacia una agricultura ecológica de base perenne pensada a largo plazo.
3.- Recuperar el bien común.
Como señaló Karl Polanyi en los años 40, fue la mercantilización de la tierra, del trabajo y del dinero la que impulsó la “gran transformación” que condujo a la economía de mercado que conocemos hoy día. Sin crecimiento económico continuo, la economía de mercado probablemente no pueda funcionar durante mucho tiempo. Esto sugiere que deberíamos dirigir el proceso de transformación en sentido contrario, mediante la desmercantilización de la tierra, del trabajo y del dinero. La desmercantilización se traduce en la práctica en una reducción del uso del dinero como mediador en las relaciones humanas. Podemos desmercantilizar el trabajo ayudando a las personas a adoptar oficios y vocaciones, en contraposición a buscar empleo (“la esclavitud de las compras a plazos”), y promoviendo que las empresas sean propiedad de sus trabajadores. Como dijo el economista Henry George hace más de un siglo, la tierra —que no es creada por el trabajo de las personas— debe ser propiedad de la comunidad, no de individuos o empresas; y se debe garantizar el acceso a la misma en atención a la necesidad y el deseo de usarla en interés de la comunidad.
4.- Librarse de la deuda.
Desmercantilizar el dinero significa dejar que vuelva a su función como un medio inerte de cambio y reserva de valor, y reducir o eliminar las expectativas de que el dinero deba producir más dinero por sí mismo. Esto significa, en definitiva, acabar con el interés y con el comercio o manipulación de divisas. Convertir la inversión en un proceso que, por mediación de la comunidad, dirija el capital hacia proyectos de indiscutible beneficio colectivo. El primer paso: cancelar la deuda existente. A continuación, prohibir los derivados financieros, y gravar y regular estrictamente la compraventa de instrumentos financieros de todo tipo.
5.- Repensar el dinero.
Prácticamente todas las monedas nacionales hoy en día inician su existencia como deuda (habitualmente como préstamos por parte de los bancos). Los sistemas monetarios basados en deuda asumen tanto la necesidad creciente de ésta como la capacidad casi universal de pagarla con intereses, suposiciones estas relativamente seguras en economías estables y en expansión. Pero el dinero basado en deuda probablemente no funcionará en una economía en continua contracción: al tiempo que desciende el total de la deuda pendiente y aumenta el número de impagos, también descienden las existencias de dinero, conduciendo a un colapso deflacionario. En los últimos años el pánico para prevenir ese tipo de colapso ha llevado a los bancos centrales en los Estados Unidos, Japón, China y Reino Unido a inyectar billones de dólares, yenes, yuanes y libras en sus respectivas economías nacionales. Tales medidas extremas no pueden mantenerse indefinidamente, ni se puede recurrir a ellas repetidamente. Cuando las monedas basadas en la deuda terminen por fallar, se necesitarán alternativas. Naciones y comunidades deberían prepararse desarrollando un ecosistema de monedas que cumplan funciones complementarias, como recomiendan teóricos de las monedas alternativas como Thomas Greco y Michael Linton.
6.- Promover la igualdad.
En una economía en contracción, la desigualdad extrema es una bomba de relojería social cuya explosión a menudo toma la forma de rebeliones y revueltas. Reducir la desigualdad económica requiere dos líneas simultáneas de acción: Primero, reducir los excedentes de aquellos que tienen más gravando la riqueza e instituyendo un límite máximo a los ingresos. Segundo, favorecer al conjunto de los que tienen menos facilitando que las personas puedan salir adelante con un uso mínimo de dinero (prevenir los desahucios; subsidiar los alimentos y facilitar que la gente la cultive). Puede contribuir en este esfuerzo la exaltación cultural generalizada de las virtudes de la sencillez material (lo contrario de la mayor parte de los mensajes publicitarios actuales).
7.- Reducir la población.
Si la economía se reduce pero la población sigue aumentando, habrá una tarta más pequeña que repartir entre más gente. Por otra parte, la contracción económica implicará menos penurias si la población deja de crecer y empieza a disminuir. El crecimiento de la población lleva a la masificación y la hiper-competencia en todo caso. ¿Cómo conseguir el descenso de la población sin violar derechos humanos básicos? Promulgando políticas no coercitivas que promueven las familias pequeñas y la no reproducción; empleando en lo posible incentivos sociales en lugar de monetarios.
8.- Re-localizar.
Uno de los obstáculos en la transición a las energías renovables es que los combustibles líquidos son difíciles de sustituir. El petróleo impulsa casi todo el transporte en la actualidad, y es muy poco probable que los combustibles alternativos puedan hacer posible algo parecido a los actuales niveles de movilidad (los aviones de pasajeros y buques de carga eléctricos son un fracaso; la producción masiva de biocombustibles es pura fantasía). Eso significa que las comunidades obtendrán menos provisiones procedentes de lugares lejanos. Desde luego, el comercio continuará de una forma u otra: incluso los cazadores-recolectores comercian. La relocalización simplemente revertirá la reciente tendencia al comercio mundializado hasta que la mayor parte de los artículos de primera necesidad vuelvan a ser producidos en las proximidades, de modo que nosotros —como nuestros antepasados de hace tan solo un siglo [NdT: en los EEUU, porque en muchas otras zonas más tardíamente industrializadas y conquistadas por la sociedad de consumo, lo tenemos mucho más cerca en el tiempo]— estemos de nuevo familiarizados con las personas que hacen nuestros zapatos y cultivan nuestra comida.
9. Re-ruralizar.
La expansión de las ciudades fue la tendencia demográfica predominante del siglo XX, pero no se puede sostener. De hecho, sin transportes baratos y energía abundante, las megaciudades funcionarán cada vez peor. Al mismo tiempo, necesitaremos muchos más granjeros. Solución: dedicar más recursos sociales a las pequeñas ciudades y villas, poniendo tierra a disposición de jóvenes granjeros, y trabajar para revitalizar la cultura rural.
10. Promover la búsqueda de fuentes de felicidad interiores y sociales.
El consumismo fue una solución al problema de la superproducción; trajo consigo la modificación de la psique humana para volvernos más individualistas y para demandar más y más estímulos materiales. Más allá de cierto punto esto no nos hace mas felices (exactamente al contrario, de hecho) y no puede continuar por mucho más tiempo. A medida que se desvanece la capacidad de las personas para permitirse productos de consumo, al tiempo que la capacidad de la economía para producir y suministrar esos productos, se debe animar a las personas a disfrutar de recompensas más tradicionales e intrínsecamente satisfactorias, incluyendo la contemplación filosófica y la apreciación de la naturaleza. Música, danza, arte, oratoria, poesía, deportes participativos y teatro son actividades que se pueden producir localmente y ofrecerse en festivales de temporada: ¡diversión para toda la familia!
Puede completarse con más recomendaciones, sin duda, pero diez es un buen número redondo.
Seguramente muchos lectores se preguntarán: ¿No es esto simplemente dirigir el “progreso” marcha atrás, y no es eso la antítesis de los valores centrales de nuestra sociedad? Sí, durante los últimos siglos nos hemos enganchado a la idea de progreso, y hemos llegado a definir progreso casi enteramente en términos de innovación tecnológica y crecimiento económico, dos tendencias que están llegando a un callejón sin salida. Si queremos evitar el sufrimiento cognitivo de tener que renunciar a nuestro arraigado encaprichamiento con el progreso, podríamos redefinir esa palabra en términos sociales o ecológicos. De forma similar, mucha gente que considera que la sociedad está demasiado aferrada a la búsqueda del crecimiento económico como para poder convencerla de abandonarlo, defiende la redefinición de “crecimiento” en términos de aumento de la felicidad humana y de la sostenibilidad social. Tales esfuerzos de redefinición tienen una utilidad limitada. Ciertamente el acto de autolimitación colectiva que implica la reducción deliberada de la economía señalaría un nuevo nivel de madurez como especie que previsiblemente se reflejaría en toda nuestra cultura. Social y espiritualmente, esto sería un paso adelante que podríamos quizás describir, por tanto, como progreso o crecimiento. Pero es difícil monopolizar la redefinición de términos como “progreso” o “crecimiento”: ya hay poderosos intereses trabajando duramente vinculando nuevos significados del segundo a ingeniosas interpretaciones de datos manipulados y con la manicura hecha sobre PIB, empleo y mercado de valores.
Podría ser más honesto referirse al programa esbozado arriba como un simple retorno a la cordura. Es también nuestra mejor oportunidad para preservar los mayores logros científicos, culturales y tecnológicos de la civilización de los últimos siglos, logros que podrían perderse por completo si la sociedad colapsa del mismo modo en que colapsaron pasadas civilizaciones.
Las recomendaciones anteriores implican la capacidad y la voluntad de las élites de hacer virar el barco 180º. Pero tanto la una como la otra son cuestionables. Nuestro actual sistema político parece diseñado para prevenir la autolimitación colectiva, y también para resistir intentos serios de reforma. La medida más clara de la probabilidad de que se lleve a la práctica mi plan de diez puntos nos la da un simple ejercicio mental: trate de nombrar una sola persona destacada de la política, las finanzas o la industria que pudiera proponer o recomendar aunque solo fuese una pequeña parte del mismo.
Aun así, existe aquí una profunda ironía. Aunque el decrecimiento no tiene apoyo entre las élites, muchos, si no la mayoría de los elementos del plan expuesto tienen un apoyo muy amplio, real o potencial entre la población en general. ¿Cuánta gente no preferiría la vida en una comunidad pequeña y estable a la existencia en una megaciudad superpoblada e hipercompetitiva; un oficio a un empleo; una vida libre de deudas a las cadenas de unas pesadas obligaciones financieras? Tal vez articulando este plan y sus objetivos, y explorando las implicaciones con mayor detalle, podamos ayudar a que los grupos que podrían apoyarlo se unan y crezcan.
Charla impartida en la Conferencia sobre Tecno-Utopismo y el Destino de la Tierra, organizada por el Foro Internacional sobre la Mundialización el 26 de octubre de 2014 en The Cooper Union, Nueva York. Traducido con autorización por Benxamín González y revisado por Manuel Casal, a partir del original en inglés publicado por el Post Carbon Institute.
Buenas ideas pero llevarlas a cabo es muy difícil. No creo que los gobernantes estén por la labor. Además, en muchas de ellas se requeriría acuerdos globales…
lo veo imposible.
Bonito y necesario ejercicio de estrategia, pero el propio autor se contesta así mismo diciendo que el giro de timón de 180º lo debería dar las élites y están no están por la labor. Yo estoy de acuerdo, pero añadiría que la mayor parte de la población tampoco está por la labor. Ni son capaces de entender porque el decrecimiento no es una opción, ocurrirá de cualquier modo, por haber rebasado los límites de la biosfera, ni son capaces de asumir sus consecuencias, en el caso de los que llegan a entender el problema.
El fondo de la cuestión es nuestro estilo de vida, el occidental. Solo desde pequeñas iniciativas comunitarias que sean capaces de demostrar que se puede vivir de otra manera y mostrarlo, seremos capaces de generar nuevos imaginarios colectivos. Necesitamos creatividad, riesgo, innovación, diversidad y compartir las experiencias. Para que esto pueda suceder, solo requerimos que los Estados permitan un cierto margen de maniobra para poder experimentar y, mientras sigamos teniendo internet, podremos compartir el conocimiento de forma rápida y eficaz.
En efecto, Jorge Juan, y precisamente ahí queremos contribuir desde 15/15\15. Pero también en divulgar estas propuestas teóricas, que quizás sea utópico pensar en que sean aplicadas a todos los niveles y en todo el mundo, pero hay muchos gobiernos, sobre todo locales, en el mundo, miles, cientos de miles, y ahí quizás sea más fácil asumir este tipo de propuestas, quizás a un ritmo más lento del que nos gustaría, pero hay que intentarlo, ¿no?
No es cuestion de gobernantes solo, como dice Javi, es cuestion de demandarlo en bloque y que todos creamos en ello. ENERGÍA: sobre las emisiones me gustaría y sigo viendo el tremendo fallo de que jamás se habla de un paso SIMPLISIMO que podemos y debemos hacer todos ya: dejar o reducir al mínimo nuestro consumo de CARNES. Ya hace años que la comusion de cambio climatico de la ONU lo pide Y EN ESPAÑA VAMOS EN SENTIDO CONTRARIO. Es la principal fuente de emisiones de co2 implicando tambien pesticidas, deforestacion, expoliacion en zonas rurales deprimidas, éxodo rural, contaminacion y unas proporciones de sufrimiento de billones de seres que deber quizás empezar a timarse en.consideración, porque es aberrante y sigue silenciado.
Si, sin dudar apoyo vuestro trabajo, pero creo que matizar con un toque de realismo puede también ayudar. Nuestra experiencia fue que durante muchos años tratamos de provocar cambios «desde arriba», y nuestro fracaso fue estrepitoso y demoralizador. Creo que es mucho más efectivo «ponerse» manos a la obra que tratar de convencer a los burócratas y élites.
Mucho me temo que, a juzgar por lo aquí indicado, el análisis previo realizado por el autor, Richard Heinberg , adolece -en mi opinión- de un par de carencias, a saber:
1) Una parte significativa ( y tal vez ya enorme en las sociedad occidentales) de nosotros ya no somos necesarios para las élites. Su mercado de bienes y el nuestro existen -se dan, socialmente hablando- en mundos paralelos y divergentes ¿pruebas? valga como mejor botón de muestra el resultado de esta crisis. También el hecho de que en las aclamadas sociedades escandinavas los servicios son soportados casi exclusivamente por la clase asalariada: en Dinamarca el IVA i los salarios soportan el 81% de impuestos, en Suecia el 87% (fuente Eurostat, según datos tomados el 147/03/15 en http://appsso.eurostat.ec.europa.eu/nui/submitViewTableAction.do)
2) Un cambio cultural no se consigue cambiando la cultura, sino las condiciones materiales para que ésta cambie. La crisis de la actual cultura hegemónica asociable al consumismo (consumismo que tiene sus raíces en la aparición del salario) no es una crisis en positivo. Y no es una crisis positiva por la falta de otra cultura alternativa en los planes de enseñanza. La crisis actual sólo genera el grito de «¿qué hay de lo mío?».
Por lo anterior es factible apuntar las siguientes reflexiones «a bote pronto» a modo de crítica que incite a mirar de otra manera los diez mandamientos (necesarios, pero no suficientes en ellos mismos por lo arriba apuntado) que el autor expone:
1) ¿Cómo reducir, o aún peor, racionar a los que no tienen suficiente o a los que no tienen en absoluto? ¿compartiendo entre los que tienen poco?
2) ¿Cómo conseguir el dinero para financiarlo? ¿micro crowfunding?
3) ¿Cómo gravar impuestos, necesarios para, por lo menos, mantener -peor si hablamos de aumentar- el estado del bienestar?
4) ¿Cómo legislar, si no ganamos las elecciones, contra el capital financiero?
5) (aquí la reflexión es similar, mutatis mutandis, a la del punto 3)
6) ¿Cómo promover un cambio cultural, necesario para entender los beneficios sociales de la igualdad, sin las herramientas políticas que permitan de forma previa cambiar las condiciones materiales que lo permitan? (y eso teniendo en cuenta, además, que un cambio en las condiciones materiales puede provocar resultados insospechados y no siempre positivos)
7) (aquí la reflexión es similar, mutatis mutandis, a la del punto 6)
8) ¿Cómo conseguir cambios en regulaciones y normas sin alcanzar, primero, una hegemonía social y cultural, y por tanto, una hegemonía política, es decir, cómo legislar si no ganamos antes las elecciones? y ¿cómo ganarlas si no conseguimos antes la hegemonía cultural? y ¿cómo conseguir la hegemonía cultural sin conseguir antes cambios en los planes de enseñanza?
9) ¿Cómo conseguir los fondos para financiar una sociedad más rural, y por tanto, menos eficiente y más cara? ¿Cómo conseguir el cambio cultural?
10) (El consumismo no fue una solución al problema de superproducción, sino la derivada de la aparición del salario. EL grave problema que tenemos es que los inventos -por ejemplo, una sociedad sin salario- o son inesperados y de resultados inopinados o son producto de laboratorio e imponerlos conlleva el totalitarismo. La felicidad no tiene que ver con la mayor o menor renta, sino con esa cosa del cerebro llamada hipotálamo. la neurociencia muestra que la felicidad se va a pique cuando el neocórtex y el hipotálamo están seriamente en contradicción. Mientras subimos en la escala económica, la razón (neocórtex) y la emoción (hipotálamo) van de la mano, así que somos felices, pero en el momento que dejamos de subir a un cierto ritmo, o peor aún, que nos estacionamos (¡peligro!) o bajamos (¡horror!), y a pesar de que estemos objetivamente mejor
en relación al 80% más pobre, la comparación con los que viven mejor que nosotros
dispara el hipotálamo, y ya puede el neocórtex decirle al hipotálamo toda una serie de argumentos
racionalizadores, que la contradicción, como bien saben los neurócientíficos, hará que la felicidad se vaya al traste.
Excepto por lo que hace a los puntos 9) y 10), veo correctos lo que se expone en los otros. Mi reflexión intenta, otra cosa es que lo consiga, poner encima de la mesa dos elementos de la actual crisis: la productividad nos hace cada vez más innecesarios, la crisis de la cultura no se está dando en positivo.
Un abrazo y gracias por el esfuerzo.
Es imprescindible una Gran Transformación. Sin embargo, el problema se puede resumir en “Si tu casa se quema, no buscas poner una nueva alarma de humos, llamas a los bomberos. Desafortunadamente no existe todavía la aceptación de que la casa se quema”
http://crashoil.blogspot.com.es/2014/09/programa-para-una-gran-transformacion.html
http://economiapangloss.blogspot.com.es/2014/09/principios-para-el-diseno-de-politicas.html
[…] Texto completo en https://www.15-15-15.org/webzine/2015/04/08/como-reducir-la-economia-sin-quebrarla-un-plan-en-diez-pu… […]
No creo que a Heinberg se le escapen vuestros comentarios y os daría la razón. En el mismo texto insinúa que es prácticamente imposible, es decir, imposible. Pero si uno se pone en el «durante» entonces la cosa empieza a tener posibilidades de funcionar. Y lo hará precisamente si evitamos la barbarie. Es solo cuando estás en el esquema mental de lo inevitable que es el colapso y exploras ese escenario cuando adquieren sentido los 10 puntos. No son 10 puntos para el presente, son para dentro de 15 o 30 años, cuando el colapso sea ya obvio para casi todos, pero por eso mismo hay que irlos pensando ahora.
Ogallá algún día no futuro falemos do importante que foi no seu momento o «Decálogo de Heinberg»…
[…] Cómo reducir la economía sin quebrarla: un plan en diez puntos […]
De gran aporte a estas reflexiones y propuestas, son los trabajos del economista descalzo, Manfred Max-Neef, chileno.
Creo que, Richard Heimberg es una de las mentes más lúcidas del planeta y su decálogo de 10 puntos sobre como reducir la economía, sin quebrarla, debería enseñarse en los colegios, y dicho lo cual quiero explicar porqué pienso que el planeta y la especie humana están condenados irremisiblemente, y lo haré con 3 puntos que me hacen pensar que el colapso es totalmente irremediable…..
1º–Primero…todos tenemos ojos en la cara y eso es un problema…pues todos vemos la abundancia que nos rodea…..en los supermercados estanterías inmensas llenas de comida, detergentes.. y cachivaches para lo que quieras….y yo le digo a mis hijos…..mirad dentro de unos años aquí no habrá nadie y las estanterías estarán vacias…..y se tronchan de risa…. y se burlan de mi…..y luego les digo….y si fuéramos consecuentes con la escasez que se nos avecina tendríamos que pensar en hacer cartillas de racionamiento……y comenzar a pasar hambre para prepararnos para lo que viene……y mis hijos se siguen tronchando de risa y me dicen que si, si,,, que si, si…que yo ya puedo empezar a pasar hambre….que ellos si eso ya empiezan mañana…. y es que claro ahora acabo de entender que hay dos cosas en la vida que siempre, siempre, siempre habrá que hacer por la FUERZA, una es pasar hambre y la otra morirse.
2º-Segundo–este es un episodio trágico que ocurrió en Madrid, en una sala de conciertos al aire libre en verano, creo recordar que murieron 4 chicas, aplastadas por la muchedumbre, en un pasadizo subterraneo, estrecho al que intentaban acceder miles de personas (El aforo del local se había sobrepasado en muuuchísima gente) bueno, a lo que vengo a referirme…Muuuchas chicas y chicos…..estuvieron desgañitandose…durante media hora…pues ya sabían que había un atasco en el interior del pasadizo,´…chillándole a la gente que fueran en otra dirección……!!!!que no entrasen al pasadizo!!!!…..y lloraban viendo como un río humano seguía metiéndose en aquel atolladero…..del que no podían salir……. y en el interior….gente a la que le estaban aplastando las piernas, chillando a los otros….que fueran en otra dirección…..pero nada….no hay nada que hacer……este panorama dantesco…..duró casi 2 Horas……cientos de heridos y 4 muertos por la inercia que te lleva a seguir a la mayoría…….. y si la tele me dice que me compre un coche electrico…..yo me lo compro….aunque tenga que pedir un crédito para pagar los 40.000.-Eur. que vale… que ya me compré la cafetera que me dijo George Cloney y ha resultado ser una mierda…..pero el coche será de puta madre…..
En este momento no tengo la sensacion de haberme tropezado con ningun analisis ni propuesta regeneradora que sopese las implicaciones de la existencia de ejercitos y la enorme cantidad de armamento asociada.
Se critica al capitalismo… pero se enfoca la critica hacia la mera estructura y dinamica economica… como si eso fuera todo y el resto subsidiario.
En En Deuda, David Graeber viene a definir el capialismo como una alianza entre militares y banqueros, de lo cual deriva que la economia capitalista sea una guerra por otros medios: es la guerra estilizada (competitividad) que se implanta despues de la guerra y el director de orquesta es el banquero, porque el endeudamiento es el latigo moral (esfuerzate, trampea, vence y asciende) que azuza el crecimiento y cuando el crecimiento no es satisfactorio y se añaden cargas, se empobrece y cabrea a los endeudados y asalariados se invoca la guerra, a los cultores de la violencia (fascismo), para que restauren el orden, para que pongan a la chusma en su sitio.
El problema es que sin dinero no se puede pagar a los soldados, no se pueden pagar sueldos. El dinero matiene a los soldados fieles a su «vocacion», la de sentirse a parte y superiores al resto. Sin sociedad de mercado tampoco se puede mantener un ejercito permanente, pero los ejercitos estan ahi y el armamento tambien.
Los militares son una comunidad y cultura a parte, porque entre sus cometidos está el atacar a civiles de su propia sociedad cuando se indisciplinan y son señalados como el enemigo; esto lo vemos a diario en el comportamiento de la policia, en general y de los denominados antidisturbios en particular.
Disculpa, Dubitador. Este mensaje de mayo se nos había pasado… por algún motivo no vimos el aviso de que estaba pendiente de moderar.
[…] el caos climático es una amenaza para nuestra supervivencia de un nivel mucho mayor), que permita reducir controladamente las economías sin quebrarlas. Sin embargo, si no acaba sucediendo así, lo que se […]