Peligro (ilustración de Litoral)
Litoral

Fin de la «lucha» contra el cambio climático como opción de las élites para una transición energética

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Extracto resumido de En la espiral de la energía de Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes. La bibliografía referenciada en el artículo se puede consultar en el web de Ecologistas en Acción.

Desde los noventa hasta hace poco se ha producido un debate mundial sobre el cambio climático, que se ha llegado a colocar como el principal problema de la humanidad de cara al futuro. Nunca el capitalismo había dedicado tamaña atención a un problema ambiental. En general, los había minusvalorado o, en todo caso, abordado dentro de su lógica. Sin el concurso de los medios de comunicación de masas y sin el apoyo de importantes sectores de los poderes globales, este tema no habría adquirido nunca la dimensión que tomó. Nada parecido ocurre con la crisis energética y de recursos que es un problema mucho mayor a corto plazo para las dinámicas del capitalismo global que el cambio climático (aunque este último tiene implicaciones ecosistémicas mucho más graves).

Una razón de esto estriba en que el discurso contra el cambio climático (y la pobreza) se ha usado para desactivar la contestación al ligarlo a un programa pro-mercado que no choca con las dinámicas del capitalismo, sino que las refuerza. Todo ello auspiciado desde la ONU, un organismo internacional con mucha mejor imagen que las instituciones de Bretton Woods (FMI, BM, OMC); aunque estas participan, por supuesto, en los encuentros donde se diseñan estas grandes directrices y gestionan además los recursos que se movilizan para estos fines (BM). Sin embargo, sobre todo alrededor de la Cumbre de Copenhague (2009), todo esto quedó fuertemente desacreditado, pues los sectores del movimiento ecologista más radicales (y no solo) desplegaron su discurso con fuerza, planteando que no es posible enfrentar el cambio climático sin cuestionar el capitalismo (system change, not climate change!).

El discurso de la lucha contra el cambio climático enlaza con otros componentes fundamentales de la lógica del capitalismo. Así, la adecuada gestión del miedo al futuro se garantiza con la necesidad de: i) más Estado para hacer frente a los problemas climáticos (lo que atrae a los sectores progresistas); ii) más mercado para posibilitar nuevas áreas de crecimiento y negocio; y iii) más tecnología para hacer todo ello factible. Además, el uso de lemas como “salvar todos juntos el planeta” buscan la máxima colaboración interclasista, diluyendo las responsabilidades diferenciadas. Por último, la “lucha” contra el cambio climático ha justificado también la aplicación de nuevos impuestos y medidas de austeridad; para las/os de abajo, claro.

Casdeiro
Casdeiro

Pero, probablemente haya razones más profundas. Da la impresión de que las estructuras claves del capitalismo global están en contra de una guerra abierta por el control de los recursos fósiles en declive. En caso de enfrentamiento abierto, sería muy probable un colapso de todo el sistema mundial debido a la enorme interdependencia internacional actual. Es por eso que desde el puente del mando del capitalismo global (aunque no con un consenso interno) hubieran apostado por conseguir la cuadratura del círculo. Es decir, impulsar una transición energética aumentando el consumo, al tiempo que se garantiza una creciente expansión del capitalismo financiero. Lo primero se lleva a cabo intentando desarrollar un mix energético con menor peso de los fósiles. En este sentido, es de resaltar que las propuestas de reducciones del IPCC (siglas en inglés del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) y de la UE de la primera década del siglo XXI encajaban con la curva de descenso geológico de extracción de petróleo una vez sobrepasado su cénit (aunque en realidad los descensos de GEI en la atmósfera deberían ser notablemente mayores que los marcados por el IPCC). De acuerdo con el discurso oficial, la “lucha” contra el cambio climático se puede llevar a cabo sin verdaderos cambios radicales y, sobre todo, sin poner en cuestión el crecimiento económico y las estructuras de propiedad existentes. En cambio, la menguante disponibilidad de combustibles fósiles implicará una era de decrecimiento, así como un colapso financiero generalizado. Este segundo mensaje es imposible de asumir y de vender, pues choca contra la propia esencia del capitalismo. Por ello parece que se optó por la imagen “buenista” e indolora de la “lucha” contra el cambio climático. La segunda parte de la cuadratura del círculo, la expansión de la dimensión financiera, se aborda mediante nuevos mercados, sobre todo el de comercio de emisiones[1].

En todo caso, siempre han estado presentes las opciones duras de salida a la Crisis Global, que se han aliado con las visiones que solo buscaban el beneficio a cortísimo plazo. Es lo que hizo que la vía “negacionista” del cambio climático triunfase claramente con Bush, mientras EEUU buscaba controlar manu militari el grifo del petróleo. Y esta vía se vio apoyada por países con abundantes recursos fósiles (Australia, Canadá, Estados del golfo Pérsico) y por grandes empresas con intereses en el mundo del petróleo[2].

Después del fracaso de la Cumbre de Copenhague (2009), el cambio climático salió de las agencias mediáticas y políticas en gran medida. Por un lado, por el fiasco que significó y el desgaste político que supuso para Gobiernos y empresas. Por otro, por el recrudecimiento de la Gran Recesión y de sus impactos sociales y laborales, que han hecho que las cuestiones ambientales pasen a un segundo o tercer plano del interés ciudadano. También por el auge de las campañas “negacionistas”. Finalmente, por la imposibilidad de que medidas descafeinadas contra el cambio climático realmente puedan abordar los desafíos energéticos que la sociedad capitalista tiene delante, como señaló el movimiento ecologista.

Para argumentar mejor que es falsa la “lucha” contra el cambio climático es necesario analizar el Protocolo de Kioto y otros mecanismos contra el cambio climático. A ello vamos.

El Protocolo de Kioto y otros mecanismos de falsa lucha contra el cambio climático

El Protocolo de Kioto entró en vigor en 2005. Perseguía la reducción del 5,2% de las emisiones en el periodo 2008-2012 respecto a los niveles de 1990. Para ello ejercía una obligación legal de limitación de emisiones sobre 30 Estados, los más industrializados históricamente. La gran impulsora del Protocolo fue la UE. Seguramente una de las razones principales de este protagonismo es la alta dependencia externa de la Unión respecto de los combustibles fósiles y la necesidad forzosa de reducir su consumo. También la presión social y la oportunidad de nuevos mercados especulativos que el Protocolo abrió, como veremos a continuación.

Sin embargo, el Protocolo tiene importantes carencias: i) La notable ausencia en el acuerdo de EEUU, que no lo ha ratificado ni con la Administración Bush ni con la Obama. Estamos hablando del mayor emisor del planeta per cápita e histórico y, hasta hace poco, en términos absolutos. ii) Al tener el Protocolo una contabilidad estatal de las emisiones, las deslocalizaciones industriales dan lugar a una reducción aparente de estas. Así, una parte importante de las reducciones (donde las ha habido) han sido en realidad deslocalizaciones[3]. iii) El texto incluía una serie de mecanismos de flexibilidad que implicaban, en el mejor de los casos, el desplazamiento de las emisiones a terceros países, impidiendo con ello la imprescindible reconversión del sistema productivo de los principales responsables. Ni siquiera en este supuesto óptimo de concentración de GEI, las emisiones globales se mantendrían estables, ya que más energía genera más actividad económica y más impactos sobre el clima. En realidad, en la mayoría de las ocasiones no se ha producido desplazamiento de emisiones, sino que se está realizando una “contabilidad creativa”.

Un primer mecanismo de “contabilidad creativa” es no considerar las emisiones brutas, sino las netas, de forma que el aumento de la superficie forestal descontaría emisiones realizadas bajo la excusa de que estos árboles están fijando CO2 atmosférico. Pero, como dice Carrere (2009): “los combustibles fósiles (…) han estado almacenados bajo tierra (…) y solo pueden emitir carbono a la atmósfera cuando se extraen y se queman. Una vez quemados, el resultado es un aumento neto en la cantidad de carbono presente en la biosfera. Los árboles en cambio almacenan carbono durante períodos relativamente cortos (…) y son parte de la circulación del carbono presente en la biosfera (…). Su desaparición no implica cambios en el balance neto de carbono en la biosfera, que se mantiene igual. De lo anterior se desprende que no es posible ‘compensar’ emisiones provenientes de la quema de combustibles fósiles a través de la conservación del carbono almacenado en los árboles”.

Pero el principal “agujero” del Protocolo son los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL). Consisten en proyectos conjuntos entre países del Anexo I del Protocolo de Kioto (los que tienen obligación de hacer reducciones) y otros países. Los proyectos industriales que se realicen en los Estados que no están en el Anexo I por empresas o Estados del Anexo I, y que reduzcan sus emisiones respecto a la tendencia, darán créditos de carbono a estos entes del Anexo I. Estos créditos de carbono contabilizarán como emisiones no realizadas. Los MDL pueden ser de diferentes tipos: plantaciones de árboles en monocultivo, proyectos de energía renovable, aumento de la eficiencia en la generación eléctrica, incineración de compuestos con alto potencial de efecto invernadero (como CH4 o HFC23). Pongamos un ejemplo, si en Nicaragua se pretende instalar una central térmica e Iberdrola construye un parque eólico en su lugar, la empresa podrá apuntarse los créditos de carbono que resultan de la diferencia de GEI “no emitidos”. Esto permite que las empresas que implementan estos proyectos se apunten derechos de emisión como si hubieran reducido su producción de GEI. Es decir, que Iberdrola habrá hecho negocio por los créditos de carbono que obtiene y puede vender en las bolsas, como ahora veremos, y por tener un nuevo parque de generación eléctrica.

Muchos MDL son claramente una trampa. Por su cuantía, destaca la incineración de HFC23, pues ha generado en torno al 30% de los créditos concedidos (aunque recientemente se está limitando en la UE). Estos proyectos consisten en separar el HFC23 y quemarlo. El coste no es alto y el beneficio es 14.800 veces superior al de eliminar la misma cantidad de CO2 (pues su potencial como GEI es esas veces mayor al del CO2, aunque sobre la cifra hay controversia). Esto hace que el precio del certificado de reducción mediante estos proyectos sea mucho menor que con proyectos de energías renovables. Otros MDL que poco tienen que ver con la lucha contra el cambio climático son los que se pueden conceder para agrocarburantes producidos y consumidos en países que no están en el Anexo I.

Para seguir dando vuelo a la industria de los hidrocarburos, especialmente la del carbón, en la Cumbre del Clima celebrada en Cancún (2010) se sumaron a los MDL la captura y almacenamiento geológico de carbono (CAC). Consiste en la separación del CO2 emitido por centrales de carbón, cementeras y otras, y su inyección en cierto tipo de formaciones geológicas. Los problemas son múltiples: i) no existen garantías de que este CO2 no se libere con el tiempo; ii) el secuestro de un 10% de las emisiones actuales supondría inyectar en el suelo un volumen de gas comprimido equivalente o mayor que el volumen de petróleo extraído; iii) la técnica hace aumentar en un 20-30% el consumo de carbón; iv) se incrementan los costes de producción un 30-80%; y v) es una tecnología muy inmadura[4] (Smil, 2006; Freese y col., 2008; Barnasar, 2009; von Gorne y Lundberg, 2010; LaPlaca, 2010; Hughes, 2011). Probablemente sean estos últimos factores los que han hecho que esta apuesta esté cada vez más relegada.

En la actualidad hay otro mecanismo de flexibilidad: el REDD (reducción de las emisiones debidas a la deforestación y la degradación forestal). Pretende recompensar económicamente la reducción de la deforestación, siempre y cuando el descenso sea mayor que el que hubiese ocurrido sin el incentivo. Sobre esta base se han ido haciendo añadidos: REDD+ suma la conservación y el manejo sostenible de los bosques y el aumento de las reservas forestales de carbono, y REDD++ añade todos los usos de tierra. En el segundo + podría entrar como manejos “sostenibles” de la tierra el biochar[5] o la labranza sin roturación con transgénicos. Los programas REDD conllevan múltiples problemas: i) consideran que las plantaciones en monocultivo son lo mismo que los bosques biodiversos; ii) pretenden que el carbono vivo es equivalente al almacenado en los depósitos de combustibles fósiles, cuando el carbono vivo tiene un funcionamiento e implicaciones muy complejas; iii) contemplan el uso de árboles y plantas transgénicas; iv) en muchos casos están suponiendo el desplazamiento de las comunidades que habitaban los bosques sujetos al sistema REDD; v) si no desplazan a estas poblaciones, sí les enajenan la gestión y el manejo de los territorios; vi) un país que reduzca su tasa de deforestación podrá acogerse al REDD, mientras uno que no lo hacía no obtendrá recompensa por la destrucción no realizada en el pasado; y vii) en el mejor de los casos, el REDD, si se convierte en MDL, no contribuirá a reducir las emisiones, sino simplemente a estabilizarlas, ya que por cada tonelada de CO2 retenida en los bosques se podrá emitir otra.

A todo ello hay que sumar que en el horizonte aparecen otra serie de “soluciones” englobadas alrededor de la geoingeniería: fertilizar los océanos con nanopartículas de hierro o con urea para incentivar el crecimiento de fitoplancton fijador de CO2, usar algas transgénicas, bombear agua de las profundidades del océano a la superficie para enfriarla, disparar sulfatos a la estratosfera para aumentar la reflexión solar, colocar millones de espejos de un tejido ultrafino en el espacio, lanzar agua salada a las nubes para que reflejen los rayos de sol, el biochar, plantar árboles transgénicos de rápido crecimiento. El último informe del IPCC (2014b) abrió la puerta a que estas “soluciones” puedan ser consideradas y la única prohibida explícitamente es la fertilización oceánica. Todas se quieren vender como MDL[6]. Estos proyectos, que se pretenden realizar a gran escala, tendrán impactos también a nivel macro de consecuencias impredecibles[7].

Además de mediante los MDL, otra forma que tienen las empresas y los Estados de adquirir los derechos de emisión se encuentra en los mercados financieros de derechos, como el existente en la UE[8]. El mercado de carbono se incluyó en el Protocolo de Kioto, impulsado por el Gobierno de Clinton y los grandes capitales financieros. Es, simplemente, un mercado especulativo más.

En conclusión, aunque las empresas y los países tengan sus emisiones de GEI limitadas, pueden aumentarlas por encima del nivel asignado adquiriendo bonos que justifiquen una “reducción” equivalente de emisiones en otro lugar, es decir, recurriendo a mecanismos como los MDL o comprándolos. En definitiva, los mecanismos de flexibilidad suponen que las industrias más responsables del cambio climático no tengan que hacer cambios si les sale más barato comprar certificados de reducción, como así sucede hasta ahora. El Protocolo de Kioto ha supuesto la creación de nuevos mercados financieros en los que especular y el desarrollo de nuevos mecanismos de control del territorio. Es decir, tiene más que ver con la creación de nuevos nichos de negocio que con la lucha contra el cambio climático.
Otro problema intrínseco de este sistema es que considera todos los procesos relacionados con el cambio climático como equivalentes al traducirlos a CO2. Bajo esta lógica, es lo mismo poner un parque eólico en Alemania que en Uganda, cuando las implicaciones socioeconómicas en ambos sitios son muy distintas. También plantar árboles en Uruguay compensa las emisiones de centrales térmicas de carbón en Dinamarca, incluso aunque esos árboles luego se quemen o se talen, además de las deficiencias intrínsecas que ya hemos nombrado. Otro problema importante es que todas las tecnologías aparecen como iguales: vale tanto una gran presa como la producción solar descentralizada (Lohmann, 2012).
Y todo esto sin entrar en los múltiples problemas técnicos. El primero de todos, la dificultad de medir las emisiones de GEI en las industrias (el nivel de error es del ±10%) y de las reservas de carbono en ecosistemas como los bosques (±50% o más de error) (Kucharz, 2012a).

A estas limitaciones del acuerdo internacional se tiene que sumar que las reducciones que planeó partieron del reconocimiento implícito del statu quo, pues los recortes en las regiones más contaminantes estaban lejos de implicar una nivelación real a escala internacional. Además, eran insuficientes para encarar el problema.

El periodo de vigencia del Protocolo de Kioto finalizó en 2012. Por ello, desde unos años antes se había iniciado la negociación para un nuevo protocolo. El culmen de estas negociaciones fue la Cumbre de Copenhague (2009), donde todo terminó en un sonoro fiasco, quedando en vía muerta el Protocolo de Kioto 2. Desde Copenhague, todas las cumbres han sido un fracaso: Cancún (2010), Durban (2011), Doha[9] (2012), Varsovia[10] (2013) y Lima (2014)[11]. No se ha producido ningún esfuerzo adicional de financiación, ni avances significativos en un acuerdo pos-Kioto vinculante. Se ha dado pábulo a un límite de aumento de la temperatura de +2ºC, que no responde a los márgenes reales de seguridad para que el cambio climático no se dispare, como veremos. Y todo esto con una presencia e influencia de la industria, especialmente la más contaminante, cada vez mayor (González Reyes, 2013a).

Notas

[1] El enfoque pro-mercado del Protocolo de Kioto tuvo detrás el impulso de gran parte del mundo de Wall Street (Noble, 2007).

[2] En EEUU se ha empleado un mínimo de casi 1.000 millones de dólares entre 2003 y 2010 para negar o poner en duda el cambio climático antropogénico. Este dinero se han gestionado a través de 140 fundaciones diferentes y 91 centros de difusión (Brulle, 2014).

[3] Las emisiones de CO2 correspondientes a la fabricación y transporte de los productos importados por el Centro son mayores que la reducción de emisiones prevista en el Protocolo de Kioto (Peters y col., 2011).

[4] El mayor proyecto de secuestro de carbono es el de Sleipner (Noruega) donde, desde 1996, Statoil ha bombeado 1 millón de toneladas de CO2 al año. Pero harían falta 10 proyectos iguales para confinar el CO2 generado por una sola planta térmica de carbón grande (LaPlaca, 2010). En el mejor de los casos, la tecnología no estará lista para comercializarse hasta 2035 (Heinberg, 2009a).

[5] El biochar es el enterramiento de carbón vegetal para, supuestamente, capturar el CO2 gracias a un incremento de la fertilidad del suelo, pero esto no está nada claro. Sus promotores/as tienen prevista la plantación de 500-1.000 millones de hectáreas de árboles como materia prima de este biocarbón (Kucharz, 2012a).

[6] Paradójicamente (o no) quienes están alentando estos proyectos son los mismos grupos de presión (American Enterprise Institute, Hoover Institute, Heartland Institute) que están negando la existencia del cambio climático antropológico.

[7] Ya hay varios estudios que apuntan en esa dirección (Ribeiro, 2014).

[8] Este mercado está actualmente por los suelos por el reparto excesivo (y gratuito) de derechos por parte de los Estados de la UE a sus empresas.

[9] Se optó por prorrogar los compromisos en el marco del Protocolo de Kioto. Pero, a estas alturas, este Protocolo no es más que la sombra de sí mismo. Japón, Canadá, Nueva Zelanda y Rusia ya no forman parte de él (a los que hay que sumar a EEUU). Así, los países que continúan comprometidos en el Protocolo representan solo el 15% de las emisiones mundiales.

[10] Japón anunció que seguía a Canadá y que daba marcha atrás en su compromiso de reducción de emisiones. Además, Australia eliminó el impuesto que tenía sobre las emisiones de CO2.

[11] El acuerdo chino-estadounidense que precedió a la cumbre en realidad está muy lejos de abordar mínimamente que el cambio climático se dispare.

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Miembro de Ecologistas en Acción, donde fue coordinador confederal durante 9 años. Profesionalmente se dedica a la formación y la investigación en temas relacionados con el ecologismo y la pedagogía en Garúa S. Coop. Mad. y FUHEM. Es autor o coautor de una veintena de libros con contenidos que abarcan distintas facetas del ecologismo social.

8 Comments

  1. No he completado la lectura del artículo, pero hasta donde he llegado, estoy plenamente de acuerdo o al menos tengo la misma impresión. Pienso que nos gobierna un monstruo desbocado que tiene por cerebro el capital y como tentáculos las grandes corporaciones, que solo sabe engullir sin importarle las consecuencias. Hasta que ese monstruo no perezca por inanición, el resto de la humanidad, si quedara algo, no podrá tener alguna oportunidad.

    Llevo años diciendo lo mismo «el que tenga un huerto será un privilegiado», de esto ya empiezo hasta dudar.

    Por cierto, lo políticos de hoy en día, deben estar en algún sitio dentro de ese monstruo… pero no sé donde….

  2. Se está conviritiendo en un pequeño mito la idea de que algunos escenarios del IPCC parecen seguir las curvas de descenso geológico previstas por los expertos en pico de fósiles. Y de ahí aparece la sospecha o duda de que están preparándose/preparándonos (de que se atribuirán el mérito en vez del fracaso).

    No es verdad, y si hay alguna coincidencia es por pura casualidad.
    De los cuatro grandes escenarios que maneja el IPCC ahora, el escenario más alto de emisiones (el RCP8.5) sabemos que es un imposible porque no hay tantos fósiles quemables. No hay por donde agarrarlo y es sencillamente un ejercicio imposible. Paradójicamente en cambio, es el que durante esta década y media estamos siguiendo y el resto de escenarios ya se han quedado atrás. Paradójicamente, los efectos climáticos se parecerán más a los que se prevén con este escenario, porque el IPCC es conservador en su metodología: el ártico se está deshaciendo más rápido, el nivel del mar sube más rápido, los huracanes se están haciendo más intensos etc. que incluso lo que prevé esta trayectoria «pesimista».
    De todos los escenarios, solo el más amigable, el RCP2.6 tiene un uso del petróleo que declina a ritmos que pueden ser parecidos a los que vamos a ver por necesidad geológica. Sin embargo, sigue usando mucho carbón y gas natural y su efecto sobre las emisiones se elimina porque cree posible un secuestro del 50% (que has argumentado bien que es imposible). La razón es que no hay crecimiento económico sin crecimiento energético en el sistema actual, por tanto no se imaginan escenarios de decrecimiento energético. Además el ejercicio de imaginación imposible que hace con el metano, con la reforestación y otros efectos no asociados todos al uso de combustibles fósiles, hace que resulte un escenario imposible-optimista.
    Sencillamente, los del IPCC están a uvas. Precisamente porque el juego no es entre un sistema tecnológico bajo en carbono y otro alto en él, sino que la discusión lleva décadas estancada entre el capitalismo neoliberal (con cierta tendencia al negacionismo climático) y el capitalismo neokeynesiano o socialdemócrata, este último más en la linea del IPCC..
    Se contempla, en todos los casos, un mundo futuro ideal (seremos varias veces más ricos y seguramente más equitativos) y fuertemente tecno-optimista.
    En realidad ni se molestan en realimentar el cambio climático en el sistema económico (si nuestros nietos van a ser mucho más ricos y con mejores tecnologías para qué preoucparnos por el clima tanto?), ni se les ocurre pensar que vivimos en un planeta finito en recursos y que sus límites los hemos encontrado ya.
    No son idiotas como puede desprenderse de mis palabras, todos al menos. Mientras nos entretienen -también a los científicos del clima, poco duchos la mayoría en visiones globales del problema-, están planificando en qué punto el clima no será tan gravísimo para que se puedan mantener en «castillos» (neofeudalismos totalitarios).
    Ni son tan listos, porque los científicos no les estamos comunicando la gravedad real de lo que pasa (ya que saben que el RCP8.5 es imposible), ni les estamos comunicando la imposibilidad a medio plazo de mantener esos «castillos», sencillamente porque alquilan los servicios de científicos que la mayoría están encerrados en sus «torres de marfil» utilizando metodologías científicas obsoletas (por mucho que usen superordenadores para los modelos de circulación oceánica).

    • Me parece muy interesante la visión que arrojas, Carlos, sobre los IPCC y las posibles maniobras preparatorios de las élites del Sistema. ¿Has desarrollado este tema en algún artículo ya publicado? Si no, sería muy interesante que lo hicieras en uno que sería un honor publicar en 15/15\15. Creo que la confluencia del cambio (caos) climático con el agotamiento de los combustibles fósiles y sus consecuencias a nivel civilizatorio es un tema que debe ser central en esta publicación.

  3. Al hilo de lo que comenta Carlos, hay un tema central: ¿cómo interaccionarán la crisis energética y el cambio climático?

    Indudablemente, conforme vaya siendo más difícil acceder a los combustibles fósiles, su uso disminuirá y, con ello, las emisiones de GEI. La cuestión es si la caída en el uso de fósiles será lo suficientemente rápida para impedir por sí sola que el cambio climático se dispare como consecuencia de los bucles de realimentación positiva. Todo parece indicar que el pico del petróleo no “resolverá” el problema del cambio climático y que ambos desafíos deberán ser abordados a un tiempo. i) En primer lugar, distintos estudios que correlacionan el pico de los combustibles fósiles con el de emisiones de CO2 sitúan las concentraciones de GEI por encima de 400 ppm en 2100, muy por encima del margen de seguridad de 350 ppm. ii) El ritmo de reducción de las emisiones que señala como necesario gente como Hansen (6% con reforestación si se hubiese empezado en 2013) excede la caída de disponibilidad de combustibles fósiles fruto del agotamiento geológico. iii) A esto se añade que los petróleos y el gas no convencional, al requerir más energía en su extracción, emiten más CO2 que los convencionales, aumentando el problema y haciendo que las emisiones puedan incluso aumentar en un escenario de consumo decreciente. En el mismo sentido, la disminución inicial de la disponibilidad del petróleo conllevará que crezca el consumo de carbón, como ya está ocurriendo, y el carbón emite más CO2 que el petróleo y el gas. v) Las reservas de combustibles fósiles son muy superiores a las que se podrían quemar sin disparar el calentamiento global. Aunque estas reservas nunca se usarán en su totalidad, avances tecnológicos podrían permitir hacerlo en mayor medida de las posibilidades actuales.

    Pero entrarán en juego más elementos que empujarán en el sentido contrario: i) Los escenarios de crisis económica cada vez más profundos producirán que la reducción en la extracción de petróleo sea mayor que la prevista desde la perspectiva geológica. ii) Los límites de recursos también disminuirán la capacidad de obtener combustibles fósiles. iii) El cambio climático aumentará la dificultad y el coste de extraer petróleo, por ejemplo, aumentando la probabilidad de accidentes en las plataformas petroleras en regiones con huracanes o destrozando las infraestructuras en las zonas donde se deshiele el permafrost. El deshielo del Ártico y el acceso al petróleo bajo su lecho marino es posible que no compensen estas pérdidas, pues no será fácil extraerlo por las duras condiciones meteorológicas y los riesgos que suponen los icebergs. iv) La inevitable transición hacia una agricultura menos petrodependiente también podría ayudar.

    En base a muchos de estos factores Gail Tverber calcula que las emisiones de GEI antropogénicas estarán en 2030 en el 40% de las existentes en 2010. Un escenario que es insuficiente para no evolucionar hacia otro equilibrio climático muy distinto al actual. El propio IPCC señala que para evitar el cambio climático desbocado las emisiones en 2030 deberían ser un 84% de las de 2010.

  4. Luis, ¿qué opinas sobre la última cumbre de Lima? En tu libro comentabas que EEUU no se quiso sumar a los protocolos de Kioto y que su apuesta era conseguir por vía militar acaparar todo el petróleo posible, pero que les ha salido mal la jugada y les está costando mucho mantenerse en Irak o Afganistan como para intentar ir a por Irán. ¿Crees que EEUU en Lima ha optado por la reducción pactada (viendo que la TRE de la guerra no le da de sí)?

  5. Es que es inevitable que confluyan crisis energética y caos climático. La pinza presionará con fuerza parecida con poco margen ya de maniobra racional.
    Incluso suponiendo que la crisis energética lleva ella solita a un colapso rápido económico de tal forma que las emisiones energéticas se reducen un 85%, eso no sería así para otros efectos no energéticos sobre el clima: deforestación y fuegos por ejemplo, que probablemente aumentarían en un mundo en proceso de deshacerse. El colapso de las ciudades llevará a la gente al «campo» masivamente, y sin mucha energía, desordenadamente: así que los urbanitas deforestaremos para sobrevivir, la fuente energética principal volvería a ser la leña (para calentarse, para cocinar, para construir), y salvo debacle poblacional tipo guerra atómica generalizada, las emisiones debidas al cambio de uso de suelos y otras no energéticas, aumentarán.
    Y el colapso energético hará que dispongamos de menos energía y tecnología para protegernos del caos climático. El huracán Sandy que mata a 100 personas incrementará su daño humano en órdenes de magnitud (como pasa en Bangladesh cuando hay una catástrofe climática). Por tanto los efectos de subida del nivel del mar y otros serán un quebradero de cabeza durante el colapso y tras el colapso, por rápido que este sea. Viviremos una era de adaptación muy dura.
    A la inversa, si el sistema energético no colapsa muy rápido nuestras emisiones pueden hasta desacoplarse de la energía, de tal forma que aumenten o no caigan tan rápido como la energía. Y cada vez más, como señalas Luis, requeriremos más porcentaje de esa energía en disminución para defendernos en vez de cubrir necesidades humanas con ella.

    La estrategia desde antes de Kioto sigue siendo la misma: que me pille rico. Trampa social paradigmática.

  6. La Cumbre de Lima del año pasado acabó con una declaración injusta, vacía de compromisos e insuficiente. El texto alcanzado queda a la espera de que las distintas naciones emitan sus compromisos de reducción de emisiones, y que estas sean suficientes para limitar el calentamiento global a niveles aceptables. El resultado final se verá este año en París.

    En todo caso, como apunta Marga, es verdad que EEUU y China publicitaron un acuerdo de reducción de emisiones. Pero el acuerdo sino-estadounidense que precedió a la cumbre está muy lejos de abordar mínimamente que el cambio climático se dispare. Además, de paso, dinamitó las negociaciones multilaterales.

    Desde mi punto de vista, esto es parte de la dialéctica entre la «lucha» contra el cambio climático y el cambio de modelo energético. Es una estrategia algo menos agresiva ante la crisis energética. El Gobierno de Obama es algo más tendente a encarar el cambio de mix energético que su predecesor, dando algo menos de peso a los fósiles, y por eso hace una débil apuesta por reducir las emisiones. Esto tiene que ver con posiciones ideológicas, pero también con el gran fiasco en Irak, Afganistán y el fallido control de Irán, como señala Marga. La apuesta de Obama sería tocar a la vez todas las bazas energéticas, por eso continúa a la vez apostando por los combustibles no convencionales, cuyo mayor ejemplo es la fractura hidráulica.

  7. Hoy he completado la lectura de este artículo, incluidos los comentarios y quiero agradeceros vuestras sabias palabras o al menos coherentes impresiones… y si me lo permiten…

    Sinceramente lo de Kioto me parce más una cortina de humo, no creo que nunca se llegue a un compromiso real y menos se cumpla nada que pueda alterar las inmensas sinergias que el capitalismo ya ha creado. Es algo imparable. Es más, me da la sensación de que es un juego en el que todos se miran a ver quien es el «pri-mo» que lo cumple.

    Aunque no parezca que venga al caso os tengo que contar la siguiente anécdota.

    La pasada semana me enteré de que mi vecino de abajo, ha sido seleccionado para ir a «Marte». Es un chico la mar de majo, astrofísico y con la cabeza muy bien amueblada.

    Tal vez la cercanía de este hecho me hizo meditar un poco…

    Por un lado nos estamos cargando el planeta en el que vivimos mientras dedicamos una ingente cantidad de «materia-gris», imposible de cuantificar, para una investigación que si bien nos aportará una gran cantidad de información, será bien poco valiosa para resolver los problemas que dentro de 20 o 30 años tendremos que afrontar «aquí abajo». Espero equivocarme.

    Desconozco si detrás de este casi utópico proyecto está solo la propia investigación del universo o «algo más». Recordando escenarios dibujados por el cine de aventuras no se si vamos a buscar allí más petroleo o es más un arca de Noé… casi prefiero no pensarlo.

    Pero volviendo a poner los pies en la tierra y quedándome con el termino «materia-gris»… que es algo que me ronda la cabeza desde hace un largo tiempo y que no logro articular, tal vez por lo complicado que pueda ser, siempre me he preguntado que pasaría si todos nuestros esfuerzos en investigación se enfocaran a otros campos. No se si se puede cuantificar pero por los datos que he podido obtener, la mayoría de las personas que han destacado y cuentan con algún «DON» en la investigación de sus diferentes campos son inmediatamente reclutados para ponerse al servicio de las grandes compañías-corporaciones o estados, cuyo único propósito es el de producir más y con mejores beneficios sin importar demasiado las consecuencias.

    Al plantearme que es lo que pasaría si algún «científico» presentara al mundo un descubrimiento maravilloso mediante el cual se pudiera generar energía limpia, barata o gratuita y accesible para todos… el sistema capitalista se hundiría en 2 o 3 segundos. Es más, me pregunto si no existen ya algunas alternativas reales y factibles a las energías fósiles, guardadas en un cajón a la espera del momento en que éstas puedan ser introducidas en el modelo capitalista actual.

    Puede que yo sea un poco fantasioso, pero me cuesta tanto creer que hayamos llegado hasta aquí, hayamos descubierto tantas cosas, sepamos tanto del universo, nos estemos planteando en poner una base habitable en Marte, etc… y no seamos capaces de resolver un problema tan vital para la humanidad como en el que estamos.

    Aunque parezca que mi aportación no guarda relación alguna con el articulo que os ocupa, mi intención no es otra que la de proponer otra linea de pensamiento. Es decir que desde el instante en que tuve noticia del acuerdo de Kioto, me di cuenta de que nunca se cumpliría por la sencilla razón de que va en contra de los deshumanizados principios que nos gobiernan a nivel mundial, por ello no le he prestado ninguna atención hasta llegar a este post, por el cual agradezco el esfuerzo en informarnos con todo lujo de detalles del por qué ha fracasado y seguirán fracasando propuestas de este tipo.

    Me he detenido en las palabras escritas por Carlos de Castro, muy acertado en mi humilde e ignorante opinión, por lo que me reitero en mi matra-reflexión… «el que tenga un huerto será un privilegiado», pero tendrá que armarse para defenderlo…

    ​Un saludo y muchas gracias.

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